La lectura y escritura son habilidades fundamentales que forman parte de nuestra vida diaria. A diferencia del lenguaje oral, el lenguaje escrito presenta características que hacen que su enseñanza y aprendizaje sean procesos continuos a lo largo de la vida. En este sentido, muchos niños enfrentan dificultades en ello. A continuación, profundizaremos sobre las distintas formas de evaluación del lenguaje escrito, con el objetivo de poder identificar y abordar estas dificultades de manera efectiva.
Antes que nada, ¿qué es el lenguaje escrito?
Cuando hablamos de lenguaje escrito, nos referimos tanto a las habilidades de lectura como de escritura. Esta última es una creación cultural que ha transformado profundamente la vida psicosocial y cognitiva de la humanidad. Así, dicho aspecto social complementa el desarrollo cognitivo individual, ya que la lectoescritura está vinculada con la capacidad de transformar el conocimiento y elaborar pensamiento abstracto.
Veamos un poco sobre cómo se adquiere…
Las reglas del lenguaje escrito difieren de las del oral, lo que hace que su enseñanza sea un proceso distinto. Por su parte, el lenguaje oral se desarrolla naturalmente en los niños a través de la interacción con su comunidad lingüística, adquiriéndose sin esfuerzo y de manera inconsciente.
Así, a una edad temprana los menores, estimulados por su entorno, ya han adquirido gran parte del vocabulario, las estructuras sintácticas y el sistema fonológico de su lengua. En cambio, en el caso del lenguaje escrito, los niños solo lo adquieren gradualmente a medida que son introducidos a un aprendizaje sistemático durante varios años (Echeverría, 2015).
A su vez, durante el proceso de aprendizaje de la lectura, las áreas corticales encargadas de funciones más básicas se reorganizan para desarrollar habilidades que requieran un mayor nivel de complejidad. De esta manera, la alfabetización tiene un impacto en la organización cerebral al crear y automatizar una conexión eficiente entre la visión y el lenguaje (Jiménez, 2019).
¿Qué componentes son relevantes al evaluar el lenguaje escrito?
Para lograr la lectura, existen dos componentes principales que interactúan entre sí: la lectura de palabras y la comprensión oral. La primera de ellas incluye la decodificación de las mismas, es decir, reconocer automáticamente palabras familiares, o convertir cada grafema (letra) en un fonema (sonido), así como también las habilidades de conciencia fonológica. La comprensión, por su parte, incluye el vocabulario, la sintaxis, semántica, razonamiento verbal y conocimientos literarios.
Sin embargo, cabe destacar que la forma en que dichos componentes se relacionan para extraer el significado de un texto es compleja, y varía en función de múltiples factores. Algunos de ellos son el momento evolutivo y las habilidades cognitivas del lector, su cociente intelectual (CI), las características ortográficas del idioma, la fluidez lectora, entre otros.
La fluidez lectora: Un aspecto fundamental
Dentro de este concepto se incluye tanto la velocidad de lectura como la precisión y expresividad de la misma, y es un componente primordial a la hora de evaluar el lenguaje escrito. Lo anterior es especialmente relevante, ya que ha demostrado ser un prerrequisito para la comprensión lectora, gracias a la liberación de recursos cognitivos para dirigir la atención a aquello que se lee (Jiménez, 2019).
¿Y qué pasa con la escritura?
Al igual que la lectura, la escritura no es una habilidad natural, pues se necesita una enseñanza sistemática, que generalmente se proporciona en la escuela. Así como en la lectura se distingue entre reconocer palabras y comprender el texto, en la escritura se diferencia entre escribir palabras y crear un texto con intención comunicativa, lo cual es más complejo (Defior, 2015).
Si quieren aprender a escribir, los niños deben tener en cuenta varios puntos. Por ejemplo, la dirección de la escritura, cómo organizar las letras, las reglas de correspondencia entre sonidos y letras, los signos de puntuación y las reglas de acentuación.
Adicionalmente, también deben aprender palabras que tienen reglas inconsistentes, donde un mismo sonido puede escribirse de diferentes maneras (como cuándo usar “b” o “v”). En último lugar, no debemos olvidar que la escritura manual incluye un componente motor, por lo que es necesario tener presente que las dificultades pueden surgir en cualquiera de estos aspectos.
Técnicas para evaluar el lenguaje escrito
Como se mencionó, la lectura es uno de los pilares más importantes del aprendizaje, ya que su correcto dominio permite la comprensión y adquisición de nuevos conocimientos. Además de su impacto crítico en el ámbito académico, los problemas en la lectorescritura pueden desencadenar o reforzar problemas emocionales y conductuales secundarios. Es por esta razón que se han desarrollado múltiples técnicas en español para evaluar el lenguaje escrito, con especial énfasis en la lectura y detección de sus dificultades de aprendizaje, como por ejemplo la dislexia.
Algunos ejemplos: El Test LEE y la batería PROLEC
Una de las baterías más reconocidas en español es el Test LEE (Test de lectura y escritura en español), diseñado para estudiantes de 1º a 4º de educación primaria. Se centra en evaluar el reconocimiento de palabras y la comprensión lectora a través de subpruebas que verifican procesos clave según estudios científicos. Dentro de estas se incluyen actividades de lectura de palabras y pseudopalabras, frases y textos. Asimismo, el test ofrece la posibilidad de usar dos subpruebas complementarias que miden aspectos estrechamente relacionados con la lectura. Son especialmente útiles para precisar el diagnóstico de aquellos niños que presentan muchas dificultades en la adquisición inicial del alfabeto. Finalmente, se incluye una tarea sobre conciencia fonémica y otra de conocimiento de letras (Defior et al., 2006).
Por otro lado, la batería PROLEC (Batería de evaluación de los procesos lectores, revisada) también es ampliamente utilizada y consta de nueve tareas que exploran procesos lectores, desde los más básicos hasta los más complejos. Estas tareas abarcan la identificación de letras, el reconocimiento visual de palabras, procesos sintácticos y la comprensión semántica. En cada una se miden tanto el número de aciertos como el tiempo empleado, destacando que los buenos lectores son más precisos y rápidos, mientras que aquellos con dificultades suelen cometer más errores o tardar más en completar las tareas. Si bien su ámbito de aplicación es de los 6 a 12 años, existe una versión para edades más avanzadas. La misma abarca hasta cuarto año de secundaria, y su nombre es PROLEC SE. Como novedad, estas herramientas también incluyen recomendaciones para la intervención (Cuetos et al., 2007).
Evaluando la escritura…
Por otro lado, la evaluación de los procesos de escritura ha recibido escasa atención. Algunos cuestionarios estandarizados en español incluyen el PROESC, el PROESCRI (Artiles y Jiménez, 2007) y otras pruebas dentro de baterías más amplias. Otro ejemplo es el test LEE mencionado con anterioridad, que evalúa la escritura mediante las 2 subpruebas de dictado de palabras y pseudopalabras.
Ahora, además de usar cuestionarios, es recomendable realizar una evaluación detallada de la escritura para identificar la dificultad específica en cada caso. Dependiendo del objetivo, las pruebas no estandarizadas que evalúan habilidades grafomotrices o escritura al dictado podrían ser más útiles. Dada la importancia de la segmentación de frases en palabras y de estas en unidades, es necesario evaluar si las habilidades de conciencia fonológica están bien desarrolladas. Por último, es fundamental considerar tanto los aspectos cuantitativos como los cualitativos.
Conclusión
El lenguaje escrito requiere un aprendizaje sistemático y se basa en el dominio de las habilidades de decodificación de palabras y la comprensión lectora. Para evaluarlas existen herramientas como el Test LEE y la batería PROLEC, que analizan desde la identificación de letras hasta la comprensión semántica. Siendo evaluaciones clave para detectar dificultades y orientar intervenciones efectivas en el lenguaje escrito.
Para concluir, podemos afirmar que detectar con precisión las dificultades en lectura y escritura es un aspecto clave para diagnósticos acertados que permitan diseñar abordajes específicos y aborden las necesidades de cada estudiante. En este sentido, una intervención oportuna no solo mejora el rendimiento académico, sino que también fortalece la confianza y el bienestar emocional del alumno.
Referencias bibliográficas
- Cuetos, F., Rodríguez, B., Ruano, E. y Arribas, D. (2007). PROLEC-R: Batería de evaluación de los procesos lectores, revisada. TEA Ediciones.
- Defior, S., Fonseca, L. y Gottheil, B. (2006). LEE: Test de lectura y escritura en español. Paidós.
- Defior, S., Serrano, F. y Gutiérrez, N. (2015). Escritura de palabras. En J. A. Jiménez (Ed.), Dificultades específicas de aprendizaje (pp. 157-181). Editorial Síntesis.
- Echeverría, A. V. (2015). Manual de introducción a la psicología cognitiva. Comisión Sectorial de enseñanza.
- Jiménez, J. (2019). Modelo de respuesta a la intervención y lectura: Principales habilidades y detección temprana. En Modelo de respuesta a la intervención (1.a ed., pp. 45-67). Editorial Pirámide.
- Ramos, J. L. y Cuetos, F. (2005). PROLEC-SE: Evaluación de los procesos lectores. TEA Ediciones.