Algunas conductas generan una respuesta emocional inmediata y visceral difícil de ignorar. Más allá de su legalidad o consecuencias, hay actos que simplemente nos generan rechazo. Esta reacción, en apariencia instintiva, ha captado el interés de filósofos, psicólogos y neurocientíficos por igual. ¿Qué papel cumple en la vida moral de las personas? ¿Puede guiarnos éticamente o solo entorpecer nuestras decisiones? A continuación, exploramos qué revela la neurociencia sobre el asco moral y su influencia en nuestro juicio.
Asco moral y neurociencia: Más allá del cuerpo
El asco, como emoción básica, ha evolucionado para protegernos de amenazas físicas como alimentos contaminados o enfermedades. Sin embargo, los seres humanos también experimentan una forma más elaborada: el asco moral. Dicha variante no responde a sustancias nocivas, sino a transgresiones éticas como el abuso, la traición o la injusticia.
Autores como Paul Rozin y sus colegas distinguieron entre el “asco básico”, vinculado al rechazo de contaminantes físicos, y el “moralizado”, que aparece ante violaciones normativas. En este caso, la reacción no se produce por la proximidad de un agente infeccioso, sino por la percepción de que una conducta viola lo que consideramos valioso o digno.
Aunque la mencionada emoción parezca intuitiva, su legitimidad ética ha sido discutida intensamente. En efecto, algunos filósofos argumentan que el asco moral puede ser irracional, incluso peligroso. Aun así, otros autores sostienen que el desagrado podría ser una herramienta válida para señalar actos aberrantes que atentan contra la dignidad humana. Profundicemos un poco más.
La relación entre emoción y moralidad
Durante décadas, el juicio ético fue entendido como un proceso puramente racional. No obstante, las investigaciones contemporáneas en neurociencia y psicología han desafiado esta visión en relación con el asco moral. Tanto es así que estudios recientes muestran que las emociones desempeñan un rol fundamental en nuestras decisiones éticas, incluso antes de que intervenga el razonamiento consciente.
En tal sentido, distintas investigaciones en neurociencias explican que el asco moral aparece como una reacción automática que es capaz de influir poderosamente sobre lo que consideramos correcto o incorrecto. Ahora bien, ¿qué ocurre en el cerebro cuando experimentamos dicha emoción?
Explorando la neurobiología del asco moral
El estudio de las emociones morales ha cobrado fuerza gracias al avance de las técnicas de neuroimagen. En este contexto, las investigaciones identificaron un circuito cerebral especializado en el procesamiento de estímulos morales, en el cual el asco ocupa un lugar central (Ostrosky-Solís y Vélez García, 2008).
Según los trabajos de Moll y colegas, la evaluación de situaciones con carga moral activa regiones como la corteza prefrontal medial, el surco temporal superior, la ínsula, la amígdala y el precúneo. Tales áreas participan en la integración de emociones, el juicio social y la regulación del comportamiento.
En particular, la ínsula se encuentra asociada al procesamiento del asco físico, pero también se activa frente a transgresiones éticas, lo cual sugiere un solapamiento entre ambos tipos de rechazo. Además, la literatura muestra que la corteza orbitofrontal medial responde con mayor intensidad ante estímulos con contenido moral que ante imágenes desagradables.
Evidencia experimental
Por otra parte, un artículo reciente utilizó potenciales evocados para analizar la respuesta cerebral ante juicios morales precedidos por estímulos de asco. Se distinguieron dos tipos de primado emocionales: rechazo físico (como imágenes de suciedad) y moral (como casos de incesto o corrupción) (Tao et al., 2022).
Los resultados del ensayo indicaron que tanto el asco físico como el moral activaron de forma temprana el cerebro, generando respuestas automáticas relacionadas con la atención y la detección de conflicto. Sin embargo, cuando se analizó una etapa más avanzada del procesamiento, se observaron diferencias importantes. En dicha fase, solo el disgusto físico logró aumentar la respuesta cerebral ante actos relacionados con la pureza, mientras que, en cambio, el asco moral no generó un efecto tan fuerte en esa evaluación posterior.
En este sentido, los hallazgos apoyan la llamada “hipótesis de la pureza”. La misma sostiene que el asco influye especialmente en decisiones relacionadas con normas de limpieza moral o corporal, pero no necesariamente en todos los ámbitos morales.
¿Es el desagrado una brújula moral confiable?
Aunque es posible que el desagrado moral refleje una fuerte repulsión ante ciertas injusticias, muchos expertos advierten sobre sus limitaciones como criterio ético. Por ejemplo, algunos subrayan que esta emoción es poco confiable y fácilmente manipulable. En efecto, el asco moral, muchas veces, se basa en asociaciones arbitrarias o juicios culturales, y ha sido históricamente utilizada para justificar la discriminación de grupos estigmatizados.
Además, suele operar de forma jerárquica. Es decir, no solo se rechaza el acto en sí, sino que también se tiende a deshumanizar al sujeto que lo lleva a cabo. Desde una perspectiva liberal, lo anterior resulta problemático, ya que socava el principio de igualdad y dificulta procesos como la rehabilitación o el diálogo.
Pero… ¿Tiene alguna utilidad?
A pesar de las críticas, algunos autores argumentan que el desagrado tendría un rol adaptativo. Como emoción social, permite reaccionar con intensidad ante actos que amenazan el tejido comunitario. En ciertos contextos, sentir asco ante la crueldad o la corrupción puede fortalecer el compromiso moral y la empatía con las víctimas (Salles, 2010).
Desde esta mirada, el problema no es tanto la emoción en sí misma, sino el contexto y situación particular en el cual se produzca. Una sociedad moralmente madura no necesita eliminar el disgusto, sino integrarlo críticamente, reconociendo cuándo refleja un rechazo justificado y cuándo perpetúa exclusiones infundadas.
Posturas ideológicas
Por otra parte, estudios culturales han mostrado que el asco moral no se distribuye de forma homogénea. Investigaciones lideradas por Jonathan Haidt encontraron que las personas con visiones más conservadoras tienden a experimentar mayor sensibilidad ante dicho tipo de emociones, especialmente en relación con normas de pureza y tradición.
En cambio, quienes se identifican con posturas más liberales suelen priorizar valores como el daño y la justicia, y son menos propensos a sentir rechazo frente a conductas que no implican daño directo, aunque se consideren socialmente transgresoras. Lo mencionado ha llevado a pensar que el asco moral forma parte de una matriz emocional que sustenta determinadas visiones del mundo. Entonces, podríamos afirmar que no se trata solo de una reacción espontánea, sino de una emoción que refuerza creencias culturales sobre lo correcto, lo sagrado y lo repulsivo.
Más allá del rechazo: Una emoción que revela
Sin dudas, estamos hablando de una emoción compleja que ha captado el interés de la de muchas disciplinas, sobre todo por su influencia en nuestros juicios éticos. A partir de diversas investigaciones, es sabido que no solo opera en etapas automáticas del juicio, sino que también influye —aunque de forma desigual— en cómo evaluamos distintas transgresiones, especialmente aquellas relacionadas con la pureza.
Sin embargo, más allá de su valor adaptativo o sus riesgos como brújula ética, el asco moral también ofrece una oportunidad: la de interrogarnos sobre los límites de nuestras reacciones emocionales. ¿Qué dice de nosotros aquello que nos repugna? ¿Hasta qué punto la repulsión es un reflejo de principios morales universales, y cuándo es un eco de las creencias culturales o ideológicas? Comprender sus mecanismos puede no solo ayudarnos a tomar decisiones más conscientes, sino también a ejercer una ética más crítica, sensible y abierta al diálogo.
Referencias bibliográficas
- Haidt, J. y Graham, J. (2007). When morality opposes justice: Conservatives have moral intuitions that liberals may not recognize. Social Justice Research, 20(1), 98-116. https://doi.org/10.1007/s11211-007-0034-z
- Ostrosky-Solís, F. y Vélez García, A. E. (2008). Neurobiología de la sensibilidad moral. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, 8(1), 115-126.
- Salles, A. L. F. (2010). Sobre el asco en la moralidad. Diánoia. Revista de Filosofía, LV(64), 27-45.
- Tao, D., Leng, Y., Huo, J., Peng, S., Xu, J. y Deng, H. (2022). Effects of Core Disgust and Moral Disgust on Moral Judgment: An Event-Related Potential Study. Frontiers in Psychology, 13, Article 806784. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2022.806784