La dismorfofobia es un trastorno mental grave, incapacitante e infradiagnosticado. Un buen afrontamiento del cuadro en atención primaria y secundaria mediante instrumentos de detección breve es clave. Tras esta primera toma de contacto, el tratamiento del trastorno dismórfico corporal se basa en la terapia farmacológica (comúnmente inhibidores de la recaptación de serotonina (IRS)) y la terapia psicológica. Especialmente enfocada en técnicas cognitivo-conductuales unidas a la exposición con prevención de respuesta. Todo ello sin olvidarnos, por supuesto, de la psicoeducación, técnicas de mejora de la motivación, reestructuración cognitiva, reentrenamiento del espejo y entrenamiento de la atención. Veamos un poco más del tratamiento en el trastorno dismórfico corporal.
Trastorno dismórfico corporal: Cuando verse a uno mismo duele
Si bien ya hablamos en otra nota sobre este cuadro, repasaremos algunos conceptos brevemente. El trastorno dismórfico corporal (TDC), anteriormente denominado dismorfofobia, es un trastorno mental caracterizado por preocupaciones debidas al miedo a críticas de otras personas respecto a defectos físicos propios. Ahora, este tipo de defectos percibidos o imperfecciones en la apariencia personal que refiere la persona, a menudo son imperceptibles para los demás.
¿Cómo se manifiesta?
Se ha reportado que las preocupaciones más comunes se relacionan con las características faciales, como la nariz, ojos, piel y cabello. En consecuencia, es frecuente que aparezcan comportamientos repetitivos como ejercitarse en exceso, mirarse al espejo, acicalarse en demasía o evitar ambientes donde se perciba que puede recibir críticas a causa de la imagen corporal.
Así mismo, la angustia y preocupación por el aspecto físico también desencadenan actos mentales. Un ejemplo de ello es la constante comparación de la apariencia propia con la de los demás (Krebs et al., 2017).
Características principales del TDC
Se trata de un trastorno que generalmente aparece en la adolescencia o adultez temprana, producto de la comparación social con modelos o cánones de belleza de medios de comunicación. E incluso determinados estilos de apego por parte de los cuidadores. A su vez, suele causar un incremento en el riesgo de suicidio de las personas que lo padecen. Esto se debe al alto deterioro de la calidad de vida y relaciones sociales (Bell y Rushforth, 2010).
Con respecto a su prevalencia, muestra predominio en hombres. Sobre todo, en la dismorfia muscular (anteriormente denominada vigorexia). Subtipo cuyas preocupaciones se dirigen a una supuesta estructura muscular pequeña o enclenque, que puede ser real o imaginaria (APA, 2013).
Comorbilidades del trastorno dismórfico corporal
El trastorno dismórfico corporal aumenta la probabilidad de padecer otros trastornos psicológicos como, por ejemplo, trastornos de conducta alimentaria. Para trabajar en casos de anorexia o bulimia desde una perspectiva interdisciplinaria, te recomendamos nuestro curso de intervención en trastornos de la conducta alimentaria.
A su vez, otros trastornos comórbidos son el trastorno obsesivo compulsivo, trastornos de tipo psicótico o afectivo y trastorno de ansiedad social (también conocido como fobia social). Así pues, la presencia de estos requiere que las intervenciones psicológicas se ajusten a un tratamiento individualizado. A modo de ejemplo, en la terapia cognitivo-conductual, de la que hablaremos a continuación, sería apropiado tener un enfoque jerárquico, donde la condición más severa e incapacitante será priorizada.
Tratamientos eficaces del trastorno dismórfico corporal
En lo que respecta a los tratamientos habitualmente aplicados, estos engloban el tratamiento farmacológico y la terapia psicológica de corte cognitivo-conductual. Demostrando ser eficaces en lograr mejoría terapéutica (Peña-Casquero, 2016). Por una parte, la principal terapia psicofarmacológica consiste en antidepresivos. Especialmente, inhibidores selectivos de recaptación de serotonina (ISRS), como lo son la clomipramina o la fluoxetina, ampliamente conocidos en el tratamiento de trastornos del estado de ánimo.
Con respecto a las opciones terapéuticas, estas varían ampliamente. Incluyendo terapias de restructuración cognitiva, mindfulness, entre otras. Exploremos más sobre ellas.
Reestructuración cognitiva
Esta técnica se basa en aprender a identificar los pensamientos intrusivos de carácter negativo (p. ej., ‘todos me criticarán por el tamaño de mi abdomen’), deteniendo los mismos y sustituyéndolos por otros más realistas. Para ello se utilizan técnicas como autorregistros o parada de pensamiento. En este sentido, el vínculo terapéutico constituye la base de todo el proceso, siendo crucial para que el consultante elabore tareas para casa y practique los conocimientos aprendidos en terapia.
Asimismo, para aquellas tareas que requieran del trabajo del paciente es importante que, como profesionales, llevemos una revisión de sus hábitos diarios a la hora de acometer determinadas conductas repetitivas, rituales o conductas de evitación. Pues, quienes conviven con este trastorno, usualmente están convencidos de la existencia real y la visibilidad de los defectos percibidos. Y, por lo tanto, muestran una comprensión deficiente de los síntomas o no se comprometen con el tratamiento (Schulte et al., 2020).
Técnica del espejo
La práctica de la compasión y la asunción de una postura menos enjuiciadora de sí mismos, hace que los pacientes que han trabajado sus creencias irracionales puedan ponerse frente a un espejo y deshacerse de su imagen personal negativa (Bell y Rushforth, 2010). Para ello, se recomienda la utilización de ejercicios de identificación de figuras de apego seguro (sea real o ficticio), cartas compasivas (incluso dirigidas a uno mismo) y psicoeducación.
Exposición con prevención de respuesta
En cuanto a la exposición con prevención de respuesta, permite que el paciente se exponga a estímulos temidos (p. ej., luces brillantes, espejos, situaciones sociales) previniendo conductas de huida o escape (p. ej., camuflarse, maquillarse en exceso, centrar la atención internamente).
¿Por qué? Huir o evitar situaciones sociales refuerza (recompensa) la conducta, produciendo satisfacción a corto plazo (al evitar un estímulo temido) pero fomentando las consecuencias a largo plazo (Cuevas, Delgado y Escudero, 2017). Si el paciente dispone de elevados niveles de ansiedad al exponerse, por ejemplo, a una reunión social, se suele realizar un entrenamiento previo en imaginación con apoyo del profesional.
Las técnicas mencionadas anteriormente, suelen complementarse con aquellas enfocadas en la respiración, mindfulness o relajación, así como el entrenamiento en habilidades sociales y práctica de la compasión. De esta manera, se generará mayor confianza (Melic, 2022).
La importancia de un abordaje oportuno en el TDC
El trastorno dismórfico corporal suele ser un cuadro olvidado. Tanto así que, con frecuencia, no es tratado o no es abordado de manera oportuna. Sucede pues que sumado al desconocimiento, las barreras de vergüenza, estigma y discriminación siguen latentes. Sobre todo cuando la mayoría de las personas afectadas perciben su problema como una cuestión física en lugar de psicológica o psiquiátrica, lo que hace que elijan tratamientos cosméticos, empeorando así la situación.
En relación a la problemática expuesta, es sumamente importante destacar la importancia del tratamiento oportuno para el trastorno dismórfico corporal. En definitiva, se trata de un cuadro que impacta significativamente en la calidad de vida de quienes conviven con él. Por tal motivo, debemos continuar informando respecto de su sintomatología con el objetivo de identificarlo de manera temprana.
Referencias bibliográficas
- American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). https://doi.org/10.1176/appi.books.9780890425596
- Bell, L. y Rushforth, J. (2010). Superar una imagen corporal distorsionada: Un programa para personas con trastornos alimentarios. Alianza Editorial.
- Castle, D., Beilharz, F., Phillips, K. A., Brakoulias, V., Drummond, L. M., Hollander, E., Ioannidis, K., Pallanti, S., Chamberlain, S. R., Rossell, S. L., Veale, D., Wilhelm, S., Van Ameringen, M., Dell’Osso, B., Menchon, J. M. y Fineberg, N. A. (2021). Body dysmorphic disorder: a treatment synthesis and consensus on behalf of the International College of Obsessive-Compulsive Spectrum Disorders and the Obsessive Compulsive and Related Disorders Network of the European College of Neuropsychopharmacology. International clinical psychopharmacology, 36(2), 61-75. Doi: 10.1097/YIC.0000000000000342
- Cuevas, C., Delgado, P. y Escudero, S. (2017). Cognitive-behavioural therapy and recovery of a delusional dysmorphophobia case. Psicothema, 29, 23-8. Doi: 10.7334/psicothema2016.4
- Krebs, G., Fernández de la Cruz, L. y Mataix-Cols, D. (2017). Recent advances in understanding and managing body dysmorphic disorder. Evidence-based mental health, 20(3), 71-75. Doi: 10.1136/eb-2017-102702
- Melic, Á. (2022). Terapia on-line de paciente adulto con trastorno dismórfico corporal con comorbilidad de trastorno de ansiedad social [Trabajo final de máster no publicado]. Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA).
- Schulte, J., Schulz, C., Wilhelm, S. y Buhlmann, U. (2020). Treatment utilization and treatment barriers in individuals with body dysmorphic disorder. BMC Psychiatry, 20(1), 1–11. Doi: 10.1186/s12888-020-02489-0