La manía es un componente clave del trastorno bipolar. El mismo, es un trastorno del estado de ánimo caracterizado por cambios extremos en el estado de ánimo, que incluyen episodios de manía y depresión. La manía se caracteriza por una elevación extrema del estado de ánimo, aumento de la energía, impulsividad, pensamiento acelerado, falta de necesidad de sueño y comportamientos de riesgo. Pero, ¿cómo fue descrita por la psiquiatría francesa en el siglo XX? ¿Se diferencia de los episodios maníacos actuales? ¿A qué se refirió Henri Ey con el concepto de crisis de manía? En la siguiente nota, te invitamos a explorar este concepto clásico de la psiquiatría según Henri Ey.
Los signos de manía según Henri Ey
Henri Ey (1979) define a la manía como un estado de hiperexcitación en las funciones psíquicas. Lo anterior se ve evidenciado por una exaltación del humor y la liberación desordenada de pulsiones psicomotoras e instintivo-afectivas. Dicho estado de exuberancia afecta simultáneamente los dominios psíquico, psicomotor y neurovegetativo.
Así, la energía se desencadena de manera desmesurada. Por tanto, se manifiesta caóticamente, revelando una experiencia abrumadora en la que los impulsos y la actividad psicomotora se encuentran frenéticamente exaltadas.
Sus síntomas
No obstante, la manía se revela a través de una sintomatología diversa. En este sentido, puede manifestarse gradualmente con indicios como tristeza, desinterés general, cefaleas e insomnio. Alternativamente, puede presentarse de manera abrupta, sin signos que la anticipen.
De esta forma, la persona experimenta una invasión repentina de bienestar eufórico, acompañado de una necesidad incontrolable de actividad y movimiento. Las palabras fluyen rápidamente, los proyectos se multiplican, la irritabilidad aumenta, y el comportamiento se vuelve extravagante, evidenciando una exaltación fuera de lo común.
La semiología de la manía
Según algunos autores, la expresión visual de la manía es inconfundible. La apariencia del sujeto se distingue por su extravagancia y descuido, a veces incluso llegando a desnudarse. Su rostro refleja una animación que oscila entre la alegría y la furia, mientras que sus ojos destellan con intensidad. La verborrea es constante, alcanzando su punto álgido con declamaciones, cantos, gritos y vociferaciones que resuenan mientras su volumen vocal se enronquece.
A pesar de su agitación, algunos clínicos relatan que el contacto con la persona, generalmente bromista, resulta fácil. Sin embargo, el constante movimiento puede llegar a una agitación extrema, manifestándose como un furor maniaco donde los objetos de la habitación son revueltos y la grosería y desorden prevalecen. Vale la pena destacar que esta presentación tiende a ser menos llamativa gracias a tratamientos que rápidamente modifican su curso evolutivo (Ey, 2008).
Los procesos mentales de la manía
La crisis de manía se caracteriza por una notable excitación psíquica y una fuga de ideas, reflejando una aceleración generalizada de los procesos mentales. Entre ello, las asociaciones de ideas, sucesión de representaciones y memoria. En este sentido, se describe la taquipsiquia, que consiste en una aceleración del ritmo del pensamiento.
Además, se manifiesta con trastornos específicos. Allí, incluyendo la rápida sucesión de representaciones mentales y asociación de ideas superficial mediante conexiones verbales frágiles y automáticas.
Por otro lado, la atención se ve afectada. De esta forma, resulta en una permanente distracción y la imposibilidad de la atención voluntaria, mientras que la percepción del mundo exterior suele mantenerse normal.
Sin embargo, en formas más desestructuradas de la conciencia, pueden surgir distorsiones perceptivas, desde ilusiones hasta alucinaciones. Con esto, la imaginación también se encuentra exaltada. Lo que, en consecuencia, da lugar a producciones imaginativas pseudodelirantes, como ideas de invención o grandeza.
¿Y el cuerpo?
Según la línea de pensamiento, un síndrome somático acompaña a la crisis de manía, caracterizado por trastornos orgánicos. En este sentido, es el adelgazamiento una manifestación común. Por otro lado, los trastornos del sueño también son notables, ya que la necesidad de dormir parece desaparecer. Aspectos que se describen como resultado de semanas de hipervigilia y excitación en el caso de no recibir tratamiento adecuado.
Asimismo, se ha descrito que el apetito y la sed se ven incrementados. Las alteraciones térmicas, como una ligera hipertermia y una sorprendente resistencia al frío y la fatiga, son destacadas. Por otro lado aunque el pulso suele acelerarse, se presenta una reducción de presión arterial, y las secreciones, especialmente la saliva y la sudoración, se incrementan. No obstante, Henri Ey destaca que, a pesar de estos fenómenos somáticos, el examen neurológico no revela anormalidades en las funciones del sistema nervioso cerebrospinal (Ey, 1979).
Algunas consideraciones interesantes
Se describió que la duración típica de un acceso maníaco oscila entre algunas semanas y varios meses, con una media de alrededor de 4 o 5 meses en su evolución espontánea. Así, se creía que su resolución podía ocurrir de manera abrupta o progresiva, aunque con frecuencia se observaban recidivas. Y, aunque la muerte se consideró una eventualidad excepcional, se observaba principalmente en las formas de manía confusa que guardaban similitud con el delirio agudo.
La actualización está presente
Hoy en día, las llamadas crisis de manía han pasado a considerarse como episodios maníacos en los manuales de psiquiatría más modernos. De esta forma, si bien los síntomas y signos guardan similitud, las descripciones han pasado a ser más simples y sintéticas. Un enfoque moderno que no solo refleja una adaptación en el lenguaje y la terminología clínica, sino también un entendimiento más integral de tales episodios.
Adicionalmente, los episodios maníacos son considerados como piezas angulares de un trastorno más profundo, el trastorno bipolar. Esto se diferencia de la descripción clásica de Ey, quien colocaba a la manía como una categoría diagnóstica en sí misma. En fin, un cambio conceptual que subraya la importancia de abordar la manía dentro de un marco más amplio, permitiendo una comprensión más holística de los trastornos mentales y una guía efectiva para la intervención clínica (Gutierrez et al., 2011).
Conclusión
La inmersión en la comprensión de los estados o crisis de manía de Ey no solo nos brinda una visión profunda de la complejidad humana, sino que también destaca la importancia de apreciar la riqueza de la literatura médica clásica. Así como los autores del pasado han delineado las características de la manía, el aprendizaje continuo y la actualización en salud permiten aprovechar esas lecciones para el beneficio de la práctica actual.
De este modo, abrazar los fundamentos establecidos por los clásicos proporciona una base sólida para entender y abordar los desafíos contemporáneos en la salud mental. La reflexión constante sobre sus enseñanzas nutre nuestro conocimiento y guía hacia una práctica clínica más informada.
Referencias bibliográficas
- Ey, H., Bernard, P. y Brisset, C. H. (1979). Tratado de psiquiatría. Masson.
- Ey, H. (2008). Estudios psiquiátricos. Polemos.
- Gutierrez, A., Yáñez, A., Arévalo, C., Deberti Martins, C., Prieto Loureiro, G., Pezzani, G., Porras, I., Santos, L., Couso Lingeri, M., Dibarboure, M., Rossi, M., Rodríguez, N., García Angeriz, R. y Muñoz, Y. (2011). Temas de psicopatología. Psicolibros Waslala.