La tristeza es una emoción universal que todos experimentamos en algún momento de nuestras vidas. La misma, caracterizada por sentimientos de desánimo, puede tener profundas implicaciones en nuestro bienestar. En este sentido, un estudio publicado en la revista Neuroscience and Biobehavioral Reviews, utilizó técnicas de neuroimagen para observar los cambios en la actividad cerebral cuando se experimenta dicha emoción. Teniendo esto en cuenta, ¿qué áreas del cerebro se ven más afectadas por la tristeza? ¿Cómo influyen estos cambios neurobiológicos en nuestra capacidad para gestionar emociones?
Tristeza: Definición y bases neurobiológicas
La tristeza es una emoción humana básica, caracterizada por sentimientos de pena, desánimo y a muchas veces, un descenso en la energía. Constituye una respuesta natural a situaciones de pérdida, desilusión o eventos adversos y, aunque es una manifestación temporal, puede tener efectos prolongados en el bienestar psicológico y físico. Sin embargo, no hay que perder de vista que representa una emoción adaptativa conservada por la evolución, la cual nos permite enfrentar pérdidas significativas como recursos, estatus, amigos, hijos o parejas románticas.
En este sentido, desde una perspectiva neurobiológica, se ha observado que este estado activa regiones clave del cerebro relacionadas con la regulación emocional y la respuesta afectiva, lo que sugiere la existencia de un sustrato neuronal específico para la tristeza. Asimismo, estudios recientes han explorado la interacción entre estructuras corticales y subcorticales en la manifestación y procesamiento de esta emoción.
Estudiando la tristeza en el cerebro
El artículo de referencia se centró en analizar los cambios neurobiológicos que ocurren en el cerebro durante estados de tristeza. Así, utilizando técnicas de neuroimagen y análisis de actividad cerebral, los investigadores buscaron identificar las áreas específicas del cerebro que se ven afectadas y cómo estas alteraciones influyen en el comportamiento y las respuestas emocionales.
De esta manera, se empleó la resonancia magnética funcional (fMRI) para observar la actividad cerebral en los participantes, mientras estos experimentaban tristeza inducida mediante estímulos visuales y auditivos. Así, los mismos fueron expuestos a imágenes y sonidos diseñados para evocar sentimientos de desánimo, mientras se registraba su actividad cerebral en tiempo real.
Resultados: Actividad cerebral y tristeza
Los hallazgos mostraron una disminución significativa en la actividad de la corteza prefrontal durante estados de aflicción. Esta región es fundamental para funciones ejecutivas, incluyendo la planificación, la toma de decisiones y el control de impulsos. Así, esta reducción en la actividad puede explicar por qué las personas tienen dificultades para regular sus emociones y tomar decisiones racionales cuando están tristes. A su vez, su menor actividad sugiere una capacidad reducida para gestionar de manera efectiva los desafíos durante periodos de desánimo.
Aumento de la actividad en la amígdala
Además de la disminución en la actividad de la corteza prefrontal, se observó un aumento significativo en la actividad de la amígdala. Esta estructura del sistema límbico es esencial para el procesamiento de emociones en el cerebro, particularmente las desagradables, como el miedo y la tristeza.
Así, un aumento en su actividad indica una mayor sensibilidad a los estímulos negativos, lo que puede amplificar la experiencia de desánimo y prolongar su duración. Esta mayor reactividad es capaz de intensificar las respuestas emocionales, haciendo que las personas se sientan más abrumadas y dificultando la adecuada gestión de las mismas.
Regulación emocional y cerebro: Conexiones importantes
De esta forma, la interacción entre la corteza prefrontal y la amígdala se presentó como crucial para la regulación emocional en el cerebro. En estados de aflicción, la comunicación entre estas áreas se ve alterada, comprometiendo la capacidad de la primera para moderar la respuesta emocional de la segunda. Lo anterior, resulta en respuestas emocionales desproporcionadas, donde la tristeza se intensifica y se vuelve más difícil de manejar. Como consecuencia, las personas pueden quedar atrapadas en un ciclo de rumiación y malestar emocional, dificultando su recuperación y perpetuando esta experiencia emocional desagradable.
Al mismo tiempo, esta alteración también explica en gran parte el vínculo existente entre los estados de desánimo prolongados y los síntomas de depresión. En este contexto, la aflicción intensa y continua, producto de la desregulación emocional, puede evolucionar hacia síntomas más graves de esta condición mental. Algunos ejemplos de los mismos, son la pérdida de interés en actividades que antes eran placenteras, fatiga extrema y dificultades para concentrarse.
Impacto en el hipocampo
Otra región importante que mostró cambios en su actividad y conectividad fue el hipocampo. Esta área se encuentra involucrada en la formación y recuperación de recuerdos, especialmente aquellos con carga emotiva. En este sentido, se encontró que la tristeza puede influir en la forma en que los recuerdos emocionales son procesados y almacenados.
Lo que a su vez, afecta el estado de ánimo y la perspectiva emocional a largo plazo. Así, los cambios en la actividad del hipocampo contribuirían a la persistencia de este estado de desánimo y a la dificultad para superar eventos adversos.
¿Existieron limitaciones?
A pesar de los avances logrados, el estudio presenta algunas limitaciones. En primer lugar la muestra utilizada fue relativamente pequeña y homogénea, lo que no permite la generalización de los resultados.
A su vez, existe una considerable variabilidad en los métodos utilizados, incluso al considerar aquellos empleados en la investigación humana para inducir estados emocionales y de ánimo en laboratorio. Por último, en lo que respecta a las técnicas de neuroimagen, aunque son avanzadas, presentan limitaciones tanto en la resolución temporal como en la espacial.
Hacia nuevas vías para el abordaje de la tristeza
Estudios como este nos permiten comprender mejor lo que sucede en el cerebro durante episodios de tristeza, proporcionándonos una visión más amplia de las patologías afectivas. Al observar los cambios en la actividad cerebral, se puede apreciar cómo diferentes regiones del cerebro interactúan y contribuyen a la regulación emocional. Esta comprensión es crucial no solo para identificar los mecanismos subyacentes a la tristeza, sino también para desarrollar estrategias más efectivas para tratar trastornos del estado de ánimo, como la depresión.
¿Podrían este tipo de investigaciones eventualmente permitir abordajes personalizados para el manejo de la tristeza y la prevención de la depresión? Integrar enfoques terapéuticos que consideren tanto los aspectos psicológicos como los neurobiológicos de la tristeza podría abrir nuevas vías para el tratamiento y la prevención de afecciones emocionales, mejorando así la calidad de vida de muchas personas. Si te interesa profundizar tu formación en el área clínica, te invitamos a conocer nuestro curso en neuropsicología clínica.
Referencia bibliográfica
- Arias, J. A., Williams, C., Raghvani, R., Aghajani, M., Baez, S., Belzung, C., Booij, L., Busatto, G., Chiarella, J., HY Fu, C., Ibanez, A., Liddell, B., Lowe, L., Penninx, B., Rosa, P. y Kemp, A. H. (2020). The Neuroscience of Sadness: A Multidisciplinary Synthesis and Collaborative Review for the Human Affectome Project. Neuroscience & Biobehavioral Reviews. 111, 199-228. Doi: 10.1016/j.neubiorev.2020.01.006