Los trastornos de ansiedad se encuentran dentro de los cuadros más frecuentes, afectando significativamente la calidad de vida de millones de personas. En este sentido, la farmacoterapia ha surgido como una opción fundamental para el tratamiento de tales cuadros, ofreciendo diversas alternativas para reducir los síntomas y mejorar el bienestar. No obstante, el uso de fármacos conlleva ciertos riesgos, como la dependencia o efectos secundarios, lo que hace crucial una evaluación cuidadosa y personalizada del tratamiento. Entonces, ¿cuáles son las opciones más recomendadas en la actualidad para el tratamiento de los trastornos de ansiedad?

Trastornos de ansiedad: Un cuadro frecuente

Constituyen una categoría de trastornos mentales caracterizados por un miedo o ansiedad excesiva que afectan el funcionamiento diario de las personas. Siguiendo al Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, quinta edición (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition, DSM-V, en inglés), dentro de esta categoría se encuentran el trastorno de ansiedad por separación, mutismo selectivo, fobia específica, trastorno de ansiedad social o fobia social, trastorno de pánico, agorafobia, trastorno de ansiedad generalizada (TAG), entre otros. Incluso, se especifica una categoría propia para los ataques de pánico, comprendidos también dentro de estos.

Con respecto a ellos, para poder realizarse el diagnóstico, la ansiedad o el miedo experimentados deberán ser desproporcionados en relación con la situación o el estímulo desencadenante. A su vez, el DSM-V establece que los síntomas deben ser persistentes, con una duración mínima de seis meses, y deben generar un malestar significativo o una disfunción en áreas importantes de la vida del individuo (DSM-V, 2014).

¿Cuál es su prevalencia?

tratamiento de los trastornos de ansiedad.

Por su parte, la prevalencia de estos trastornos es considerablemente alta. Tanto así, que se estima que entre un 10% y 20% de la población mundial experimentará algún tipo de trastorno de ansiedad a lo largo de su vida, siendo más frecuente en mujeres. Asimismo, tales cuadros suelen manifestarse a edades tempranas, con un inicio común en la adolescencia o la adultez temprana (Torales et al., 2015).

En la misma línea, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay alrededor de 264 millones de personas en todo el mundo que padecen este tipo de cuadros. Por tal motivo, generar tratamientos eficaces que ayuden a atravesar los trastornos de ansiedad resulta fundamental. Dentro de los cuales se encuentra la farmacoterapia, que ha sido una alternativa ampliamente utilizada (Garakani, 2020).

Farmacoterapia para los trastornos de ansiedad

Según investigaciones recientes, las opciones farmacológicas disponibles tienen resultados significativos para el tratamiento de la ansiedad, produciendo una mejoría significativa en la calidad de vida y reducción de la discapacidad. En este sentido, los antidepresivos son psicofármacos de primera línea para la mayoría de ellos, con excepción de las fobias específicas.

En suma a los antidepresivos, otra opción disponible para el tratamiento de los trastornos de ansiedad son las benzodiazepinas (BZD). Esta alternativa es conocida por su capacidad de actuar rápidamente en el sistema nervioso central, lo que las convierte en una opción eficaz para aliviar los síntomas agudos (Chacón Delgado et al., 2021).

Uso de antidepresivos como tratamiento

Los antidepresivos son comúnmente utilizados debido a su efecto ansiolítico, como lo recomienda la Declaración de Consenso sobre Trastorno de Ansiedad Social del Grupo de Consenso Internacional sobre Depresión y Ansiedad (Consensus Statement on Social Anxiety Disorder del International Consensus Group on Depression and Anxiety, en inglés). Estos psicofármacos no solo ayudan a aliviar los síntomas de la ansiedad, sino que también previenen futuros episodios. Con respecto a ello, la mayoría actúan sobre el sistema monoaminérgico, aumentando la disponibilidad de neurotransmisores clave como la dopamina, serotonina y noradrenalina.

En cuanto a su uso, es importante que los pacientes sean informados previamente acerca de los posibles síntomas ansiosos al inicio del tratamiento y los efectos adversos que podrían experimentar. Así, se deberá especificar que la suspensión abrupta puede tener riesgos significativos, por lo que es esencial un manejo adecuado y supervisado.

¿Qué opciones de antidepresivos hay disponibles?

Los fármacos pueden clasificarse según su mecanismo de acción. Entre las principales clases de antidepresivos utilizados para el tratamiento se encuentran:

  • Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS): Ejemplos comunes incluyen escitalopram y sertralina.
  • Inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSN): Venlafaxina y duloxetina son dos ejemplos.
  • Antidepresivos tricíclicos: Clomipramina e imipramina son eficaces, aunque presentan más efectos secundarios.
  • Inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO): Estos, como la moclobemida, tienen un uso limitado por sus riesgos.

Si bien los ISRS y los IRSN son los más utilizados y recomendados, los antidepresivos tricíclicos y los IMAO también son eficaces, aunque tienen mayores riesgos de efectos adversos y toxicidad. Como, por ejemplo, náuseas, vómitos, insomnio, agitación, y disfunción sexual. Según la Administración de Alimentos y Medicamentos (Food and Drug Administration, FDA, en inglés), también existe un riesgo de ideación suicida en algunos pacientes, lo que requiere una cuidadosa evaluación clínica (Chacón Delgado et al., 2021).

Y… ¿Qué sabemos sobre las benzodiacepinas?

Son medicamentos psicotrópicos ampliamente utilizados debido a sus efectos ansiolíticos, hipnóticos y anticonvulsivantes. Así, son sustancias actúan rápidamente sobre el sistema nervioso central, especialmente en el sistema límbico, ayudando a aliviar los síntomas de ansiedad aguda e insomnio. Debido a su capacidad para atravesar la barrera hematoencefálica, tienen un inicio de acción rápido, lo que las hace eficaces en situaciones agudas.

Empero, el uso de las BZD debe ser cuidadosamente monitorizado. Entre sus riesgos más significativos se encuentran la sedación, alteraciones cognitivas y, en especial, la dependencia cuando se utilizan a largo plazo. A su vez, no se recomiendan como tratamiento de primera línea debido a su potencial de abuso y su riesgo de desarrollar síndrome de deshabituación tras su discontinuación cuando no se tiene un buen uso.

Clasificación de las benzodiacepinas

Se clasifican en tres categorías según su semivida de eliminación. En primer lugar, se encuentran las de acción corta (<6 horas) entre las que se haya el midazolam y bromazepam. En segundo lugar, las de acción intermedia (6-24 horas) tales como el alprazolam o lorazepam. En último lugar, se encuentran disponibles las de acción larga (>24 horas) como el diazepam o clonazepam.

Ahora, a pesar de su eficacia en el tratamiento a corto plazo, pueden estar contraindicadas en pacientes con tendencias suicidas o antecedentes de abuso de sustancias. Asimismo, cabe la posibilidad de que su uso prolongado genere tolerancia, por lo que siempre se debe evaluar el riesgo-beneficio antes de iniciar un tratamiento de estas características.

Tendencias actuales y futuras

En el campo de estudio mencionado, las investigaciones recientes han comenzado a explorar nuevas vías más allá de los tratamientos tradicionales. Aunque los ISRS y las benzodiacepinas continúan siendo los más utilizados, hay un creciente interés en terapias innovadoras que puedan ofrecer otros resultados.

Un ejemplo destacado es el uso de moduladores del glutamato, como la ketamina, prometedora en ensayos clínicos pequeños. Sin embargo, se requiere más investigación para validar su seguridad y eficacia a largo plazo.

Otra línea de investigación relevante es la de los neuropéptidos, como la oxitocina y la sustancia P. Y, aunque algunos estudios preliminares han mostrado que estos compuestos podrían tener efectos ansiolíticos, los resultados han sido mixtos, y aún no se han establecido tratamientos concretos. A modo de ejemplo, la oxitocina ha mostrado efectos tanto positivos como negativos en distintos estudios, dependiendo de la frecuencia y el contexto de su administración.

Por último, los cannabinoides, especialmente el cannabidiol (CBD), están siendo estudiado como una opción potencial para el tratamiento de los trastornos de ansiedad. Si bien los resultados actuales no son concluyentes, este área continúa generando interés (Garakani, 2020).

Conclusión

Como hemos visto a lo largo de la nota, los trastornos de ansiedad representan una de las principales causas de malestar emocional a nivel mundial, afectando la calidad de vida de millones de personas. Aquí, la farmacoterapia continúa siendo una opción fundamental para su manejo, ofreciendo alternativas efectivas como los antidepresivos y las benzodiacepinas. Pese a ello, resulta crucial evaluar a cada paciente y tener en cuenta los riesgos asociados.

Mirando hacia el futuro, las investigaciones continúan explorando nuevas vías para mejorar el tratamiento de los trastornos de ansiedad. Las tendencias actuales, como el uso de moduladores del glutamato, neuropéptidos y cannabinoides, ofrecen perspectivas prometedoras, aunque se requiere más investigación para validar su eficacia y seguridad a largo plazo. Para aprender más sobre este cuadro y sus bases neuropsicológicas, te recomendamos nuestro curso en ansiedad.

Referencias bibliográficas

  • American Psychological Association [APA]. (2014)Manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5). Editorial Médica Panamericana.
  • Chacón Delgado, E., Xatruch De la Cera, D., Fernández Lara, M. y Murillo Arias, R. (2021). Generalidades sobre el Trastorno de Ansiedad. Revista Cúpula, 35(1), 23-36.
  • Garakani, A., Murrough, J. W., Freire, R. C., Thom, R. P., Larkin, K., Buono, F. D. y Iosifescu, D. V. (2020). Pharmacotherapy of Anxiety Disorders: Current and Emerging Treatment Options. Frontiers in Psychiatry, 11. Doi: 10.3389/fpsyt.2020.595584
  • Torales, J., Arce, A., Riego, V., Chávez, E., Villalba-Arias, J. y Ruiz-Díaz, C. (2015). Psicofarmacología de la ansiedad. Práctica Clínica Actual. Tendencias en Medicina, 46, 79-86.