La psicomotricidad resalta la importancia de que el niño pueda moverse libremente. En la actualidad, estudios indican que la actividad física es altamente beneficiosa para el desarrollo cognitivo infantil. El movimiento, descubrimiento del cuerpo y su interacción con el mundo impulsan al infante a desarrollar sus habilidades cognitivas. Por lo que, en la etapa escolar, una estimulación adecuada de la psicomotricidad fina y psicomotricidad gruesa son fundamentales para el desarrollo posterior. Veamos cómo influye la psicomotricidad fina y gruesa, así como el movimiento en general en la infancia en el desarrollo cognitivo.

¿Qué es la psicomotricidad?

Mas et al. (2019) definen la psicomotricidad como la actividad psicológica relacionada con los niveles cognitivos y afectivos respecto al movimiento. Es decir, la actividad psicomotriz permite el desarrollo del niño a nivel psicológico, físico y social a través de la misma. Por lo tanto, este utilizará su cuerpo como elemento de contacto con el entorno, logrando así su maduración psicológica.

Más beneficios de los que parece

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Estudios resaltan la importancia de que, durante los primeros años de vida, el desarrollo psicomotor promueve las bases del desarrollo mental subsiguiente. Un proceso individual que dependerá de la propia experiencia, necesidades e intereses del niño.

Adicionalmente, la psicomotricidad permite potenciar el aprendizaje futuro en los diferentes ámbitos en los que se desarrolla. Contando con que el desarrollo motor de los pequeños dependerá sobre todo de la maduración global del cuerpo, el desarrollo esquelético y neuromuscular.

Así, los logros que van adquiriendo permiten un mayor control del cuerpo y el entorno, lo que influye a su vez en las relaciones sociales, expresiones afectivas y juego. Por lo tanto, es imprescindible la implementación del juego y el movimiento espontáneo en las actividades (Marganto y Cruz, 2004).

Elementos claves en la psicomotricidad

La psicomotricidad se centra en el desarrollo de los siguientes elementos para poder llevar a cabo las actividades (Mendieta et al., 2017):

  • Respiración: Puede ser de dos tipos, torácica o abdominal; siendo esta última la que se enseñará a los niños.
  • Esquema corporal: Representación mental del cuerpo y sus partes para tomar conciencia sobre uno mismo. Para ello, se requiere del conocimiento de cada parte corporal y una correcta organización y secuenciación de movimientos, los cuales dan paso a actividades más complejas.
  • Coordinación motriz: Implica el control armónico del tono muscular, coordinación general, función tónica y coordinación visomotriz. Esta última función puede evaluarse mediante la aplicación del Test de Bender.
  • Control postural: Encargado de la posición correcta para ejecutar movimientos tales como correr, saltar o caminar. Sumado a esto, se puede modificar con la práctica para mejorar ciertas capacidades como, por ejemplo, la fuerza, resistencia, velocidad, elasticidad o flexibilidad.
  • Función tónica: Referida al tono muscular que posee el niño o adulto. En otras palabras, el nivel de tensión que ejerce el músculo hacia estímulos o estados de relajación corporal.
  • Coordinación óculo manual: Se trata de la relación existente entre la mano y aquellos músculos del ojo para realizar un movimiento. Fundamental para el desarrollo de la escritura.
  • Coordinación óculo podal: Esta relación se produce a través de la coordinación entre los músculos del pie con los del ojo para dar paso al movimiento.
  • Lateralidad: Se refiere al predominio funcional de uno de los lados del cuerpo sobre el otro. En otras palabras, es lo que generalmente definimos como ser diestro, zurdo o ambidiestro.
  • Coordinación dinámica general: Secuenciación de músculos que permite los procesos necesarios para dar paso al movimiento de forma adecuada.
  • Orientación temporo espacial: Capacidad del niño para orientarse en el entorno, relacionar el espacio-tiempo y entender la relación que existe entre su cuerpo, los otros y el entorno.

Dos tipos claves de psicomotricidad

Psicomotricidad gruesa

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La psicomotricidad gruesa se define como el control o dominio sobre el cuerpo y sus movimientos globales. Por ejemplo, desplazamientos, equilibrio, movimiento de las extremidades y coordinación. Este control del cuerpo puede ser de dos tipos:

  • Dominio corporal estático: El niño desarrollará la capacidad de integrar e interiorizar su propio esquema corporal. Es decir, su tonicidad, autocontrol, respiración y relajación.
  • Dominio corporal dinámico: Capacidad de controlar distintas partes del cuerpo mediante la sincronización y el desplazamiento. Este tipo de dominio es beneficioso para el autocontrol y autoestima, ya que el menor puede percibir su propio cuerpo y se siente capaz de moverlo sin inhibiciones. Por tanto, se pueden trabajar lo siguientes elementos: coordinación general, equilibrio, ritmo y coordinación visomotriz.

Psicomotricidad fina

La psicomotricidad fina se refiere al movimiento realizado por varias partes del cuerpo. En este caso, las actividades que se llevan a cabo requieren de una mayor precisión y coordinación. Asimismo, se espera un nivel de maduración y aprendizaje previo que permita que se puedan realizar ciertas actividades. Dichas actividades estarían enfocadas en:

  • Coordinación viso manual: Dominio de la mano y sus movimientos con respecto a lo que observa. En este caso, el control viene por parte del brazo, antebrazo, muñeca y mano. Su dominio permite otras actividades más complejas como la escritura.
  • Fonética: Asociada a aquellos órganos relacionados con el aparato fonoarticulatorio que permite que se desarrolle el lenguaje.
  • Motricidad gestual: Las distintas partes que conforman la mano.
  • Motricidad facial: Se trata del control de los músculos faciales que son los que facilitan el movimiento y posibilitan la expresión y comunicación.

Beneficios en el desarrollo cognitivo

Autores como Meyer y Kieras (1997) investigaron los efectos de la actividad física en las habilidades cognitivas. Como resultado, encontraron que existen importantes beneficios para las funciones cognitivas superiores. Así, entre sus resultados hallaron que factores como la atención, lenguajememoria, velocidad de procesamiento, percepción y pensamiento se desarrollan con más facilidad.

Otro estudio llevado a cabo por Moratal et al. (2008) indicó que los niños que se ejercitan tienen mejor capacidad de regulación de sus habilidades cognitivas generales, mayor capacidad de reacción y mejor nivel de atención para discriminar estímulos relevantes de los que no lo son. Por tanto, un buen desarrollo psicomotor puede ser un buen predictor sobre las habilidades para aprendizaje posteriores.

Por otro lado, el estudio realizado por Mas et al. (2019) evidenció que el pensamiento, creatividad y conocimiento son procesos que también pueden considerarse como físicos. Lo que se debe a la interacción simbólica, física y cognitiva con el entorno. En consecuencia, mientras mayor sea la estimulación de la psicomotricidad fina y la psicomotricidad gruesa, mayores beneficios en las diferentes áreas de aprendizaje.

Conclusión

Tras repasar los conceptos de psicomotricidad fina y gruesa, hemos podido apreciar cómo el desarrollo psicomotor potencia las habilidades psicológicas, emocionales, sociales y cognitivas en los niños. Con ello, la presencia de actividad física es necesaria no solo para el desarrollo, sino también para el conocimiento de su propio cuerpo como medio de expresión y conexión con el entorno. Y es que, esta junto con el juego activo fomentan el desarrollo de habilidades sociales, como el trabajo en equipo, la comunicación y la resolución de conflictos. Habilidades fundamentales para establecer relaciones saludables y desarrollar competencias sociales que serán valiosas a lo largo de la vida.

En definitiva, la actividad psicomotriz puede ser predictor del aprendizaje futuro del niño, por lo tanto, promover espacios lúdicos y de interacción física beneficiará su desarrollo en general. Estos espacios no solo les permiten explorar y comprender su propio cuerpo y sus habilidades físicas, sino que también brindan oportunidades para desarrollar habilidades sociales, como la cooperación, comunicación y resolución de problemas.

Referencias bibliográficas

  • Ardanaz, T. (2009). La psicomotricidad en educación infantil. Revista Innovación y Experiencia Educativa, 16, 1-10. https://archivos.csif.es/archivos/andalucia/ensenanza/revistas/csicsif/revista/pdf/Numero_16/TAMARA_ARDANAZ_1.pdf
  • Maganto, C. y Cruz, S. (2004). Desarrollo físico y psicomotor en la etapa infantil. Manual de Psicología infantil: aspectos evolutivos e intervención psicopedagógica, 27-64. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1334833
  • Mas, M., Jiménez, L. y Rierar, C. (2019). Sistematización de la actividad psicomotriz y del desarrollo cognitivo. Revista de los Psicólogos Educativos, 24(1), 38-41. https://doi.org/10.5093/psed2018a5
  • Mendieta, L., Mendieta, R. y Vargas, T. (2017). Psicomotricidad Infantil. Cide Editorial.
  • Meyer, D. y Kieras, D. (1997). Teoría computacional de procesos cognitivos ejecutivos y desempeño de tareas múltiples: Parte 2. Cuentas de fenómenos psicológicos del período refractario. Revisión psicológica, 104, 749-791.
  • Moratal, C., Huertas, F., Boltá, R. S.; Zahonero, J. y Lupiáñez, J. (2008). Las habilidades sociales en relación con el perfil atencional en fútbol base [Social abilities related to attentional profile in football players]. IV Congreso Internacional y XXV Nacional de Educación Física. Universidad de Córdoba.