¿Alguna vez te ha llamado la atención la cantidad de golpes a la cabeza que sufren algunos deportistas? ¿Te has preguntado si tienen consecuencias a nivel cerebral? Pues bien, en 1928 se describió por primera vez la llamada “demencia pugilística”, hoy también conocida como Encefalopatía Traumática Crónica (ETC). Tal vez has escuchado hablar de Aaron Hernández, un jugador de la Liga Nacional de Fútbol Americano (National Football League, NFL, en inglés), condenado a cadena perpetua por asesinato y diagnosticado con esta enfermedad.
¿De qué hablamos cuando decimos demencia pugilística?
El término pugilística deriva de la palabra púgil, proveniente del latín. La misma hace referencia a puño, pelear, inicialmente asociado al boxeo.
La demencia pugilística o ETC describe una enfermedad neurodegenerativa asociada a deportistas de contacto, tales como jugadores de fútbol americano, boxeadores, artistas marciales y jugadores de hockey.
De hecho, se estima que un 17% de los boxeadores profesionales ya retirados padecen esta patología (Galetta et al., 2011).
Al igual que otras demencias como el alzhéimer, la demencia frontotemporal o el párkinson, la demencia pugilística se caracteriza por un progresivo deterioro cerebral que afecta al pensamiento y conducta.
Sin embargo, a diferencia de las enfermedades mencionadas, este tipo de demencia en concreto se desarrolla a partir del impacto de repetitivos golpes recibidos en la cabeza durante un tiempo prolongado.
Sus síntomas se extienden desde daño en los principales subsistemas de atención y memoria hasta manifestaciones comportamentales violentas, impulsivas y erráticas. Asimismo, también se pueden manifestar movimientos descoordinados, depresión y pensamientos suicidas (Stern et al., 2013).
Factores de riesgo de la demencia pugilística
- Retiro de la actividad de impacto después de los 28 años.
- Desempeño profesional de deportes de contacto.
- Una carrera deportiva larga -se estima que los primeros síntomas aparecerían luego de 12 años de actividad-.
- Mayor resistencia a los golpes (Andrade-López et al., 2017).
Asimismo, el riesgo incrementa considerablemente en las personas que se encuentran en posiciones de juego con menor fuerza de impacto y que reciben mayor cantidad de golpes. Por ejemplo, en el caso de jugadores de fútbol americano.
Cuando los golpes dejan secuelas
Hablar de alzhéimer o párkinson muchas veces acompaña el sentimiento de inevitabilidad de la enfermedad. Sin embargo… ¿Sucede lo mismo con la demencia pugilística? La respuesta es negativa. Al menos, entre quienes no practican deportes de contacto o se encuentran expuestos a traumatismos cerebrales frecuentes.
Por ejemplo, al pensar en alguna actividad que pueda afectar negativamente al cerebro, se ha de tener en cuenta los golpes directos y repetitivos. Este es el caso de boxeadores, artistas marciales mixtos y jugadores de fútbol americano. Deporte donde se ha observado una mayor prevalencia de degeneración cerebral en los soportes estructurales neuronales.
Tratándose de una patología que se desarrolla de forma lenta y muchas veces desapercibida, aún existe un gran desconocimiento sobre la temática. Sin embargo, un 90% de los boxeadores sufrirá algún tipo de lesión cerebral para el fin de su carrera profesional, según la Asociación Americana de Cirujanos Neurológicos (American Association of Neurological Surgeons, AANS, en inglés).
Demencia Pugilística: Aspectos clínicos
La exploración clínica de pacientes con sospecha de ETC ha arrojado algunos indicios del progreso de la enfermedad.
De esta manera, se ha identificado que los síntomas iniciales pueden aparecer años después del retiro profesional del atleta y suelen incluir deficiencias cognitivas. Entre ellas, problemas de memoria, atención, orientación y toma de decisiones.
Además, también pueden aparecer cambios abruptos de humor y reactividad emocional agresiva debido al daño progresivo en los centros de control emocional y conductual en el cerebro, tales como el neocórtex cerebral y la amígdala.
Asimismo, pueden presentarse síntomas motores y alteraciones en la estabilidad corporal generalizada. Aspectos que podrían deberse a la afectación del cerebelo, parte posterior del encéfalo encargada de la coordinación muscular.
Dos presentaciones clínicas de la demencia pugilística
- Edad temprana de aparición alrededor de los 35 años, caracterizada por un comportamiento en el que prevalece la explosividad y la impulsividad.
- Edad tardía de aparición alrededor de los 60 años, cursa con deterioro cognitivo ejecutivo y cambios de comportamiento en el desarrollo de la enfermedad.
Dos áreas cerebrales claves
Las lesiones en el neocórtex cerebral se han relacionado a dificultades en el control de impulsos y en el razonamiento y toma de decisiones, lo que es esencial para la regulación emocional y la inhibición conductual. Así, un daño en esta región puede dar paso a un comportamiento más errático, agresivo e impulsivo.
Por otra parte, formando parte del sistema líbico, la amígdala es la estructura encargada del procesamiento de reacciones emocionales, tales como el miedo y la sensación de peligro.
De esta forma, golpes en esta estructura conducirían a la distorsión de la percepción de peligro, una mayor reactividad emocional y una inadecuada reacción agresiva (Stern et al., 2011).
Aaron Hernández: El desenlace más trágico
Lamentablemente, la demencia pugilística o ETC solo puede ser diagnosticada con fiabilidad durante la autopsia del paciente. Es ahí, donde se estudian los cortes del cerebro de quien se sospechó haber desarrollado la enfermedad y se confirma el diagnóstico post-mortem.
De esta manera, usualmente se detectan microlesiones en las estructuras neuronales y una anormal acumulación de proteínas tau, igualmente presentes en la enfermedad de Alzheimer (Andrade-López et al., 2017).
Este ha sido el caso de diversos atletas, cuyos familiares han donado sus cerebros a la ciencia sospechando que podrían padecer la enfermedad.
En tal línea, en 2017, la doctora Anne Mckee examinó 111 cerebros de ex jugadores de la NFL, encontrando signos de demencia pugilística en 110 de ellos.
Adicionalmente, la investigadora analizó otros cientos de cerebros pertenecientes a jugadores de la liga canadiense de fútbol y realizó el diagnóstico de ETC en el 87% de los casos. Entre los aquellos más famosos, el suicidio y otras muertes violentas han sido altamente prevalentes (Mez et al., 2017).
El caso de Aaron Hernández
Aaron Hernández fue un jugador de la NFL condenado en 2013 por homicidio que despertó la curiosidad de varios profesionales de la medicina. Así, su cerebro fue sometido a una autopsia tras suicidarse en 2017 en la celda donde se encontraba privado de libertad.
El cerebro de Aaron fue trasladado a la Universidad de Boston, donde varios especialistas practicaron una autopsia que reveló diversas estructuras con apariencia anormal para un cerebro de tan solo 27 años de edad.
En este sentido, se encontraron “cuevas” inusuales en el centro del cerebro así como una perforación anormal en una membrana que divide los dos hemisferios cerebrales.
Asimismo, se destacó el hallazgo de una concentración anormal de proteínas tau en la corteza prefrontal y en la estructura amigdalina del jugador, concluyendo el diagnóstico de ETC.
Al igual que Aaron, otros jugadores de fútbol americano han padecido las secuelas de esta enfermedad, cometiendo actos violentos contra sí mismos y otras personas. Este es el caso de Mike Webster, Chris Benoit, Junior Seau, Andre Waters y Dwight Clark, entre otros.
Conclusión
Si bien se han realizado estudios para entender mejor la demencia pugilística y se ha creado conciencia sobre los riesgos de los deportes de contacto, a través de películas y series de televisión, todavía hay mucho por hacer para prevenir su aparición.
Es necesario continuar investigando y concientizando a la sociedad sobre los peligros de los deportes de contacto, especialmente en lo que se refiere a la salud del cerebro. Solo así se podrá avanzar hacia un futuro más seguro y saludable para los deportistas de todo el mundo.
Referencias bibliográficas
- Andrade-López, A., Mendoza-Flórez, R., Blanco-Teherán, C., Quintana-Pájaro, L., Padilla-Zambrano, H. S., Ramos-Villegas, Y., Rubiano, A. M., Pacheco-Hernández, A. y Moscote-Salazar, L. R. (2017). Encefalopatía Traumática Crónica: Revisión de la literatura. Revista Ecuatoriana de Neurología, 26(3), 251-257. http://hdl.handle.net/20.500.12495/3638
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