La obesidad y sus comorbilidades se asocian con un rendimiento cognitivo deteriorado, un deterioro cognitivo acelerado y patologías neurodegenerativas como la demencia en la vida posterior. Y es que, las medidas antropométricas de la obesidad están relacionadas con una reducción de la integridad neural. Entre ellas, por ejemplo, la atrofia de la materia gris y blanca. Así, las intervenciones dirigidas a la obesidad en la mediana edad pueden resultar beneficiosas para reducir los riesgos cognitivos asociados con la obesidad. Entonces… ¿Qué sabemos de la relación entre obesidad y deterioro cognitivo? ¿Se trata de un factor de riesgo de demencia?
Una relación documentada
Es ampliamente reconocido que la obesidad está estrechamente relacionada con un mayor riesgo de enfermedades y mortalidad. Sin embargo, en la actualidad, se presta cada vez más atención a la relación entre la obesidad y la salud cognitiva. Por ejemplo, se ha observado que la obesidad en la mediana edad es un importante factor de riesgo para el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer y la demencia vascular en la etapa posterior de la vida.
De esta forma, se cree que la obesidad aumenta la probabilidad de un rápido deterioro cognitivo a medida que se envejece. No obstante, también existen pruebas que sugieren que la obesidad en la etapa temprana y media de la vida adulta puede tener un impacto negativo inmediato en la función cognitiva.
En esta línea, diversos estudios han reportado una correlación negativa entre medidas antropométricas de la obesidad, como el índice de masa corporal (IMC) y la circunferencia de la cintura, y varias áreas de la cognición.
Hallazgos sobre obesidad y deterioro
Por ejemplo, la obesidad se relaciona con un rendimiento deficiente en tareas de memoria episódica. Adicionalmente, la capacidad de aprendizaje verbal, evaluada a través de la recuperación y el reconocimiento retardado de palabras, se ve comprometida en individuos con un IMC más alto en comparación con aquellos con un IMC más bajo.
Hallazgos similares de déficits cognitivos se han observado en tareas que involucran la memoria episódica en la modalidad visual. Además, se constata un rendimiento deteriorado en tareas de memoria de trabajo en adultos jóvenes con sobrepeso u obesidad. Tales evaluaciones se realizaron en comparación con personas con un peso recomendado (Cope et al., 2018).
Obesidad y cerebro: ¿Qué sucede?
Los estudios de imágenes cerebrales sugieren que la obesidad se asocia con atrofia neural. Se han informado alteraciones estructurales en la arquitectura neural de personas con obesidad. Por ejemplo, un índice de masa corporal elevado se relaciona con una disminución del volumen cerebral, independientemente de la edad y las comorbilidades. Además, un IMC elevado está asociado con la atrofia de la materia gris en las regiones temporales, frontales y occipitales.
En adición, se presentan efectos similares en el hipocampo, el tálamo y el mesencéfalo. No menos importante, se ha documentado una disminución de la integridad de la materia blanca en todo el cerebro.
Un factor de riesgo
Es importante destacar que no siempre es posible separar la contribución de la obesidad a dichas alteraciones estructurales de los efectos del envejecimiento y las comorbilidades relacionadas con la obesidad, como la hipertensión y la regulación/desregulación metabólica. No obstante, la obesidad puede considerarse un importante factor de riesgo para la disminución de la integridad neural.
Algunos efectos más
Además de las alteraciones estructurales y morfológicas en el cerebro de las personas con obesidad, los estudios de imágenes cerebrales muestran una actividad funcional alterada. Lo anterior incluye una disminución del flujo sanguíneo regional hacia la corteza prefrontal en adultos sanos con un IMC elevado.
También, se ha observado una reducción significativa de la actividad funcional en áreas corticales asociadas con la memoria episódica, como el giro angular y la corteza prefrontal dorsolateral, en personas con obesidad y resistencia a la insulina. Así, las personas con obesidad muestran una menor activación relacionada con tareas de memoria de trabajo en la corteza parietal derecha (Dye et al., 2017).
Obesidad y deterioro cognitivo: ¿Edad cerebral?
La obesidad se asocia con un aumento de la “edad cerebral” en lo que respecta a la atrofia de la materia blanca cerebral. La mayor atrofia se identifica en la mediana edad, lo que equivale a un aumento estimado de 10 años en la edad cerebral.
Es importante destacar que la mediana edad puede representar un período crítico de envejecimiento cerebral, donde la vulnerabilidad a la obesidad es particularmente aguda en comparación con la vida posterior. De hecho, se ha identificado que la atrofia de la materia blanca comienza en la mediana edad.
¿A qué se debe?
La acción de las citocinas proinflamatorias es un posible mecanismo de estos cambios en el volumen de la materia blanca. El tejido adiposo secreta adipocinas, que pueden tener propiedades proinflamatorias o antiinflamatorias.
En la obesidad, hay una reducción de la adiponectina, que se sabe que protege contra la inflamación, la proliferación celular y respalda el metabolismo energético. A ello se le suma un aumento de otras adipocinas, lo que conduce a un estado inflamatorio crónico y enfermedad metabólica. Como resultado, se producen una serie de cambios microfisiológicos que facilitan las anormalidades en la materia blanca (Ganguli et al., 2020).
Su relación con el alzhéimer
Las placas de amiloide y los ovillos neurofibrilares con proteína tau son marcadores patológicos característicos de la enfermedad de Alzheimer. Los mismos se acompañan de la activación de microglía y astrogliosis. Lo cierto, es que la progresión patológica suele seguir un patrón que incluye la aparición de placas y ovillos, pérdida de neuronas y sinapsis en regiones corticales del lóbulo temporal, como la corteza entorrinal y perirrinal, seguida por el hipocampo y la corteza cerebral.
Particularmente, se han observado niveles más elevados de proteína precursora de amiloide-beta y de expresión de tau en secciones del hipocampo de personas con obesidad mórbida, en comparación con el grupo de control. En adición, se han detectado niveles más altos de proteínas de amiloide en el plasma de sujetos con obesidad en varios estudios, lo que sugiere un posible vínculo entre la obesidad en la mediana edad y un mayor riesgo de posterior desarrollo de la enfermedad de Alzheimer (Nguyen et al., 2014).
Conclusión
En el camino hacia estilos de vida saludables y plenos, el apoyo social es esencial para enfrentar desafíos como la obesidad. Allí, una red de amigos y familiares comprensivos puede ser un pilar fundamental. Adicionalmente, la educación y la concientización son claves para abordar tales problemas interconectados de manera efectiva, ya que un envejecimiento cuidado se torna crítico en el bienestar y calidad de vida de las personas.
Referencias bibliográficas
- Cope, E. C., LaMarca, E. A., Monari, P. K., Olson, L. B., Martínez, S. R., Zych, A. D., Katchur, N. y Gould, E. (2018). Microglia play an active role in Obesity-Associated cognitive decline. The Journal of Neuroscience, 38(41), 8889-8904. https://doi.org/10.1523/jneurosci.0789-18.2018
- Dye, L., Boyle, N. B., Champ, C. y Lawton, C. (2017). The relationship between obesity and cognitive health and decline. Proceedings of the Nutrition Society, 76(4), 443-454. https://doi.org/10.1017/s0029665117002014
- Ganguli, M., Beer, J., Zmuda, J. M., Ryan, C. M., Sullivan, K., Chang, C. H. y Rao, R. G. (2020). Aging, Diabetes, Obesity, and Cognitive Decline: A Population‐Based Study. Journal of the American Geriatrics Society, 68(5), 991-998. https://doi.org/10.1111/jgs.16321
- Nguyen, J., Killcross, S. y Jenkins, T. A. (2014). Obesity and cognitive decline: role of inflammation and vascular changes. Frontiers in Neuroscience, 8. https://doi.org/10.3389/fnins.2014.00375
- Sellbom, K. S. y Gunstad, J. (2012). Cognitive function and decline in obesity. Journal of Alzheimer’s Disease, 30(s2), S89–S95. https://doi.org/10.3233/jad-2011-111073