En la actualidad, es frecuente que escuchemos que las redes sociales constituyen espacios de conexión. Sin embargo, no debemos olvidar que también son escenarios donde circula cierta violencia emocional. Comentarios hirientes, burlas y contenidos que refuerzan el malestar psicológico aparecen con frecuencia. Y, por si fuera poco, en ocasiones, quienes atraviesan momentos difíciles quedan atrapados en ciclos de publicaciones negativas, el comúnmente conocido hate. A lo anterior, se le suma que muchas veces no se cuenta con apoyo, ni tampoco contención. Por dicho motivo, a continuación se analizarán las consecuencias del hate digital para la salud mental y los desafíos que enfrentan las plataformas digitales.
Inclinémonos hacia una definición
El concepto de hate digital se refiere a los mensajes de odio que circulan en redes sociales con el objetivo de dañar, humillar o excluir. En concreto, suele dirigirse hacia aquellos que expresan vulnerabilidad, piensan diferente o pertenecen a grupos estigmatizados. Por lo general, se presenta como insultos, aunque también puede manifestarse a través de burlas, desprecio o comentarios irónicos.
Además, a pesar de que este tipo de violencia en redes sociales no deja marcas físicas, sí impacta de lleno en la salud mental. Siendo que el anonimato y la lógica de la viralidad contribuyen a su propagación y fortalecimiento (Tamarit Sumalla, 2018).
Principales redes sociales donde se manifiesta el odio
En particular, el hate digital circula con mayor intensidad en plataformas como Instagram, Facebook, YouTube y TikTok. Aunque cada una cuenta con sus propias políticas comunitarias, muchas veces no logran frenar la circulación de contenidos que refuerzan el malestar emocional.
Asimismo, los algoritmos tienden a reforzar este tipo de contenido, lo cual genera ciclos difíciles de superar. En lugar de ofrecer apoyo o contención, las plataformas replican mensajes que, en ocasiones, empeoran cuadros de ansiedad, tristeza y/o aislamiento. Por ello, resulta fundamental comprender cómo se configuran tales dinámicas y qué desafíos enfrentan quienes intentan habitar el mundo digital sin ser vulnerados.
Claro, tirar hate a través de una pantalla no tiene costo…
En redes sociales, criticar, burlarse o degradar se ha vuelto tan sencillo como dar un clic. No se necesita pensar, justificar ni enfrentar consecuencias. Comentar con odio es gratuito: no cuesta dinero, no exige empatía y rara vez implica una sanción.
Dicha dinámica, impacta con fuerza en influencers y figuras públicas. Y es que, cuanto más se exponen, más habilitado parece quedar el juicio cruel del público.
Entonces, la violencia en redes sociales se disfraza de opinión y se multiplica sin freno. Insultar, ridiculizar o desacreditar se vuelve un gesto rápido, cotidiano y, muchas veces, validado por otros usuarios. Las plataformas no responden con firmeza, y el anonimato protege a quien agrede.
Por si fuera poco, el odio también se aplaude
Cuidado, la violencia en redes sociales no solo se expresa en palabras agresivas, sino también en los aplausos que recibe. Un comentario violento se amplifica con cada like, cada repost o cada silencio que no hace otra cosa que ser cómplice. Muchas veces, lo que más circula en entornos sociales es justamente aquello que más hiere.
El sufrimiento ajeno se transforma en contenido para consumir o comentar, sin considerar las consecuencias emocionales para quien lo padece. Así, la violencia en redes sociales se vuelve espectáculo y rutina.
Melancolía en bucle: Cuando las redes refuerzan el malestar
Además de todo lo ya mencionado, existe otro término sobre el cual nos parece interesante detenernos. El mismo es el de burbuja de la melancolía, propuesto por la investigadora Graciela Padilla-Castillo en 2023 para describir un fenómeno particular dentro de las mencionadas plataformas. El concepto alude a un entorno digital donde los usuarios, especialmente quienes atraviesan momentos de fragilidad emocional, quedan envueltos en una secuencia de contenidos tristes, pesimistas o dañinos (Castillo, 2023).
Lo anterior surge a partir de que las redes sociales organizan el contenido según lo que cada persona mira, comenta o comparte. De esta manera, cuando alguien interactúa con publicaciones tristes o negativas, la plataforma, en lugar de equilibrar el contenido, empieza a mostrar más publicaciones similares. Con el paso del tiempo, se establece un círculo repetitivo que refuerza el malestar. Como resultado, cada vez aparecen menos mensajes que puedan ofrecer alivio o contención emocional.
La burbuja que no informa, sino que aísla
Enmarcado en este contexto, el concepto de filtro burbuja, propuesto por Eli Pariser en 2017, se refiere a la personalización de contenidos en internet. Según sus ideas, cada usuario queda rodeado de información que coincide con sus gustos, creencias e intereses previos, lo que limita la exposición a otras miradas. Aunque en un principio se aplicó a la información política y las noticias, el mismo mecanismo también influye en el plano emocional.
En otras palabras, cuando alguien interactúa con publicaciones tristes, pesimistas o relacionadas con malestar psicológico, el algoritmo repite el tipo de contenido. A diferencia del filtro burbuja informativo, esta versión emocional no solo aísla, sino que fortalece el círculo vicioso de sentimientos negativos producidos en estas plataformas.
Conclusión
Como hemos visto, las redes sociales se presentan como espacios de intercambio, pero también pueden volverse escenarios de desgaste emocional. La violencia simbólica, los discursos de odio y la lógica de la viralización generan condiciones que afectan de forma silenciosa el bienestar psicológico. Aunque se promueva el bienestar desde ciertos discursos, muchas dinámicas digitales refuerzan el malestar y normalizan formas de agresión que pasan desapercibidas.
Frente a este escenario, resulta urgente repensar el rol que tienen en nuestra vida cotidiana, pero también el de quienes habitan en ellas. ¿Qué tipo de comunidad se construye cuando el dolor ajeno se convierte en entretenimiento? Tal vez la pregunta no sea solo cómo evitar el hate, sino también cómo empezar a crear entornos digitales más empáticos, donde la palabra no sea una herida fácil, sino un puente hacia la comprensión.
Referencias bibliográficas
- Castillo, G. P. (2023). “Burbuja de la melancolía”. Peligros emocionales de las redes sociales. HUMAN REVIEW International Humanities Review / Revista Internacional de Humanidades, 12(Monográfico), 1-10. https://doi.org/10.37467/revhuman.v12.4703
- Tamarit Sumalla, J. M. (2018). Los delitos de odio en las redes sociales. IDP. Revista de Internet, Derecho y Política, (27), 17-29.
- Piñeiro-Otero, T. y Martínez-Rolán, X. (2021). Eso no me lo dices en la calle. Análisis del discurso del odio contra las mujeres en Twitter. El Profesional de la Informacion. https://doi.org/10.3145/epi.2021.sep.02