Las personas altamente sensibles (PAS) son aquellas que poseen una capacidad aumentada para percibir y procesar estímulos. Este rasgo de personalidad se ha popularizado en los últimos años debido a sus implicaciones en el bienestar emocional y mental de quienes lo presentan. De este modo, las PAS son conocidas por su profunda reacción emocional frente a su entorno y su tendencia a la introspección. Así, estas características pueden ser tanto una fortaleza como un desafío en su vida diaria. Pero… ¿Qué es exactamente la alta sensibilidad y qué dice la neurociencia sobre ello?
Alta sensibilidad: ¿En qué consiste?
La alta sensibilidad es un rasgo de personalidad descrito por la psicóloga Elaine Aron en la década de 1990. El mismo se encuentra presente en aproximadamente el 20% de la población, caracterizándose principalmente por una mayor reactividad a los estímulos internos y externos, incluyendo las emociones y el entorno físico. En este sentido, aquellos identificados como PAS tienden a procesar la información de manera más profunda y detallada (Aron et al., 2012).
Características comunes de las personas altamente sensibles
Las personas que presentan una alta sensibilidad suelen compartir ciertas características que las distinguen del resto de la población. Entre las más comunes se encuentran las siguientes:
- Profundidad de procesamiento: Tienen una tendencia a reflexionar profundamente sobre las experiencias y la información recibida.
- Reactividad emocional elevada: Experimentan emociones más intensamente, tanto agradables como desagradables.
- Empatía y conciencia social: Son más empáticas y conscientes de las emociones y necesidades de los demás.
- Sensibilidad a los estímulos sensoriales: Llegan a sentirse abrumadas por luces brillantes, sonidos fuertes o ambientes caóticos.
- Tendencia a la sobreestimulación: Suelen sentirse fácilmente agobiadas debido a su intensa percepción de información sensorial y emocional.
¿Qué causa la alta sensibilidad?
Es importante destacar que la alta sensibilidad no se trata de un trastorno ni una condición médica, sino de un rasgo de personalidad neurodivergente que tiene bases biológicas, genéticas y ambientales. Algunos estudios lo identifican como una característica evolutiva que incrementa la probabilidad de supervivencia, ya que permite estar más alerta ante posibles peligros.
En este sentido, la genética juega un papel importante, especialmente en lo que respecta al sistema de dopamina, el cual predispone a algunas personas a ser más sensibles. Por otra parte, ciertos investigadores sugieren que las experiencias negativas en la infancia también fomentarían y perpetuarían este rasgo en la adultez (Chen et al., 2011).
Neurobiología de la sensibilidad
La investigación neurocientífica ha observado que las PAS muestran diferencias significativas en la estructura y función de ciertas áreas cerebrales. Por ejemplo, estudios de neuroimagen han revelado que estas personas tienen una mayor conectividad en las redes neuronales asociadas con la atención y el procesamiento sensorial. Tal diferencia neurobiológica explicaría por qué las mismas son más susceptibles a la sobrecarga sensorial y emocional, experimentando sus entornos de manera intensa y detallada (Evers et al., 2018).
Asimismo, los hallazgos en este campo han revelado que la corteza prefrontal (responsable del procesamiento de información y la regulación emocional) y la amígdala (implicada en las respuestas emocionales), presentan una actividad significativamente elevada en personas con alta sensibilidad. Siguiendo esta línea, la actividad aumentada en la corteza prefrontal contribuye a una mayor capacidad para la introspección y gestión de las emociones, aunque, a su vez, también provoca que las PAS sean más susceptibles a la sobreestimulación y la fatiga mental, especialmente en entornos que demandan una constante adaptación y respuesta emocional (Acevedo et al., 2014).
La amígdala en personas altamente sensibles
La amígdala, por su parte, muestra una reactividad mayor en aquellas personas identificadas como altamente sensibles. Esto se traduce en una mayor sensibilidad al estrés y una tendencia a experimentar emociones más intensamente, lo que puede aumentar el riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad y depresión.
Así, esta reactividad amigdalar genera que las PAS respondan con mayor rapidez e intensidad a los estímulos percibidos como amenazantes, y esto, en algunos casos, llega a resultar en una respuesta desproporcionada al estrés. Cabe destacar que esta sensibilidad aumentada también influiría en su capacidad para recuperarse de experiencias estresantes, prolongando así el tiempo necesario para regresar a un estado de calma.
Percepción y empatía en personas altamente sensibles
La neurociencia también ha revelado que quienes presentan el rasgo de ser altamente sensibles tienen una mayor activación en las áreas del cerebro asociadas con la empatía y la percepción social, como la ínsula y el giro cingulado anterior. Una activación que lleva a una mayor capacidad para percibir y sentir las emociones de los demás.
Esto permite que las PAS formen conexiones profundas y significativas con otros, pero también las vuelve más vulnerables al estrés emocional. Al absorber las emociones de quienes las rodean, estas personas se vuelven propensas a experimentar sobrecargas emocionales, especialmente en situaciones conflictivas o estresantes (Acevedo et al., 2014).
PAS y procesamiento sensorial
En lo que respecta al procesamiento de estímulos táctiles, la corteza somatosensorial tiene un rol crucial. En el caso de las PAS, muestra una mayor actividad en respuesta a señales suaves.
Esta mayor sensibilidad somatosensorial no solo se limita a disparadores físicos, sino que se extiende a aquellos que son de carácter emocional y social. De este modo, dicha población es capaz de detectar cambios sutiles en el tono de voz o las expresiones faciales de otras personas, lo que les permite responder de manera más empática y considerada a las emociones de los demás (Jagiellowicz et al., 2016).
Entonces, ¿qué pasa con el procesamiento de la información?
El procesamiento cognitivo es más profundo y detallado, lo que les permite detectar sutilezas que otros podrían pasar por alto. Sin embargo, tal procesamiento intensivo llevaría a una mayor sobrecarga cognitiva, especialmente en entornos altamente estimulantes.
De esta manera, esa capacidad representa una ventaja en tareas que requieren atención a los detalles y análisis profundo, pero también una desventaja en situaciones que requieren una respuesta rápida. Teniendo esto en cuenta, las PAS pueden beneficiarse de estrategias de manejo del tiempo y técnicas de reducción del estrés para manejar mejor las demandas cognitivas y emocionales (Jagiellowicz et al., 2016).
Conclusión
La neurociencia ha aportado conocimientos valiosos sobre las diferencias estructurales y funcionales en el cerebro de las PAS, explicando por qué procesan y experimentan el mundo de manera tan profunda. Entender estas diferencias no solo valida sus experiencias, sino que también abre la puerta a desarrollar estrategias personalizadas para mejorar su bienestar. Por ejemplo, prácticas como el mindfulness, la gestión del tiempo y la generación de entornos tranquilos representan herramientas útiles para ayudar a las PAS a manejar mejor la sobrecarga cognitiva y emocional, permitiéndoles aprovechar sus habilidades de percepción sin sentirse abrumadas.
A medida que se avanza en la comprensión de la alta sensibilidad, surgen nuevas preguntas sobre cómo integrar de manera efectiva estas estrategias en la vida diaria de las PAS. ¿Podría el futuro de la terapia y la intervención psicológica adaptarse más específicamente a las necesidades de las personas con este rasgo de la personalidad? Explorarlo no solo transformaría la manera en que se aborda el bienestar de las PAS, sino que también habilitaría entornos más comprensivos y adaptados, contemplando la neurodiversidad.
Referencias bibliográficas
- Acevedo, B. P., Aron, E. N., Pospos, S. y Jessen, D. (2014). The functional highly sensitive brain: A review of the brain circuits underlying sensitivity. Neuroscience and Biobehavioral Reviews, 47, 1-17. Doi: 10.1016/j.neubiorev.2014.08.011
- Aron, E. N., Aron, A. y Jagiellowicz, J. (2012). Sensory processing sensitivity: A review in the light of the evolution of biological responsivity. Personality and Social Psychology Review, 16(3), 262-282. Doi: 10.1177/1088868311434213
- Chen, C., Chen, C., Moyzis, R., Stern, H., He, Q., Li, H., Li, J., Zhu, B. y Dong, Q. (2011). Contributions of Dopamine-Related Genes and Environmental Factors to Highly Sensitive Personality: A Multi-Step Neuronal System-Level Approach. PLoS ONE, 6(7), e21636. Doi: 10.1371/journal.pone.0021636
- Evers, K., Rasche, M. y Schubö, A. (2018). Cognitive load in highly sensitive persons (HSP): The effect of noise on learning processes. Frontiers in Psychology, 9, 2434. Doi: 10.3389/fpsyg.2018.02434
- Jagiellowicz, J., Xu, X., Aron, A., Aron, E. N., Cao, G., Feng, T. y Weng, X. (2016). The trait of sensory processing sensitivity and its relation to the neural correlates of response inhibition. Physiology & Behavior, 158, 16-21. Doi: 10.1016/j.physbeh.2016.02.034