Con el paso de los años, han surgido diversos modelos económicos que suponen el desarrollo anhelado de la raza humana. Sin embargo, la implementación del capitalismo y su desmesurado avance ha logrado colonizar los distintos sectores de la sociedad mediante la publicación nociva de anuncios que han conseguido reprogramar las mentes de los individuos a partir de los avances tecnológicos. Las redes sociales y distintas plataformas digitales han aumentado la propagación indirecta de esta epidemia del consumo excesivo. Creando, así, necesidades que antes no existían. Está claro que existe un consumo excesivo, pero, ¿qué hace consumista a la sociedad? Veamos un poco más a continuación.
El factor cultural y su relación con el consumo excesivo
Al abordar la noción cultural, se dice que es un conjunto de articulaciones en las que interviene lo natural y social. No es solamente una instancia humana observable (Araiza et al., 2020, p. 68). Con esto, hay que tener en cuenta que lo natural y lo social han transformado por completo la concepción del mundo que hoy se conoce. De tal forma que los estudios socioculturales, realizados por parte de diversos autores, concluyen que la humanidad ha desarrollado una cultura de la información.
¿Qué implica la cultura de la información?
El desarrollo de esta nueva cultura involucra diversas herramientas digitales (por ejemplo, redes sociales, páginas web, plataformas de streaming como YouTube, etc.) Y es que, el consumo material realizado mediante tarjetas de crédito se hace posible gracias al consumo de información viral que circula mediante los medios de difusión masiva. Todo ello, a través de las nuevas tecnologías.
Es decir, no es posible consumir un objeto material sin antes consumir información del mismo. Dicha información presenta una descripción tan detallada de algún bien o servicio, de sus facilidades y beneficios que automáticamente plasma en el individuo el deseo inminente de conseguirlo. Y, por lo tanto, creando la falsa idea del conocido lo necesito.
¿Y la de la comunicación?
No solo la cultura de la información está desplazando las distintas formas de expresión cultural que anteriormente se conocían (por ejemplo: religiosas, costumbres, etc.) También lo está logrando la cultura de la comunicación. Y es que, ambas operan en el mismo sentido. Una complementaría a la otra, dado que la cultura global de la información no sería posible sin llevar a cabo el proceso de comunicación (Araiza et al., 2020).
Por tal razón, a mayor comunicación, mayor flujo de información. Y, por consiguiente, esto culmina en la adquisición de un bien o servicio. Dando paso, de esta forma, al consumo. Además de reforzar el pensamiento contemporáneo que describe la información como una fuente de poder actual.
El factor social como indicador del consumo excesivo
El sistema social y económico, expresados en la teoría Marxista acerca de valor-trabajo, postula que el valor atribuido a un bien o servicio prediseñado, y posteriormente fabricado, depende de la labor de varios individuos que trabajan arduamente para su confección. Marcando, así, la brecha que existía entre proletariado y burguesía.
Lo cierto es que la mano de obra social era fundamental para impulsar las ganancias y crear un sistema económicamente estable. Donde existía la influencia del poder (burguesía) y el desarrollo de actividades sociales y económicas por parte de clase trabajadora (proletariado).
¿Lo anterior nos suena de algo? Quizás sí…
La realidad descrita de la sociedad del siglo XIX, no es muy diferente a la que ahora se evidencia en la sociedad del siglo XXI. Pues continúa funcionando el proceso de producción, distribución, intercambio y consumo; cuatro pilares centrales de todos los sistemas económicos y sociales (Walton y Nayak, 2021, p. 1). Ahora bien, los pilares anteriormente mencionados, han pasado de comercializaciones físicas a la inteligencia artificial y/o realidad virtual. Esto supone una transformación en la manera de fabricar productos y venderlos.
Es más, actualmente no se concibe la idea de que un individuo se desplace varios kilómetros buscando un bien o servicio. O, por ejemplo, que alguien lleve consigo un maletín lleno de productos con el objetivo de venderlos puerta a puerta.
Hoy en día, se realizan compras a través de Internet. Y, de esta manera, se crean tiendas virtuales que facilitan la expansión instantánea de un bien o servicio, donde, en conjunto con las redes sociales, se intercambia información tanto general como personal para adquirir lo que se busca.
Lo digital se posiciona
Con lo anterior, esta nueva forma de concebir el sistema económico y de producción ha facilitado que la nueva burguesía (dueños de grandes corporaciones digitales) descubra la manera de pensar, actuar, sentir y comportarse del nuevo proletariado (individuos que consumen). ¿El fin? Ejercer control indirectamente sobre la forma en que se desenvuelven y crear necesidades que solo ellos pueden satisfacer (Walton y Nayak, 2021).
Por lo tanto, las nuevas compañías no buscan individuos que realicen trabajos arduos de varias horas, buscan individuos activos en las redes sociales y plataformas digitales cuyos perfiles apuntan a la de un consumidor excesivo. De este modo, bombardean sus bandejas de entrada de diversos bienes y servicios en cuestión de segundos. Esta nueva forma de proceder está sustituyendo el sistema económico tradicional y transforma la actividad social.
Factores psicológicos que influyen en el consumo excesivo
Al hacer referencia a los factores psicológicos que juegan un papel fundamental en el consumo, es imprescindible destacar las emociones puesto que estudios previos realizados tanto en muestras de población general como en poblaciones clínicas relacionan la inestabilidad emocional con la compra compulsiva (Otero et al., 2021, p. 7). Es decir, un individuo que presenta afectaciones a nivel emocional no decide consumir objetos de cualquier índole porque representen una necesidad básica.
Al contrario, decide hacerlo con el fin de satisfacer una necesidad emocional que requiere ser atendida de una u otra manera. Sería algo como llenar un vacío.
De acuerdo con lo anterior, se evidencia un gran consenso entre distintos autores acerca de la existencia del comportamiento de consumo compulsivo en los últimos años. Dando importancia a la prevalencia de distintos rasgos de personalidad, como el neuroticismo. Este concepto hace referencia a la inclinación por emociones negativas asociadas a la ansiedad y la depresión.
¿Posibles trastornos conductuales?
Se constituye, por tanto, como un factor de riesgo que predice el comportamiento de consumo compulsivo asociado al uso desmedido de las tecnologías de la comunicación. Pero, ¿puede este comportamiento calificarse como una patología? Muchos son los investigadores que se refieren a este comportamiento como una conducta patológica y lo relacionan con trastornos conductuales. Como, por ejemplo, adicción a Internet, juego patológico y adicción a Facebook (Otero et al., 2021).
Sin embargo, así como existen rasgos de personalidad que se constituyen como factores de riesgo, existen otros que conforman factores protectores. Uno de estos es la escrupulosidad, que hace referencia a la autodisciplina y al actuar con esmero o eficacia. En contraposición, por ende, al consumo excesivo o compulsivo.
Conclusión
Finalmente, es fundamental implementar estrategias que permitan evitar el desarrollo del consumo excesivo. Quizás el minimalismo sea la respuesta que las personas buscan para comprender el verdadero significado de ‘felicidad’. Siendo así, es necesario fomentar la investigación científica acerca de esta práctica con el objetivo de ilustrar un panorama más claro de ello y todo lo que abarca.
A lo mejor, esta también sea la manera de detener el daño ambiental evidenciado en las estadísticas. Sea como sea, una cosa sí parece ser segura: Cuantos más avances se registran en la historia de la humanidad, surgen más problemáticas que requieren ser abordadas de la mejor forma posible.
Referencias bibliográficas
- Araiza, D. V., Araiza, D. A. y Medécigo, D. U. (2020). Cultura: Un asunto de información y comunicación. Estudios sobre las culturas contemporáneas, 25(51), 63-82.
- Michel, C. A., Estañol, V. B., Sentíes, M. H., Chiquete, E., Delgado, G. R. y Castillo, M. G. (2015). Reward and aversion systems of the brain as a functional unit. Basic mechanisms and functions. Health mental, 38(4), 299-305. https://doi.org/10.17711/sm.0185-3325.2015.041
- Morgan, J. (2020). The New Structure of Sin: Mankind in the Age of Surveillance Capitalism. The Human Life Review, 46(1), 42-49.
- Otero, L. J. M., Santiago, M. J. y Castro, M. C. (2021). Big Five Personality Traits, Coping Strategies and Compulsive Buying in Spanish University Students. International Journal of Environmental Research and Public Health, 18(2), 1-15. https://doi.org/10.3390/ijerph18020821
- Walton, N. y Nayak, S. B. (2021). Rethinking of Marxist Perspectives on big data, artificial intelligence (AI) and capitalist economic development. Technological Forecasting & Social Change, 166, 1-8. Doi: 10.1016/j.techfore.2021.120576
Cordial saludo, equipo de NeuroClass.
Me ha gustado mucho la información citada y mostrada en el presente articulo; ya que sin duda es un tema en auge debido a las grandes acogidas virtuales que esta tomando la sociedad en estos momentos, en donde evidenciamos algunos factores de consumo material o elemental, que a su vez, están dejando a un lado (sin darnos cuenta) la participación social, la integración familiar, el aprendizaje presencial, las relaciones afectivas y laborales, la formación y el desarrollo infantil, las tradiciones culturales y comunitarias, etc. Debido al consumo global a causa de la ”hiperculturalidad” y la hipercomunicación (Han, 2005) ; nos estamos alejando de muchos factores importantes en nuestra salud mental y emocional.
Agradezco al equipo por la publicación, a la Doctora Paula Giraldo por la valiosa investigación realizada, saludos desde Colombia.
Muchas gracias Dan por el comentario y el aporte realizado en él, sin duda, es un tema de gran interés. Saludos desde Colombia también y muchas bendiciones.