El trastorno específico del lenguaje (TEL) es una de las condiciones que afectan el neurodesarrollo, influyendo en la adquisición y desarrollo del lenguaje en niños. Sin embargo, puede presentarse bajo una variedad de nombres, lo cual puede llevar a confusiones. Algunas otras denominaciones son: trastorno de la comunicación, trastorno del desarrollo del lenguaje, trastorno del aprendizaje del lenguaje, retardo afásico o disfasia. En esta nota te invitamos a explorar el complejo mundo del TEL, sus manifestaciones y algunas claves para abordarlo.
¿A qué nos referimos con trastorno específico del lenguaje?
Frente a la diversidad de términos para referirnos a este trastorno, los expertos en el área han consensuado denominarlo TEL, porque pareciera definir mejor a esta población y posee mayor aceptación general. De todos modos, se reconoce que la calificación de específico es cuestionable, ya que sugiere que afecta exclusivamente al lenguaje. Contraintuitivamente, en la realidad, suele presentarse con afectaciones en otras áreas del desarrollo cognitivo o del comportamiento.
Según la Asociación Americana de Psiquiatría (American Psychiatric Association, APA, en inglés) la prevalencia del TEL se encuentra entre 6% y 8% de la población. Además, está englobado dentro de los trastornos de la comunicación en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, quinta edición (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition, DSM-V, en inglés).
Tal es así, que el TEL implica una discrepancia importante en la adquisición y progreso del lenguaje, sin una causa física, neurológica, intelectual o sensorial evidente, y en entornos sociales adecuados. Adicionalmente, estas dificultades se presentan en ausencia de autismo, lesiones neurológicas o sordera.
¿Cómo diagnosticar trastornos en la comunicación?
Diagnosticarlo en niños pequeños es desafiante. A los 3 años, es difícil determinar si el problema persistirá y distinguirlo de otras afectaciones. De todas formas, utilizando inventarios de comunicación o escalas de desarrollo, se pueden identificar las dificultades específicas y evaluar el compromiso del lenguaje.
Generalmente, se considera posible TEL a los 4 años, y se confirma el diagnóstico a los 5. Aquí, observar la evolución de las dificultades lingüísticas es esencial para el correcto diagnóstico y seguimiento del menor. Con lo que resulta importante señalar que el diagnóstico no debe basarse en un solo test que evalúe una parte del lenguaje.
Un diagnóstico que requiere varias pruebas
En su lugar, se requiere que el niño tenga puntuaciones bajas en pruebas morfosintácticas y también en pruebas fonológicas o semánticas. Además de evaluar las habilidades lingüísticas, es importante considerar la memoria, la atención y las funciones ejecutivas. Por lo tanto, se recomienda repetir la evaluación después de 6 meses para confirmar la estabilidad de las dificultades evidenciadas y los efectos de la intervención.
Así pues, no hay un método único para identificar los trastornos del lenguaje, y a veces los niños pueden pasar pruebas estandarizadas pero aún así tener TEL según criterios clínicos. En definitiva, es mejor utilizar una combinación de recursos seleccionados por un profesional capacitado para abordar cada caso específico de manera eficaz.
Comunicación afectada: Variedad de perfiles
El perfil lingüístico de estos niños presenta gran heterogeneidad. Pues depende de múltiples factores, mismamente, la edad o el nivel del desarrollo de otras capacidades. A propósito de esto, el pequeño puede presentar desde prácticamente una total incapacidad para comprender y responder a los intentos comunicativos de los demás hasta manifestar apenas con leves anomalías.
Esta heterogeneidad traspasa el área del lenguaje. A modo de ejemplo, las disfunciones ejecutivas que presenta dicha población no se reducen a las tareas verbales. A causa de esto, en algunos casos se dan dificultades cognitivas generales que pueden afectar negativamente otras áreas.
¿Qué características tiene el TEL?
Aunque no siempre deben aparecer todas:
- Patrones de error que no se corresponden con los usuales en los procesos de adquisición.
- Vocabulario limitado.
- Dificultad para comprender y expresar nociones referidas al espacio y al tiempo.
- Presencia de múltiples gestos y conductas no verbales para mantener la interacción.
- Escasa o nula participación espontánea en conversaciones grupales o colectivas.
- Asincronías en el desarrollo de los distintos componentes del lenguaje, coexistiendo habilidades lingüísticas propias de la edad con la ausencia o formulación errónea de otras más simples y primitivas.
- Alteración del componente morfosintáctico.
Subtipos y sus diferencias
Todavía no hay un acuerdo. De hecho, se han propuesto varias clasificaciones. Los tres subtipos del trastorno específico del lenguaje que mencionaremos se basan en la clasificación de Rapin y Allen. El primero de ellos corresponde a los trastornos mixtos receptivo-expresivos, como la agnosia auditiva verbal y los déficits fonológico-sintácticos, que afectan tanto la comprensión como la expresión del lenguaje.
Por otro lado, se encuentran los trastornos expresivos, como la dispraxia verbal. Estos impactan en la fluidez y la coordinación motora del habla, mientras que los trastornos de programación fonológica afectan la inteligibilidad del habla.
En tercer lugar, los autores hacen una distinción de los trastornos de procesamiento de orden superior, como los déficits léxico-sintácticos. Subtipo que presenta dificultades para encontrar palabras, y déficits semántico-pragmáticos, que limitan las habilidades conversacionales.
Implicancias prácticas para TEL
Existen diversos enfoques de intervención para abordar este tipo de trastorno que afecta la comunicación, incluyendo métodos globales, empíricos, evolutivos, naturistas, funcionales, y también aquellos centrados en el niño, adulto o entorno. Además, recursos como los sistemas alternativos y aumentativos de comunicación y el desarrollo de tecnología asistida, amplían las opciones de tratamiento.
Cada enfoque presenta sus ventajas y desventajas, por lo que se busca aprovechar lo mejor de cada uno. En la práctica clínica, los profesionales suelen combinar diferentes métodos y adaptar la intervención según las necesidades individuales.
Interacción y colaboración
La intervención debe considerar la interacción entre el niño y su entorno, no solo centrarse en los síntomas. Es crucial incluir a la familia y la escuela en el proceso. Y es que, aunque la mayoría de los padres estén dispuestos a participar activamente en la intervención, es importante proporcionarles el apoyo técnico y teórico necesario.
A su vez, la intervención en TEL suele requerir la colaboración de diversos profesionales para abordar de manera integral las necesidades del individuo. Algunos ejemplos de estos pueden ser los logopedas, psicólogos, neuropsicólogos y también educadores.
¿Qué actividades o ejercicios proponer?
Por ejemplo, actividades de discriminación auditiva o praxias buco-faciales para mejorar la pronunciación. Otra de las prácticas de intervención incluye trabajar en la estructuración de frases y corregir errores gramaticales, así como fomentar la comprensión y expresión oral a través de actividades interactivas y juegos de roles. Sin dudas, todas las actividades que busquen aumentar el vocabulario serán beneficiosas, ya sea mediante ejercicios clasificatorios u organizado el campo semántico con imágenes.
Conclusión
Los trastornos del lenguaje abarcan diversas dificultades que afectan la comunicación verbal debido al desarrollo ineficiente de los mecanismos del lenguaje. Esta repercusión no solo se limita al intercambio de información, sino que también incide en el aprendizaje, el razonamiento, la interacción social, emociones y calidad de vida.
Por ende, se debe adoptar un enfoque holístico que considere tanto las necesidades individuales del niño como su entorno familiar y escolar. Por último, si te interesa acceder a una formación en el área clínica con casos reales, te recomendamos nuestro curso en trastornos del neurodesarrollo.
Referencias bibliográficas
- Artigas-Pallarès, J., Paula-Pérez, P. y Ventura, E. (2022). Trastornos del lenguaje. Pediatría.
- Fejerman, N. y Grañana, N. (2017). Neuropsicología infantil. Paidós.
- Fresneda, M. y Mendoza, E. (2005). Trastorno específico del lenguaje: Concepto, clasificaciones y criterios de identificación. Revista de neurología, 41(1), 51-56. https://doi.org/10.33588/rn.41S01.2005317
- Yáñez, M. (2016). Neuropsicología de los trastornos del neurodesarrollo: diagnóstico evaluación e intervención. El Manual Moderno Colombia.