La metacognición ha ido adquiriendo relevancia en el campo de las ciencias cognitivas. Y, desde hace al menos una década, han proliferado las investigaciones que lo incluyen como un factor importante en los procesos de enseñanza y aprendizaje. No obstante, este no es el único campo dentro del cual están surgiendo nuevos descubrimientos. Pues la relación entre metacognición y ansiedad también ha suscitado interés en los últimos años. ¿Cuál es la relación entre la metacognición y ansiedad? ¿Cómo influyen los pensamientos metacognitivos en cuadros clínicos como el trastorno de ansiedad generalizada (TAG) y el obsesivo compulsivo (TOC), concretamente? En esta nota indagaremos sobre la importancia en el origen y prevalencia de estos cuadros.
La terapia metacognitiva: Un nuevo enfoque
Como he mencionado, no solo se ha estudiado a la metacognición en el marco de la educación, sino que también se ha hecho hincapié en ella dentro del campo de la psicoterapia. Y es que, se ha hecho evidente, en el último tiempo, la necesidad de incorporar nuevos elementos en el tratamiento de cuadros como es el TAG.
Esto es debido, en algunos casos, a que las terapias cognitivo-conductuales han mostrado una eficacia moderada en el tratamiento de dicho cuadro. En consecuencia, surge la terapia metacognitiva como una de las nuevas propuestas desde tal enfoque (Carro-de-Francisco y Sanz-Blasco, 2015).
Además, es importante destacar que resulta beneficioso utilizar la terapia metacognitiva en psicosis. Este enfoque se basa en el modelo integrador de metacognición, que considera la metacognición como un espectro de actividades mentales. El modelo abarca desde la reflexión sobre sensaciones específicas hasta la comprensión de patrones que conectan aspectos de la vida de una persona. Así, el proceso busca desarrollar narrativas cohesivas sobre la experiencia personal e identidad, siendo especialmente relevante en los procesos de psicosis (Lysaker et al., 2018).
¿En que se fundamenta la terapia metacognitiva?
La propuesta se basa en el modelo metacognitivo de Wells (1999), centrado en cómo pensamos sobre las propias ideas, no solamente sobre las ideas en sí mismas. Así, descansa en la premisa de que preocuparse demasiado puede ser un problema en sí mismo, y no solo el resultado de un problema.
Aunado a esto, plantea también que las personas con TAG emplean la preocupación como estilo de afrontamiento de los problemas, y diferencia entre dos tipos de preocupaciones. Por un lado, aquellas que se denominan de tipo 1, y por otro, preocupaciones de tipo 2. Veamos de que trata cada una.
Tipos de preocupaciones
Las preocupaciones de tipo 1 se relacionan con acontecimientos externos y/o síntomas físicos. En ese sentido, pueden manifestarse, por ejemplo, en pensamientos del estilo, “¿Y si me echan del trabajo?” y/o “¿Y si tengo una enfermedad?”, respectivamente.
Por su parte, las preocupaciones de tipo 2, o también denominadas como meta-preocupaciones, se refieren fundamentalmente a la preocupación por la propia preocupación. Así, pueden manifestarse en pensamientos como, por ejemplo, “me preocupa preocuparme”.
¿Por qué la preocupación?
La preocupación y el TAG están íntimamente conectados, pues preocuparse sobre posibles problemas podría permitir, en cierta medida, la apariencia de tener un mayor control sobre estos, tal como lo explica el modelo de intolerancia a la incertidumbre. Sin embargo, cuando las personas únicamente se preocupan, sin planificar respuestas eficaces, dicha respuesta conduce a situaciones que perpetúan el estado anímico de preocupación.
¿Cómo se activan las preocupaciones de tipo 1 y tipo 2?
Ambos tipos son activados, según el modelo de Wells (1999), por creencias metacognitivas. Estas pueden diferenciarse en creencias metacognitivas positivas, (por ejemplo, “preocuparme me ayuda a afrontar”), que activarían las preocupaciones de tipo 1.
Justamente, es a partir de tales creencias que pueden generarse mecanismos de afrontamiento, donde el razonamiento subyacente puede ser de carácter supersticioso, y tome la forma de, por ejemplo, “ya me he preocupado lo suficiente, debería estar bien”, y/o se fundamente en la creencia de que “ya he considerado todos los desenlaces posibles de está situación”, generando la sensación de que el contexto está controlado.
También, y complementariamente, se plantean creencias metacognitivas negativas, activadas por las preocupaciones de tipo 1, que pueden aparecer como pensamientos del estilo: “No voy a poder controlar mi preocupación” y/o “no puedo dejar de preocuparme”.
Metacognición y ansiedad: Un vínculo estrecho
Lo que se argumenta desde este enfoque terapéutico, entonces, es que las personas con TAG quedan atrapadas, por decirlo de alguna modo, en disturbios emocionales. En estos, sus metacogniciones activan patrones que mantienen ideas negativas. Algo a lo que Wells llama síndrome cognitivo atencional (cognitive attention syndrome, CAS; en inglés), que incluye preocupación, rumiación y estrategias de afrontamiento ineficaces.
De esta manera, el modelo muestra una conexión cercana entre metacognición y ansiedad. Con el que el propio tratamiento del TAG implicaría abordar componentes metacognitivos como la atención y creencias erróneas sobre la preocupación, abordando factores que originan y mantienen el cuadro clínico. Para aprender más sobre este cuadro y sus bases neuropsicológicas, te recomendamos nuestro curso en ansiedad.
El TOC y la metacognición
El trastorno de ansiedad generalizada no es el único trastorno que se ha investigado desde la metacognición, también el trastorno obsesivo compulsivo ha sido objeto de análisis. En ese sentido, se han llevado adelante diversas investigaciones que vinculan la metacognición con el TOC, brindando resultados prometedores.
Dichos estudios, basados en modelos metacognitivos recientes, plantean que no solo las diferencias en la evaluación y creencias sobre los pensamientos son cruciales para el desarrollo de los síntomas obsesivos-compulsivos, sino también la atención excesiva y la conciencia misma del proceso de pensamiento (Gutierrez et al., 2020)
En base a lo anterior, los autores investigaron cómo las creencias metacognitivas mediaban en la relación entre la sensibilidad a la ansiedad y los síntomas obsesivo-compulsivos. Concluyendo la importancia de la metacognición como el mediador más fuerte de los síntomas del TOC.
Un estudio interesante
De la misma manera, Meraj et al. (2022) estudiaron marcadores metacognitivos en personas con TOC activo y en remisión, comparándolos con grupos control y entendiendo la metacognición como crucial para comprender y tratar el cuadro. De esta forma, encontraron que las personas con TOC, que en ese momento mostraban síntomas del cuadro clínico, presentaban creencias metacognitivas específicas, especialmente de índole negativa. Así, primaba la necesidad de controlar los pensamientos y estrategias que involucraban a la preocupación, lo que difería significativamente en intensidad respecto a las personas con TOC en remisión.
En función de esto, se obtuvo como resultado una correlación positiva entre la gravedad del TOC y la necesidad de controlar los pensamientos; las creencias negativas y la preocupación. En este sentido, el estudio proporciona evidencia preliminar acerca de la presencia de metacogniciones específicas que podrían identificarse como posibles marcadores para el TOC.
Conclusión
A partir de lo expuesto, podemos decir que en el entramado de las ciencias cognitivas y psicoterapias, la metacognición y ansiedad podrían presentar un nexo fundamental. Y es que, su enfoque se expande más allá de la educación, permeando el análisis y tratamiento de cuadros como el TAG y el TOC.
De este modo, en el TOC, una terapia de exposición y prevención de respuesta que incluya elementos metacognitivos se alza como un camino prometedor, mientras que investigaciones recientes destacan la conexión entre creencias metacognitivas y la severidad de los síntomas. Esta intersección entre la percepción y gestión de los pensamientos sugiere una dimensión rica en matices aún por explorar. Lo que supone ir abriendo puertas a enfoques terapéuticos más integrales y eficaces.
Referencias bibliográficas
- Carro-de-Francisco, C. y Sanz-Blasco, R. (2015). Cognición y creencias metacognitivas en el trastorno de ansiedad generalizada a la luz de un caso clínico. Clínica y salud, 26(3), 159-166. https://doi.org/10.1016/j.clysa.2015.09.003
- Gutierrez, R., Hirani, T., Curtis, L. y Ludlow, A. K. (2020). Metacognitive beliefs mediate the relationship between anxiety sensitivity and traits of obsessive-compulsive symptoms. BMC psychology, 8(1), 1-7. https://doi.org/10.1186/s40359-020-00412-6
- Vohs, J. L., Leonhardt, B. L., James, A. V., Francis, M., Breier, A., Mehdiyoun, N. F., Visco, A. y Lysaker, P. H. (2018). Metacognitive Reflection and insight therapy for Early Psychosis: A preliminary study of a novel Integrative Psychotherapy. Schizophrenia Research, 195, 428-433. https://doi.org/10.1016/j.schres.2017.10.041
- Meraj, M. B., Singh, S., Kar, S. K., Sharma, E. y Sarraf, S. R. (2022). Metacognitions in Symptomatic and Remitted Patients with Obsessive Compulsive Disorder: Preliminary Evidence for Metacognitive State and Trait Markers. Indian Journal of Psychological Medicine, 44(1), 22-29. https://doi.org/10.1177/0253717620975295
- Wells, A. (1999). A metacognitive model and therapy for generalized anxiety disorder. Clinical Psychology & Psychotherapy: An International Journal of Theory & Practice, 6(2), 86-95. https://doi.org/10.1002/(SICI)1099-0879(199905)6:2<86::AID-CPP189>3.0.CO;2-S