Cuando se presencia una situación reiterada de abuso en un vínculo, en muchos casos y de forma precipitada surgen algunas interrogantes. ¿Qué hace que el ciclo se repita? ¿Por qué es tan difícil cortar con una relación donde una persona es violentada? La lógica nos indica que frente a una situación de peligro, el instinto será alejarse del riesgo y preservar la propia integridad a toda costa. Sin embargo, en los vínculos donde quien nos expone al peligro es también quien provee una sensación de seguridad. De esta manera, se genera un funcionamiento ambivalente que puede llevar a que el patrón siga repitiéndose. El vínculo basado en el trauma (o trauma bonding), es la nomenclatura que se le otorga a esta dinámica donde el abuso y la protección son cualidades concentradas en un mismo agente.
¿Cómo funciona el trauma bonding?
Dutton y Painter (1993) proponen la teoría del relacionamiento traumático. Este refiere a la presencia de un importante apego emocional que se genera a partir de dos componentes específicos en las relaciones abusivas, que son el desbalance de poder y una conducta intermitente que oscila entre el buen trato y el maltrato.
A su vez, los autores resaltan lo contraintuitivo en la noción de que un vínculo se vea fortalecido a través del abuso intermitente ya que, por el contrario, la teoría de apego clásica nos dice que este incrementa en presencia de un tratamiento positivo reiterado. Dadas sus incongruencias con la formulación clásica, el apego fundado en el maltrato y buen trato intermitente fue apodado apego paradójico.
A través del concepto se ha logrado explicar el síndrome de estocolmo, o cómo las niñeces que sufren algún tipo de abuso por parte de sus cuidadores desarrollan, aún así, una fuerte relación con ellos. Incluso, esto también se observa en el comportamiento leal de exmiembros de un culto hacia líderes abusivos y malevolentes.
Una respuesta evolutiva
Algunos autores como Reid y colaboradores (2013) han teorizado el trauma bonding desde una perspectiva biológica y evolutiva. Desde tal lente, su objetivo es la supervivencia. Por lo que los vínculos basados en el trauma provienen de un instinto que es gatillado en circunstancias de soledad y desesperanza, que luego son acompañadas de amabilidad y protección.
Entonces, el entenderlo desde una respuesta de supervivencia implicaría que las intervenciones de tipo cognitivas quizá no sean efectivas. Dado que esta respuesta se originaría en las partes más primitivas del cerebro se explicaría el por qué de mantener una fuerte relación afectiva. Hasta cuando la persona que recibe el maltrato comprende racionalmente que quien lo emite le expone a condiciones de vulnerabilidad y agresión.
Y psicosocial
Según otros autores, el trauma bonding se expresa a través de los mismos mecanismos psicológicos que se activan en el desarrollo del apego temprano. Así, un apego seguro implica un vínculo con alguien que es diferenciado de otros como quien posee la mayor fortaleza o sabiduría y, es por tanto, un agente capaz de proteger.
Proporcional a este sentimiento de que un cuidador puede ejercer absoluto poder sobre el infante, se asocia que en circunstancias de separación de esa figura se produciría una respuesta emocional extremadamente fuerte que generaría mayor proximidad. A partir de esta explicación se permitió entrever la noción de que las emociones fuertes, producidas por un comportamiento intermitente de quien provee cuidado, pueden fortalecer el apego (Dutton y Painter, 1993).
Se agrava con el aislamiento…
En un estudio realizado por Casassa et al. (2021) se revisó cómo el trauma bonding se desempeñaba como pieza importante en los vínculos desarrollados entre quien emite el maltrato y el que lo recibe en casos de tráfico sexual. Los autores evidenciaron que este apego emocional apela a que quienes son violentados permanezcan bajo explotación en algunos casos, creyéndose en protección por parte del traficante.
Partiendo de la base de que los seres humanos buscan fuentes de conexión para cooperar con el dolor y procurar la supervivencia frente a la amenaza, la presencia de al menos algo de conexión (o la ilusión de esta) es de sumor valor. Tanto así, que incluso la conexión que se desarrolla con un individuo que lleva a cabo conductas de abuso o explotación es mejor que la ausencia total de conexión. Por tanto, para aquel que lo recibe, el vínculo con este primero, que es quien le aísla en primer lugar, seguirá siendo preferido a la completa desconexión.
¿Qué más entra en juego en el vínculo?
La literatura sugiere que una característica fundamental del trauma bonding es la deterioración del sentido del yo o self. Esto ocurre a través de un ciclo reiterado e inescapable de abuso. En consecuencia, el yo se ve entonces quebrantado y se entabla una relación de dependencia en la que se internalizan incluso los modelos de percepción del perpetrador. Ocurre una idealización de la imágen de la persona que ejerce la violencia. Y, por ende, a quien le impacta tenderá a asumir la responsabilidad de la toxicidad en el vínculo para buscar satisfacerle (Dutton y Painter, 1993).
Las consecuencias del trauma son evidentes
El trauma bonding genera heridas a nivel bio-psico-socio-espiritual, sobre todo en la adolescencia o en etapas tempranas del desarrollo. En infantes y jóvenes, en lo que respecta a las dinámicas de crecimiento y desarrollo, se ha observado la aparición de síntomas disociativos asociados con mecanismos de defensa y auto-preservación. Agregado a esto, lidiar con los niveles de estrés que propone la situación promueven una pobre formación del autoconcepto.
Dentro de las consecuencias generales en los receptores, a nivel neuro-fisiológico se observa que las respuestas de estrés producidas por el vínculo disfuncional decantan en una cascada hormonal que altera las sensaciones. Es así, que los perpetradores acaban induciendo estados de ansiedad y temor exacerbados que pueden producir una respuesta celular (cambio epigenético y daño en los órganos). Ocurre entonces, una desregulación del sistema neuroendocrino acompañado de secuelas hormonales por la continua activación del modo de lucha-huída.
Distintas heridas del vínculo
- En cuanto a las heridas psicológicas, se pueden producir serias afectaciones en la interpretación y el aprendizaje (en adolescentes). La internalización de un patrón abusivo de relacionamiento produce consecuencias como la ansiedad, disminución del autoestima, duda en uno mismo, de sus capacidades y dependencia emocional. Esto puede verse acompañado también de aberraciones de la conducta como las tendencias a comportamientos de riesgo.
- Por su parte, la herida social proviene del aislamiento producido. En consecuencia, se genera una inhabilidad de confiar en otros, llevando a la posibilidad de recaer en esta dinámica.
- Por último, la herida a nivel espiritual ocurre cuando las creencias sobre la vida se ven contradichas con la experiencia vivida. Se caracteriza por un conflicto moral que posee sentimientos de desesperanza donde la experiencia de aislamiento es incongruente con las creencias que el receptor de la violencia tenía de su vida, generando un vacío en la lógica de los eventos.
Conclusión
El trauma bonding es, de por sí, abusivo y puede tener serias consecuencias para la salud de los individuos. La conceptualización del fenómeno ropone una mirada explicativa y contextual a la complejidad de las relaciones tóxicas. Sin embargo, y por si no fuera poco, no configura solo un riesgo para la integridad de las personas en todos sus niveles. También se desenvuelve en semejanza a una enfermedad autoinmune.
Lo anterior, desmantela las protecciones propias volviéndose extremadamente resistente a las ayudas externas. Es su objetivo establecer un sistema lo suficientemente impermeable para que su detección sea difícil y que así proporcionar la ayuda necesaria involucre un arduo proceso de volver a confiar en otros fuera del vínculo basado en el trauma.
Referencias bibliográficas
- Casassa, K., Knight, L. y Mengo, C. (2021). Trauma Bonding Perspectives from service providers and survivors of Sex Trafficking: A scoping review. Trauma, Violence, & Abuse, 23(3), 969-984. https://doi.org/10.1177/1524838020985542
- Dutton, D. G. y Painter, S. (1993). Emotional attachments in abusive relationships: a test of traumatic bonding theory. Violence and Victims, 8(2), 105-120. Doi: 10.1891/0886-6708.8.2.105.
- George, V. (2015). Traumatic Bonding and Intimate Partner Violence [Trabajo de fin de Máster]. Universidad de Wellington, Nueva Zelanda.
- Reid, J. A., Haskell, R. A., Dillahunt-Aspillaga, C. y Thor, J. A. (2013). Contemporary review of empirical and clinical studies of trauma bonding in violent or exploitative relationships. International Journal of Psychology Research, 8(1), 37-73.
- Sanchez, R. V., Speck, P. M. y Patrician, P. A. (2019). A concept analysis of Trauma coercive bonding in the commercial sexual exploitation of children. Journal of Pediatric Nursing, 46, 48-54. https://doi.org/10.1016/j.pedn.2019.02.030
- Shaver, P. y Hazan, C. (1988). A biased overview of the study of love. Journal of Social and Personal Relationships, 5, 473-501.