A lo largo del día, experimentamos emociones de todo tipo: alegría, tristeza, enojo, miedo. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar en lo que sentimos respecto a esas emociones. ¿Nos avergüenza estar tristes? ¿Nos enojamos por haber sentido miedo? Las respuestas emocionales hacia los propios afectos son conocidas como metaemociones, y desempeñan un papel clave en nuestra salud mental. En esta nota, exploraremos cómo influyen en nuestra vida diaria, por qué son tan importantes y qué revelan sobre nosotros mismos.
Antes que nada, ¿qué es una metaemoción?
La tristeza, que surge ante una pérdida, o la alegría, que nace frente a un logro, representan emociones primarias. Respecto a ellas, funcionan como respuestas automáticas ante estímulos y cumplen un rol fundamental en la adaptación. Sin embargo, la experiencia emocional no siempre termina allí. En muchos casos, aparece la vergüenza por haber llorado, la culpa por haberse enojado o incluso el orgullo por haber controlado la ansiedad. Tales reacciones emocionales hacia sentimientos previos reciben el nombre de metaemociones.
Emociones primarias vs. Metaemoción
A diferencia de las emociones primarias, las metaemociones requieren un nivel de conciencia más elevado. Y es que, estas no surgen de forma inmediata, sino que implican una evaluación interna sobre lo que se sintió anteriormente.
En virtud de la capacidad de reflexión emocional, se vuelve posible identificar patrones, interpretar respuestas y tomar decisiones que afectan la manera en que se expresan y regulan los afectos. Por tanto, comprender la distinción entre ambas permite profundizar en el vínculo que cada persona construye con su mundo interno (Kristjánsson, 2023).
Aprender a sentir lo que sentimos
Durante la infancia, madres, padres y cuidadores principales desempeñan un papel central en la construcción del mundo emocional. A través de sus reacciones, no solo enseñan a identificar emociones, también a valorarlas o censurarlas. El aprendizaje ocurre de forma sutil: una mirada de desaprobación, una frase de consuelo o una corrección verbal deja huella en cómo se interpretan los propios sentimientos.
Siguiendo esta línea, el psicólogo John Gottman introdujo el concepto de clima metaemocional para describir la actitud general que madres y padres adoptan frente a las emociones. Cuando existe aceptación, se favorece el desarrollo de la autorregulación emocional. En cambio, la negación o el juicio reiterado genera culpa o represión afectiva. Desde allí surgen las metaemociones, marcando cómo se aprende a sentir lo que se siente.
Las metaemociones pueden ser clasificadas
Cabe considerar, por otra parte, que no todas las metaemociones tienen el mismo impacto. Algunas promueven el bienestar, mientras que otras tienden a generar malestar emocional. Cuando surge orgullo por haber gestionado el miedo o compasión hacia la propia tristeza, se habla de metaemociones positivas. En cambio, la culpa por sentir enojo o la vergüenza por llorar reflejan metaemociones negativas. En ambos casos, se activan interpretaciones que moldean la manera de relacionarse con lo que se siente.
Además, son diferenciadas según hacia quién se dirigen. Las autorreferidas hacen foco en las propias emociones: sentirse decepcionado por haber tenido miedo o satisfecho por haber reaccionado con calma. Las heterorreferidas, en cambio, surgen ante afectos ajenos: molestia frente al llanto de alguien o ternura ante la alegría compartida. Ambas influyen en la calidad de los vínculos y en la forma de acompañar emocionalmente a los demás.
La importancia de reconocer una metaemoción
Comprender qué sentimientos surgen frente a lo que se siente permite tomar distancia antes de reaccionar. Al reconocer una metaemoción, se vuelve posible interrumpir respuestas automáticas que, muchas veces, generan consecuencias no deseadas. Por ejemplo, notar la culpa que aparece después del enojo ayuda a expresar el malestar de otra manera.
En lugar de reprimir o explotar, se abre espacio para elegir cómo actuar. Por tal motivo, identificarlas resulta una herramienta clave para evitar reacciones impulsivas o desadaptativas (Norman y Furnes, 2014).
Sin embargo, su reconocimiento no es tan simple…
Identificar metaemociones no siempre resulta sencillo, ya que muchas operan de forma automática. Por fortuna, existen herramientas que ayudan a hacerlas visibles. Una de las más útiles es el diario emocional, donde se registran no solo los eventos y sentimientos principales del día, sino también las reacciones que surgen frente a ellas.
Otra estrategia consiste en anotar pensamientos y emociones secundarias ante una situación concreta, preguntándose: “¿Cómo me siento por haber sentido eso?”. Con la práctica, los ejercicios permiten detectar patrones internos y promover una relación más saludable con el mundo emocional.
Cuando el juicio emocional se aprende desde pequeños
La enseñanza del mundo afectivo en la infancia no solo implica enseñar a reconocer emociones, sino también a relacionarse con ellas sin juzgarse. Para lograrlo, resulta fundamental promover espacios donde los infantes sean capaces de expresar lo que sienten sin temor a ser corregidos o ridiculizados.
Validar una emoción, aunque sea intensa o incómoda, permite que el malestar se regule con mayor facilidad. Además, cuando se acompaña con preguntas que invitan a reflexionar, como “¿Qué te hizo sentir así?” o “¿Qué piensas sobre lo que sentiste?”, se fomenta el desarrollo de metaemociones más amables, que refuerzan la confianza emocional desde edades tempranas (Srinivasan y Pushpam, 2016).
Conclusión
En definitiva, comprender cómo son las emociones que surgen frente a lo que sentimos permite cerrar un círculo importante en la vida afectiva. A lo largo de la nota se explicó que las metaemociones no solo amplifican o alivian el malestar, sino que también modelan la manera en que nos vinculamos con nuestras emociones y con quienes nos rodean. Reconocerlas no implica un simple ejercicio de introspección, sino un paso esencial para construir una relación más sana con uno mismo y con el entorno.
Por otro lado, enseñar a las infancias a no juzgar sus emociones, a observarlas con curiosidad y a nombrarlas sin culpa, representa una forma poderosa de acompañamiento afectivo. Para profundizar tu formación en dicha área, te sugerimos acceder a nuestro curso en educación emocional.
Referencias bibliógraficas
- Kristjánsson, K. (2023). Phronesis, meta-emotions, and character education. Revista Española de Pedagogía, 81(286). https://doi.org/10.22550/rep81-3-2023-01
- Norman, E. y Furnes, B. (2014). The Concept of “Metaemotion”: What is There to Learn From Research on Metacognition? Emotion Review, 8(2), 187-193. https://doi.org/10.1177/1754073914552913
- Srinivasan, P. y Pushpam, M. M. (2016). Exploring the Influence of Metacognition and Metaemotion Strategies on the Outcome of Students of IX Std. American Journal Of Educational Research, 4(9), 663-668. https://doi.org/10.12691/education-4-9-3