La experiencia del trauma puede actuar como un sismo emocional y cognitivo que sacude los cimientos de la identidad de una persona. En su intento de protegerse, existe la posibilidad de que la mente emplee mecanismos disociativos para manejar una realidad abrumadora. Estos procesos no son meramente defensas psicológicas, sino manifestaciones complejas de una mente que lucha por sobrevivir en medio del caos. Veamos los tipos de disociación que emergen en respuesta al trauma y su impacto profundo en la experiencia subjetiva del individuo.

Disociación en el trauma

Disociación en el trauma: ¿Cuáles son sus tipos?

Cuando una persona enfrenta situaciones traumáticas, en ocasiones, su mente recurre a estrategias de disociación para lidiar con la experiencia. Estos mecanismos de evasión implican desconectar ciertos aspectos de la experiencia, algo que se refleja de diversas maneras.

Con lo anterior, puede manifestarse como una desconexión sensorial, donde la realidad se percibe como distante o irreal, o como una separación interna, fragmentando los recuerdos o las emociones ligadas al evento traumático. Tales respuestas no solo protegen en el momento de la crisis, cuando se vuelven patrones recurrentes, dejan huellas profundas en la percepción de uno mismo y en la relación con el mundo, marcadas por la lucha constante entre el olvido y la intrusión.

Algunos trastornos disociativos

De este modo, la disociación es una respuesta adaptativa que permite a la mente humana manejar experiencias traumáticas al fragmentar la conciencia y la memoria. Ahora, dicho proceso puede manifestarse de distintas formas, desde una desconexión leve hasta una separación profunda de la realidad. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, Quinta Edición, Revisión de Texto (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition, Text Revision, DSM-5-TR, en inglés), los trastornos disociativos incluyen:

  • Amnesia disociativa: Incapacidad para recordar información autobiográfica importante. Generalmente de naturaleza traumática o estresante.
  • Trastorno de despersonalización/desrealización: Experiencias persistentes o recurrentes de sentirse separado de uno mismo (despersonalización) o de percibir el entorno como irreal (desrealización).
  • Trastorno de identidad disociativo: Presencia de dos o más identidades o estados de personalidad distintos que controlan el comportamiento del individuo de manera recurrente (American Psychiatric Association [APA], 2022).

Veamos diversos tipos de disociación

Asimismo, es importante aclarar que, mientras que la disociación son ocasionales y no siempre requiere tratamiento, los trastornos disociativos representan un patrón crónico asociado al trauma y requieren intervenciones terapéuticas específicas y sostenidas. Orientadas no solo a la reducción de los síntomas, sino también a la reconstrucción de un sentido de continuidad y seguridad en el yo, algo que la disociación episódica, por su carácter menos invasivo, rara vez exige. Algunos ejemplos son:

  • Disociación somática: Esta forma de disociación se manifiesta a través de una desconexión entre la experiencia subjetiva de la persona y las sensaciones corporales. Puede traducirse en síntomas físicos inexplicables, como dolores, problemas neurológicos o trastornos gastrointestinales, entre otros.
  • Disociación cognitiva: Aquí, se produce una desconexión entre los pensamientos, las emociones y los recuerdos de la persona. Uno de sus síntomas característicos es la amnesia disociativa.
  • Disociación emocional: Un tipo que implica una desconexión entre las emociones y la experiencia subjetiva de la persona. De este modo, se manifiesta como embotamiento emocional, donde la persona se siente desconectada de sus emociones o experimenta dificultades para vivirlas plenamente.
  • Disociación relacional: En este caso, se establece una desconexión entre la persona y su entorno social. Se traduce en un aislamiento social, donde la persona evita las relaciones interpersonales o encuentra dificultades para establecer vínculos emocionales con los demás.

¿Por qué hay que reconocerlos?

Sin esta diferenciación, se corre el riesgo de patologizar respuestas adaptativas o subestimar aquellas que requieren una intervención más intensa y específica. Sumado a que la distinción no solo ayuda a comprender la naturaleza del trauma, sino también a identificar las dinámicas internas que perpetúan el sufrimiento. Al final, no dejan de ser respuestas que son, en cierto modo, narrativas implícitas sobre la relación de la persona con su memoria, cuerpo y entorno.

Asimismo, es fundamental comprender que estos tipos de disociación no son mutuamente excluyentes y, muchas veces, coexisten en una misma persona. Además, la manifestación de la disociación varía según la gravedad del trauma experimentado y la capacidad individual de afrontarlo (Lynn et al., 2022).

¿Cómo se trata?

Para empezar, el tratamiento de los trastornos disociativos asociados al trauma requiere un enfoque multidisciplinario que aborde tanto los síntomas disociativos como el procesamiento del trauma subyacente (con apoyo psiquiátrico en casos donde los síntomas severos dificulten la funcionalidad diaria). Recordemos que la combinación de disciplinas no es solo deseable, sino esencial.

Las intervenciones psicoterapéuticas, como la terapia cognitivo-conductual (TCC) (que enfatiza las variables sociales y cognitivas (por ejemplo, la propensión a la fantasía, las influencias mediáticas, la sugestibilidad, la sugerencia, los fracasos cognitivos)), y la terapia centrada en el trauma (que postula un vínculo causal directo y potente entre el trauma y la disociación), han demostrado eficacia en la reducción de síntomas y la mejora de la funcionalidad general. Aunque, ojo, ya se empieza a abogar por una perspectiva transdiagnóstica y transteórica más amplia.

Eso sí, es clave implementar las medidas necesarias para la sensibilización y la concienciación sobre los trastornos disociativos. De cara a evitar retrasos prolongados e indebidos en el inicio de la gestión adecuada (Shakya et al., 2024).

No olvidar…

Las manifestaciones de los síntomas disociativos varían según el contexto. Por ende, considerar factores culturales y de género al evaluar y tratar la disociación relacionada con el trauma es necesario. La disociación, más que un simple síntoma, puede ser una respuesta moldeada por normas culturales sobre el sufrimiento, el silencio y la expresión emocional. Y, por otro lado, las mujeres pueden estar en mayor riesgo de desarrollar trastornos disociativos debido a una mayor exposición a ciertos tipos de trauma.

Conclusión

La disociación es un fenómeno clínico omnipresente. Cada tipo de disociación encarna un intento de reconciliar la desconexión entre la experiencia y el significado, entre el cuerpo y la mente. Comprender estos tipos es esencial para ofrecer intervenciones efectivas. Además de reconocer que, en su esencia, la disociación no es una falla.

Al contrario, es una respuesta adaptativa frente a lo traumático. Por lo que, la tarea no es borrar estas estrategias, solo integrarlas en un relato que permita la restauración del sentido de identidad y la reconstrucción de un yo cohesionado.

Referencias bibliográficas

  • American Psychiatric Association. (2022)Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-5-TR). Washington, DC: American Psychiatric Publishing.
  • Lynn, S. J., Polizzi, C., Merckelbach, H., Chiu, C. D., Maxwell, R., van Heugten, D. y Lilienfeld, S. O. (2022). Dissociation and Dissociative Disorders Reconsidered: Beyond Sociocognitive and Trauma Models Toward a Transtheoretical Framework. Annual review of clinical psychology18, 259-289. https://doi.org/10.1146/annurev-clinpsy-081219-102424
  • Shakya, P., Sood, M., Mathur, R., Prajapati, N. y Patil, V. (2024). Pathways to care and barriers in treatment among patients with Dissociative disorders. Asian journal of psychiatry95, 104000. https://doi.org/10.1016/j.ajp.2024.104000
  • Spiegel, D., Lewis-Fernández, R., Lanius, R., Vermetten, E., Simeon, D. y Friedman, M. (2013). Dissociative disorders in DSM-5. Annual review of clinical psychology9, 299–326. https://doi.org/10.1146/annurev-clinpsy-050212-185531