La enfermedad de Alzheimer es una cuadro neurodegenerativo que afecta a millones de personas en todo el mundo y ha sido objeto de estudio e investigación durante décadas. A medida que avanzamos en su conocimiento, se han comenzado a explorar posibles factores de riesgo y desencadenantes. Uno de los temas más intrigantes es la relación entre el estrés y el alzhéimer. ¿Puede el estrés ser un factor que contribuye al desarrollo de esta enfermedad? En esta nota, exploraremos la posible conexión potencial y examinaremos la evidencia científica detrás de ella.

Acerca de la enfermedad de Alzheimer

El alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa que afecta la memoria, pensamiento y capacidad para llevar a cabo tareas diarias. Se caracteriza por la acumulación de placas de proteína beta-amiloide y ovillos de proteína tau en el cerebro. Lo que conduce a la muerte de las células cerebrales y, finalmente, a la atrofia cerebral.

Memoria

A medida que la enfermedad avanza, los individuos afectados experimentan una disminución significativa en su función cognitiva y, en última instancia, una pérdida de independencia. Preocupantemente, la prevalencia del alzhéimer ha ido en aumento, y se ha convertido en un problema de salud pública en todo el mundo. De hecho, se estima que más de 50 millones de personas en todo el mundo viven con esta enfermedad (Kumar et al., 2022).

El estrés y su gran impacto

Por otro lado, el estrés es una respuesta natural del cuerpo a situaciones desafiantes o amenazantes. De esta forma, cuando enfrentamos una amenaza percibida, el cuerpo libera hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina, para prepararse para una respuesta de lucha o huida. A corto plazo, esta respuesta es beneficiosa y puede ayudarnos a lidiar con situaciones difíciles.

Sin embargo, cuando el estrés se vuelve crónico, puede tener efectos perjudiciales en el cuerpo. Así como, el cortisol, en particular, en exceso puede dañar las células cerebrales y contribuir a la inflamación crónica. Además, el estrés crónico se ha asociado con una serie de problemas de salud, desde enfermedades cardíacas hasta trastornos del estado de ánimo (Chu et al., 2022).

La relación entre estrés y alzhéimer

En este sentido, se sabe que el estrés desempeña un papel crítico en el desarrollo y la progresión de enfermedades, y su influencia en las enfermedades neurodegenerativas es cada vez más evidente. Y es que, además del estrés inherente a enfrentar enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer, existen procesos fisiológicos relacionados con el estrés que afectan negativamente la capacidad de sanar, sobrellevar la enfermedad y mantener una buena calidad de vida.

Un ciclo vicioso

Cerebro

La relación entre el estrés y la enfermedad de Alzheimer se entiende como un patrón repetitivo en el que el estrés impulsa la progresión de la enfermedad. A su vez, la enfermedad altera las respuestas al estrés, lo que resulta en complicaciones neuropsiquiátricas.

Tal es así, que investigaciones tanto clínicas como experimentales respaldan este concepto de un ciclo vicioso del estrés. En este, la relación entre este y el alzhéimer es mucho más compleja de lo que se pensaba en un principio. En dicho contexto, se describen cómo las vías neurales y endocrinas activadas por el estrés, interactúan con la enfermedad neurodegenerativa desde una perspectiva clínica (Justice, 2018).

Neuroticismo, estrés y alzhéimer

Un estudio reciente arroja luz sobre la conexión entre el estrés y la enfermedad de Alzheimer. El mismo resalta su influencia en el desarrollo y progresión de esta afección neurodegenerativa. Según dicha investigación, las personas con niveles más elevados de neuroticismo, caracterizado por mayor tendencia al malestar y emociones negativas, podrían enfrentar un riesgo superior de desarrollar alzhéimer. De hecho, otros estudios longitudinales, respaldan esta relación. Observándose que no solo el estrés crónico, sino también eventos traumáticos que conducen al trastorno de estrés postraumático (TEPT), podrían aumentar el riesgo de padecer la enfermedad (Escher et al., 2019).

Inflamación y daño cerebral

El estrés crónico puede aumentar los niveles de inflamación, lo que, a su vez, puede afectar negativamente el cerebro. Además, los telómeros que son estructuras protectoras en los extremos de los cromosomas se acortan naturalmente con la edad. Sin embargo, el estrés crónico se ha asociado con un acortamiento acelerado de los telómeros.

Ciertamente, la longitud de los telómeros está relacionada con la longevidad y la salud general del cerebro. Por ello, se ha sugerido que el acortamiento de estos podría ser un mecanismo mediante el cual el estrés contribuye al desarrollo del alzhéimer (Ávila-Villanueva et al., 2020).

La respuesta biológica del estrés

Asimismo, el estrés desencadena una respuesta biológica que involucra la activación del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HPA), lo que resulta en el aumento de los niveles plasmáticos de la hormona adrenocorticotrópica y corticosteroides, como el cortisol. En individuos expuestos a estrés crónico, la función del eje HPA puede cambiar significativamente. Por ende, dependiendo de la cronicidad, el tipo, la frecuencia y la intensidad del estrés, se pueden producir diferentes alteraciones en la función del eje HPA, como la hiposecreción basal crónica, respuestas al estrés sensibilizadas o el agotamiento de las glándulas suprarrenales.

Ahora… ¿Qué tiene que ver esto con la enfermedad de Alzheimer?

Estres y alzheimer

Investigaciones en modelos animales han sugerido que la exposición a altos niveles de cortisol pueden potenciar directamente los procesos patológicos de la enfermedad de alzhéimer. Ejemplos de estos podrían ser la acumulación de placas de amiloide y la hiperfosforilación de la proteína tau.

Lo anterior, se ha observado tanto en modelos de ratones como en estudios en humanos, donde niveles elevados de cortisol se asocian con un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer y un deterioro cognitivo más rápido en pacientes con deterioro cognitivo leve y demencia. Sin embargo, la literatura científica sigue siendo heterogénea, con algunos estudios que no encuentran una asociación clara entre los niveles elevados de cortisol y la progresión de la enfermedad (Saeedi y Rashidy-Pour, 2021).

El importante papel del hipocampo

El hipocampo, región cerebral vital para la memoria, parece ser particularmente susceptible a los efectos del estrés, con la atrofia inducida por el estrés desempeñando un posible papel en el deterioro cognitivo relacionado con la enfermedad. Con esto, el equilibrio entre diferentes receptores de cortisol, como los receptores glucocorticoides y mineralocorticoides, es esencial para el funcionamiento adecuado del hipocampo, y el estrés crónico puede perturbar este equilibrio.

Con base a ello, estudios recientes proponen la medición de los niveles de cortisol salival como un posible marcador para la detección temprana del deterioro cognitivo en la enfermedad. Además, se destaca que las personas más propensas a la angustia psicológica enfrentan un mayor riesgo de deterioro cognitivo leve (Liu et al., 2023).

Conclusión

Desde el impacto del estrés crónico en la función cerebral y la inflamación, hasta la alteración de la respuesta biológica del estrés, las conexiones son claras. Sin embargo, a pesar de la heterogeneidad en la literatura científica, es innegable que el estrés crónico puede potenciar directamente los procesos patológicos de la enfermedad de Alzheimer.

Por esta razón, la investigación futura debe seguir desentrañando las complejas interacciones y considerar el uso de marcadores como los niveles de cortisol salival para la detección temprana del deterioro cognitivo. Para aprender más sobre el impacto biológico, cognitivo y emocional que tiene esta respuesta del cuerpo a nivel cerebral, te invitamos a nuestro curso sobre estrés y cerebro.

Referencias bibliográficas

  • Ávila-Villanueva, M., Gómez-Ramírez, J., Maestú, F., Venero, C., Ávila, J. y Fernández-Blázquez, M. A. (2020). The Role of Chronic Stress as a Trigger for the Alzheimer Disease Continuum. Frontiers in aging neuroscience12, 561504. https://doi.org/10.3389/fnagi.2020.561504
  • Chu, B., Marwaha, K., Sanvictores, T. y Ayers, D. (2022). Physiology, Stress Reaction. StatPearls Publishing.
  • Escher, C. M., Sannemann, L. y Jessen, F. (2019). Stress and Alzheimer’s disease. Journal of neural transmission (Vienna, Austria : 1996)126(9), 1155-1161. https://doi.org/10.1007/s00702-019-01988-z
  • Justice, N. J. (2018). The relationship between stress and Alzheimer’s disease. Neurobiology of stress8, 127-133. https://doi.org/10.1016/j.ynstr.2018.04.002
  • Kumar, A., Sidhu, J., Goyal, A. y Tsao, J. W. (2022). Alzheimer Disease. StatPearls Publishing.
  • Liu, Y. S., Zhao, H. F., Li, Q., Cui, H. W. y Huang, G. D. (2023). Research Progress on the Etiology and Pathogenesis of Alzheimer’s Disease from the Perspective of Chronic Stress. Aging and disease14(4), 1292-1310. https://doi.org/10.14336/AD.2022.1211
  • Saeedi, M. y Rashidy-Pour, A. (2021). Association between chronic stress and Alzheimer’s disease: Therapeutic effects of Saffron. Biomedicine & pharmacotherapy = Biomedecine & pharmacotherapie133, 110995. https://doi.org/10.1016/j.biopha.2020.110995