En el vasto espectro de los trastornos disociativos, la despersonalización y la desrealización se sitúan en una frontera borrosa, marcando el umbral en el que la percepción del yo y del entorno se ven comprometidas. Dichas experiencias, aunque similares en su esencia de desconexión, difieren en cómo el individuo las vive y las procesa. La comprensión precisa de estas no solo enriquece la práctica clínica, sino que también ofrece un mapa más detallado para entender cómo la mente humana lidia con el estrés, el trauma y la alienación existencial. Veámoslo.
Trastornos disociativos
En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, Quinta Edición, Revisión de Texto (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition, Text Revision, DSM-5-TR, en inglés), los trastornos disociativos se definen como interrupciones en la integración de la conciencia, identidad, memoria y otras funciones psicológicas, a menudo como respuesta a traumas o estrés severo.
Los trastornos principales incluyen el trastorno de despersonalización/desrealización, caracterizado por la desconexión del propio ser o del entorno; el trastorno de identidad disociativo, con la presencia de múltiples identidades y lagunas de memoria; y la amnesia disociativa, que implica la incapacidad de recordar eventos traumáticos.
Dentro de los trastornos disociativos, concretamente, la despersonalización y la desrealización pueden ocurrir individualmente o juntos como episodios transitorios en la población general, como una condición comórbida junto con otros trastornos de salud mental (por ejemplo, trastorno de pánico, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno de estrés postraumático), y después del consumo de drogas, estrés y condiciones médicas (es decir, enfermedad y daño cerebral) (Gatus et al., 2022).
La despersonalización: Fragmentos de una identidad en crisis
La despersonalización se define como un estado en el que la persona experimenta una desconexión de su sentido del yo. Esto es, no es simplemente un trastorno de identidad, sino una distorsión de la percepción en la que el individuo siente que sus pensamientos y acciones son automáticos o ajenos. Una sensación que puede ser comparada a la de observarse a sí mismo desde fuera. Como si se tratara de un espectador de su propia vida.
Es común un tipo de verbalizaciones similares a: “Siento que estoy viendo mi vida como si fuera una película, sin poder participar realmente en ella” o “Es como si mi cuerpo estuviera en piloto automático y mis pensamientos fueran de alguien más”.
La neurobiología de la despersonalización
Estudios neurocientíficos han revelado que la despersonalización puede ser el resultado de alteraciones en el procesamiento de la información sensorial y emocional en regiones clave del cerebro, como la corteza prefrontal y la ínsula. La ínsula, en particular, desempeña un papel central en la conciencia interoceptiva: la capacidad de sentir y procesar las señales internas del cuerpo. Un mal funcionamiento en esta área puede llevar a la experiencia de sentirse desconectado del propio cuerpo y mente (Craig, 2009).
Desrealización: Cuando el mundo se vuelve irreal
En contraste, la desrealización se enfoca en la percepción del entorno. Las personas que experimentan desrealización describen el mundo que las rodea como nebuloso, distante, o incluso ficticio, como si estuvieran atrapadas en una película. A diferencia de la despersonalización, donde la desconexión se centra en el yo, la desrealización externaliza la percepción alterada. Y convierte al entorno en algo ajeno (Hunter et al., 2004).
En estos casos, se suelen reportar experiencias como: “Cuando hablo con otras personas, todo se siente falso, como si estuviera soñando” o “La realidad parece artificial, como si todo lo que me rodea fuera una ilusión sin sustancia”.
Intersección con otros trastornos mentales
La desrealización, al igual que la despersonalización, se presenta con frecuencia en trastornos de ansiedad, depresión y en algunos casos de esquizofrenia. Esta coocurrencia complica el diagnóstico y exige una evaluación detallada para diferenciar estos síntomas de otras manifestaciones psiquiátricas.
No obstante, la característica definitoria sigue siendo la desconexión con el entorno, en lugar de la identidad personal (Simeon et al., 2003).
Dos caras de la misma moneda
Aunque la despersonalización y la desrealización comparten un origen disociativo y pueden coexistir en una misma experiencia, diferenciarlas de manera precisa es esencial para el diagnóstico y tratamiento eficaz de los pacientes. Y es que, si bien ambos fenómenos representan mecanismos de defensa del cerebro frente a situaciones de trauma y estrés extremo, sus manifestaciones afectan diferentes dimensiones de la percepción y autoconciencia.
Diferencias y similitudes clínicas y diagnósticas
Así, como mencionamos, mientras que la despersonalización implica una alteración introspectiva del yo, la desrealización afecta la percepción externa del mundo. Esta dicotomía, sin embargo, no siempre es evidente en la práctica, ya que muchos pacientes reportan una mezcla de ambas experiencias (Hunter et al., 2004).
Como dato, siendo más frecuente entre adolescentes y adultos jóvenes, así como en pacientes con trastornos mentales, el trastorno de despersonalización/desrealización (TDD) combina ambos fenómenos en un cuadro clínico único. De modo que, las personas con TDD pueden experimentar una desconexión simultánea tanto de sí mismas como de su entorno, lo que complica la percepción y el procesamiento de la realidad (Yang et al., 2023).
Con lo anterior, este trastorno es más prevalente de lo que se piensa, afectando entre el 1% y el 2% de la población. Y se asocia con altos niveles de disfunción en la vida cotidiana y un sufrimiento considerable. De hecho, a menudo, las personas con TDD tienen dificultades para describir sus síntomas. Lo que puede llevar a diagnósticos erróneos o retrasados y a un aumento de la frustración y la ansiedad (Sierra y Berrios, 1998).
Tratamientos y enfoques terapéuticos de la despersonalización y desrealización
La integración de métodos terapéuticos de vanguardia y la consideración de la neurobiología subyacente han permitido un avance significativo en la eficacia de los tratamientos.
Terapia cognitivo conductual (TCC) y técnicas específicas
La TCC va más allá de la simple identificación de patrones de pensamiento disfuncionales. Se centra en la modificación de respuestas automáticas que perpetúan la disociación.
Un enfoque avanzado en la TCC para tales trastornos es la implementación de técnicas de exposición interoceptiva. En estas, el paciente se enfrenta a sensaciones corporales temidas en un entorno controlado para desensibilizarse de la reacción de desconexión y reducir la ansiedad asociada.
Además, la TCC de tercera ola, que integra principios de aceptación y compromiso (ACT), se utiliza para ayudar a los consultantes a modificar la relación que tienen con sus pensamientos y sensaciones disociativas, permitiéndoles experimentar estos fenómenos sin reaccionar con miedo o rechazo.
Terapias basadas en la reconexión somática
Un avance notable en el tratamiento de la despersonalización/desrealización es el uso de terapias centradas en el cuerpo. Véase la terapia de integración somática y el uso de la biofeedback. Estas técnicas se enfocan en restablecer la conexión entre la mente y el cuerpo, abordando la percepción de desconexión que es característica de dichos trastornos. Así, a través de ejercicios dirigidos que incluyen movimientos conscientes y trabajos de respiración específicos, se aprende a reconfigurar la percepción sensorial y anclar la experiencia en el presente.
Intervenciones neuromoduladoras
Aunque aún en etapas de desarrollo experimental, los primeros resultados sugieren una reducción de la severidad de los episodios disociativos y una mejora en la conectividad cerebral funcional.
Terapias emergentes e innovadoras
Aquellas terapias que combinan elementos de la psicoterapia narrativa y las prácticas de reprocesamiento de eventos traumáticos (Eye Movement Desensitization and Reprocessing, EMDR, en inglés) se han empezado a aplicar para abordar la raíz traumática de muchos casos de despersonalización y desrealización. No solo se busca aliviar los síntomas, sino también reestructurar la percepción disociativa asociada al trauma subyacente.
La farmacología en el tratamiento de la despersonalización y la desrealización
Hay que destacar que no es siempre un pilar esencial, pero puede jugar un papel complementario en ciertos casos. Aunque, por supuesto, la elección de utilizar medicación depende de la severidad de los síntomas, la comorbilidad con otros trastornos (como ansiedad y depresión), y la respuesta del paciente a las intervenciones psicoterapéuticas.
Situaciones donde la farmacología puede ser útil:
- Comorbilidad con trastornos de ansiedad y depresión: Cuando la despersonalización y la desrealización coexisten con trastornos de ansiedad generalizada o depresión severa, los antidepresivos, especialmente los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), pueden ayudar a reducir los síntomas generales y, en consecuencia, mitigar las experiencias disociativas.
- Falta de respuesta a la psicoterapia: En pacientes que no responden adecuadamente a la TCC o a otras intervenciones psicológicas, la medicación puede considerarse como un apoyo para facilitar la estabilidad emocional y mejorar la capacidad de beneficiarse de la terapia.
- Casos de alta severidad y disfunción: En situaciones donde los episodios de despersonalización y desrealización son severos y afectan significativamente la funcionalidad diaria, el uso de ciertos ansiolíticos o medicamentos neuromoduladores puede ayudar a manejar la angustia intensa y proporcionar un alivio temporal.
Conclusión
La existencia de la despersonalización y la desrealización pone en evidencia el delicado equilibrio entre la mente y su entorno; son un testimonio de cómo la mente puede desdoblarse para protegerse, sacrificando temporalmente la sensación de continuidad y pertenencia. Reflexionar sobre estos trastornos implica reconocer que la percepción de uno mismo y del mundo no es inmutable ni garantizada. Pues está sujeta a los efectos de la vulnerabilidad emocional y la disfunción neurobiológica.
La capacidad de la mente para desconectarse y observarse desde una perspectiva separada, o para transformar la percepción del entorno en algo irreal, señala un mecanismo de defensa potente, pero que, si se vuelve persistente, altera la integridad de la experiencia humana.
Referencias bibliográficas
- Craig, A. D. (2009). How do you feel—now? The anterior insula and human awareness. Nature Reviews Neuroscience, 10(1), 59-70. https://doi.org/10.1038/nrn2555
- Gatus, A., Jamieson, G. y Stevenson, B. (2022). Past and Future Explanations for Depersonalization and Derealization Disorder: A Role for Predictive Coding. Frontiers in human neuroscience, 16, 744487. https://doi.org/10.3389/fnhum.2022.744487
- Hunter, E. C., Phillips, M. L., Chalder, T., Sierra, M. y David, A. S. (2004). Depersonalisation disorder: A cognitive–behavioural conceptualisation. Behaviour Research and Therapy, 41(12), 1451-1467. https://doi.org/10.1016/S0005-7967(03)00045-1
- Sierra, M. y Berrios, G. E. (1998). Depersonalization: A conceptual history. Psychological Medicine, 28(3), 621-627. https://doi.org/10.1017/S0033291798006708
- Simeon, D., Knutelska, M., Nelson, D. y Guralnik, O. (2003). Feeling unreal: A depersonalization disorder update of 117 cases. Journal of Clinical Psychiatry, 64(9), 990-997. https://doi.org/10.4088/JCP.v64n0903
- Yang, J., Millman, L. S. M., David, A. S. y Hunter, E. C. M. (2023). The Prevalence of Depersonalization-Derealization Disorder: A Systematic Review. Journal of trauma & dissociation : the official journal of the International Society for the Study of Dissociation (ISSD), 24(1), 8-41. https://doi.org/10.1080/15299732.2022.2079796