Comúnmente, cuando se habla de autorregular, se hace referencia a la regulación de las emociones. Pero, ¿sabías que la autorregulación es mucho más que eso? De hecho, la misma se encarga de regular de forma continua las emociones, los pensamientos y el comportamiento para alcanzar ciertas metas. En esta nota, aprenderemos sobre los distintos niveles de la autorregulación desde una mirada psicobiológica, y cómo esta capacidad humana influye en componentes complejos, como las funciones ejecutivas.
¿Qué es la autorregulación?
Primeramente, cuando hablamos de regulación nos referimos al ajuste continuo, dinámico y adaptativo de los estados internos (emociones, pensamientos), como de los comportamientos. Esta regulación, a su vez, se ve influenciada por la fisiología central y periférica.
Por otra parte, podemos distinguir dos formas de regulación: extrínseca e intrínseca. Mientras que la primera implica ser regulado por otras personas, la intrínseca refiere a la capacidad de regular y gestionar internamente nuestras emociones, comportamientos y pensamientos. Por tanto, cuando hablamos de regulación intrínseca, nos estamos refiriendo a la autorregulación (Nigg, 2017).
El impacto de la autorregulación
La autorregulación es esencial en el desarrollo humano, ya que permite abordar con éxito diversas tareas adaptativas. No obstante, esta capacidad no solo se manifiesta en situaciones cotidianas, pues su influencia se extiende a lo largo de todo el desarrollo humano.
En ese sentido, una perspectiva holística del desarrollo revela la influencia continua de la autorregulación a lo largo de este curso evolutivo. Por tanto, dichas habilidades se moldean y fortalecen a lo largo del tiempo, impactando significativamente en la capacidad para adaptarnos a una amplia gama de situaciones y desafíos.
El modelo integrado y jerárquico de la autorregulación
Dado que la autorregulación es la regulación de los estados internos (como las emociones y los pensamientos), y del comportamiento, hay varios componentes involucrados. Es por eso que, autores como Clancy Blair argumentan que la autorregulación es un sistema jerárquico e integrado. En él hay cinco niveles que se relacionan de forma recíproca, cognición, emoción, comportamiento, fisiología y genética.
Funciones ejecutivas
Como se puede apreciar en el esquema, el nivel cognitivo es el nivel superior en el modelo de la autorregulación. En él encontramos las funciones ejecutivas, las cuales pueden regular y ser reguladas por el nivel emocional, comportamental, fisiológico y genético.
Respecto a su función, las funciones ejecutivas facilitan acciones dirigidas a metas en contextos inciertos. Por tanto, dentro de estas funciones encontramos:
- La memoria de trabajo para retener y actualizar información.
- El control inhibitorio para suprimir respuestas habituales a favor de otras.
- La flexibilidad cognitiva para atender y distinguir aspectos de estímulos variados.
El papel de los genes
Asimismo, las diferencias genéticas individuales, especialmente en genes vinculados a la sensibilidad al estrés, afectan la respuesta fisiológica. Por ende, también afectan las respuestas conductuales y emocionales.
Durante el desarrollo, los componentes “inferiores” de la autorregulación, como lo emocional, conductual y fisiológico, anteceden a los aspectos cognitivos “superiores”, como las funciones ejecutivas. Como resultado, este sistema se vuelve recursivo y altamente dependiente del contexto. Fruto de ello, se sostiene que la regulación es tanto top down (de arriba hacia abajo) como bottom up (de abajo hacia arriba) (Blair y Ku, 2022).
Los cuidadores: Piezas clave en el inicio de la autorregulación
Durante la infancia, los padres y/o cuidadores desempeñan un papel vital en el desarrollo de la autorregulación de los niños. En esta etapa, el infante depende completamente del cuidador para regular aspectos fisiológicos como la temperatura corporal, alimentación, sueño, entre otros.
Así, los cuidadores tienen un rol activo al moldear la fisiología en desarrollo. Pero también, contribuyen al desarrollo de habilidades que permiten al niño responder de manera reflexiva o reactiva dependiendo del entorno y las situaciones. Como consecuencia de esta influencia en la capacidad del menor para regular su fisiología, también existe un impacto en la regulación conductual, emocional y cognitiva.
La importancia de la autorregulación para la escolarización
La capacidad de autorregularse está intrínsecamente vinculada a la preparación del niño para entrar a la escuela. Pues, las diferencias en las respuestas reflexivas o reactivas ante estímulos son fundamentales para el éxito en entornos educativos formales. Específicamente, las habilidades de funciones ejecutivas son determinantes a la hora de estar listo para el entorno escolar.
De hecho, ciertas investigaciones destacan la relevancia de los indicadores de autorregulación en el logro académico a corto y largo plazo. Al centrarse en el desarrollo de la autorregulación, se puede comprender qué implica estar listo para la escuela y cómo potenciar esta preparación de manera efectiva.
Aportes de la neurobiología, neuroendocrinología y la genética
En añadidura, la importancia de la autorregulación en la investigación sobre la preparación escolar, se amplifica con los avances en neurobiología y neuroendocrinología. Así, estos avances subrayan que las interacciones ambientales, ya sean positivas o negativas, ejercen una profunda influencia biológica, modelando el desarrollo cerebral y conductual.
Como consecuencia, se sugiere la posibilidad de adaptación o desajuste entre las expectativas del entorno escolar y las experiencias previas. Además, se evidencia la interconexión y la flexibilidad del desarrollo en distintos niveles, desde lo genético hasta lo conductual. En ese sentido, esta plasticidad destaca la importancia de alinear las expectativas del entorno escolar con las experiencias previas para lograr una transición exitosa a la escuela.
Conclusión
Como hemos visto, desarrollar la autorregulación es fundamental para vivir nuestra vida. Al respecto, poder comprenderla lleva a repensar aspectos cotidianos como la educación, la crianza y los sistemas sociales. Naturalmente, se desprende que es necesario nutrir estas habilidades desde una temprana edad, fomentando entornos que promuevan la reflexión, adaptabilidad y control emocional. Pues la autorregulación no solo prepara para la escuela, sino para la vida misma. Si estás interesado en conocer más sobre técnicas de regulación, te recomendamos nuestro curso en regulación emocional y mindfulness en la infancia, donde explorarás estrategias efectivas para promover el bienestar emocional en los más pequeños.
Referencias bibliográficas
- Blair, C. y Raver, C. C. (2015). School readiness and self-regulation: a developmental psychobiological approach. Annual review of psychology, 66, 711-731. https://doi.org/10.1146/annurev-psych-010814-015221
- Blair, C. y Ku, S. (2022). A hierarchical integrated model of self-regulation. Frontiers in psychology, 13. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2022.725828
- McClelland, M., Geldhof, J., Morrison, F., Gestsdóttir, S., Cameron, C., Bowers, E., Duckworth, A., Little, T. y Grammer, J. (2018). Self-Regulation. En Handbook of Life Course Health Development (pp. 275-298). Springer International Publishing.
- Nigg, J. T. (2017). Annual Research Review: On the relations among self‐regulation, self‐control, executive functioning, effortful control, cognitive control, impulsivity, risk‐taking, and inhibition for developmental psychopathology. Journal of Child Psychology and Psychiatry, and Allied Disciplines, 58(4), 361-383. https://doi.org/10.1111/jcpp.12675