El miedo es una emoción primaria que ha intrigado a la humanidad, afectando tanto la mente como al cuerpo. La vergüenza, por su parte, ha sido menos explorada, pero su distinción emerge en estudios recientes. En todo esto, la neuroimagen con sus avances tecnológicos desentraña los misterios cerebrales detrás de dichas emociones. De hecho, la exposición al trauma en la infancia, un impulsor del miedo, se vincula con alteraciones en la estructura y función cerebral. ¿Cómo se entrelazan el miedo y la vergüenza? ¿Cuál es la relación entre miedo y cerebro? ¿Qué revelan las imágenes cerebrales sobre estos estados emocionales? La exploración de dicha conexión arrojará luz sobre la intricada conexión entre las emociones y la mente.
Una mirada a la infancia y el miedo
La exposición al trauma infantil, un riesgo significativo para trastornos basados en el miedo, como la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático (TEPT), es lamentablemente común. De esta forma afecta a dos tercios de los jóvenes según estudios nacionales y con una prevalencia mayor en hogares de nivel socioeconómico bajo (Álvarez-Fernández et al., 2023).
Pero con precaución
Aunque se reconoce la relación entre el trauma en la infancia y los trastornos psiquiátricos, la comprensión de cómo el primero altera el desarrollo cerebral, aumentando el riesgo de futuros trastornos basados en el miedo, sigue siendo mecanicista. Una perspectiva centrada en los circuitos neuronales relacionados con el aprendizaje y la disminución del miedo.
Y es que, durante el conocido condicionamiento clásico del miedo, una señal inocua se asocia con un estímulo aversivo, desencadenando respuestas condicionadas de miedo. La disminución del miedo, clave para la regulación, implica que la señal previamente condicionada ya no se asocie con el estímulo aversivo (Álvarez-Fernández et al., 2023).
¿Cómo se relaciona la vergüenza?
La vergüenza, asociada con el nerviosismo por una actuación percibida como fallida, difiere de otras emociones autoconscientes. De hecho, se ha reportado que la presencia de espectadores, ya sean reales o imaginarios, es esencial para desencadenar la vergüenza.
Un efecto espectador
¿Sabías que es la distancia social entre la persona y los espectadores la que influye en la intensidad de la vergüenza percibida? Lo cierto es que cuando los espectadores son familiares o amigos en comparación con extraños, tanto en la infancia como en la adultez se experimenta menos vergüenza.
Así pues, dicho fenómeno sugiere que la vergüenza está influenciada por la distancia psicológica percibida entre el niño y los demás. Con base a esto, la teoría de la evaluación social postula que el miedo a la evaluación negativa es fundamental en la vergüenza, y se espera que la distancia social reduzca este proceso cognitivo. Por ejemplo, al disminuir las preocupaciones sobre la evaluación negativa por parte de los espectadores cercanos, sobre todo en la infancia (Marusak et al., 2021).
Sin olvidar la cognición social
La cognición social es crucial en la interacción interpersonal, siendo muy común, por ejemplo, que quede afectada por accidentes cerebrovasculares. Y es que, esta engloba procesos neurocognitivos para interpretar información social, incluyendo la percepción de otros individuos y situaciones sociales complejas.
Por su lado, el procesamiento de las emociones, parte integral de la cognición social, se relaciona con el hemisferio derecho. Con esto, se sugiere que el procesamiento de emociones sociales, como la vergüenza y el miedo, pueden tener correlatos neuronales en dicha zona, aunque no hay que olvidar que la función cerebral es un proceso interconectado y no totalmente lateralizado (Tang et al., 2023).
¿Neuroimagen para estudiar el impacto en el cerebro?
Antes de nada, hay que considerar que la respuesta del cerebro puede variar según la gravedad del trauma, la resiliencia individual y otros factores. Y que la neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse, también puede influir en la recuperación.
Al parecer, la exposición al trauma infantil afecta significativamente la neurobiología del miedo y el aprendizaje de la extinción. De hecho, los estudios de neuroimagen en jóvenes respaldan esta hipótesis de que la exposición al trauma infantil altera la estructura y función de los circuitos neuronales, observándose, por ejemplo, un mayor volumen de la amígdala. Además de mayor activación en regiones relacionadas con la expresión del miedo y alteración de la conectividad funcional en estado de reposo entre regiones cerebrales relevantes para el miedo.
Por ejemplo…
En pequeños de 4 a 7 años expuestos al trauma se ha detectado una aparición temprana del condicionamiento del miedo. Y, a su vez, existe un desarrollo acelerado de procesos de aprendizaje del miedo en contextos de amenaza en la infancia. Adicionalmente, tanto en niños como en adolescentes que han vivido este tipo de adversidades, se observa una deficiente diferenciación en las respuestas de la piel entre señales de amenaza y seguridad durante el condicionamiento del miedo. (Tang et al., 2023).
Miedo y vergüenza: Algunas consecuencias cerebrales
Un estudio analizó datos de niños que participaron en un experimento de extinción del miedo de dos días, revelándose una conducta alterada relacionada con el miedo. Acompañada de una mayor activación de las regiones cerebrales relevantes para este durante el recuerdo de la extinción en niños expuestos a traumas en comparación con sus pares no expuestos.
Dado que las alteraciones en la extinción del miedo son comunes en los trastornos de ansiedad y el TEPT en adultos y jóvenes, la exposición al trauma infantil puede modificar la extinción del miedo. Pero también, el funcionamiento de los circuitos neuronales relacionados, aumentando así la vulnerabilidad al miedo (Álvarez-Fernández et al., 2023).
Esto sin contar, de igual modo, la activación intensa de la amígdala en respuesta a la carga emocional de la vergüenza, el hipotálamo y las glándulas suprarrenales, la corteza prefrontal, especialmente en su parte medial, y las zonas cerebrales especializadas en el procesamiento social, como se mencionaron.
Conclusión
En el vasto espectro de estudios sobre la mente, la investigación sobre el miedo y la vergüenza emerge como un fascinante campo de exploración. Desde la resonancia magnética funcional que ilumina los recovecos del cerebro hasta los experimentos de condicionamiento del miedo que desentrañan complejas respuestas emocionales, cada estudio aporta piezas cruciales al rompecabezas de la experiencia humana.
A medida que estas indagaciones avanzan, surgen nuevas perspectivas sobre la intersección de la neurociencia y las emociones. ¿Qué revelarán los próximos estudios sobre el miedo, la vergüenza y la arquitectura cerebral? La búsqueda del conocimiento continúa, abriendo puertas hacia una comprensión más profunda de nuestra psique.
Referencias bibliográficas
- Álvarez-Fernández, S., Andrade-González, N., Simal, P., Matías‐Guiu, J. A., Gómez-Escalonilla, C., Rodríguez‐Jiménez, R., Stiles, B. y Lahera, G. (2023). Emotional processing in patients with single brain damage in the right hemisphere. BMC Psychology, 11(1). https://doi.org/10.1186/s40359-022-01033-x
- Marusak, H. A., Hehr, A., Bhogal, A., Peters, C., Iadipaolo, A. y Rabinak, C. A. (2021). Alterations in fear extinction neural circuitry and fear-related behavior linked to trauma exposure in children. Behavioural Brain Research, 398, 112958. https://doi.org/10.1016/j.bbr.2020.112958
- Tang, H., Lin, L., Zheng, L., Guo, X. y Qian, H. (2023). Social distance of bystanders affects people’s embarrassment via changing fear of negative evaluation and feelings of attachment security. BMC Psychology, 11(1). https://doi.org/10.1186/s40359-023-01201-7
- Vogel, F., Reichert, J. y Schwenck, C. (2022). Silence and related Symptoms in children and Adolescents: A Network Approach to Selective Mutism. BMC Psychology, 10(1). https://doi.org/10.1186/s40359-022-00956-9