La pubertad es una etapa de cambios profundos en el desarrollo físico, emocional y social. Cuando ocurre de manera temprana, representa un desafío significativo para el bienestar psicológico. Este fenómeno, conocido como pubertad precoz, se caracteriza por la aparición temprana de signos puberales en los niños. A partir de ello, se desencadenan una serie de eventos biológicos que pueden alterar el equilibrio emocional y la interacción con el entorno. Tanto así, que la evidencia sugiere que este inicio acelerado del desarrollo se encuentra vinculado a un mayor riesgo de desarrollar cuadros como ansiedad y depresión. En esta nota exploraremos los mecanismos que relacionan la pubertad temprana con el desarrollo de psicopatologías.

Primero que nada, ¿qué es la pubertad?

Se define como un proceso fisiológico complejo que marca la transición de la infancia a la adultez, caracterizado por la maduración de los órganos sexuales y adquisición de la capacidad reproductiva. Este proceso se encuentra regulado principalmente por la reactivación del eje hipotálamo-hipófisis-gonadal, que había permanecido en un estado de latencia durante la infancia media (Howard, 2021).

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En este contexto, el inicio de la pubertad se encuentra influenciado por factores ambientales, psicosociales y endocrinos, aunque los mecanismos moleculares exactos que la desencadenan aún no están completamente claros. En las niñas, el desarrollo mamario suele ser el primer signo físico de la pubertad, mientras que en los niños, el aumento del tamaño testicular es uno de los primeros indicadores.

Adicionalmente, implica un aumento en la secreción de hormonas sexuales. Como los estrógenos y andrógenos, que promueven el desarrollo de características sexuales secundarias (Alotaibi, 2019).

Y… ¿La pubertad precoz?

Como ya hemos adelantado, la pubertad precoz se refiere al inicio prematuro de los cambios físicos asociados con la madurez sexual, que ocurre antes de los 8 años en niñas y los 9 años en niños. Dicho fenómeno también se relaciona con una activación temprana del eje hipotálamo-hipófisis-gonadal, encargado de regular la producción de hormonas sexuales como el estrógeno y la testosterona. Si bien es parte del desarrollo natural, su aceleración desencadena desajustes significativos tanto en el crecimiento físico como emocional.

Pero, ¿qué factores la predisponen?

Diversos aspectos contribuyen al desarrollo de la pubertad precoz. Por un lado, las predisposiciones genéticas desempeñan un papel importante; la historia familiar de madurez sexual temprana o alteraciones hormonales puede influir en su aparición.

Por otro lado, las influencias ambientales, como la exposición a disruptores endocrinos presentes en productos químicos y alimentos, alteran el ritmo natural del desarrollo. Adicionalmente, las experiencias de adversidad temprana están vinculadas de manera directa con el inicio temprano de los cambios hormonales. Mientras que, las experiencias de privación de las necesidades, tienden a retrasarlo (Shaul et al., 2024).

Pubertad precoz y desarrollo cerebral

Como hemos mencionado, dicho fenómeno no solo implica transformaciones físicas evidentes, sino que también tiene un impacto considerable en el desarrollo cerebral. Durante esta fase, se observan cambios estructurales en diversas áreas del cerebro, particularmente en las regiones subcorticales, como la amígdala y el hipocampo.

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Tales cambios se caracterizan por una reducción en el volumen de materia gris, lo que está relacionado con la reactividad emocional exacerbada y las dificultades en la regulación emocional que comúnmente se observan en niños con pubertad precoz. Asimismo, las alteraciones en la conectividad corticolímbica, como la disminución de la conectividad entre la amígdala, el hipocampo y redes corticales superiores, podrían explicar en parte la vulnerabilidad de los niños con pubertad precoz a trastornos como la ansiedad y depresión (Vijayakumar et al., 2023).

En suma, la inmadurez de las estructuras cerebrales responsables de la regulación emocional, como la corteza prefrontal, limita la capacidad de gestionar respuestas emocionales intensas propias de esta etapa. Dicho desbalance incrementa el riesgo de desarrollar psicopatologías, mientras que acelera el cierre de períodos críticos de plasticidad neuronal, esenciales para el aprendizaje de habilidades de regulación emocional.

Trastornos internalizantes y pubertad precoz

Sin lugar a dudas, el interés en la pubertad precoz radica en sus múltiples implicaciones a largo plazo. Más allá de los efectos físicos visibles, como el desarrollo acelerado de características sexuales secundarias, genera generar considerables desafíos psicológicos y sociales. Uno de los efectos más comunes, como ya adelantamos en el apartado previo, es el desarrollo de trastornos internalizantes. Es decir, aquellos relacionados con la experiencia interna, particularmente, cuadros de ansiedad y depresión.

Respecto a ello, las niñas parecen ser más vulnerables debido a su mayor sensibilidad a los cambios hormonales y sociales que acompañan a la maduración temprana. Durante esta etapa, los altos niveles de hormonas sexuales alteran la regulación emocional, lo que provoca una mayor reactividad emocional frente a situaciones cotidianas. Asimismo, las niñas que experimentan pubertad precoz suelen enfrentarse a mucha presión social, lo que genera sentimientos de aislamiento, inseguridad y baja autoestima.

¿Y qué podemos decir sobre los trastornos externalizantes?

Por otro lado, algunos cuadros externalizantes también se han asociado con el fenómeno, especialmente en niños. Estos incluyen conductas disruptivas y problemas de regulación emocional. Quienes atraviesan la pubertad de manera temprana, a menudo experimentan un desajuste entre sus cambios físicos y la capacidad de manejar las expectativas sociales y emocionales. Esta desorganización emocional se manifiesta en problemas de conducta, como agresividad y dificultades para controlar los impulsos.

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Así, pueden recurrir a conductas de riesgo, como el abuso de sustancias o la participación en actividades peligrosas, para lidiar con la tensión emocional y la incomodidad que sienten frente a su madurez precoz. Al mismo tiempo, la falta de habilidades de regulación emocional y la presión externa para adaptarse a un entorno que no reconoce su proceso de maduración acelerada, contribuyen a la exacerbación de tales conductas (Shaul et al., 2024).

Factores protectores

Aunque la pubertad precoz representa un desafío significativo para el bienestar emocional, existen factores protectores que pueden mitigar su impacto negativo. Un entorno familiar positivo es uno de los elementos más importantes para favorecer la resiliencia en los niños. De esta manera, la aceptación, el apoyo emocional y la comunicación abierta por parte de los cuidadores principales contribuyen a reducir los sentimientos de aislamiento y a mejorar la capacidad para afrontar los cambios físicos y emocionales de esta etapa.

Por otra parte, el entorno escolar también desempeña un papel clave como red de apoyo. Escuelas que fomenten la inclusión, el respeto y la educación emocional les permiten sentirse aceptados y comprendidos. Lo anterior, disminuye la probabilidad de acoso o exclusión social.

Asimismo, las intervenciones tempranas, tales como la terapia cognitivo-conductual o los programas de mindfulness, brindan herramientas valiosas para lidiar con la ansiedad, depresión, impulsividad y dificultad en la regulación emocional. En caso de que estés interesado en conocer más sobre técnicas de regulación, te recomendamos nuestro curso en regulación emocional y mindfulness en la infancia, donde explorarás estrategias efectivas para promover el bienestar emocional en los más pequeños.

Conclusión

Como hemos analizado a lo largo de esta nota, la pubertad precoz es un fenómeno complejo que trasciende los cambios físicos, afectando profundamente el desarrollo emocional y social de niños y adolescentes. Los desafíos asociados, como el riesgo de desarrollar cuadros de ansiedad o depresión, están marcadamente influenciados por diversos factores.

A partir de ello, se destaca la importancia de abordar la pubertad precoz desde una perspectiva integral. Este período, aunque con múltiples vulnerabilidades, también representa una oportunidad clave para el desarrollo. Reconocerlo como tal es fundamental para diseñar estrategias que ayuden a superar los desafíos y construir una base sólida para los cambios emocionales en la pubertad.

Referencias bibliográficas

  • Alotaibi, M. F. (2019). Physiology of puberty in boys and girls and pathological disorders affecting its onset. Journal of adolescence71, 63-71. https://doi.org/10.1016/j.adolescence.2018.12.007
  • Howard, S. R. (2021). Interpretation of reproductive hormones before, during and after the pubertal transition-Identifying health and disordered puberty. Clinical endocrinology95(5), 702-715. https://doi.org/10.1111/cen.14578
  • Kretzer, K. H., Bauer, F. E., Miller, C. S. y Silva, L. M. (2024). The dynamic interplay between puberty and structural brain development. Biological Psychiatry, 86(2), 134.145. https://doi.org/10.1016/j.biopsych.2024.03.001
  • Shaul, H. S., Thompson, R. J. y Arnett, J. J. (2024). Pubertal timing mediates the association between threat adversity and psychopathology. Psychological Medicine, 54(3), 552-563. https://doi.org/10.1017/S003329172400179X
  • Vijayakumar, N., Whittle, S. y Silk, T. J. (2023). Corticolimbic connectivity mediates the relationship between pubertal timing and mental health problems. Psychological Medicine, 53(12), 7655-7665. https://doi.org/10.1017/S0033291723001472