A lo largo de la historia, la espiritualidad y la religión han sido pilares fundamentales en la construcción de sentido, especialmente en situaciones de adversidad. Durante las últimas décadas, tanto profesionales de la salud mental como investigadores, han comenzado a prestar mayor atención a estos elementos. En particular, cuando hablamos de de niñas y niños en contextos de migración forzada, violencia o desarraigo cultural, surge un interrogante crucial: ¿de qué manera la espiritualidad influye en su salud mental y trayectorias vitales? A continuación, exploraremos el papel ambivalente de la espiritualidad en la infancia a través del impacto en contextos transculturales y de desplazamiento forzado.

Migración y espiritualidad en la infancia

La espiritualidad, a menudo entrelazada con la religión y las prácticas tradicionales, emerge como un recurso cultural significativo en la vida de las personas. Especialmente en contextos de migración por desplazamiento forzado. Es así que es capaz de actuar como un factor de protección, proporcionando un sentido de pertenencia y conexión en medio de la incertidumbre y el trauma. Sin embargo, también puede convertirse en un factor de riesgo, especialmente cuando las prácticas religiosas y las creencias se utilizan para justificar la violencia.

Espiritualidad en la infancia

Asimismo, los niños y niñas que transitan un desplazamiento forzado, suelen estar expuestos a múltiples formas de violencia. En términos medibles, las estadísticas indican que hasta un 70 % de las mujeres desplazadas sufrieron violencia basada en género, lo que genera un impacto directo sobre sus hijos e hijas. Dichas personas suelen enfrentar la pérdida de sus hogares, la separación de sus familias y la exposición a la violencia (Pertek, 2023).

Infancias desplazadas: Consecuencias inminentes

Al abordar la infancia como un momento vital sensible, los hechos descritos producen un impacto profundo en su desarrollo emocional y psicológico. Además, la falta de acceso a servicios básicos como la educación y la atención médica, así como la discriminación y el estigma en los países de acogida, agravan aún más su situación.

De tal manera, en contexto de migración, la espiritualidad puede servir como un ancla, proporcionándoles un sentido de continuidad. Las mencionadas prácticas religiosas, transmitidas de generación en generación, ofrecen un marco para comprender y enfrentar la adversidad. Además, las comunidades a menudo brindan apoyo social y emocional, funcionando como redes de solidaridad y resistencia.

La espiritualidad como recurso cultural en la infancia

Desde una perspectiva transcultural, la religión y las creencias no solo son expresiones de fe, sino también componentes identitarios fundamentales. En el caso de comunidades cultural y lingüísticamente diversas, se ha observado que esas dimensiones forman parte estructural de la experiencia subjetiva y del modo en que se enfrenta el malestar emocional.

Consecuentemente, ignorar el componente en el abordaje terapéutico es contraproducente y aumentaría la desconfianza hacia los sistemas de salud mental. Especialmente cuando se perciben como ajenos o lejanos a las prácticas tradicionales (Mitchell-Macaulay, 2017).

Factores protectores: La espiritualidad en la infancia

Espiritualidad en la infancia

En contextos de crisis, algunas personas desplazadas manifestaron haber encontrado fortaleza en la idea de un propósito divino o de una justicia espiritual que trasciende su situación actual. Este tipo de creencias, cuando son internalizadas de manera positiva, contribuyen a amortiguar los efectos del trauma y fortalecer la resiliencia en niños y niñas que atraviesan vulneraciones (Pertek, 2023).

Prácticas espirituales cotidianas

Orar, recitar escrituras o participar en rituales religiosos fue mencionado como una vía concreta para regular emociones difíciles, sobrellevar el dolor y mantener la esperanza. En la infancia, estos hábitos compartidos ofrecen rutinas estables, especialmente en entornos marcados por la incertidumbre, el desarraigo o el conflicto familiar. Del mismo modo, el componente del ritual brinda contención simbólica cuando los recursos externos son escasos (Mitchell-Macaulay, 2017).

Comunidad y pertenencia

Los espacios de culto, como iglesias o mezquitas, también tienen el poder de funcionar como redes de apoyo emocional para familias desplazadas. En varios testimonios se describen experiencias en las que la comunidad religiosa fue el único entorno donde las madres y sus hijos encontraron protección, contención o incluso vivienda temporal. Esta dimensión colectiva de la espiritualidad refuerza el sentido de pertenencia, un aspecto clave para el desarrollo infantil y la protección de la salud mental.

Factores de riesgo en la espiritualidad en la infancia

Sin embargo, la misma espiritualidad que genera protección y contención, muchas veces es utilizada para justificar acciones de violencia. Algunas mujeres relataron que líderes religiosos o familiares utilizaban preceptos de su fe para justificar el abuso o desalentarlas de buscar ayuda. Dichas prácticas no solo perpetúan el maltrato, sino que son capaces de naturalizar la violencia ante los ojos de niñas y niños que crecen en esos hogares (Pertek, 2023).

Barreras en la salud mental

Espiritualidad en la infancia

El uso exclusivo de prácticas espirituales tradicionales, sin una articulación con dispositivos de salud mental, puede retrasar o limitar el acceso a tratamientos adecuados. En este sentido, muchos profesionales reportaron dificultades para integrar tales recursos dentro del modelo biomédico dominante, dejando a las infancias en un terreno intermedio, sin acompañamientos efectivos ni culturalmente significativos (Pertek, 2023).

Conclusión

La espiritualidad en la infancia, especialmente en contextos de migración forzada o pertenencia a comunidades culturalmente diversas, no debe ser entendida como un factor exclusivamente positivo o negativo para la salud mental. Su influencia depende del modo en que es integrada a las prácticas familiares, comunitarias y profesionales. Cuando se la reconoce como un recurso de sentido y pertenencia, es capaz de fortalecer los procesos de afrontamiento emocional y recuperación. Pero cuando es utilizada para justificar desigualdades, invisibilizar el sufrimiento o excluir del acceso a cuidados, se transforma en un factor de riesgo.

Los estudios revisados coinciden en la necesidad de un enfoque sensible, que no reduzca lo espiritual a un símbolo cultural ni la excluya de los tratamientos. Por el contrario, integrar las creencias en la atención psicológica puede favorecer intervenciones más eficaces y humanizadas, especialmente con niñas y niños que han experimentado múltiples formas de exclusión. Reconocer el lugar de la fe en sus vidas es, en definitiva, un acto de respeto hacia sus formas de resistir, de encontrar consuelo y de construir esperanza.

Referencias bibliográficas

  • McLennan, V. (2023). Exploring spirituality, religion and traditional healing as protective factors in transcultural mental healthcare. Journal of Spirituality in Mental Health, 25(1), 1-17.
  • Pertek, S., Phillimore, J., Baillot, H., Ghanem, L. y Bradby, H. (2023). Gender-based violence, religion and forced displacement: Protective and risk factors. Frontiers in Human Dynamics, 5, 1133755.