El deseo sexual se define, clásicamente, como un impulso interno que lleva a buscar relaciones íntimas con otras personas. Este impulso se inicia en la pubertad y se desarrolla de manera individual a lo largo de la vida, dependiendo de la biología, psicología y contexto sociocultural de cada cual. Así pues, varía en frecuencia e intensidad de unos y otros. A pesar de que no se ha estudiado con la amplitud necesaria, se ha constatado una disminución del deseo sexual en las fases de perimenopausia y menopausia femenina. Fases de madurez de la mujer cuando esta ya ha finalizado su etapa reproductiva. “No tengo ganas”, es una frase que a veces se dice al final de una visita médica de rutina, y que debe dar pie a un análisis más concreto de qué supone para la salud de la mujer esa falta de iniciativa sexual.
Pero ¿La falta de deseo sexual es una enfermedad?
Cuando la pérdida del interés sexual y del deseo se mantienen en el tiempo, más de 6 meses y, sobre todo, la mujer lo percibe como un problema que además le genera estrés, sí que estaremos ante una patología denominada trastorno del interés y de la excitación sexual (Goldstein, 2017).
De hecho, este es el trastorno sexual más prevalente en las mujeres (10-20%).
Un 40 % de las mujeres en perimenopausia y menopausia, preguntadas sobre este tema, refieren tener una sexualidad satisfactoria en esta etapa de la vida, pero, al mismo tiempo, reconocen que rara vez piensan en el sexo.
En estos casos las relaciones sexuales ocurren porque si se dan las condiciones adecuadas de intimidad con su pareja, en el entorno adecuado y con el estímulo suficiente, son capaces de conseguir esa excitación y deseo que comentan que carecen.
Así pues, en este caso, no hablamos de un trastorno, dado que no supone un estrés en la vida sexual, si no que, simplemente, la mujer expresa que le gustaría ser más proactiva en la decisión de iniciar las relaciones sexuales con su pareja.
¿Qué produce esta disminución de la libido?
Si nos centramos en la perimenopausia y menopausia, etapas de la vida en la que más se diagnostica la disminución del deseo sexual, observamos que pueden estar alterados varios de los componentes biológicos, psicológicos y socioculturales que construyen la esfera sexual. Veámoslos.
Aspecto biológico
Desde la parte biológica, en la perimenopausia y menopausia hay una caída en los niveles de estrógenos circulantes, lo que va a disminuir la lubricación y provocar cambios en el sistema vascular, muscular y urogenital. Además de modificar el estado de ánimo, los ciclos del sueño y el funcionamiento cognitivo.
Todo esto influye directa e indirectamente en la función sexual al anticipar una sensación dolorosa desagradable en lugar de la sensación placentera que se supone asociada a la relación sexual, por ejemplo (Scavello, 2019).
Aspectos psicológicos y socioculturales
El ser humano es complejos y a esto se suman los factores psicológicos y socioculturales.
De esta forma, si el estado de salud no es bueno, puede ocurrir que no se experimente deseo sexual y si, además, por la edad o los partos, el suelo pélvico está afectado y se padece de incontinencia de orina o prolapsos (útero caído), por ejemplo, la autoestima puede verse afectada.
Sin duda, este aspecto repercutirá negativamente en el deseo y la respuesta sexual. Pero, ¿y si además la pareja ha vivenciado alguna infidelidad?, ¿tiene alguna enfermedad o problemas de erección?, ¿y si existe algún tipo de maltrato?, ¿o adicción a sustancias tóxicas?…
Quizás ante estas tesituras pudiéramos pensar que sería comprensible que el deseo sexual hubiera disminuido o desaparecido. Como vemos, son varios y complejos los elementos que interfieren en el deseo sexual femenino.
Mejorar el deseo sexual en la menopausia
Es importante no suponer patología, pues como hemos comentado, no siempre la disminución del deseo sexual, aunque la paciente lo reconozca y lo comente, tiene que suponer un problema.
Ahora, una vez que se establece que existe esa pérdida del interés sexual y esto conlleva cierto grado de preocupación en la consultante, se debe pedir ayuda y, lo habitual sería empezar por una consulta médica para descartar cualquier patología orgánica que, per se o por su tratamiento, justifique dicha disminución de la libido.
Algunos métodos utilizados para mejorar el deseo sexual
En la menopausia con síntomas se postula la terapia hormonal de reemplazo para su tratamiento global, pero, desde el punto de vista del deseo sexual, no parece resultar tan efectiva. El deseo sexual puede tener influencia hormonal pero las hormonas sexuales no son las que van a originar dicho deseo sexual.
Concretamente, a pesar de la extendida creencia de que la testosterona tiene un papel importante en la generación del deseo sexual, los estrógenos tienen una función más importante aún.
La efectividad de la testosterona se ha encontrado en niveles suprafisiológicos que explicarían este efecto; al final, su acción la va a realizar aromatizando ese exceso de testosterona en estrógenos (Capelleti, 2016).
Por otro lado, buscando una solución médica a la disminución del deseo sexual se han estudiado varias opciones farmacológicas (tibolona, parches de testosterona, bupropion, buspirona, flibanserina o bromelanotida, entre otros) pero no se han obtenido tan buenos resultados como se esperaba.
La mayoría de estos tratamientos analizados tienen esta indicación fuera de ficha técnica. Sumado a efectos secundarios destacables y cuyos resultados obtenidos sobre la mejoría del deseo no serían muy llamativos (Clayton, 2018).
Entre ellos destacaríamos la flibanserina y más recientemente la bremelanotida pero de las que aún no se dispone de suficiente experiencia. A día de hoy no existe un “viagra” para la mujer que active el deseo en un momento.
Factores beneficiosos
Si enfocamos el tratamiento en modificar estilos de vida, como puede ser enseñar autoestimulación y autoconocimiento corporal, una comunicación eficaz con la pareja reforzando la intimidad o considerar la relación sexual como fuente de placer y bienestar, sin duda, se lograrán mejores resultados.
En este aspecto conductual se da importancia a la identificación de factores estresantes en las relaciones con la pareja. Y es que, este tipos de aspectos pueden generar la evitación a la intimidad.
De esta forma, si se trabaja en los detonantes del estrés se podría mejorar el deseo sexual, sobre todo en aquellas parejas de larga duración.
Así mismo, un nuevo enfoque es plantear el empoderamiento de la mujer madura. Esto es, reivindicar la experiencia adquirida con los años.
Pues, al fin y al cabo, en la madurez muchas mujeres saben lo que quieren y cómo lo quieren y si, además, tienen no solo pareja sino un compañero de vida, es más fácil una comunicación fluida donde se negocien nuevas forma de mantener el deseo sexual.
Pudiendo utilizarse hidratantes, lubricantes, juguetes sexuales o nuevas prácticas y reglas sexuales.
Ahora, es importante tener en cuenta que la experiencia íntima con cada mujer es única y el tratamiento debe adaptarse psicológica y conductualmente a cada una (Thomas, 2018).
Conclusión
El deseo sexual, es decir, la necesidad de intimidad y complicidad con otra persona forma parte del bienestar físico y psicológico por lo que es importante considerarlo en la valoración global de la salud sexual femenina.
Dado que la prevalencia de la disfunción sexual en la menopausia es elevada y está poco estudiada porque las causas son muchas, variadas, complejas e interrelacionadas, el abordaje es multidisciplinar y complejo. Y es que, no olvidemos que hay tantos tratamientos como mujeres.
Del mismo modo, es importante no confundir el bajo deseo sexual más habitual en perimenopausia y menopausia con el deseo sexual hipoactivo que puede aparecer a cualquier edad y se engloba en los trastornos del interés sexual.
Referencias bibliográficas
- Capelletti, M. y Wallin, K. (2016). Increasing women’s sexual desire: The comparative effectiveness of estrogens and androgens. Hormones and Behavior, 78, 178-193. Doi: 10.1016/j.hbeh.2015.11.003.
- Clayton, A. H., Kingsberg, S. A. y Goldstein, I. (2018). Evaluation and Management of Hypoactive Sexual Desire Disorder. The Journal of Sexual Medicine, 6, 59-74. Doi: 10.1016/j.esxm.2018.01.004
- Goldstein, I., Kim, N. N., Clayton, A. H., DeRogatis, L. R., Giraldi, A., Parish, S. J., Pfaus, J., Simon, J. A., Kingsberg, S. A., Meston, C., Stahl, S. M., Wallen, K. y Worsley, R. (2017). Hypoactive Sexual Desire Disorder. Mayo Clinic Proceedings, 92(1), 114-128. https://doi.org/10.1016/j.mayocp.2016.09.018
- Scavello, I., Maseroli, E., Di Stasi, V. y Vignozzi, L. (2019). Sexual Health in Menopause. Medicina, 55(9), 559. Doi: 10.3390/medicine55090559
- Thomas, H. N., Hamm, M., Hess, R. y Thurston, R. C. (2018). Changes in sexual function among midlife women: “I’m older… and I’m wiser.” Menopause, 25(3), 286-292. Doi: 10.1097/GME.0000000000000988