El deportista, la popular, el estudioso, la responsable, el músico, el mal estudiante, la buena estudiante… Socialmente, atribuimos ciertas características a las personas que nos rodean con el fin de explicar sus conductas o capacidades. No obstante, ¿realmente es correcto utilizar etiquetas? ¿Son construcciones sociales? ¿Existen las etiquetas positivas? ¿Una etiqueta puede marcar expectativas de comportamiento? Estas y otras preguntas las resolvemos a continuación ante el cuestionamiento de las etiquetas y su impacto en el aprendizaje.

¿Qué son las etiquetas?

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Según Hardman et al. (1999), las etiquetas corresponden al proceso por el que la sociedad crea descriptores para identificar a las personas que se apartan significativamente de la norma.

A partir de dicha definición, se destaca que las etiquetas son construcciones sociales debido a que es la sociedad la que crea estas denominaciones para poder evidenciar ciertos comportamientos.

En consecuencia, existen expectativas de comportamiento para dichas personas, donde se espera que los individuos etiquetados se comporten de acuerdo a las características que se les han otorgado.

En otras palabras, las etiquetas vienen a ser aproximaciones descriptivas sobre alguien.

La teoría del etiquetado – Labelling Theory

Esta teoría fue planteada por Howard Becker (1963), sociólogo estadounidense, quien definió tres apuntes importantes sobre las etiquetas.

En primer lugar, que las personas tienden a comportarse de la forma en que son etiquetadas. En segundo lugar, que el etiquetar puede conducir a la estigmatización. Por último, apunta que la sociedad tiene mucho poder para hacer que estas etiquetas se mantengan.

Asimismo, plantea que dichas etiquetas pueden perdurar a lo largo de la vida. En el plano educativo, pueden ser convenidas por personas que lideran la comunidad, por ejemplo, los directores de las escuelas, padres, profesores o cuidadores, entre otros.

Por ello, estas construcciones sociales suelen ser tan relevantes, pues instauran ciertas expectativas de comportamiento posterior. Veamos más.

Expectativas de comportamiento: La profecía autocumplida

Por otro lado, un planteamiento teórico que está ligado a dicho tema es el de la profecía autocumplida. Haralambos (1986) plantea que, en el contexto escolar, cuando el profesor define a un estudiante de una forma determinada, este tiende a hacer predicciones sobre la etiqueta que le ha designado.

En consecuencia, las acciones de dicho estudiante se interpretarán en función de la etiqueta dada. Esto, a su vez, puede afectar a la forma en la que el profesor interactúa con él.

Siguiendo esta línea, las etiquetas que se generan de forma arbitraria pueden crear una falsa definición del comportamiento de un estudiante que, como resultado, evoque ciertas expectativas de comportamiento que harán que tal etiqueta se convierta en realidad (Thomas, 2002).

¿Por qué se producen las etiquetas en grupos específicos de estudiantes?

Las etiquetas pueden surgir a partir de diversos criterios. Algunos autores han propuesto algunos enfoques que intentan explicarlos (Samkange, 2009):

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  • Evolutivo: Está centrado en cómo se desarrolla el niño, medido en términos de crecimiento y por las etapas que alcanza o le faltan. Esto incluye el nivel de desarrollo físico, social, emocional e intelectual. Así, se hacen comparaciones con respecto a la “normalidad esperada”. Es decir, suele ser empleado para caracterizar aquellas deficiencias sensoriales, cognitivas, físicas, emocionales o comunicativas.
  • Cultural: Explica el comportamiento en relación a las normas y valores de la sociedad; esto varía de una comunidad a otra.
  • Individualizado: En este caso, difiere de las otras dos etiquetas debido a que no es la cultura quien la impone sino que el mismo sujeto se “autoetiqueta”. En ese sentido, dicho tipo de etiqueta está ligada a su autoconcepto y puede (o no) ser reconocida por los demás. Con respecto al tipo de autoetiquetado, podrían haber dos maneras de reaccionar. En primer lugar, cuando a los estudiantes se les otorga una etiqueta negativa, el niño puede autoetiquetarse de otra forma en la que sienta la motivación suficiente para demostrar a los demás lo contrario. Por otro lado, si la etiqueta está encaminada a elogiar sus conductas, puede darse el caso de que el estudiante tienda a sobrevalorar sus capacidades y esto puede dar lugar a una sensación de frustración y molestia cuando siente que no alcanza sus metas.

¿Cómo afectan las etiquetas entre compañeros?

Cuando las etiquetas se producen entre los compañeros de clase, se crea un impacto en el aspecto conductual del niño.

Es decir, puede aparecer una gama de actitudes que oscilan entre la presencia de timidez a una actitud de burla o jactanciosa, pero normalmente se encuentran acompañadas de una necesidad de pertenencia al grupo basada en construcciones sociales arbitrarias.

Contrariamente a lo que se piensa, dichas actitudes pueden acentuar la sensación de rechazo, pues el niño busca lograr aceptación de forma desesperada.

En consecuencia, muchos menores no revelan sus verdaderas sensaciones sobre la etiqueta impuesta, produciendo un malestar interno que muchas veces es difícil de detectar (Thomas, 2002). Veamos más sobre las etiquetas y su impacto en el aprendizaje, incluso cuando son positivas.

Construcciones sociales en el ámbito educativo: ¿Existen las etiquetas positivas en el aula?

La respuesta a esta pregunta podría responderse sencillamente con un no, explicamos por qué a continuación.

Como describe Ruiz (2020), las etiquetas están ligadas a la reputación. El hecho de denominar a alguien como “buen estudiante” puede producir que se enfoque en mantener este reconocimiento social antes que en lo que verdaderamente importa: su proceso de aprendizaje.

Las etiquetas y su impacto en el aprendizaje

A pesar de que tales etiquetas pueden ser propuestas con una buena intención, con el deseo de reforzar la autoestima, por ejemplo, estamos planteando una visión sesgada y limitada.

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Es decir, si le decimos a un estudiante que “a pesar de que no se le dan bien las matemáticas, tiene mucho talento para el arte”, sin querer estamos provocando que el estudiante se aferre a su etiqueta de artista y que opte por no esforzarse lo suficiente en el resto de áreas.

De igual manera, cuando destacamos que alguien tiene un rendimiento ejemplar, en el momento en el que no logre mantener dicha “perfección”, el malestar generado a nivel emocional puede ocasionar inseguridades.

Así pues, no podemos olvidar que las etiquetas y su impacto en el aprendizaje es alto debido a las expectativas de comportamiento que se generan a partir de ellas.

¿Cómo actuar frente a las etiquetas?

En primer lugar, como en cualquier caso, la prevención es siempre el paso más importante. Las conductas negativas en el grupo suelen evidenciarse en los comportamientos de los estudiantes.

Por lo tanto, los profesores, psicólogos y padres de familia deben estar atentos a cualquier conducta o lenguaje que necesite ser modificado. La intervención tiene que ser paulatina, sin llegar a avergonzar al estudiante que está sufriendo y evitando la exclusión por parte del grupo.

En otras palabras, es necesario que, a través del diálogo y la reflexión, se produzca un momento de empatía en el que puedan visibilizarse las emociones de ambas partes. Es necesario, por tanto, destacar que todos tenemos virtudes y defectos, pero que nadie debe ni puede juzgarnos por estos.

Para ello, la educación emocional y el desarrollo de competencias emocionales es fundamental como parte del currículo académico.

Conclusión

Las etiquetas y su impacto en el aprendizaje pueden marcar de forma importante el desempeño de un estudiante, pero no solo eso.

Más allá de lo que vemos en la conducta, y a través de las expectativas de comportamiento de un niño, tenemos que cuestionarnos y estar atentos sobre el nivel de bienestar físico y psicológico que tiene.

La educación tiene que dar alas a los estudiantes, por lo tanto, hay que apoyar y confiar en sus capacidades para impulsarlos a perseguir sus sueños. De esta forma, la etiqueta de la libertad de elegir quiénes quieren ser es, sin duda, la más importante.

Referencias bibliográficas

  • Ruiz, M. H. (2020). ¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza (1a edición). Editorial Graó.
  • Samkange, W. (2009). The role of labelling in education: a focus on exceptional learners. Global Journey of Advance Research, 2(9), 1419-1424. https://www.semanticscholar.org/paper/THE-ROLE-OF-LABELLING-IN-EDUCATION%3A-A-FOCUS-ON-Samkange/a54076629ad6d04fb145020c0ab2c16b4fd233cf
  • Thomas, S. C. (2002). On Understanding the Processes of Peer Rejection: The Potential Contributions of Labelling Theory. School Community Journal, 7(2), 77-86. https://eric.ed.gov/?id=EJ560866