La depresión postparto (PPD) es una condición que afecta a muchas mujeres después del parto. Sin embargo, la cuestión de si la PPD es una entidad clínica diferente del trastorno depresivo mayor (MDD) ha sido un tema de debate durante más de un siglo. La pregunta central es si los episodios depresivos que ocurren durante el período posparto tienen características suficientemente únicas como para justificar una clasificación separada. A continuación, exploraremos la epidemiología, etiología y tratamientos de la PPD en comparación con el MDD, analizando las implicaciones clínicas de considerar la PPD como una entidad diagnóstica separada.
Epidemiología de la depresión posparto
Al principio, todo parecía normal, pero pronto comencé a sentirme diferente. No era solo el cansancio típico; era una tristeza profunda que me hacía sentir desconectada de mi bebé y de mi familia. Cada día era una lucha para levantarme de la cama y cuidar de mi hijo. Lloraba sin motivo y me sentía culpable al ver a otras mamás manejando todo tan bien. Me sentía terriblemente sola, incluso con el apoyo de mi familia, y no podía explicar lo que sentía. Finalmente, busqué ayuda y comencé terapia cognitivo-conductual con un terapeuta especializado en salud mental perinatal, además de tomar antidepresivos (Mujer, 35 años).
La prevalencia de la PPD y el MDD muestra similitudes significativas, aunque ciertos estudios indican diferencias contextuales importantes. La mayoría de los estudios que comparan directamente ambas condiciones dentro de la misma población sugieren que las tasas de prevalencia de la PPD y el MDD son similares. Por ejemplo, Hoertel et al. (2015) encontraron que la prevalencia de la depresión mayor a 12 meses no difería significativamente entre mujeres posparto y mujeres en edad fértil fuera del período periparto.
Sin embargo, la definición del período posparto varía significativamente entre estudios, lo que complica las comparaciones directas. De esta forma, algunos estudios definen el período posparto como las primeras 4 semanas después del parto, mientras que otros extienden esta ventana hasta los 12 meses posparto (Wisner et al., 2010). Esta variabilidad puede influir en la percepción de la prevalencia y las características distintivas de la PPD.
Sintomatologían de la PPD y MDD
La sintomatología de la PPD y el MDD presenta tanto similitudes como diferencias. De hecho, ambos trastornos son heterogéneos, presentando una variedad de síntomas que pueden o no coincidir en cada caso individual. Mismamente, Putnam et al. (2017) encontraron que las mujeres que desarrollaron depresión dentro de las primeras 8 semanas posparto eran más propensas a experimentar depresión severa y un subtipo de anhedonia ansiosa, en comparación con aquellas cuya depresión comenzó más tarde en el período posparto.
Etiología
La PPD y el MDD comparten muchos factores etiológicos, incluidos genéticos, hormonales, neuronales, psicosociales y epigenéticos. Sin embargo, algunas diferencias notables sugieren que la PPD puede tener características etiológicas únicas.
Algunas cosas a considerar
- Factores genéticos: La investigación sugiere una superposición significativa en los factores de riesgo genético para la PPD y el MDD. No obstante, Viktorin et al. (2016) encontraron que la heredabilidad de la PPD es mayor que la del MDD, sugiriendo una mayor homogeneidad etiológica en la PPD debido a los desencadenantes específicos del parto.
- Factores hormonales: La rápida disminución de los niveles hormonales tras el parto se ha sugerido como un desencadenante único de la PPD. Aunque las fluctuaciones hormonales no se han asociado consistentemente con la PPD en términos absolutos, un subconjunto de mujeres parece ser particularmente sensible a estos cambios (Bloch et al., 2000).
- Factores neuronales: La investigación ha demostrado que tanto la PPD como el MDD están asociados con una disminución en la activación de las regiones cerebrales relacionadas con la recompensa. Laurent y Ablow (2012) observaron una activación reducida en respuesta a las señales del propio bebé, lo cual es relevante para el vínculo madre-bebé en la PPD.
- Factores psicosociales: El parto y la crianza de un recién nacido son factores de estrés exclusivos del período posparto. El estrés percibido y la falta de apoyo social son factores de riesgo importantes para ambos trastornos, pero en la PPD, estos factores relacionados con la crianza pueden tener un impacto más significativo durante el período posparto tardío (Yim et al., 2015).
- Interacciones de genes y medio ambiente y factores epigenéticos: Los efectos epigenéticos y las interacciones de genes y medio ambiente juegan un papel crucial en la PPD y el MDD. Guintivano et al. (2014) encontraron que cambios epigenéticos específicos inducidos por las fluctuaciones hormonales posparto pueden ser más relevantes para la PPD.
Tratamiento de la depresión posparto
El tratamiento de la PPD comparte muchas estrategias con el tratamiento del MDD, pero también presenta consideraciones únicas debido al contexto del parto y la lactancia.
- Tratamientos antidepresivos: Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) son comúnmente utilizados para ambos trastornos y han demostrado ser eficaces para la PPD. Misri et al. (2012) sugieren que la sertralina es una opción de primera línea debido a su seguridad relativa durante la lactancia.
- Psicoterapia: La psicoterapia es efectiva tanto para la PPD como para el MDD. Concretamente, la terapia cognitivo-conductual (TCC) y la terapia interpersonal (IPT) han demostrado ser eficaces en ambos contextos. Miniati et al. (2014) señalan que la IPT puede ser particularmente beneficiosa para la PPD debido a su enfoque en las relaciones interpersonales, que son especialmente relevantes durante el período posparto.
- Terapias neuromoduladoras: Tanto la terapia electroconvulsiva (TEC) como la estimulación magnética transcraneal (TMS) han mostrado eficacia para la PPD y el MDD (Ganho-Ávila et al., 2019).
- Tratamientos específicos para la PPD: Recientemente, la FDA aprobó la brexanolona, una versión sintética de la alopregnanolona, específicamente para el tratamiento de la PPD. Este tratamiento apunta a la disfunción GABAérgica asociada con la PPD y ha mostrado resultados prometedores en ensayos clínicos (Meltzer-Brody et al., 2018).
Recursos para la depresión posparto
Es crucial tener en cuenta tanto la depresión mayor no perinatal como la depresión postparto debido a su significativo impacto en la calidad de vida de los afectados. Así que…
Lo que no hay que olvidar
- Hablar sobre los sentimientos: Expresar lo que se siente a la pareja, familiares o amigos cercanos puede aliviar la carga emocional.
- Buscar apoyo profesional: Consultar a un terapeuta o psiquiatra especializado en salud mental perinatal. La terapia y, si es necesario, la medicación, pueden hacer una gran diferencia.
- Cuidarse a uno mismo: Dedicar tiempo a actividades que se disfruten y relajen. Incluso unos minutos al día pueden ayudar a mejorar el estado de ánimo.
- Descansar tanto como sea posible: Aunque puede ser difícil con un recién nacido, tratar de descansar cuando el bebé duerma.
- Mantener una alimentación saludable: Una dieta equilibrada puede ayudar a mantener los niveles de energía y bienestar general.
Recursos útiles
- Líneas de ayuda: Existen muchas líneas de ayuda disponibles que ofrecen apoyo y orientación para mujeres con depresión posparto.
- Grupos de apoyo: Buscar grupos de apoyo locales o en línea donde se pueda conectar con otras madres que están pasando por lo mismo.
- Literatura y artículos: Leer libros y artículos sobre la depresión posparto para entender mejor la situación y conocer diferentes estrategias de afrontamiento.
- Aplicaciones de bienestar: Utilizar aplicaciones móviles que ofrecen meditación, ejercicios de respiración y otros recursos para el bienestar mental.
¡Ojo! No olvidarse de la otra parte (si la hubiera)
El apoyo de la pareja en el contexto de la depresión posparto no se limita solo a la comprensión y el compartir responsabilidades, sino que también involucra un entendimiento profundo de las dinámicas emocionales y hormonales que afectan a la madre. Y es que, la pareja puede desempeñar un papel proactivo en la identificación temprana de los síntomas de la depresión posparto, observando cambios sutiles en el comportamiento y estado de ánimo de la madre, y tomando medidas para buscar ayuda profesional antes de que los síntomas se agraven.
Además, la pareja puede participar activamente en las sesiones de terapia, lo que no solo brinda apoyo a la madre, sino que también fortalece la relación y mejora la comunicación entre ambos. Ahora, es menos conocido, pero igualmente importante, que la pareja debe también educarse sobre los efectos biológicos y psicológicos del posparto, lo que les permite proporcionar un apoyo más informado y eficaz.
Asimismo, debe cuidar su propio bienestar mental y físico, ya que la tensión y el estrés pueden afectar negativamente su capacidad para ofrecer apoyo. Participar en actividades conjuntas de relajación, como meditación o ejercicios físicos, puede ser beneficioso. Además, establecer una red de apoyo social para ambos puede proporcionar alivio y comprensión adicional, permitiendo a la pareja manejar mejor las demandas del posparto y fortalecer la resiliencia familiar en su conjunto.
Conclusión
La evidencia revisada sugiere que la PPD con inicio temprano puede ser biológicamente distinta del MDD, especialmente en términos de su etiología y respuesta al tratamiento. Esta distinción tiene implicaciones clínicas importantes, ya que podría justificar un diagnóstico separado para la PPD y una mayor inversión en investigación específica y desarrollo de tratamientos.
En definitiva, la detección temprana y el tratamiento adecuado de la PPD son críticos, dado su impacto negativo tanto en la madre como en el niño. Y, por supuesto, sobra decir que la identificación de biomarcadores específicos y el desarrollo de terapias dirigidas podrían mejorar significativamente los resultados para las mujeres afectadas.
Referencias bibliográficas
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