La historia de la psiquiatría revela un viaje fascinante de transformación en las concepciones de salud mental. Desde los primeros tiempos, donde se creía en explicaciones místicas, hasta la era moderna marcada por avances científicos, ha habido un cambio de paradigma significativo. La comprensión de los trastornos mentales ha evolucionado desde modelos puramente biológicos hacia enfoques más integradores que consideran la influencia del entorno y los factores psicológicos. Esta evolución refleja un progreso hacia tratamientos más comprensivos y efectivos para quienes enfrentan desafíos de salud mental. En este sentido, las neurosis de angustia marcan un precedente importante en las crisis de pánico actuales, ¿cómo se describieron las neurosis de angustia en el siglo pasado?

En principio, ¿qué son las neurosis?

neurosis de angustia en psiquiatría

Las neurosis representan los hoy llamados trastornos de la personalidad. Así, se definieron como conflictos intrapsíquicos de la forma de ser y estar en el mundo, y estaban caracterizados principalmente por obstaculizar la capacidad de las personas para relacionarse de forma interpersonal.

Más específicamente, en la psiquiatría francesa clásica, se han antagonizado a las neurosis con respecto a las psicosis. A diferencia de estas últimas, las neurosis no provocan una alteración profunda en el sistema de percepción de la realidad del sujeto. Por el contrario, perturban su equilibrio interno y su funcionamiento cotidiano debido a conflictos psicológicos. Y es que, la fisonomía clínica de las neurosis se puede entender desde dos perspectivas principales: los síntomas neuróticos y el carácter neurótico del Yo.

Las características neuróticas

En general, los síntomas neuróticos se manifiestan como trastornos de conducta, sentimientos o ideas, que actúan como mecanismos de defensa contra la angustia interna de la persona. Estos síntomas constituyen un compromiso interno a través del cual el sujeto busca obtener ciertos beneficios secundarios, aunque a menudo a costa de su bienestar general. Por otro lado, el carácter neurótico del Yo se refiere a la dificultad de la persona para establecer relaciones satisfactorias consigo mismo y con los demás.

Además, históricamente, el término neurosis ha sido utilizado para describir trastornos psicógenos. Es decir, aquellos que tienen su origen en factores psicológicos y sociales, en contraposición a los trastornos orgánicos. Dicha distinción ha permitido a los profesionales de la salud mental abordar de manera más precisa y efectiva los diferentes tipos de trastornos mentales que afectan a las personas, alejándose de causas puramente biológicas (Bergeret, 1975).

Las neurosis de angustia: ¿De qué se trata?

Freud describió a las neurosis de angustia bajo el nombre de “neurosis actual” en 1895. Las mismas comprenden comportamientos neuróticos caracterizados principalmente por manifestaciones constantes de angustia. Según la psiquiatría francesa clásica, la angustia se considera influenciada por un desequilibrio en el sistema hormononeurovegetativo.

Así, sugiere una conexión directa entre el sistema nervioso autónomo y el sistema endocrino, con una estrecha relación con los procesos emocionales y la regulación del comportamiento. Tales estados neuróticos se distinguen de los episodios agudos de angustia por presentar una variedad de síntomas que reflejan un estado crónico de ansiedad. Lo mencionado, tanto a nivel fisiopatológico como psicopatológico.

Asimismo, a diferencia de otras formas de neurosis más estructuradas, los estados neuróticos de angustia tienden a ser más cambiantes y menos propensos a desarrollar defensas típicas. Sin embargo, todos los estados neuróticos, ya sea en forma de histeria, de conversión o de neurosis obsesiva, tienen en común este trasfondo de angustia. La neurosis de angustia, en particular, se considera como una etapa inicial en la progresión hacia formas más estables y estructuradas de comportamiento neurótico (Ey, 1979).

Las crisis de angustia: Un componente central

La neurosis de angustia se manifiesta a través de crisis, en un contexto de inestabilidad emocional de base. A su vez, estas crisis principales se presentan como accesos agudos de angustia o crisis emocionales mayores, las cuales no llegan a alcanzar el nivel profundo de desestructuración de la conciencia. Dichas crisis se experimentan como una intensa inquietud interior, con sentimientos de peligro, culpa o inseguridad, y en general, son asociadas a pensamientos recurrentes o situaciones desencadenantes.

Profundicemos en los síntomas de estas crisis

Físicamente, pueden acompañarse de síntomas como palidez, sudoración, dificultad para respirar, taquicardia y trastornos gastrointestinales. Las manifestaciones, muchas veces, también incluyen movimientos involuntarios, llanto, gritos, expresiones de ira o gestos desordenados.

Por otro lado, a nivel psicológico, la persona enfrenta tanto peligros reales como imaginarios, lo que da como resultado un estado constante de angustia y una percepción dolorosa de su propio sufrimiento. Este estado de confusión se experimenta como un período de “niebla”. Allí, la persona se siente atrapada por la intensidad de sus emociones y pensamientos intrusivos (Ey, 2008).

Cuando la ansiedad es crónica

Más allá de las crisis de angustia, cuando la misma se arraiga como un estado persistente, las alteraciones mencionadas anteriormente experimentan cambios debido a su prolongación en el tiempo. En cuanto a las alteraciones psíquicas, las mismas disminuyen. No obstante, la esencia continúa siendo la misma. Es decir, permanecen los sentimientos de espera por el peligro y la perspectiva negativa del futuro, aunque en menor medida.

El miedo se transforma en un estado de perplejidad constante. A modo de ejemplo, Ey (2008) menciona algunas cuestiones clave ¿Qué debo pensar?, ¿qué debo hacer?, ¿qué creer? ¿He arruinado mi vida? Así, se describe que la temática ansiosa gira en torno a sentimientos de inferioridad, mala suerte, debilidad y miedo constante. En cuanto a los trastornos psicosomáticos, los problemas del sueño son frecuentes. Puede haber dificultad para conciliar el sueño debido a la rumiación mental o al insomnio frecuente.

Pero… ¿Existen tratamientos?

En cuanto al tratamiento de la neurosis de angustia, se proponía una combinación de enfoques psicológicos y fisiológicos sedantes. En el caso de la psicoterapia, se consideraba crucial analizar y comprender el estado constante de angustia para poder calmarlo. Así, se recomendaba un estudio exhaustivo de la situación y un diagnóstico de los factores que la causan.

En muchos casos, se creía que la neurosis de angustia estaba vinculada a dificultades actuales en el ámbito sexual, como dinámicas inconscientes de sadismo o masoquismo, así como a conflictos debido a la represión de la agresividad inconsciente. Con la transformación de los paradigmas teóricos en salud mental, hoy se conocen distintas causas, desencadenantes y tratamientos para las crisis de ansiedad. Así, se ha logrado profundizar en dichas afecciones, con el apoyo de evidencia científica y nuevas conceptualizaciones sobre las personas y los malestares humanos, buscando dejar atrás paradigmas rígidos en psiquiatría y psicología.

Conclusión

Si bien las descripciones clásicas proporcionaron una base fundamental para entender la naturaleza y la manifestación de la angustia neurótica, los enfoques modernos han ampliado esta comprensión, teniendo en cuenta una variedad de factores biopsicosociales. En este sentido, creemos que es crucial reconocer la importancia de las descripciones clásicas, ya que proporcionaron el punto de partida para el desarrollo de conceptos más amplios y sofisticados en la psiquiatría contemporánea, permitiendo una mejor comprensión y tratamiento de los trastornos de ansiedad. En último lugar, para aprender más sobre cuadros relacionados y sus bases neuropsicológicas, te recomendamos nuestro curso en ansiedad.

Referencias bibliográficas

  • Bergeret, J. (1975). Manual de psicología patológica. Masson.
  • Ey, H., Bernard, P. y Brisset, C. H. (1979).Tratado de psiquiatría. Masson.
  • Ey, H. (2008). Estudios psiquiátricos. Polemos.