¿Por qué nuestra mente parece darle más importancia a los pensamientos negativos que a los positivos? Esa tendencia de quedarnos con lo peor de una situación, o a preocuparnos más por lo que podría salir mal, no es casualidad. Dicha inclinación, conocida como sesgo de negatividad, tiene raíces profundas en la evolución y en el funcionamiento del cerebro. Pero, ¿es realmente inevitable enfocarnos en lo adverso? ¿Podemos cambiar de perspectiva para favorecer nuestro bienestar emocional? Descubramos cómo el sesgo de negatividad impacta en la vida diaria y qué estrategias pueden ayudarnos a equilibrar la balanza.

En primer lugar: ¿Qué es el sesgo de negatividad?

sesgo de negatividad

El sesgo de negatividad, como su nombre lo indica, se refiere a la tendencia de los seres humanos a dar mayor peso a la información negativa en comparación con la positiva. Este patrón se manifiesta en varios aspectos de nuestra vida, desde la percepción de eventos hasta la toma de decisiones y los juicios. Inclusive, algunos estudios han demostrado que recordamos más las experiencias desagradables y prestamos mayor atención a críticas que a elogios, lo que nos lleva a preocuparnos más por las amenazas que por las oportunidades (Ito et al., 2017).

Además, dicho fenómeno también influye en cómo evaluamos situaciones ambiguas. Por ejemplo, cuando observamos expresiones faciales que no tienen una clara connotación emocional, tendemos a interpretarlas como negativas. Así, se demuestra cómo un sesgo es capaz de colorear las percepciones más neutrales, impactando en nuestra visión de la realidad.

Foco negativo: Fundamentos teóricos

Existen diferentes maneras de explicar este sesgo, pero, en particular, el Modelo del espacio evaluativo (Evaluative Space Model, 1994, en inglés), plantea que los sistemas de procesamiento de información positiva y negativa son independientes. Entonces, al no funcionar como una balanza que equilibre ambas experiencias, las respuestas se activan con diferente intensidad: los eventos adversos generan reacciones más rápidas, intensas y duraderas en comparación con los agradables.

Por ejemplo, un comentario crítico sobre nuestro desempeño suele afectarnos más que varios elogios acumulados. A partir de ello, la mente destaca problemas potenciales en pensamientos negativos, funcionando como un mecanismo para prevenirlos (Ito et al., 1998).

Perspectiva evolutiva: Mente y pensamientos negativos

Desde un marco evolutivo, el presente sesgo se reconoce como un mecanismo adaptativo para la supervivencia. Es así, ya que detectar amenazas y reaccionar rápidamente a ellas siempre ha sido esencial en entornos desconocidos o peligrosos. De hecho, al evaluar consistentemente los peores escenarios posibles, los humanos desarrollamos estrategias de afrontamiento más efectivas para enfrentar situaciones hostiles. En consiguiente, enfocarse en los pensamientos negativos habría permitido a nuestros antepasados sobrevivir y reproducirse, priorizando los recursos cognitivos para identificar y evitar peligros potenciales (Norris, 2019).

Mecanismos cerebrales asociados al sesgo de negatividad

En este contexto, en términos neurobiológicos, la corteza cingulada anterior pregenual (pgACC) resulta crucial en la evaluación de información adversa. Particularmente, las investigaciones de neuroimagen muestran que la antedicha se activa con mayor intensidad ante estímulos negativos, regulando las emociones y guiando decisiones basadas en los mismos.

Mente y pensamientos negativos

En complementariedad, el tálamo actúa como un centro de relevo sensorial, mientras que la amígdala evalúa señales emocionales, especialmente las relacionadas con el miedo y la amenaza. La interacción entre dichas áreas permite una respuesta rápida y eficaz ante señales adversas (Norris, 2019).

La conectividad funcional

Asimismo, la conectividad funcional entre la pgACC y otras regiones, como la corteza prefrontal y el sistema límbico, refuerza el sesgo de negatividad. En consecuencia, la red cerebral coordina la percepción y regulación de emociones desagradables, lo que influye significativamente en cómo interpretamos estímulos ambiguos (Ito et al., 2017).

Sesgo de negatividad y bienestar psicológico

Si bien este sesgo supo ser imprescindible para nuestra supervivencia, hoy en día puede resultarnos contraproducente. Por ejemplo, un estudio determinó que las personas con baja autoestima son más propensas a internalizar la retroalimentación negativa, incluso cuando no es fiel a la realidad. Así, la misma refuerza una autoimagen desventajosa, perpetuando un ciclo de autocrítica que debilita aún más la autoconfianza (Müller-Pinzler et al., 2019).

A su vez, la problemática no se limita a la percepción individual, sino que se extiende a los vínculos. La tendencia a enfocarse en comentarios o gestos negativos, incluso cuando predominan los positivos, tiende a generar conflictos y disminuir la satisfacción relacional (Norris, 2019).

Pensamientos negativos en la mente: Trastornos asociados

Es importante destacar que el presente sesgo se encuentra estrechamente relacionado con trastornos emocionales como la depresión y la ansiedad. En el caso de la depresión, el mismo intensifica el enfoque en ideas negativas y fomenta la rumiación, bloqueando la capacidad de experimentar emociones positivas. Por otra parte, la ansiedad amplifica la percepción de amenazas, incluso en contextos neutrales, generando preocupaciones excesivas y un estado constante de alerta que agota los recursos emocionales necesarios para enfrentar los desafíos cotidianos (Ito et al., 2017).

Estrategias para contrarrestar el sesgo de negatividad

Terapia y negatividad

Cuando el sesgo se convierte en algo que deteriora la salud mental, la reestructuración cognitiva se considera una intervención oportuna. Al trabajar sobre los patrones de pensamiento, las personas pueden reemplazarlos por otros más realistas y positivos. Asimismo, la implementación de mindfulness también resulta útil. La misma permite observar pensamientos y emociones sin identificarse con ellos. Dicha práctica mejora la regulación emocional, facilitando la gestión de emociones desagradables (Norris, 2019).

Además, el neurofeedback es otra alternativa valorada. Dicha estrategia utiliza retroalimentación cerebral para entrenar a las personas a regular sus patrones neuronales. Así, reduce la hiperactividad en áreas relacionadas con estímulos negativos y favorece respuestas equilibradas (Ito et al., 2017).

Intervenciones para la autoestima

Adicionalmente, las intervenciones dirigidas a fomentar una autoestima saludable ayudan a mitigar la influencia del sesgo en la formación de creencias personales. Estrategias como el refuerzo de la autoeficacia son particularmente útiles para personas que tienden a internalizar la retroalimentación negativa de manera desproporcionada (Müller-Pinzler et al., 2019).

Conclusión

Aunque puede parecer indeseable, el sesgo de negatividad no es un fallo de nuestro diseño evolutivo. En el pasado, nos ayudó a sobrevivir y prosperar en entornos peligrosos. Sin embargo, hoy, con amenazas físicas reemplazadas por presiones sociales, laborales y emocionales, dicho sesgo puede resultar problemático.

Así, aprender a contrarrestarlo implica identificar cómo afecta en nuestra percepción y desarrollar estrategias para poner en perspectiva los eventos adversos. ¿Qué pasaría si lográramos equilibrar los pensamientos positivos con los negativos? Para aquellas personas que viven pendientes del peligro, este cambio de perspectiva podría marcar una diferencia en su salud mental. Por último, si estás interesado en conocer más sobre técnicas de regulación, te recomendamos nuestro curso en regulación emocional y mindfulness en la infancia, donde explorarás estrategias efectivas para promover el bienestar emocional en los más pequeños.

Referencias bibliográficas

  • Ito, T., Yokokawa, K., Yahata, N., Isato, A., Suhara, T. y Yamada, M. (2017). Neural basis of negativity bias in the perception of ambiguous facial expression. Scientific Reports, 7(1). https://doi.org/10.1038/s41598-017-00502-3
  • Ito, T. A., Larsen, J. T., Smith, N. K. y Cacioppo, J. T. (1998)Negative information weighs more heavily on the brain: The negativity bias in evaluative categorizations. Journal of Personality and Social Psychology, 75(4), 887-900. https://doi.org/10.1037/0022-3514.75.4.887
  • Müller-Pinzler, L., Czekalla, N., Mayer, A. V., Stolz, D. S., Gazzola, V., Keysers, C., Paulus, F. M. y Krach, S. (2019). Negativity-bias in forming beliefs about own abilities. Scientific reports9(1), 14416. https://doi.org/10.1038/s41598-019-50821-w
  • Norris, C. J. (2019). The Negativity Bias, Revisited: Evidence from Neuroscience Measures and an Individual Differences Approach. Social Neuroscience.  16(1), 68-82. https://doi.org/10.1080/17470919.2019.1696225