El coronavirus (COVID-19) ha estado en boca de todo el mundo desde el año 2020. Niños, jóvenes y mayores, en reuniones, bares o escuelas, hablan sobre una enfermedad que ha trascendido las fronteras físicas y mentales del conocimiento humano. Todos los relatos tienen un punto en común, la desinformación y la falta de un protocolo a seguir. En este punto, nos preguntamos ¿Por qué el miedo y la “histeria” se han expandido más rápido que la enfermedad? ¿Qué impacto psicológico puede tener el coronavirus?

¿Qué es el coronavirus?

El COVID-19 (acrónimo del inglés, coronavirus disease, 2019) es una enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-CoV-2. Este virus es de origen zoonótico, ya que pasa de un huésped animal a un ser humano. Se detectó por primera vez a finales de 2019, en Wuhan (China).

La teoría con más fuerza sobre su etiología, recae en los pocos controles sanitarios de algunos mercados locales. En ellos, se mezclan diferentes especies de animales criados y salvajes o silvestres que, además de estar vivos, no compartían naturalmente un hábitat común. Aunque, en la actualidad, no se conoce realmente el origen del coronavirus en el mundo.

Principales características

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  • Infección y contagio: Se da a través de diversas secreciones corporales, pero principalmente las respiratorias (saliva o mucosa), que se trasmiten por medio de la tos o los estornudos. Cualquier contacto con las secreciones puede derivar en contagio de coronavirus o COVID-19.
  • Período de incubación: Entre 1 y 14 días desde la infección hasta la manifestación de los síntomas de COVID-19. La gran alarma recae en que una persona puede transmitir el virus antes de presentar evidentes síntomas.
  • Principales síntomas: Entre los síntomas más comunes se encuentran tos, fiebre y dificultades respiratorias. Tiene repercusiones en el cuerpo humano muy parecidas a la gripe y la complicación más frecuente asociada es la neumonía.

Impacto psicológico

Ansiedad, depresión, problemas de sueño y estrés postraumático, son unos de tantos cuadros que surgen durante una pandemia. Los síntomas subyacentes del coronavirus tienen un impacto psicológico tanto en los pacientes como en el personal de la salud, convirtiéndose en un problema público.

Un estudio que analizó estas variables durante el brote de Síndrome Respiratorio de Medio Oriente (MERS). Concluyó sobre la necesidad de una intervención psicológica y psiquiátrica rápida, ya que los síntomas mencionados persistieron incluso después de transcurrido el tiempo de cuarentena (Lee et al., 2018).

Ansiedad y estrés durante cuarentena y aislamiento

Tanto la sobreinformación como la desinformación pueden provocar efectos negativos en períodos de cuarentena. Un primer impacto psicológico del coronavirus puede verse en la aparición de los siguientes síntomas:

  1. Miedo y paranoia: Exposición a estrés prolongado ante una inminente amenaza, como puede ser el COVID-19. Nuestro cuerpo se prepara física y mentalmente para una reacción extrema. Esto produce un desgaste en el nivel de alerta y el sistema inmunológico.
  2. Retraimiento y desvinculación: La cuarentena y el miedo a la infección por COVID-19, pueden provocar aislamiento afectivo y retraimiento social.
  3. Ideas irracionales y pensamientos intrusivos: Sobredimensionar el problema, el estado de alerta constante y el retraimiento, pueden repercutir en el control de los pensamientos y la veracidad de los mismos.
  4. Pérdida de la rutina: Impacto directo en ritmo de sueño y alimentación.
  5. Fallas cognitivas: El estrés crónico afecta el funcionamiento cerebral y el desempeño de las funciones ejecutivas. Es así que una nula respuesta a dicho fenómeno, impacta directamente en nuestra capacidad de reaccionar correctamente, presentándose fallos a nivel de atención, memoria y planificación, entre otros.

Un abordaje eficiente y a tiempo

En condiciones de cuarentena y alarma social/sanitaria, los abordajes concretos y situacionales son los más recomendados para, así, disminuir el impacto psicológico del coronavirus. Abarcan tanto el ámbito personal como familiar, siendo sus principales ejes:

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  • Mantener la perspectiva: Racionalizar el problema y sus dimensiones. Es el primer paso para no crear falsas alarmas y no predisponer nuestro organismo a una respuesta de lucha o huída. Para ello, es necesario cuestionarnos ¿Qué sé sobre el virus? ¿Cómo nos afecta y cuáles son sus repercusiones del coronavirus en el mundo? ¿Estoy tomando las medidas correspondientes?
  • Mantenerse conectado: Utilizar la tecnología para comunicarnos con nuestros familiares y amigos. Cuidar los vínculos y evitar el retraimiento, exteriorizando nuestros sentimientos al respecto.
  • Controlar el pánico: Evitar la sobreinformación e identificar los momentos donde los pensamientos se salen de control. Ahí, implementar ejercicios de relajación, tareas distractoras y buscar apoyo en los demás.
  • Mantener rutina y hábitos: Respetar horarios de alimentación y sueño, creando un diario de rutinas donde no puede faltar el ejercicio, el aseo, el esparcimiento y las actividades intelectuales.

¿Cómo cuidar la salud mental de los niños?

La población infantil no suele contar con herramientas para comprender y procesar la totalidad del problema del coronavirus, o lo que perciben de los medios de comunicación.

Por ello, es muy frecuente que expresen síntomas de malestar psíquico y somáticos como ansiedad, dolores focales, angustia, miedo excesivo, descanso deficiente y estrés. Las principales estrategias para padres o tutores son:

  1. Escucharlos: Es fundamental dejarlos hablar y expresarse para luego solventar todas sus dudas, sin banalizar sus inquietudes. El desinterés por parte del adulto, los llevará a buscar sus propias respuestas, las cuales pueden ser fantasiosas, angustiantes o no acordes a la situación del coronavirus en el mundo.
  2. Brindar seguridad: Después de escucharlos y solventar sus dudas sobre el coronavirus, es fundamental hacerlos sentir seguros, sabiendo que existe un protocolo a seguir.
  3. Dar ejemplo: Si nos ven entrando en pánico, ellos también lo harán. Es necesario no perder el vínculo afectivo, ya que el apego será una herramienta fundamental para hacerlos sentir seguros .
  4. Identificar síntomas y brindar estrategias: Abordar situaciones de estrés y angustia con ejercicios de respiración, relajación y juego.
  5. Respetar rutinas: Si la falta de rutinas hace mella en un adulto, en los niños tiene peores repercusiones. Para que su salud mental no se vea alterada, es necesario respetar horarios de sueño, alimentación y juego, ejerciendo el control parental necesario.

Percepción y coronavirus: ¿Cómo influyen nuestros pensamientos?

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Intereses ocultos, negligencia por parte de las autoridades y temas como las guerras económicas, están en el punto de mira cuando hablamos de pandemias como la del coronavirus.

Estamos de acuerdo, todo podría gestionarse mejor, pero nuestra percepción del problema puede mediar como predictor de su impacto.

Un estudio basado en las estrategias ante la cepa de influenza H1N1 (gripe porcina), analizó el impacto de los principales comportamientos protectores (Bish y Michie, 2010):

  • Prevención 
  • Evitación 
  • Manejo de la enfermedad

La revisión encontró que mayores niveles de susceptibilidad, percepción real sobre la severidad de la enfermedad y confianza en las recomendaciones de especialistas, predijeron la adopción de las conductas de protección.

La mejor forma atraer a la población escéptica a tomar medidas, es crear campañas que desafíen su conocimiento percibido, mostrando estudios de caso e información a través de canales confiables (Rubin et al., 2015).

Coronavirus y medidas de prevención en el mundo

Si bien nadie sabe a ciencia cierta las causas o intereses detrás del coronavirus en el mundo, es un hecho que tenemos un problema sanitario y negarlo no es la mejor estrategia. En 2015, un estudio de Bogart y Thorburn que intentó examinar el impacto de las creencias conspirativas sobre el VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana) aportó evidencia al respecto.

Dentro de los resultados, principalmente en hombres, las creencias conspirativas se asociaron con una percepción negativa del uso del preservativo, independientemente de variables sociodemográficas y el riesgo percibido. Los autores concluyeron que dichas creencias representan una barrera para la prevención y abordaje del VIH.

Conclusión

Identificamos la peligrosidad de negar la problemática y evadir la atención sobre sus repercusiones psicológicas.

A nivel sanitario, destacamos la responsabilidad de identificar los síntomas del coronavirus a tiempo y, en caso de presentarlos o haber estado expuesto a situaciones de riesgo, tomar medidas de cuarentena y contactar al servicio de salud. Esto último, para no contagiar a terceros y como medida preventiva para no saturar los sistemas de salud.

A nivel psicológico, es necesario ubicar correctamente las creencias personales y actuar acorde a los hechos que nos rodean. Para ello, el primer paso es evitar la sobreinformación y fake news.

En segundo lugar, respetar rutinas, alimentación, sueño e incorporar protocolos y estrategias de afrontamiento positivo.

“Para quien tiene miedo, todo son ruidos”. Sófocles (496 a. C-406 a. C)

Referencias bibliográficas

  • Bish, A. y Michie, S. (2010). Demographic and attitudinal determinants of protective behaviours during a pandemic: A review. British Journal of Health Psychology, 15(4), 797-824. https://doi.org/10.1348/135910710X485826
  • Bogart, L. M. y Thorburn, S. (2005). Are HIV/AIDS Conspiracy Beliefs a Barrier to HIV Prevention Among African Americans?: JAIDS Journal of Acquired Immune Deficiency Syndromes, 38(2), 213-218. https://doi.org/10.1097/00126334-200502010-00014
  • Kaser, M., Jacquelyn, B. y Langley, C. (2020). How chronic stress changes the brain – and what you can do to reverse the damage. The Conversation. https://theconversation.com/how-chronic-stress-changes-the-brain-and-what-you-can-do-to-reverse-the-damage-133194
  • Lee, S. M., Kang, W. S., Cho, A.-R., Kim, T. y Park, J. K. (2018). Psychological impact of the 2015 MERS outbreak on hospital workers and quarantined hemodialysis patients. Comprehensive Psychiatry, 87, 123-127. https://doi.org/10.1016/j.comppsych.2018.10.003
  • Rubin, G. J., Finn, Y., Potts, H. W. W. y Michie, S. (2015). Who is sceptical about emerging public health threats? Results from 39 national surveys in the United Kingdom. Public Health, 129(12), 1553-1562. https://doi.org/10.1016/j.puhe.2015.09.004
  • Yang, J., Park, E.-C., Lee, S. A. y Lee, S. G. (2019). Associations Between Hand Hygiene Education and Self-Reported Hand-Washing Behaviors Among Korean Adults During MERS-CoV Outbreak. Health Education & Behavior, 46(1), 157-164. https://doi.org/10.1177/1090198118783829