La inteligencia emocional (IE) y el sueño son variables en boga y su relación explica el impacto en estados emocionales, como el malhumor. Así, esta es un rasgo psicológico considerado de gran importancia para el desarrollo de cualquier tarea. Por ello, la IE es entendida como la capacidad de ajustar eficazmente las respuestas emocionales a las demandas del medio. Entonces, si es un predictor de éxito, debemos cuestionarnos qué factores influyen en el desarrollo de esta cualidad.
Inteligencia emocional y sueño: ¿Cómo se relacionan?
Un estudio realizado por los investigadores Soffer-Dudek et al. (2011) vinculó la mala calidad del sueño con deficiencia en el procesamiento emocional.
Así, la investigación se enfocó en una población en adolescencia temprana, caracterizada por cambios neuromadurativos, cognitivos y emocionales.
En primer lugar, se partió del supuesto de que una buena higiene del sueño potencia la consolidación de los recuerdos emocionales.
Entonces, se tomó como premisa que la velocidad de reconocimiento de las expresiones faciales mejora significativamente después de un buen período de sueño.
Mal sueño, peor rendimiento emocional
Según la premisa anterior, las personas con deficiencia de sueño deberían mostrar un peor desempeño en tareas emocionales. Esto sería demostrado, por ejemplo, a la hora de clasificar los estímulos neutrales como negativos.
Dicha hipótesis fue respaldada por Yoo y colaboradores (2007), quienes, utilizando resonancia magnética estructural (functional magnetic resonance imaging, MRI, en inglés), encontraron una mayor activación amigdalar en sujetos privados de sueño cuando se los confrontaba ante estímulos adversivos.
Resultados del estudio
En un comienzo, las pruebas evaluaron el procesamiento de emoción y género facial mediante la tarea computarizada de globos. Así, el resultado más significativo fue que los adolescentes con menor eficiencia del sueño y despertares nocturnos tuvieron un peor rendimiento en la prueba de reconocimiento de emoción facial.
Al mismo tiempo, el estudio sugiere que un mal sueño puede afectar a un subgrupo de funciones cognitivas ligadas al afecto que requieren un mayor nivel de integración.
Finalmente, se apunta que un descanso deficiente influye en el funcionamiento de los sistemas neuronales subyacentes a los procesos socioafectivos. Esto puede desembocar en un deterioro del desempeño cognitivo durante una edad crucial para el desarrollo (Soffer-Dudek et al., 2011).
La relación entre un buen sueño y la inteligencia emocional
La evidencia científica también registra vínculos entre el sueño y la inteligencia emocional cuando se duerme correctamente.
Weber y colaboradores (2013), con la premisa de que parte de la población adulta dice dormir subjetivamente más de lo que necesita, intentaron demostrar si ese “exceso de sueño” se acompañaba de beneficios conductuales y emocionales.
Esto explicaría el impacto de un mal sueño, lo que va más allá de la típica relación entre malhumor y sueño.
¿Cómo demostraron la relación?
En el estudio, 55 participantes adultos se sometieron a una prueba de neuroimagen y a un cuestionario de necesidad subjetiva de sueño.
A la diferencia entre el sueño promedio habitual y las horas mínimas de sueño que preceden al deterioro funcional (informadas subjetivamente) se la llamó “crédito de sueño”.
A los participantes se les administró el Inventario de Inteligencia Emocional (Bar-On Emotional Quotient, Bar-On EQ-i, en inglés) para medir la IE; y un Inventario de Evaluación de la Personalidad (Personality Assessment Inventory, PAI, en inglés) para medir dimensiones psicopatológicas.
Los beneficios de un buen sueño en la inteligencia emocional
Dentro de los resultados, mayores niveles de “crédito de sueño” se correlacionaron con un mayor volumen de materia gris en el giro recto/superior izquierdo y en la circunvolución orbitofrontal medial.
A su vez, un mayor volumen de materia gris se correlacionó de forma independiente con mejores puntuaciones de IE e índices psicopatológicos más bajos.
Las implicaciones estructurales de un mal sueño
En primer lugar, el estudio demuestra que una variación en el volumen de materia gris de la corteza medialfrontal y orbitofrontal, afectada por la cantidad de sueño, se asoció con la IE autopercibida.
Esta diferencia se encontró, particularmente, en habilidades interpersonales donde se ve implicada la capacidad de reconocer de forma correcta las emociones ajenas.
En conclusión, la investigación sugiere que la relación del buen descanso con beneficios neuroestructurales se refleja en el desempeño de la IE, como actividad cognitiva compleja.
Insomnio e inteligencia emocional: Malhumor y sueño
¿Cómo impactan las alteraciones del sueño? En principio, la IE puede verse afectada de forma distinta según el tipo de problema de sueño.
Emert et al. (2017) se enfocaron en el insomnio, trastorno caracterizado por la dificultad para conciliar y mantener el sueño.
Según sus hipótesis, dicho trastorno repercute directamente en la vida cotidiana, causando somnolencia diurna y sueño no reparador.
Por tanto, aplicando diferentes pruebas de nivel de insomnio, sueño reparador y rasgo de IE, concluyeron que los participantes que indicaban mejores niveles de IE autopercibida, tenían mejor calidad del sueño con mayor capacidad reparadora y menos problemas de insomnio.
En otra investigación realizada por Deliens et al. (2015), se halló una disminución en la capacidad para detectar el sarcasmo entre una población con privación aguda del sueño. Los datos fueron comparados con una muestra de sujetos bien descansados.
Conclusión
Los estudios abordados nos permiten afirmar que el sueño influye directamente en la inteligencia emocional, siendo una relación a tener en cuenta al evaluar un cuadro general con patologías del sueño que impactan el funcionamiento global del sujeto.
Finalmente, la relación entre un mal sueño y los distintos estados emocionales explica mucho más que el malhumor. Por tanto, la calidad y estructura del sueño debe ser tenida en cuenta a la hora de elaborar una estrategia para estimular la IE de una persona.
Referencias bibliográficas
- Emert, S. E., Tutek, J. y Lichstein, K. L. (2017). Associations between sleep disturbances, personality, and trait emotional intelligence. Personality and Individual Differences, 107, 195-200. https://doi.org/10.1016/j.paid.2016.11.050
- Deliens, G., Stercq, F., Mary, A., Slama, H., Cleeremans, A., Peigneux, P. y Kissine, M. (2015). Impact of Acute Sleep Deprivation on Sarcasm Detection. PLOS ONE, 10(11), e0140527. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0140527
- Soffer-Dudek, N., Sadeh, A., Dahl, R. E. y Rosenblat-Stein, S. (2011). Poor Sleep Quality Predicts Deficient Emotion Information Processing over Time in Early Adolescence. Sleep, 34(11), 1499-1508. https://doi.org/10.5665/sleep.1386
- Weber, M., Webb, C. A., Deldonno, S. R., Kipman, M., Schwab, Z. J., Weiner, M. R. y Killgore, W. D. S. (2013). Habitual ‘sleep credit’ is associated with greater grey matter volume of the medial prefrontal cortex, higher emotional intelligence and better mental health. Journal of Sleep Research, 22(5), 527-534. https://doi.org/10.1111/jsr.12056