En la era del deslizamiento constante, las pantallas se han vuelto el escenario donde transcurre gran parte de la vida. El microentretenimiento y los videos ultracortos de las redes sociales nos exponen a una corriente interminable de estímulos que nuestra mente intenta procesar sin descanso. Sin embargo, esta conexión permanente no es gratuita: estudios recientes advierten que el exceso de exposición a las plataformas agota nuestros recursos cognitivos. La llamada fatiga digital emerge como un nuevo malestar psicológico que compromete la atención, la memoria y el bienestar emocional. En la presente nota, exploraremos qué revela la ciencia reciente sobre dicho fenómeno, cómo impacta el scroll constante en el cerebro y qué podemos hacer para mitigarlo.

La era de la hiperconectividad

Fatiga digital, scroll y cerebro

Vivimos un tiempo en el que la hiperconectividad se ha vuelto sinónimo de normalidad. Desde que despertamos hasta que dormimos, navegamos por una red de estímulos que exige respuestas inmediatas. Precisamente, la exposición prolongada a este tipo de contenido tiende a modificar nuestra arquitectura cognitiva. Las áreas implicadas en la atención, la memoria de trabajo y la regulación emocional muestran signos de sobrecarga por la continua alternancia entre tareas.

El scroll desmedido, las notificaciones y las recompensas variables estimulan los circuitos dopaminérgicos del cerebro. Ello genera una sensación momentánea de gratificación que refuerza la conducta de revisar el teléfono una y otra vez. Esta dinámica, que parecía inofensiva, altera la forma en que procesamos la información. Por ejemplo, la multitarea online erosiona la capacidad de concentración profunda y contribuye a la fatiga digital, un estado de agotamiento mental caracterizado por confusión, distracción y sensación de sobrecarga (Shanmugasundaram y Tamilarasu, 2023).

Señales del cerebro agotado

En un estudio realizado en Arabia Saudita con más de seiscientos jóvenes usuarios de redes sociales, observaron que el consumo repetido de videos ultracortos predice mayores dificultades para mantener la atención en tareas sostenidas. La mente se adapta a estímulos fugaces y pierde tolerancia al silencio o a la lentitud. El resultado es una forma de atención parcial continua, donde la mente alterna rápidamente entre señales sin procesarlas en profundidad. Con el tiempo, este hábito se traduce en un pensamiento acelerado, disperso y con menor capacidad de control ejecutivo (Alruwaili, 2025).

Por otra parte, en una revisión realizada en India, que reunió más de un centenar de estudios sobre el uso de tecnología digital, advirtió que esta fragmentación cognitiva puede tener consecuencias estructurales. En efecto, la sobreestimulación crónica impacta en las redes neuronales responsables de la autorregulación, debilitando los mecanismos de inhibición y favoreciendo la impulsividad. Lo que antes requería esfuerzo y planificación —como leer, escribir o reflexionar— se ve desplazado por la gratificación inmediata de la próxima señal visual (Shanmugasundaram y Tamilarasu, 2023).

Niebla mental y fatiga cognitiva

Fatiga digital, scroll y cerebro

Por su parte, una investigación realizada en Pakistán amplía esta evidencia al analizar la relación entre tiempo de pantalla, agotamiento psicológico y la niebla mental en una muestra de mil estudiantes universitarios. Los resultados fueron consistentes: un mayor tiempo de exposición digital se asoció con niveles más altos de fatiga y confusión cognitiva. A medida que aumentaban las horas frente a pantallas, los participantes reportaban más dificultades para concentrarse, pensar con claridad o retener información (Naz y Qamar, 2025).

Los autores describen esta niebla mental como un fenómeno que combina cansancio, lentitud de pensamiento y una sensación de “bloqueo”. No se trata solo de distracción: la sobrecarga de estímulos provoca una disminución real en la eficiencia de las redes cerebrales que procesan la información. El cerebro, saturado de señales, deja de priorizar y empieza a responder de forma automática. Dicha pérdida de flexibilidad cognitiva genera frustración, irritabilidad y agotamiento emocional, elementos característicos de la fatiga digital.

Recompensa inmediata y agotamiento emocional

El scroll constante también afecta el equilibrio emocional en el cerebro. Cada deslizamiento ofrece una microrecompensa: un nuevo video, un mensaje o una imagen que activa el circuito dopaminérgico del placer. Sin embargo, como advierten, la exposición constante a recompensas inmediatas termina por desensibilizar el sistema. El placer se vuelve efímero y la motivación dependiente de la respuesta externa (Shanmugasundaram y Tamilarasu, 2023).

Esta dinámica genera un ciclo de búsqueda compulsiva de novedad. Es mediante el scroll donde el cerebro requiere estímulos cada vez más frecuentes para obtener la misma gratificación. En ese proceso, la capacidad para disfrutar de actividades lentas —leer, conversar, pensar— disminuye drásticamente. Consecuentemente, las personas reportan cansancio, ansiedad y una sensación de vacío después de largos períodos de uso, incluso sin haber realizado ninguna tarea exigente.

Un ciclo de dependencia tecnológica

Fatiga digital, scroll y cerebro

Los tres estudios coinciden en que la fatiga digital forma parte de un ciclo de dependencia que afecta al cerebro y al comportamiento. De hecho, el uso intensivo de dispositivos activa circuitos de recompensa similares a los implicados en las adicciones conductuales. Con el tiempo, esto puede alterar el equilibrio entre la corteza prefrontal —encargada de la autorregulación— y el sistema límbico —vinculado al impulso y la emoción— (Shanmugasundaram y Tamilarasu, 2023).

Asimismo, esta alteración se manifiesta en la dificultad para sostener la atención voluntaria, especialmente entre jóvenes expuestos a microcontenidos. El desplazamiento constante de un estímulo a otro impide la consolidación de la información y genera una impresión subjetiva de agotamiento continuo. Y, además, dicho cansancio no solo afecta el rendimiento académico, sino también el bienestar psicológico general (Alruwaili, 2025; Naz y Qamar, 2025).

Limitaciones y matices

A pesar de la consistencia entre los hallazgos, los autores advierten limitaciones importantes. La mayoría de los estudios son correlacionales y se centran en poblaciones jóvenes, por lo que no establecen causalidad ni pueden generalizarse a otros grupos etarios. Además, las mediciones de tiempo de pantalla suelen basarse en autoinformes, lo que introduce sesgos de memoria o deseabilidad social.

Asimismo, los efectos psicológicos varían según el contexto cultural, el tipo de dispositivo y la naturaleza del contenido consumido. No es lo mismo una jornada laboral frente al ordenador que el consumo recreativo en redes sociales. Los investigadores coinciden en la necesidad de ensayos longitudinales y con técnicas de neuroimagen que permitan observar cómo cambia el cerebro con la exposición prolongada al scroll.

Cuidar la mente en tiempos hiperconectados

La fatiga digital no es una metáfora, sino una respuesta neuropsicológica ante la estimulación constante. La evidencia indica que nuestra mente necesita pausas, silencio y atención sostenida para funcionar de manera óptima. Sin embargo, las dinámicas actuales nos empujan a un estado de hiperalerta permanente, donde descansar parece un lujo.

Frente a ello, los expertos proponen diversas estrategias para mitigar los efectos. Por ejemplo, establecer horarios sin pantallas, practicar mindfulness y priorizar actividades que involucren contacto real con el entorno. Reaprender a aburrirse, a detener el deslizamiento desmedido y a reconectar con los ritmos naturales del pensamiento podría ser la mejor vacuna contra el agotamiento contemporáneo. En un mundo que no deja de moverse, detenerse es, quizás, el acto más revolucionario.

Referencias bibliográficas

  • Alruwaili, R. F. (2025). Scroll immersion and short-form video use: Predictors of attention, memory, and fatigue among Saudi social media users. Acta Psychologica260, 105674. https://doi.org/10.1016/j.actpsy.2025.105674
  • Naz, I. y Qamar, A. (2025). The silent strains and blurred minds: a study of digital screen time, mental fatigue and brain fog among university students. Journal of Regional Studies Review4(2), 71-79. https://doi.org/10.62843/jrsr/2025.4b111
  • Shanmugasundaram, M. y Tamilarasu, A. (2023). The impact of digital technology, social media, and artificial intelligence on cognitive functions: a review. Frontiers in Cognition2, 1203077. https://doi.org/10.3389/fcogn.2023.1203077