La inteligencia emocional (IE) se define como la capacidad de un individuo para identificar, usar, comprender y controlar la información emocional. De hecho, puede considerarse un recurso protector crítico que, además, se relaciona con la salud mental. Si bien durante el desarrollo de la IE son importantes un conjunto de factores como los genes, la cultura y diversos agentes de socialización, el entorno familiar y educativo cumplen un papel clave. Primeramente, es el sistema familiar donde los niños aprenden cuándo y cómo expresar sentimientos, manejar los conflictos y negociar diferencias. En segundo lugar, puede ser la guardería otro de los contextos sociales. Ahora, para conseguir la anhelada IE, existen una serie de habilidades que ayudan a que el desarrollo emocional, desde muy temprana edad, vaya consolidándose. Veamos algunos de los hitos del desarrollo emocional en el periodo de 2 a 3 años.

Un papel cada vez más activo en la emoción

El avance más importante que se produce en el ámbito afectivo es que los pequeños toman un papel más activo en cuanto a la interacción a las emociones de los demás. Así, toman conciencia de su capacidad para poder influir en las emociones y actuar en consecuencia.

La pasividad quedó atrás

De algún modo, podría decirse que, con respecto a los años anteriores, ya no solo son elementos pasivos, sino que tienen un papel emocional más activo. O bien generando una emoción a los demás (haciendo de rabiar, por ejemplo) o gestionando reacciones (consolando).

Desarrollo emocional de los 2 a 3 años: ¿Qué ocurre?

En definitiva, adquieren poco a poco la capacidad de conocer los sentimientos de los demás y hacer algo para transformarlos.

Pudiendo identificar las condiciones o acciones que desencadenan o hacen cesar un estado emocional en el otro. Aquí comienza el des­arrollo de la cooperación (Pérez-Alonso Jeta, 1998). 

Hitos del desarrollo emocional

El reconocimiento y la expresión facial son las herramientas claves que los pequeños usan para desarrollar su conocimiento emocional en este año.

A partir de los 2 años, se comienzan a utilizar etiquetas lingüísticas para nombrar las emociones básicas (p. ej., alegría, enfado, tristeza y miedo) y entender la causa de dichas emociones (Murillo et al., 2020).

De esta forma, ya puede conocer los estímulos que desencadenan las emociones y se esfuerza por expresarse correctamente.

Y es que, a medida que las habilidades cognitivas y motoras de los niños se desarrollan, este comenzará a regular sus propias necesidades a través de acciones instrumentales y lenguaje comunicativo, reduciendo su dependencia de las demostraciones externas de angustia emocional. 

Y, a mayor independencia, mayor rebeldía. De hecho, no es casualidad que a este etapa también se la considere como “la fase del no”, caracterizada por la obstinación y terquedad, cuyo objetivo no es otro que afianzar su identidad (Martínez González, 2009).

Por otro lado, aumentan los miedos y aparece la emoción de la envidia según va descubriendo el sentido de pertenencia.

¿Qué pueden hacer los cuidadores para promover el desarrollo emocional?

Los niños a esta edad experimentarán grandes cambios intelectuales, sociales, emocionales y de aprendizaje que darán paso a una nueva forma explorar y entender aquello que les rodea. 

No tiene que perderse de vista la importancia de una crianza temprana y sensible donde exista la capacidad por parte de los cuidadores de interactuar con el niño para proporcionar entornos estructurados y apropiados de cara a un desarrollo adecuado (Murphy et al., 2021).

Para lo anterior, el papel de la familia es crucial, pues supone el principal agente socializador.

En consecuencia, los padres de familia deben favorecer el aprendizaje de dichas competencias emocionales.

Especialmente en esta edad donde el pequeño empieza a tener un mayor grado de control sobre su capacidad de influir en las emociones de los demás y, es en tal período, cuando se suele registrar el mayor número de rabietas y las más intensas.

Además, en la presente etapa no hay que olvidar la importancia de enseñarles que no pueden tener todo lo que quieren y la relevancia de tolerar sus frustraciones. Pues las rabietas empiezan a tomar protagonismo con el fin de ser atendido o para obtener lo que desea y como reacción a la frustración.

Pautas básicas de desarrollo emocional

Para apoyar este proceso, es útil que los cuidadores proporcionen una regulación externa o andamiaje con el fin de facilitar el desarrollo emocional en el niño durante los primeros años de vida.

  • Reservar alguna hora para leer libros con el pequeño. Por ejemplo, “El Monstruo de Colores”, de Anna Llenas, “El libro enfadado”, de Cédric Ramadier o “Vaya rabieta”, de Mireille d’Allancé. A esta edad empiezan a gustarles los cuentos y se identifican con personajes fantásticos.
  • Animarlo a participar en juegos de simulación. Muchas veces, es a través del juego simbólico donde puede descargar parte su tensión, por ejemplo.
  • Llevarlo a pasear para que explore el ambiente que lo rodea. Pues esta es una etapa acrobática y del deambulador, donde prima el desarrollo psicomotriz.
  • Prestarle atención y festejar cuando siga instrucciones y tenga un comportamiento positivo, limitando su atención cuando se ponga desafiante o haga rabietas. Ahora, en cualquier respuesta de los cuidadores ha de haber una provisión de calidez emocional, estimulación y capacidad de respuesta. Es en esta edad donde su deseo de agradar al adulto es cada vez mayor y se esfuerza por expresarse de forma adecuada y controlar su conducta para recibir el elogio y evitar la desaprobación. Asimismo, se ha de tener en cuenta que aún no entiende la necesidad ni el sentido de las reglas, pero comienza a darse cuenta de que existen en el entorno. Por lo que, poco a poco, empieza el desarrollo de la capacidad de tomar deci­siones.
  • Enseñarle formas aceptables de manifestar su enojo. Esto, a largo plazo, le permitirá contar con estrategias constructivas para regular la angustia cuando se produce. Para ello, es importante la sensibilidad de los padres para responder a la angustia emocional del pequeño.

Conclusión

Es crucial tener en cuenta que la educación integral no tiene que ver únicamente con el intelecto, sino que también hace referencia al sentimiento y la emoción, imaginación y acción emocional.

De este modo, considerar el desarrollo emocional en el proceso enseñanza-aprendizaje, será un presagio para un buen desarrollo infantil. En cuanto a esto, será determinante que las personas más cercanas al menor conozcan cómo actuar y poner en marcha esta información.

Referencias bibliográficas

  • Centros para el Control y Prevención de Enfermedades. (22 de febrero de 2021). Niños pequeños (2 a 3 años). Recuperado de: https://www.cdc.gov/ncbddd/spanish/childdevelopment/positiveparenting/toddlers2.html
  • Martínez González, R. A. (2009). Guía para el desarrollo de competencias emocionales, educativas y parentales. Ministerio de Sanidad y Política Social. Disponible en la web: http://www.meetingmadridleuropedelenfance.es/ima- ges/ficheros/Programa2009-1.pdf [Consultado el 16 de abril de 2023].
  • Murillo, A. L., Sánchez-Gómez, M. y Bresó, E. (2020). Inteligencia emocional en familia: Un programa formativo para padres e hijos de 3 a 6 años. Know and share Psychology1(4). https://doi.org/10.25115/kasp.v1i4.4339
  • Murphy, Y. E., Zhang, X. y Gatzke-Kopp, L. (2021). The developmental cascade of early parenting, emergence of executive functioning, and emotional symptoms across childhood. Infant mental health journal42(3), 331-345. https://doi.org/10.1002/imhj.21913
  • Pérez-Alonso Jeta, P-. M. (diciembre de 1998)El desarrollo emocional infantil (0-6 años): Pautas de educación [Ponencia]. Congreso de Madrid, España. http://www.waece.org/biblioteca/pdfs/d069.pdf