En las últimas décadas, se ha producido un aumento de las tasas de incidencia y prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA). De hecho, en los países desarrollados, o en vías de desarrollo, este tipo de desórdenes conlleva un problema de salud pública. En esta nota veremos un poco más sobre los TCA, como el trastorno por atracón, anorexia y bulimia nerviosa, y señalaremos los factores de riesgo que aumentan su desarrollo. Incidiendo, especialmente, en que tales factores son aquellos que preceden y predicen prospectivamente un resultado, y no simplemente se asocian a este.
Antes que nada… ¿Qué son los trastornos de la conducta alimentaria?
Los TCA se caracterizan por una alteración persistente de la conducta relacionada con el hecho de alimentarse, que impacta negativamente sobre la salud y las capacidades psicosociales de aquellos que los padecen.
Así mismo, se consideran enfermedades psiquiátricas de una gran variabilidad en su presentación y gravedad, con gran repercusión nutricional. Un aspecto que condiciona diferentes planteamientos terapéuticos, haciéndose indispensable un enfoque multidisciplinar.
Anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y trastorno por atracón
Diagnóstico y algunas características
Estos tres cuadros constituyen entidades sobre enfermedades diagnósticas diferenciadas en la última edición del Manual de diagnóstico y estadístico de los desórdenes mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition, DSM-5, en inglés).
Para la anorexia nerviosa, por ejemplo, se establecen tres criterios, siendo el primero la restricción excesiva de la ingesta en relación a los requerimientos nutricionales, lo que determina un peso corporal significativamente bajo para la edad, sexo y estado de salud.
El segundo refiere al miedo intenso a ganar peso, incluso estando por debajo del peso normal.
Y, la última premisa es la alteración de la percepción del peso o la imagen corporal, exageración de la importancia en la autoevaluación o negación del peligro que comporta el bajo peso corporal (Gómez et al., 2018).
En la bulimia nerviosa existen 3 características fundamentales, los episodios recurrentes de atracones, comportamientos compensatorios inapropiados y recurrentes para evitar un aumento de peso y la autoevaluación influenciada indebidamente por el peso y la constitución corporal.
En este caso, los episodios de atracones y conductas compensatorias tienen lugar como promedio una vez por semana (en lugar de dos, como se definía en la antigua edición del manual), mantenidos durante un periodo de al menos 3 meses.
La definición de atracón se caracteriza por una ingesta excesiva de alimentos durante un corto periodo de tiempo de, al menos, 2 horas en cantidad superior a la que la mayoría de las personas ingerirían en un tiempo similar y en las mismas circunstancias. Existiendo una sensación de pérdida de control sobre la ingesta de alimentos.
Algunas diferencias
- El inicio de la bulimia nerviosa es más tardío que el de la anorexia nerviosa.
- La dieta en la anorexia nerviosa es restrictiva, mientras que en la bulimia nerviosa es variable.
- En la bulimia nerviosa hay más impulsividad que en la anorexia nerviosa.
- En esta también hay mayores antecedentes de obesidad previa que en la anorexia nerviosa.
- Y, además, hay mayor psicopatología asociada que en la anorexia nerviosa.
- El trastorno de atracón se caracteriza por episodios recurrentes de atracones sin comportamientos compensatorios inapropiados asociados.
En este apartado, es muy importante añadir que, según Rosenblum y Venkatesh (2017), la obesidad no es un trastorno mental, sino una afección médica compleja comúnmente evaluada mediante el uso del índice de masa corporal (IMC).
El IMC es un indicador del estado nutricional y calculado a partir del peso corporal en kilogramos dividido por el cuadrado de la talla en metros (IMC= peso (kg)/altura (m2)). Según este índice, un número superior a 30 kg/m2 indica que la persona tiene un problema de obesidad (Rosenblum y Venkatesh, 2017).
Factores de riesgo de algunos trastornos de la conducta alimentaria
Idealización de la delgadez
Se ha reportado que la imagen corporal distorsionada o la insatisfacción corporal es un buen predictor de los TCA. Incluyendo las dietas/ayuno en la anorexia y bulimia.
Esto se debe a que la población adolescente es propensa a despreciar un cuerpo con sobrepeso, ya que en la sociedad existe la creencia de que un cuerpo delgado es el ideal (Moreno y Ortiz, 2009).
Por ello, el sobrepeso y la obesidad se configuran como un factor de riesgo importante para el desarrollo de los TCA.
Y es que, al incrementarse el valor del IMC aumenta la distancia entre la figura real y la figura “ideal”, impactando en la imagen corporal (Sevillano y Campos, 2018).
Para esto último, los medios de comunicación (revistas, redes sociales, vídeos…), ambiente social y factores personales desarrollan un papel fundamental. Pues la población adolescente es la más vulnerable por tales medios y estándares de belleza populares, moda, atractivo sexual y rechazo a la gordura. En este sentido, la viralización de contenido que refleja la obsesión cultural por la delgadez puede ser un riesgo para el posterior desarrollo de TCA. Un claro ejemplo de esto es la normalización del consumo de drogas para adelgazar como Ozempic, un compuesto de semaglutida.
Factores personales: Variables psicológicas y entorno
La mayor incidencia de anorexia y bulimia nerviosa se presenta entre las niñas en la fase media y final de la adolescencia y estarían influidas por la trayectoria del proceso de maduración sexual, así como el crecimiento lineal acelerado, dinámica de aumento de peso y desarrollo de la identidad.
Y es que, hemos de tener en cuenta que el colectivo de estudiantes universitarios constituye una población de alto riesgo, debido a las características propias del ciclo de la vida en el que se encuentran y las demandas de la vida universitaria o laboral.
Junto a esto, algunos rasgos de personalidad (así como trastornos psiquiátricos) han mostrado ser predictivos en el desarrollo de síntomas de trastornos de conducta alimentaria como el perfeccionismo, emocionalidad negativa/neuroticismo y/o síntomas depresivos, baja autoestima e impulsividad/urgencia negativa (Gismero González, 2020).
Por otro lado, parece encontrarse que la evidencia de abuso sexual o emocional en la niñez y la adolescencia (experiencias humillantes y degradantes) es un factor de riesgo para la bulimia nerviosa; y la victimización por burlas relacionadas con la apariencia para cualquiera de los TCA (Solmi et al., 2021).
Diferencias de género
Actualmente, no solo afecta a adolescentes de clase alta y excelente rendimiento académico, sino que se presentan en jóvenes de sexo masculino, de diverso nivel socioeconómico, distintas etnias, individuos cada vez menores, y de diferente peso, tamaño y forma corporal.
La incidencia y la prevalencia de los trastornos alimentarios en los hombres están aumentando.
Por un lado, las mujeres presentan mayor obsesión por la delgadez e insatisfacción corporal que los varones. De hecho, las conductas bulímicas estuvieron presentes en menores de 20 años.
Por otro, los varones son más demandantes del ejercicio físico como forma de control del peso (Sevillano y Campos, 2018).
Conclusión
No cabe duda de la importancia de prevenir el desarrollo de estos trastornos ya que muchos factores de riesgo, como los medios de comunicación, están muy presentes actualmente. Sería conveniente también que las familias y los jóvenes recibieran psicoeducación, pues tienen una gran influencia en el desarrollo del autoconcepto y la autoestima, entre otros aspectos.
Seguir investigando sobre estos factores ayudará a mejorar la calidad de los tratamientos y la prevención. Y es que, cuanto mayor sea el conocimiento de los mecanismos implicados en la progresión de estos trastornos, mayor probabilidad habrá de que las intervenciones sean más eficaces. Pues muchos de los datos publicados hasta ahora no se han agrupado en metanálisis que tengan en cuenta el error aleatorio y la heterogeneidad entre diversos estudios. Así como la necesidad de estudios longitudinales. Para trabajar en casos de anorexia o bulimia desde una perspectiva interdisciplinaria, te recomendamos nuestro curso de intervención en trastornos de la conducta alimentaria.
Referencias bibliográficas
- Gismero González, M. E. (2020). Factores de riesgo psicosociales en los trastornos de la conducta alimentaria: una revisión y algunas consideraciones para la prevención y la intervención. Revista de Psicoterapia, 31(115), 33-47. https://doi-org.ezproxy.usal.es/10.33898/rdp.v31i115.354
- Gómez, C., Palma, S., Miján , A., Rodríguez, P., Matía, P., Loria, V. y Martín, Á. (2018). Resumen ejecutivo” Consenso sobre la evaluación y el tratamiento nutricional de los trastornos de la conducta alimentaria: anorexia nerviosa”. Nutrición Hospitalaria, 35(SPE1), 1-10. https://dx.doi.org/10.20960/nh.1819
- Rosenblum, J. y Venkatesh, R. D. (2017). Obesity. The MassGeneral Hospital for Children Adolescent Medicine Handbook. Springer.
- Ramírez, S. C. (2019). Incremento de anorexia en adolescentes de 15 a 19 años de edad pertenecientes al sector socio económico AB de Lima Metropolitana, como consecuencia del fenómeno influencer en Instagram [Tesis de Maestría, Universidad San Ignacio de Loyola (Perú)]. http://repositorio.usil.edu.pe/handle/USIL/8896
- Sevillano, M. J. y Campos, M. C. (2018). Factores de riesgo de los trastornos de la conducta alimentaria [Tesis de Grado, Universidad de Zaragoza]. Repositorio Institucional ZAGUAN – Universidad de Zaragoza.
- Solmi, M., Radua, J., Stubbs, B., Ricca, V., Moretti, D., Busatta, D., Carvalho, A. F., Dragioti, E., Favaro, A., Monteleone, A. M., Shin, J. I., Fusar-Poli, P. y Castellini, G. (2021). Risk factors for eating disorders: An umbrella review of published meta-analyses. Brazilian Journal of Psychiatry, 43(3), 314-323. https://doi.org/10.1590/1516-4446-2020-1099
- Ugarte, C. (2019). Obesidad y trastornos de la conducta alimentaria: un análisis desde las funciones ejecutivas. Revista de Psicoterapia, 30(112), 61-78. https://doi.org/10.33898/rdp.v30i112.291