La forma en la que tomamos decisiones no depende únicamente de nuestras capacidades cognitivas individuales, sino también del contexto social en el que actuamos. Al interactuar con otros, compartimos, además de información, percepciones, dudas y certezas. Dicho fenómeno, conocido como metacognición colectiva, plantea un interrogante crucial: ¿Pensamos mejor cuando tomamos decisiones compartidas? En esta nota, analizamos investigaciones recientes que abordan cómo influye la colaboración en nuestros procesos de pensamiento y qué condiciones favorecen el éxito de una decisión.
Comprendiendo la metacognición colectiva

La metacognición hace referencia a la capacidad de monitorear y controlar nuestros propios procesos mentales. Un ejemplo de ello incluye evaluar el conocimiento, regular la atención o modificar la estrategia ante una tarea. Sin embargo, cuando se trata de procesos grupales, surge un nuevo nivel: la metacognición colectiva. Concepto que abarca la forma en que los integrantes de un grupo monitorean y regulan el conocimiento, las emociones y las acciones de los demás.
A su vez, el mencionado tipo de metacognición incrementa la visibilidad de las habilidades individuales y permite distribuir responsabilidades dentro del grupo de forma más eficiente. Lo anterior, favorece el aprendizaje mutuo y una toma de decisiones más acertada (Folomeeva y Klimochkina, 2021).
Confianza, introspección y decisiones compartidas
Uno de los pilares de la metacognición colectiva es la confianza. No se trata únicamente de confiar en los demás, también implica evaluar con precisión el grado de seguridad que se tiene sobre una decisión. Compartir esa confianza permite que los otros la integren en sus juicios, lo cual puede mejorar el resultado grupal
Sin embargo, comunicar cuán confiable es una percepción no siempre es fácil ni espontáneo. En efecto, la introspección y expresión precisa de nuestras dudas implican un esfuerzo cognitivo adicional que puede tener consecuencias en la dinámica colectiva.
¿Pensamos mejor juntos? Evidencias científicas
Siguiendo esta línea, un equipo de investigadores llevaron a cabo un experimento en el que un grupo de personas debía reflexionar sobre las tendencias actuales de la moda, primero de manera individual, y luego en equipo. Al trabajar solos, varios participantes manifestaron inseguridad respecto a sus decisiones. No obstante, cuando se enfrentaron a la misma tarea en grupo, adoptaron roles que se ajustaban mejor a sus fortalezas personales.

Así, quienes se sentían menos seguros asumieron funciones de observadores o analistas, lo que les permitió aportar significativamente al resultado final. En este sentido, la metacognición colectiva facilitó una mejor distribución de tareas, permitiendo que los participantes aprendieran unos de otros y tomaran decisiones compartidas más fundamentadas (Folomeeva y Klimochkina, 2021).
Percepción visual y colaboración
Por otra parte, un grupo de investigadores estudió cómo las decisiones perceptuales (por ejemplo, detectar un cambio visual sutil) se ven afectadas al ser tomadas en grupo. En sus experimentos, observaron que cuando los integrantes del grupo tenían sensibilidades similares, el rendimiento colectivo superaba al de los individuos por separado.
Potencial de aplicación
Aunque los estudios revisados se centraron en tareas concretas como el juicio visual o la interpretación de patrones, sus implicancias son mucho más amplias. La metacognición colectiva tiene el potencial de mejorar la toma de decisiones en entornos educativos, clínicos y organizacionales.
En este sentido, comprender cómo se regula el pensamiento en grupo permite diseñar estrategias más eficaces para el trabajo colaborativo. Tanto es así que, en contextos de incertidumbre, por ejemplo, compartir niveles de confianza entre los integrantes puede suplir la ausencia de información objetiva, generando un marco de referencia compartido.
Un resultado clave: Aprendizaje sin retroalimentación externa
Uno de los resultados más destacados fue que los grupos pueden mejorar su desempeño con la práctica, incluso sin recibir retroalimentación externa, siempre que compartan de manera clara sus niveles de confianza. Dicha dinámica permite que la confianza grupal opere como una señal alternativa del resultado, facilitando el aprendizaje social. En otras palabras, los juicios compartidos refuerzan o debilitan estrategias cognitivas según el consenso, promoviendo el aprendizaje colectivo aun sin saber si la respuesta fue correcta.
Veamos un ejemplo práctico
Por ejemplo, imaginemos un equipo de profesionales de la salud que debe decidir rápidamente qué tratamiento aplicar en una situación ambigua, sin contar aún con los resultados del laboratorio. Cada integrante comparte su opinión y cuán seguro está de ella. Aunque no haya una respuesta definitiva en ese momento, con el tiempo el equipo comienza a notar que quienes expresan mayor seguridad suelen tener un buen nivel de acierto. Así, el grupo aprende a guiarse por esas señales internas —los niveles de confianza— incluso en ausencia de una retroalimentación externa directa, ajustando sus decisiones colectivas de forma más efectiva.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando la metacognición colectiva falla?

A pesar de lo mencionado, la metacognición colectiva no siempre garantiza mejores resultados. Precisamente, cuando los miembros del grupo poseen niveles desiguales de conocimiento o experiencia, puede surgir un sesgo egocéntrico. Dicho sesgo lleva a sobreestimar la claridad del propio mensaje o a subestimar la perspectiva del otro. Por ejemplo, en el estudio mencionado se vio que los grupos con grandes diferencias de sensibilidad perceptiva tendían a fracasar al tomar decisiones compartidas.
Otro obstáculo identificado fue la sobrecarga cognitiva. En condiciones donde los participantes debían usar simultáneamente comunicación verbal y no verbal para compartir su confianza, el rendimiento colectivo disminuía. De tal manera, lejos de potenciar el trabajo grupal, la combinación de estrategias comunicativas generaba un efecto contraproducente (Bahrami et al., 2012).
Conclusión
La metacognición colectiva muestra que nuestras decisiones no solo se enriquecen al considerar otras voces, sino también al observar cómo los otros piensan sobre lo que saben. En efecto, la distribución de roles, la evaluación compartida de la confianza y el tipo de comunicación empleado influyen de forma directa en el éxito del pensamiento grupal. Sin embargo, esta estrategia también conlleva riesgos: malentendidos, sobrecargas cognitivas o diferencias no reconocidas pueden socavar la calidad de la decisión colectiva.
Aun así, los beneficios de una metacognición compartida bien gestionada son claros. Al abrir nuestras ideas a la reflexión conjunta, se multiplica la capacidad de aprender, ajustarse y tomar decisiones más robustas. ¿Qué podríamos lograr si fuéramos más conscientes no solo de lo que pensamos, sino de cómo lo comunicamos y compartimos en grupo? ¿Y si enseñar a pensar juntos se volviera una prioridad educativa?
Referencias bibliográficas
- Bahrami, B., Olsen, K., Bang, D., Roepstorff, A., Rees, G. y Frith, C. (2012). What failure in collective decision-making tells us about metacognition. Philosophical Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences, 367(1594), 1350-1365. https://doi.org/10.1098/rstb.2011.0420
- Folomeeva, T. V. y Klimochkina, E. N. (2021). Social Metacognition in the Process of Decision Making. Psychological Applications and Trends 2021, 277-281. https://doi.org/10.36315/2021inpact057