Educación y sueño, más que una comparación, estas dos dimensiones son la base para un correcto aprendizaje y rendimiento escolar. En la actualidad, existe una premisa segura: dormir mal afecta directamente el rendimiento en cualquier actividad. Esto, además de estar respaldado por la ciencia, lo experimentamos diariamente en nuestra vida. Más allá de dicha premisa tan conocida, cabe cuestionar… ¿Por qué se produce este efecto? ¿Mis hijos o alumnos duermen lo suficiente? O aún mejor, ¿dormir lo suficiente alcanza si la calidad es mediocre? Parecen preguntas sencillas, pero para cualquier padre, estudiante o profesional, es difícil dilucidar si la balanza entre calidad y tiempo está siendo funcional con respecto al aprendizaje.
Sueño y aprendizaje en educación: Principales efectos de un mal sueño
Para comenzar, las parasomnias (activaciones repentinas del sistema nervioso) como el sonambulismo o los despertares nocturnos, son muy comunes en los niños. Estas afecciones del sueño son benignas y tienden a corregirse con el tiempo y la maduración del sistema nervioso. Así mismo, cuando síntomas de mal sueño se prolongan por el anclaje de hábitos deficientes, estamos frente a un problema.
Se ha demostrado que un sueño deficiente afecta directamente el rendimiento escolar de los niños. De hecho, en un estudio realizado por Cladellas y colaboradores (2014), aquellos pequeños con menos horas de sueño o con hábitos irregulares, tuvieron peores resultados en todas las pruebas de desempeño.
¿Cómo detectar un mal sueño? El rendimiento escolar no es el único indicador
Si un niño tiene un desempeño deficiente a nivel académico y, además, solemos verlo cansado y con alteraciones en la atención, estamos hablando de una situación típica de mal sueño. Ahora bien, en otras situaciones, un mal sueño puede expresarse a través de la alteración de las habilidades sociales o la coordinación motora.
En definitiva, un descanso deficiente afecta de manera global el desempeño cognitivo. Por tanto, aquellas situaciones que demanden un alto rendimiento, como el juego o intercambio social, también suelen verse afectadas.
Educación y sueño: Herramientas para la detección de alteraciones
Los signos más claros de detección de problemas del sueño, dentro de la educación, son los más evidentes a la vista. Si un niño se duerme en clase, tiene un caminar un tanto errático, le cuesta prestar atención y/o no suele contestar como se esperaría, estamos hablando de un trastorno del sueño. Así mismo, es necesario confirmar dichas sospechas. Las principales herramientas son:
- Entrevista con padres
- Evaluación rápida: Test de trastornos del sueño de Bruni (Sleep Disturbance Scale for Children, SDSC, en inglés)
- Informes de técnicos
Por otro lado, los principales motivos de una alteración del sueño en niños de edad escolar son:
- Malos hábitos del sueño
- Falta de rutinas pre-sueño
- Existencia de actividades vigorosas de una a dos horas previas al sueño
- Falta de siestas
- Problemas emocionales como la separación de los padres o el nacimiento de un hermano menor
- Malos hábitos alimentarios
- Uso indiscriminado de aparatos tecnológicos
Alteraciones del sueño y rendimiento escolar
Existen diversos tipos de alteraciones del sueño, cada una de ellos con diferencias en el impacto educativo. Entre las principales podemos destacar:
- Inicio y mantenimiento del sueño: Niños a los que les cuesta conciliar el sueño, principalmente por una alta excitación y actividad previa al mismo. Suele estar correlacionado con problemas de ansiedad e hiperactividad.
- Problemas respiratorios: Principalmente, en niños con apnea del sueño o vegetaciones, la mala calidad respiratoria durante el sueño conlleva alteraciones en la oxigenación de la sangre. Esto impacta negativamente en el sueño y la memoria, manifiestándose comúnmente con somnolencia diurna y un notorio descenso en la capacidad de atención.
- Desórdenes en el arousal: La activación arousal puede entenderse como el nivel de activación nerviosa. Durante el sueño, muchos niños no experimentan un descenso en los niveles de detección de un estímulo, teniendo un sueño ligero o actividades motoras estereotipadas como caminar o hablar. Es el resultado de una excesiva exposición a estímulos y un ambiente poco propicio para el sueño.
- Alteraciones del tránsito sueño vigilia: En este caso se hace referencia a muchas parasomnias como la parálisis del sueño o los terrores nocturnos. Existen fallos en los mecanismos de transición, produciendo experiencias angustiosas que pueden fomentar una asociación negativa del sueño. Los menores suelen presentarse temerosos y con miedo excesivo.
- Hiperhidrosis del sueño: Hablamos de niños con excesivos sudores o necesidad de ir al baño en la noche. Esto lleva a una mala calidad del sueño por la alteración de la regulación de la temperatura corporal y los constantes despertares para ir al baño.
- Somnolencia excesiva: Uno de los síntomas más comunes de un descanso deficiente en términos de calidad. Estos niños presentan conductas de cansancio excesivo durante el día, como dormirse en clase o mirando la televisión.
Psicoeducación: Prevención en educación y sueño
Pongamos a punto dos situaciones. La primera, un niño que come tarde, no duerme la siesta y utiliza su móvil o tablet hasta que se duerme. La segunda, un niño que cena liviano, tiene una rutina pre-sueño y no utiliza aparatos tecnológicos una hora antes de dormir.
¿Cuál es la principal diferencia? El primero se dormirá cuando su cerebro se encuentre exhausto, sin haber pasado por fases previas de relajación, mientras que el sistema nervioso del segundo identificará la acciones previas, produciéndose un descenso en la actividad nerviosa.
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Principales herramientas de higiene del sueño
La diferencia es muy clara y las consecuencias, a pesar de que no son tan obvias, se hacen evidentes a largo plazo a través de la consolidación de un mal sueño que produce estragos cognitivos en la adolescencia y adultez. Es responsabilidad de los adultos, tanto en el ámbito familiar como educativo, fomentar una buena higiene del sueño. Las principales premisas al respecto serán:
- Rutinas pre-sueño: Después de cenar, el pequeño debe tener un orden en las actividades previas al momento de acostarse. Esto favorecerá el descenso en la actividad de la vigilia y predispondrá al menor a conciliar el sueño de manera más eficiente.
- Hábitos constantes: Lo más deseable es que los niños duerman en su cama de manera individual, acostándose todos los días a la misma hora. Además, las actividades dentro del cuarto deben limitarse a las de dormir. Es esencial que se logre identificar un lugar y momento concreto para el descanso.
- Alimentación: La ingesta de alimentos en la noche debe ser liviana ya que el cuerpo no necesitará de tantos nutrientes para una actividad de baja demanda metabólica como dormir. A su vez, se recomienda la ingesta limitada de líquidos.
- Fomentar las siestas (nunca mayores a 45 minutos): Es necesario que existan espacios de descanso intermedios, sin que se llegue a consolidar un ciclo de sueño entero.
Rendimiento escolar, sueño y tecnología
Tanto los dispositivos móviles como la televisión, pueden ser una gran fuente de interferencia para el sistema nervioso durante el sueño. Mismamente, un adulto puede necesitar dormir con la televisión encendida si se acostumbró a ello toda su vida (no es sano), pero fomentar ese hábito en un niño es un error. Esto se puede corregir implementando otras actividades como la lectura o la preparación de cosas para el día siguiente. El uso de tecnología debe restringirse una hora a dos antes de irse a la cama.
Conclusión
El objetivo de esta nota es la concientización sobre el impacto de un mal descanso en el rendimiento escolar, dado que la evidencia respalda un descenso en las funciones ejecutivas y, por tanto, en el aprendizaje. Por ese motivo, sueño y educación son dos áreas que no pueden tomarse de forma separada. La identificación y corrección de dichas conductas desadaptativas, que en la mayoría de casos se vinculan a malos hábitos, es un factor fundamental en el desarrollo.
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