El interés por desentrañar la comorbilidad entre la depresión y la hipocondría no reside solo en su alta prevalencia clínica, sino en las particularidades que se presentan cuando ambas entidades cohabitan en un mismo psiquismo. La frontera entre lo emocional y lo somático se diluye. Lo que crea una presentación en la que la vivencia de enfermedad y la desesperanza vital se refuerzan como en un bucle patológico. ¿Cómo se configura esta alianza entre la depresión y la hipocondría? ¿Qué engranajes neurobiológicos y psicológicos los sostienen? ¿Y qué desafíos plantea a la hora de intervenir terapéuticamente en este tipo de pacientes?

Depresión e hipocondría: Dos condiciones diferentes

El trastorno depresivo mayor se caracteriza por un estado de ánimo persistentemente deprimido o la pérdida de interés/placer (anhedonia) durante al menos dos semanas. Lo anterior, acompañado de síntomas como sentimientos de culpa o inutilidad, baja energía, dificultades de concentración, alteraciones del apetito o del sueño, enlentecimiento psicomotor e ideación suicida (Bains y Abdijadid, 2023). Para su diagnóstico según DSM-V, al menos cinco de estos síntomas deben estar presentes (siendo obligatorio ánimo deprimido o anhedonia). Y ha de causar un deterioro funcional significativo, descartando antecedentes de episodios maníacos o hipomaníacos.

la depresión y la hipocondría

Por su parte, la hipocondría, conceptualizada actualmente como trastorno de ansiedad por enfermedad, se define por la preocupación persistente y desproporcionada por padecer o contraer una enfermedad grave. A pesar de contar con síntomas somáticos ausentes o muy leves (French y Hameed, 2023).

Esta ansiedad por la salud debe mantenerse durante al menos seis meses, con un alto nivel de alarma ante el propio estado físico que lleva al individuo a conductas repetitivas de comprobación (p. ej., examinar su cuerpo en busca de signos de enfermedad, búsqueda excesiva de información médica, consultas médicas reiteradas). O, en algunos casos, a evitar la asistencia sanitaria por miedo a recibir malas noticias.

Como dato de la hipocondría

El antiguo diagnóstico de hipocondriasis se dividió en dos entidades: el trastorno de ansiedad por enfermedad (cuando no hay síntomas físicos significativos) y el trastorno de síntomas somáticos (cuando sí los hay). Compartiendo ambos el foco en la ansiedad relacionada con la salud (Kikas et al., 2024).

La importancia de saber la comorbilidad

En la práctica clínica, reconocer la comorbilidad entre depresión e hipocondría reviste gran importancia. Diversos estudios han reportado que un porcentaje notable de pacientes con hipocondría presenta simultáneamente depresión mayor, si bien las cifras varían ampliamente (entre un 15% y un 72% según diferentes muestras) (Scarella et al., 2016).

Esta variabilidad indica la ausencia de un consenso firme, pero deja claro que la coexistencia es frecuente. Desde una perspectiva clínica, la superposición sintomática agrava la carga del paciente. La depresión puede intensificar la vivencia catastrófica de la enfermedad imaginada, mientras que la hipocondría puede perpetuar el estado depresivo al sumir al individuo en una preocupación crónica y estresante. En consecuencia, la comorbilidad complica el diagnóstico diferencial y exige una consideración cuidadosa para no pasar por alto uno u otro cuadro.

Bases neurobiológicas de la comorbilidad

la depresión y la hipocondría

Los hallazgos científicos sugieren que los trastornos depresivos y los trastornos de ansiedad (entre los que se incluye la hipocondría, dada su naturaleza ansiógena) comparten alteraciones neurobiológicas comunes.

Circuitos y sustancias compartidos

En el ámbito neuroquímico, ambos se asocian con disfunciones en los sistemas de neurotransmisores monoaminérgicos. La depresión mayor clásicamente implica un desequilibrio en neurotransmisores como la serotonina y la noradrenalina. Y de hecho, muchos tratamientos antidepresivos se basan en modular estos sistemas.

De manera análoga, en la hipocondría se hipotetiza que la hiperactividad ansiosa relacionada con la salud involucra también vías serotoninérgicas disfuncionales –una inferencia apoyada por la evidencia de que los fármacos ISRS (inhibidores selectivos de recaptación de serotonina) usados en depresión resultan eficaces para reducir la ansiedad por la salud (French y Hameed, 2023).

Además, se ha implicado la disregulación del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal en la fisiopatología de ambos trastornos: el sistema de respuesta al estrés tiende a estar sobreactivado tanto en la depresión como en los trastornos de ansiedad. Lo que conlleva niveles elevados de cortisol y alteraciones en la retroalimentación endocrina del estrés. Esta hiperactivación crónica del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal podría explicar síntomas transdiagnósticos como hiperalerta, perturbaciones del sueño y fatiga (Keller et al., 2017).

Redes y zonas afectadas

En cuanto a las redes neurales, las investigaciones con neuroimagen revelan un notable solapamiento en las estructuras cerebrales implicadas en la depresión y la hipocondría. Por un lado, la depresión mayor se asocia con una función alterada en circuitos límbicos y prefrontales: típicamente se observa hiperactividad de regiones emocionales como la amígdala y el sistema límbico, junto con una actividad disminuida o disfuncional en áreas prefrontales encargadas de la regulación cognitiva y del control de la emoción.

Esta desregulación conduce a una dificultad para modular pensamientos negativos y respuestas de temor. De modo interesante, en la hipocondría se han hallado alteraciones en esos mismos circuitos emocionales. Así, estudios muestran la implicación de circuitos neuronales comunes en la hipocondría y en trastornos de ansiedad como el trastorno de pánico o el trastorno obsesivo-compulsivo (Scarella et al., 2016).

Por otro lado, se han detectado solapamientos neuroanatómicos entre depresión e hipocondría. Por ejemplo, un estudio de neuroimagen estructural encontró en pacientes con hipocondría una disminución del volumen de materia gris en el precúneo (región parietal medial) y un aumento de volumen en la corteza frontal medial, junto con una conectividad funcional alterada entre estas áreas y el lóbulo occipital (Shen et al., 2020).

Manifestaciones clínicas y diagnóstico diferencial

Cuando la depresión e hipocondría confluyen en un mismo paciente, el cuadro clínico resultante puede ser especialmente complejo. Y es que, existen síntomas superpuestos entre ambos trastornos que pueden confundirse, a la vez que ciertos matices permiten diferenciarlos. En cuanto a las similitudes, tanto la depresión como la hipocondría pueden cursar con quejas somáticas inespecíficas (dolores corporales, malestar general, fatiga) y con una elevada ansiedad.

Rostros entrelazados del sufrimiento

Un paciente con depresión mayor, por ejemplo, puede centrar gran parte de su malestar en síntomas físicos (falta de energía, alteraciones gastrointestinales, sensación de opresión en el pecho), los cuales también son fuente de preocupación en la hipocondría. Asimismo, la dificultad de concentración y los problemas de memoria, comunes en la depresión, pueden alarmar al hipocondríaco haciéndole temer una enfermedad neurológica.

Y, de igual modo, la alteración del sueño presente en la depresión (insomnio o sueño no reparador) podría ser interpretada por un hipocondríaco deprimido como señal de alguna dolencia médica grave, alimentando un círculo vicioso de insomnio y preocupación.

Por su parte, no hay que olvidar la fatiga crónica como otro síntoma que suele presentarse en ambos trastornos. En la depresión es consecuencia de la apatía y enlentecimiento psicomotor, mientras que en la hipocondría surge por la tensión nerviosa constante y las posibles conductas de chequeo extenuantes, pero en la experiencia subjetiva del paciente deprimido-hipocondríaco ambas fuentes se fusionan en un cansancio profundo con sensación de enfermedad.

Pistas útiles

Se debe indagar si la preocupación central del paciente radica en la tristeza y la pérdida de sentido (núcleo depresivo) o en el miedo a estar enfermo (núcleo hipocondríaco), aunque ambos estén presentes.

Además, pistas útiles para diferenciarlos pueden incluir: el curso temporal (¿la ansiedad por la salud precedió a la depresión o viceversa?), el contenido del pensamiento predominante (rumiaciones de culpa, inutilidad y muerte en la depresión vs. temor específico a padecer enfermedades en la hipocondría) y la respuesta a la reaseguración médica (aquellos con hipocondría suelen obtener solo un alivio efímero tras exámenes médicos normales, reactivándose pronto la duda, mientras que en la depresión pura la preocupación hipocondríaca –si existe– puede ceder más fácilmente al ser secundaria al estado de ánimo).

En algunos casos, la hipocondría puede ser en sí misma una manifestación de la depresión enmascarada (esto es, una depresión que se expresa fundamentalmente a través de preocupaciones somáticas). O la depresión puede surgir reactiva al desgaste emocional de una hipocondría crónica.

Calidad de vida afectada

Se ha observado que las personas con alta ansiedad por la salud faltan más al trabajo (absentismo) y utilizan los servicios de salud en mayor medida –incluso más que pacientes con enfermedades médicas definidas– debido a sus temores constantes (Kikas et al., 2024). Si a este cuadro añadimos depresión, la funcionalidad decae aún más. Pues recordemos que la depresión mayor es en sí una de las principales causas de discapacidad en el mundo.

Por tanto, quien sufre ambas condiciones experimenta un doble golpe a su calidad de vida, viéndose atrapado en un estado de ánimo depresivo que le quita energías para afrontar su miedo a la enfermedad. Y, a la vez, en un estado de hipervigilancia somática que refuerza su desesperanza. Y, en términos de pronóstico, esta combinación suele asociarse a una evolución más crónica y refractaria si no se aborda adecuadamente.

Conclusión

En suma, un paciente con depresión e hipocondría ve comprometidos múltiples dominios de su vida: el emocional, el cognitivo, el físico, el laboral y el social. Reconocer esta realidad significa entender que se trata de una constelación sintomática única que requiere un plan de cuidado integral.

Cerraremos mencionando que cuando la persona es acompañada desde un enfoque que integra el trabajo emocional, la exposición gradual a sus temores y la resignificación de su experiencia corporal, es posible recuperar no solo la funcionalidad, sino también una narrativa vital más flexible y esperanzadora. Y ahí la salud ya no se perciba como una amenaza constante, sino como un proceso recuperable.

Referencias bibliográficas

  • Bains, N. y Abdijadid, S. (2023). Major Depressive Disorder. En StatPearls [Internet]. Treasure Island (FL): StatPearls Publishing. Recuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK559078/
  • French, J. H. y Hameed, S. (2023). Illness Anxiety Disorder. En StatPearls [Internet]. Treasure Island (FL): StatPearls Publishing. Recuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK537305/
  • Keller, J., Gomez, R., Williams, G., Lembke, A., Lazzeroni, L., Murphy, G. M., Jr y Schatzberg, A. F. (2017). HPA axis in major depression: cortisol, clinical symptomatology and genetic variation predict cognition. Molecular psychiatry22(4), 527-536. https://doi.org/10.1038/mp.2016.120
  • Kikas, K., Werner-Seidler, A., Upton, E. y Newby, J. M. (2024). Illness Anxiety Disorder: A Review of the Current Research and Future Directions. Current Psychiatry Reports, 26(7), 331-339. https://doi.org/10.1007/s11920-024-01455-1
  • Scarella, T. M., Laferton, J. A. C., Ahern, D. K., Fallon, B. A. y Barsky, A. J. (2016). The relationship of hypochondriasis to anxiety, depressive, and somatoform disorders. Psychosomatics, 57(2), 200-207. https://doi.org/10.1016/j.psym.2015.12.001
  • Shen, Z., Yu, L., Zhao, Z., Jin, K., Pan, F., Hu, S., Li, S., Xu, Y., Xu, D. y Huang, M. (2020). Gray Matter Volume and Functional Connectivity in Hypochondriasis: A Magnetic Resonance Imaging and Support Vector Machine Analysis. Frontiers in human neuroscience14, 596157. https://doi.org/10.3389/fnhum.2020.596157