Hablar de rumiación desde la perspectiva clínica es interrogar los silencios que el cuerpo grita. Cada regurgitación devuelve al mundo no solo la comida, sino también las tensiones afectivas que no se han podido digerir. Bajo esa apariencia de fenómeno funcional, late una subjetividad que busca un sostén en cada vómito y una historia en cada contracción. Veamos el lenguaje de la rumiación en el cuerpo como un discurso que aún no ha encontrado palabras. Este es el umbral que exploraremos a continuación.
¿Qué es el síndrome de rumiación?
El síndrome de rumiación es un trastorno funcional gastrointestinal caracterizado por la regurgitación sin esfuerzo de comida ingerida recientemente, que suele ocurrir en los primeros 15 minutos tras la comida y puede prolongarse hasta dos horas.

Aunque el síndrome de rumiación suele diagnosticarse en lactantes y niños pequeños, su aparición en adultos no es infrecuente, especialmente en contextos de estrés emocional o dificultades de afrontamiento. Clínicamente, puede acompañarse de pérdida de peso, deshidratación y caries dentales, debido al contacto repetido de los ácidos gástricos con la mucosa oral.
Si bien no tiene base orgánica, este fenómeno repetitivo puede resonar en lo psicológico, como si el cuerpo expresara un malestar que la mente calla, convirtiendo cada digestión en una metáfora de insuficiencia o vergüenza (Kusnik y Vaqar, 2023).
De síntoma a diagnóstico
El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition, DSM-V, en inglés) posiciona dicho síndrome dentro de los trastornos de la alimentación y de la ingesta. Lo que significa que ya no se percibe como un reflejo orgánico aislado, sino como un trastorno con impacto emocional y funcional significativo. Y que no se explica mejor por otras causas médicas como el reflujo gastroesofágico o los vómitos autoinducidos.
Ojo, aunque en el presente texto abordamos el síndrome de rumiación como trastorno de la alimentación, es importante matizar que el término rumiación también se emplea en psicología para describir procesos de pensamiento repetitivo y negativo, especialmente en trastornos de la personalidad. Esta coincidencia de términos subraya cómo lo digestivo y lo emocional pueden entrelazarse en un mismo síntoma. Dándonos una estupenda oportunidad aquí para entender el cuerpo como metáfora del psiquismo.
Como dato interesante sobre la rumiación
A modo de curiosidad, la palabra rumiación proviene del latín ruminare, que significa masticar de nuevo o volver a masticar. Originalmente designaba la acción de los animales rumiantes, como vacas o cabras, que tras ingerir el alimento lo devuelven a la boca para masticarlo de nuevo. Con el tiempo, el término pasó a usarse metafóricamente para describir el proceso mental de dar vueltas repetidas a un mismo asunto, como si se lo masticara una y otra vez.
Dependencia emocional y somatización corporal

Por su parte, el trastorno de personalidad dependiente se caracteriza por una necesidad excesiva de cuidado, comportamientos sumisos y miedo a la separación, típicos desde la adolescencia o adultez temprana (Hansen et al., 2024). En muchas ocasiones, estas personas dan señales de necesidad mediante el cuerpo. La rumiación puede ser, en ese sentido, una forma no verbal de pedir atención continua.
¿Qué tienen que ver?
El vínculo entre personalidad dependiente y síntomas somáticos ha sido ampliamente documentado. Estudios como los de Macina et al. (2021) han demostrado que síntomas somáticos persistentes se asocian con niveles elevados de neuroticismo y fragilidad del self, sugiriendo que el cuerpo puede funcionar como un vehículo de solicitud de atención o contención emocional.
Este fenómeno revela que, más allá de la organicidad, el síntoma somático cumple una función de regulación emocional y relacional. En otras palabras, el cuerpo se convierte en portavoz de las necesidades afectivas, sosteniendo la narrativa de la dependencia allí donde las palabras no llegan o resultan insuficientes.
Al final, el síndrome de rumiación se manifiesta de forma repetitiva y persistente, como si cada regurgitación simbolizara un retorno a un estado de vulnerabilidad y necesidad de contención. Así, como comentamos, el cuerpo habla allí donde la mente teme ser rechazada, y el síntoma se convierte en un vehículo privilegiado para sostener el lazo con el otro.
Identidad vulnerable y rumiación
La última revisión del DSM-V introdujo un modelo alternativo para los trastornos de la personalidad basado en déficits en la identidad y funcionamiento del self. Las personalidades con más tendencia a la dependencia o evitación pueden presentar identidad frágil, desregulación afectiva y baja conciencia emocional (American Psychological Association [APA], 2022).
Puntos de encuentro: Trastornos y rumiación

Stenzel et al. (2025) demostraron que la rumiación y la preocupación, como manifestaciones del pensamiento negativo repetitivo, no son solo estilos cognitivos asociados al distrés psicológico, sino que son procesos transdiagnósticos que predicen consistentemente la ansiedad, la disfunción del estado de ánimo y el deterioro del bienestar emocional.
Además, subrayaron que las intervenciones centradas específicamente en reducir estos procesos muestran una eficacia significativamente superior a las intervenciones generales, destacando la importancia de abordar la rumiación como un objetivo terapéutico prioritario. Resumidamente, la rumiación opera como un transdiagnóstico que conecta y amplifica diversos cuadros psicopatológicos.
Rumiación y personalidad borderline
En el caso de las personas con rasgos borderline, la rumiación emocional adquiere un matiz especialmente peligroso. Pues no es la rumiación de la duda o del miedo, sino de la ira intensa que se retroalimenta y busca descarga. Esta forma particular de rumiación emocional, lejos de quedarse en el plano interno, a menudo se convierte en conductas impulsivas, autolesiones o estallidos de agresividad (Martino et al., 2018).
En fin, la rumiación se nos presenta como un fenómeno proteico, capaz de mutar según la estructura de personalidad y la historia emocional del individuo. Constituyendo, así, tanto un síntoma digestivo como un signo de alerta psicológica que exige una mirada interdisciplinar y compleja.
Intervenciones integrales
Las intervenciones integrales proponen un tejido clínico donde el síntoma no se aborda de manera aislada. Abriendo espacios para que la rumiación deje de ser solo un reflejo de lo que duele y se convierta en una puerta a la transformación en el cuerpo.
a) Atención plena

Técnicas como mindful eating fomentan la conciencia interoceptiva, permitiendo reconocer la rumiación como un mensaje emocional antes de que se somaticen los síntomas. Esta práctica ayuda a desarticular el vínculo reflejo entre estímulo (el malestar) y respuesta (la regurgitación o descarga emocional), permitiendo un espacio para observar las sensaciones y pensamientos que anteceden al síntoma. Así, se interrumpe la inercia de la rumiación que convierte el cuerpo en portavoz del conflicto emocional.
b) Fortalecimiento de la identidad
La terapia basada en mentalización ayuda a nombrar las emociones antes de que el cuerpo las utilice como canal. Esto favorece la construcción de un self coherente. Promueve la capacidad metacognitiva para identificar y reflexionar sobre los propios estados emocionales antes de que estos se somaticen y se traduzcan en respuestas conductuales impulsivas.
c) Trabajo interdisciplinar
El abordaje requiere colaboración entre psicólogos, gastroenterólogos y nutricionistas —para diferenciar rumiación de reflujo y evitar diagnósticos erróneos—, una práctica recomendada por especialistas (Kusnik y Vaqar, 2023).
Conclusión
Abordar la rumiación desde sus múltiples facetas (digestiva y emocional) nos recuerda que los síntomas, ya no son meros residuos orgánicos o reflejos automáticos, son un territorio donde el cuerpo y la mente negocian un lenguaje compartido.
La rumiación es como un testimonio del modo en que la subjetividad se las ingenia para expresarse cuando las palabras aún no alcanzan a decirlo todo. Reconocer esta dimensión y su raíz en las dinámicas relacionales nos permite trascender la visión fragmentada del síntoma y situar la rumiación como una encrucijada en la que confluyen la historia, la identidad y el cuerpo. Y es en esa encrucijada, precisamente, donde las intervenciones clínicas encuentran su mayor desafío y su más auténtico sentido.
Referencias bibliográficas
- American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). American Psychiatric Association Publishing. https://doi.org/10.1176/appi.books.9780890425596
- American Psychiatric Association. (2022). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed., text rev.; DSM‑5‑TR). American Psychiatric Association Publishing. https://doi.org/10.1176/appi.books.9780890425787
- Hansen, B. J., Thomas, J. y Torrico, T. J. (2024). Dependent Personality Disorder. In StatPearls. StatPearls Publishing.
- Kusnik, A. y Vaqar, S. (2023). Rumination Disorder. In StatPearls. StatPearls Publishing.
- Macina, C., Bendel, R., Walter, M. y Wrege, J. S. (2021). Somatization and Somatic Symptom Disorder and its overlap with dimensionally measured personality pathology: A systematic review. Journal of psychosomatic research, 151, 110646. https://doi.org/10.1016/j.jpsychores.2021.110646
- Martino, F., Caselli, G., Di Tommaso, J., Sassaroli, S., Spada, M. M., Valenti, B., Berardi, D., Sasdelli, A. y Menchetti, M. (2018). Anger and depressive ruminations as predictors of dysregulated behaviours in borderline personality disorder. Clinical psychology & psychotherapy, 25(2), 188-194. https://doi.org/10.1002/cpp.2152
- Stenzel, K. L., Keller, J., Kirchner, L., Rief, W. y Berg, M. (2025). Efficacy of cognitive behavioral therapy in treating repetitive negative thinking, rumination, and worry – a transdiagnostic meta-analysis. Psychological medicine, 55, e31. https://doi.org/10.1017/S0033291725000017