La terapia de esquemas, desarrollada por el psicólogo Jeffrey E. Young, aborda patrones disfuncionales de pensamiento y comportamiento arraigados en la infancia. Un componente clave de esta terapia es el concepto de “esquemas”, que son creencias y patrones cognitivos que se forman durante la infancia y afectan la forma en que percibimos y respondemos a los demás y a nosotros mismos. En la siguiente nota exploraremos el esquema de metas inalcanzables, característico de muchas personas perfeccionistas. ¿De qué trata el esquema de metas inalcanzables? ¿Qué podemos hacer al respecto?
Los esquemas desadaptativos tempranos
En la conocida terapia de esquemas de Young se habla de la noción de “esquemas desadaptativos tempranos”. Dichos esquemas son patrones de pensamiento y creencias disfuncionales que se gestan durante la niñez. Lo anterior, como resultado de experiencias negativas o carencias emocionales con los cuidadores.
En consecuencia, afectan la percepción del sujeto sobre sí mismo y el mundo, influyendo en la forma en que se relaciona con los demás. Y, en ocasiones, generando problemáticas de salud mental.
Tales esquemas suelen surgir debido a la falta de satisfacción de necesidades emocionales básicas durante el periodo mencionado. Entre ellas, amor, seguridad, autonomía o límites claros. Como resultado, los patrones disfuncionales asociados con los esquemas desadaptativos tempranos pueden incluir la autosacrificación excesiva, la desconfianza en los demás, dependencia emocional o evitación del compromiso.
Su rigidez y disfuncionalidad
La rigidez de los esquemas desadaptativos tempranos se manifiesta en la forma en que dictan la percepción del individuo sobre sí mismo y el mundo. Estos patrones mentales, al establecerse en la infancia, se vuelven resistentes al cambio y difíciles de modificar, generando una impronta duradera en la psique del sujeto. La inflexibilidad se traduce en la persistencia de creencias y comportamientos disfuncionales que obstaculizan el crecimiento personal y las relaciones saludables.
En cuanto a su disfuncionalidad de los esquemas, la misma se evidencia en su impacto negativo en la toma de decisiones y las interacciones diarias. Con esto, al estar arraigados en carencias emocionales no satisfechas, pueden conducir a patrones autodestructivos, como el malestar con uno mismo o la evitación del compromiso mencionados. Así, los esquemas limitan la capacidad de la persona para adaptarse a situaciones nuevas y desafiantes, perpetuando ciclos perjudiciales de pensamiento y comportamiento (Klosko et al., 2013).
El esquema de metas inalcanzables: No ser suficiente
Dentro de los esquemas, Young identifica lo que llama “metas inalcanzables”. Dichas metas son expectativas poco realistas que se desarrollan en la primera etapa debido a experiencias disfuncionales con los cuidadores. De esta forma, los sujetos con esquemas de metas inalcanzables suelen establecer estándares imposiblemente altos para sí mismos y para los demás. Tales metas son inalcanzables en el sentido de que son extremadamente difíciles o incluso imposibles de lograr, lo que lleva a una constante sensación de fracaso e insatisfacción.
Dentro del esquema de metas inalcanzables, dos aspectos fundamentales son la evitación de la crítica y la tendencia al perfeccionismo. En primer lugar, la evitación de la crítica es una característica distintiva de aquellos que poseen esquemas de metas inalcanzables. Estas personas, motivadas por la necesidad de recibir aprobación y evitar juicios negativos, tienden a establecer estándares excepcionalmente elevados para sí mismas.
La amenaza de no ser perfecto
La crítica, ya sea real o percibida, se convierte en una amenaza para el autoestima frágil, por lo que evitan situaciones que puedan exponerlos a la evaluación de los demás. Dicho comportamiento, aunque aparentemente busca proteger su autoimagen, suele generar un ciclo perpetuo de insatisfacción y autoexigencia, ya que las metas establecidas resultan ser inalcanzables.
Por otro lado en cuanto a la tendencia al perfeccionismo, constituye otra faceta esencial de este esquema. Aquellos con metas inalcanzables suelen perseguir la perfección de manera implacable, intentando alcanzar estándares ideales en todos los aspectos de sus vidas. Esta búsqueda obsesiva de la perfección no solo es agotadora, sino que también suele ir acompañada de un miedo intenso al fracaso. Cualquier desviación de la perfección autoimpuesta puede desencadenar sentimientos de inadecuación y autocrítica, contribuyendo así a la constante sensación de no ser lo suficientemente bueno (Young, 2015).
Las metas inalcanzables como “trampa vital”
Jeffrey E. Young describe que las metas inalcanzables en ocasiones se revelan como “trampas vitales”. Pues, cada una de estas metas meticulosamente elaboradas por la mente, actúa como un nudo apretado. Así, limitan la capacidad de la persona para experimentar la vida de manera plena y satisfactoria. Y es que, perpetúan la insatisfacción y sufrimiento emocional.
Entre ellas, nombra a la creencia “no puedo aceptar ser el segundo que mejor lo hace”. La misma establece un estándar imposiblemente alto, condenando al sujeto a una constante lucha por alcanzar la cima. Asimismo, va de la mano con “tengo que ser el mejor en todo lo que hago”. De esta forma, se teje una red de autocrítica implacable, donde el más mínimo error es considerado como un fracaso personal.
Algunas otras creencias
La exigencia de que “nada de lo que hago está lo bastante bien” actúa como una sombra persistente que oscurece cualquier logro. Como consecuencia, genera una sensación de insatisfacción crónica. La compulsión por “conservarlo todo en perfecto orden” revela una búsqueda obsesiva de control, mientras que “siempre debo mostrar lo mejor de mí” se convierte en una máscara constante, ocultando la vulnerabilidad y autenticidad.
Por su parte, la afirmación “tengo tanto que hacer que no tengo tiempo para relajarme”, se convierte en una exigencia que ahoga la posibilidad de disfrutar el presente. Al mismo tiempo, la autocrítica implacable afecta las relaciones personales y la salud. El autoconcepto se ve comprometido aún más con la creencia de que “merezco fuertes críticas cada vez que cometo un error”, perpetuando un ciclo de autodesprecio. Finalmente, la competitividad constante, expresada en “soy muy competitivo”, se convierte en un juego sin fin donde la victoria es efímera y la derrota, devastadora (Young y Klosko, 2001).
Conclusión
La terapia de esquemas destaca la vital importancia del abordaje terapéutico y el acompañamiento en el proceso de cambio. Este enfoque ofrece un espacio seguro para explorar y comprender patrones arraigados, fomentando la autoaceptación y la transformación. Aquí, la guía del terapeuta es fundamental para desafiar esquemas disfuncionales, promoviendo un crecimiento personal significativo. A través de este apoyo, los sujetos pueden liberarse de trampas emocionales y construir relaciones más saludables consigo mismos y con los demás, permitiéndoles reconstruir una narrativa más realista y saludable sobre sí mismos y sus metas en la vida. Por último, para profundizar en aspectos claves del desarrollo emocional en la niñez, te invitamos a nuestro curso en inteligencia emocional.
Referencias bibliográficas
- Klosko, J. S., Young, J. E. y Weishaar, M. E. (2013). Terapia de esquemas : guía práctica. Desclée De Brouwer.
- Young, J. E. (2015). Terapia de esquemas. Desclée De Brouwer.
- Young, J. E. y Klosko, J. S. (2001). Reinventa tu vida: Cómo superar las actitudes negativas y sentirse bien de nuevo. Grupo Planeta (GBS).