Desde la filosofía antigua hasta la neurociencia contemporánea, el hedonismo ha ocupado un lugar central en los debates sobre la felicidad, el bienestar y el sentido de la vida. Muchas veces, simplificado como el deseo de evitar el dolor y maximizar el placer, ha sido criticado por su supuesta superficialidad. Sin embargo, investigaciones recientes invitan a explorar si una vida orientada hacia el goce puede tener efectos positivos sobre la salud mental. A continuación, examinaremos los fundamentos filosóficos de este concepto, así como también su relación con el bienestar y la salud mental desde la neurociencia afectiva.
Primero que nada, ¿qué es el hedonismo?
El término proviene del griego “hēdonē”, que significa placer. Lejos de limitarse a una búsqueda hedonista del goce sin restricciones, la tradición filosófica ha ofrecido múltiples matices.
En efecto, el concepto se ha diversificado con el tiempo. Va desde el hedonismo ético de Bentham, que planteaba maximizar la felicidad del mayor número de personas, hasta concepciones más centradas en el bienestar individual desde enfoques profundamente egoístas (Hanel, 2023).
Dentro de esta diversidad, el hedonismo motivacional sostiene que nuestras acciones están guiadas por el deseo de obtener placer y evitar el dolor. El hedonismo normativo, en cambio, defiende que la búsqueda del placer constituye el propósito último de la vida humana. Finalmente, el hedonismo nihilista adopta una postura más radical: al asumir que la existencia carece de sentido, propone disfrutar sin atender a las consecuencias.
¿Cómo podemos pensarlo hoy?

En el contexto contemporáneo, adquiere nuevas formas de expresión. Lejos de ser una simple búsqueda de placer inmediato, el hedonismo se entrelaza con discursos sobre autocuidado, consumo, productividad y salud mental. Por un lado, persiste una lógica individualista que impulsa la gratificación personal como horizonte de sentido, muchas veces promovida por la cultura del bienestar y las redes sociales. Por otro, emergen enfoques que recuperan una dimensión ética del placer, asociándolo al bienestar colectivo y a prácticas que favorecen la vida compartida.
Esta tensión revela que el hedonismo actual no es unívoco ni superficial. Más bien, nos invita a preguntarnos cómo definimos el placer, qué valor le asignamos en nuestras vidas y de qué manera es capaz de articularse con una vida psicológicamente saludable.
Hedonismo y salud mental: Conexiones de la neurociencia
Desde la neurociencia afectiva, el placer (valencia positiva) y el displacer (valencia negativa) son considerados procesos centrales en la experiencia emocional. Los estados hedónicos no solo guían decisiones inmediatas, sino que también modulan procesos fundamentales como el aprendizaje, la memoria y la toma de decisiones.
Se ha demostrado que el placer activa circuitos específicos como el núcleo accumbens, la corteza orbitofrontal y el área tegmental ventral. Al mismo tiempo, el displacer recluta estructuras como la amígdala y la corteza cingulada anterior.
En ese sentido, experimentar cualquiera de estas dos sensaciones no es algo trivial. Forma parte de los mecanismos básicos que nos permiten responder adecuadamente al entorno, al facilitar respuestas rápidas y eficientes frente a estímulos con valor afectivo (Becker, 2019).
Ubiquémoslo en un contexto: Subjetividad, hedonismo y salud mental

Concomitantemente, la experiencia del placer no depende solo de estímulos externos, sino también de cómo el cerebro los interpreta según el contexto y el estado emocional. Tanto es así que la activación del sistema de recompensa varía de forma considerable entre distintas personas. En consecuencia, se explica por qué una misma situación (como escuchar música, recibir afecto o contemplar una obra de arte), puede ser intensamente gratificante para algunos y poco significativa para otros (Becker, 2019).
¿Un falso dilema?
Por otra parte, creemos que vale la pena hablar sobre una marcada distinción que se hace frecuentemente en el estudio del hedonismo y el bienestar emocional. La misma, muy resumidamente, establece una diferencia entre placer (hedonia) y sentido (eudaimonía). El primero se vincula con experiencias gratificantes a corto plazo, como la relajación.
Por contraparte, el segundo remite a actividades que implican compromiso, desarrollo personal y conexión con otros. Sin embargo, aunque a menudo se han considerado enfoques distintos, ambos pueden convivir y potenciarse mutuamente.
Profundicemos en esta complementariedad
No solo tiene fundamento teórico, sino también respaldo empírico. En particular, un estudio realizado con estudiantes universitarios mostró que quienes combinaban motivaciones orientadas al disfrute, con otras centradas en el desarrollo personal y el compromiso, obtenían mejores promedios académicos y presentaban niveles más bajos de estrés y síntomas depresivos. En contraposición, quienes se guiaban solo por la búsqueda de placer, tendían a registrar peores indicadores de bienestar y rendimiento (Kryza-Lacombe, 2019).
Hedonismo y salud mental en la práctica clínica
Más que influir solo en el rendimiento académico, las diferentes motivaciones también mostraron un impacto notable en la salud mental de los estudiantes. Aquellos que orientaban su vida hacia metas con significado personal, como el crecimiento o la búsqueda de propósito, tendían a experimentar menos síntomas de ansiedad, estrés y depresión.
En efecto, dichas metas actuaban como una fuente de estabilidad emocional frente a las demandas del entorno. En cambio, los estudiantes centrados únicamente en el disfrute inmediato, además de carecer de estos efectos protectores, también mostraban una mayor vulnerabilidad emocional y menor capacidad de afrontamiento (Kryza-Lacombe, 2019).
La paradoja del hedonismo: Cuando nos alejamos de la felicidad

Tanto es así, que podríamos afirmar que, cuando el placer se persigue de forma obsesiva y como fin en sí mismo, es capaz de generar el efecto contrario al buscado. La llamada “paradoja hedonista” describe cómo al intentar capturar esta sensación de manera directa, tiende a volverse esquivo y a provocar una sensación de “vacío” o insatisfacción persistente.
Uno de los mecanismos que explican el fenómeno es la habituación: a medida que una experiencia placentera se repite, su capacidad para generar disfrute disminuye progresivamente. Por ende, más que buscar el placer como único objetivo, resulta más efectivo involucrarse en actividades significativas, donde el disfrute aparezca como resultado natural del compromiso con aquello que brinda valor personal (Hanel, 2023).
Placer, displacer y trastornos mentales
Distintos estudios en neurociencia han mostrado que los sistemas cerebrales vinculados al placer pueden alterarse en diversos trastornos psicológicos. En cuadros como la depresión, los trastornos por consumo de sustancias o la esquizofrenia, las mencionadas disfunciones se expresan en una pérdida del interés por actividades que antes resultaban gratificantes, lo que da lugar a estados de anhedonia o apatía persistente.
Además, se ha observado que el placer y el displacer no operan simplemente como polos opuestos, sino que, en ocasiones, se presentan de forma simultánea y afectan mutuamente la experiencia emocional. Lo anterior, sugiere que no basta con reducir el malestar; también es importante generar condiciones que favorezcan experiencias placenteras adaptativas. En ese sentido, promover actividades que despierten satisfacción, aunque sea de manera gradual, contribuye a la recuperación emocional en ciertos trastornos psicológicos (Becker, 2019).
Claves del hedonismo para la salud mental
El hedonismo, lejos de reducirse a una simple búsqueda del placer, es un concepto complejo que ha evolucionado desde sus raíces filosóficas hasta convertirse en un tema relevante en el estudio del bienestar psicológico. Nos invita a pensar en cómo equilibramos el disfrute inmediato con metas más profundas y duraderas. Lejos de oponerse, el placer y el sentido pueden complementarse. Mismamente, la evidencia propone que integrar ambos tipos de motivación favorece una experiencia de vida más coherente y satisfactoria.
En tiempos marcados por el agotamiento emocional, la exigencia constante y el aumento de los trastornos relacionados con el estrés, repensar el lugar del placer cobra especial relevancia. No se trata de promover una visión superficial del bienestar. La clave será reconocer que el placer cultivado con conciencia es un factor protector frente al malestar psíquico. Entonces nos preguntamos, ¿de qué manera podríamos convertir el disfrute en una forma legítima de cuidado emocional?
Referencias bibliográficas
- Becker, S., Bräscher, A. K., Bannister, S., Bensafi, M., Calma-Birling, D., Chan, R. C. y Wang, Y. (2019). The role of hedonics in the Human Affectome. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 102, 221-241. https://doi.org/10.1016/j.neubiorev.2019.05.003
- Kryza-Lacombe, M., Tanzini, E. y O’Neill, S. (2019). Hedonic and eudaimonic motives: Associations with academic achievement and negative emotional states among urban college students. Journal of Happiness studies, 20, 1323-1341. https://doi.org/10.1007/s10902-018-9994-y
- Hanel, P. H. P., Tunç, H., Bhasin, D., Litzellachner, L. F. y Maio, G. R. (2024). Value fulfillment and well-being: Clarifying directions over time. Journal of personality, 92(4), 1037-1049. https://doi.org/10.1111/jopy.12869