Los trastornos de conducta en niños presentan desafíos multifacéticos que afectan no solo al pequeño, sino también a su entorno familiar. En este contexto, el papel de los padres emerge como un factor fundamental en la comprensión y manejo de estas dificultades. Y es que, la calidad de la relación temprana entre padres e hijos, así como las estrategias de crianza empleadas, pueden influir en el desarrollo y la manifestación de tales trastornos. Entonces… ¿Qué aspectos influyen en estos cuadros? ¿Qué enfoques de intervención para padres con niños con trastornos de conducta hay disponibles?

Pero primero… ¿Qué son los trastornos de conducta?

La comprensión de los trastornos de conducta en niños es fundamental para abordar adecuadamente el trastorno oposicionista desafiante (Oppositional Defiant Disorder, ODD, en inglés). Y el trastorno de conducta (Conduct Disorder, CD, en inglés).

Niños con trastornos de conducta, padres

Como se define en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders fifth edition, DSM-V, en inglés), una característica distintiva es que el ODD se manifiesta principalmente en la primera infancia, caracterizado por irritabilidad y resistencia hacia figuras de autoridad. Por otro lado, el CD se observa en niños mayores y adolescentes.

En este sentido, investigadores coinciden en que ambos se desarrollan dentro de un modelo transaccional. Dicho modelo está influenciado por factores genéticos, psicológicos y sociales, que pueden estar presentes en el niño, la familia, escuela y comunidad.

Además, se ha observado que la interacción entre estos factores puede variar significativamente según el contexto cultural y ambiental en el que se desenvuelve el niño o adolescente. Lo anterior, agrega una capa adicional de complejidad al entendimiento de estos cuadros (Ljungström et al., 2020).

El contexto familiar influye

El contexto familiar es un componente fundamental en el desarrollo emocional y conductual de los niños, siendo los padres quienes enfrentan mayores desafíos. Las interacciones entre padres e hijos y las características individuales de cada uno, son determinantes clave en el modelo transaccional de comprensión de los trastornos de conducta. Por ejemplo, la depresión parental puede ser un factor de riesgo significativo para el desarrollo de problemas de comportamiento en los menores. Especialmente en los varones.

Además, la dinámica alterada entre padres e hijos puede agravar los síntomas depresivos de los adultos. Llevándolos a sentirse avergonzados y estigmatizados por el comportamiento de sus hijos. Así, se desarrolla un ciclo de influencia mutua que destaca la importancia de abordar no solo los síntomas del niño, sino también realzar la salud mental de los progenitores como aspecto importante en el contexto de los trastornos de conducta infantil (Ljungström et al., 2020).

La importancia de una evaluación acertada

Como inciso, los presentes problemas de conducta infantil, omnipresentes a nivel mundial, requieren una evaluación cuidadosa. La misma, debe considerar las diferencias culturales y socioeconómicas para evitar sesgos y garantizar intervenciones efectivas. En consecuencia, es esencial cuestionar la universalidad de las definiciones y herramientas de medición, especialmente en contextos no occidentales y de bajos ingresos para evitar la patologización excesiva (Burkey et al., 2018).

Irritabilidad en el desarrollo: Un síntoma a observar

La irritabilidad, caracterizada por una propensión a la ira inapropiada para el desarrollo, es un síntoma común en niños y adolescentes, presente sobre todo en cuadros como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), ODD, TC, depresión y ansiedad. Este síntoma abarca tanto la irritabilidad tónica como fásica, y es un criterio para el trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo según el DSM-V.

Adicionalmente, asociada con malos resultados funcionales y trastornos emocionales, la irritabilidad también se vincula con tendencias suicidas y deterioro académico. Y es que, los niños con alta irritabilidad exhiben reactividad excesiva al estrés y percepción de amenazas, lo que afecta su funcionamiento fisiológico y emocional (Fongaro et al., 2022).

¿Qué es la irritabilidad tónica y fásica?

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La irritabilidad tónica se refiere a una calidad negativa persistente del estado de ánimo, caracterizada por una tendencia general hacia la irritabilidad o el mal humor en diferentes situaciones. Por otro lado, la irritabilidad fásica se refiere a arrebatos de temperamento o reacciones explosivas de ira que pueden surgir de manera repentina y pasajera en respuesta a eventos específicos o estresantes.

Asimismo, la irritabilidad tónica implica un estado de ánimo subyacente crónico. En contraposición, la irritabilidad fásica se manifiesta más como episodios agudos y transitorios de irritabilidad intensa. Ahora, es importante aclarar que ambos tipos de irritabilidad pueden ser sintomáticos de un trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo, entre otros.

Cuidado, prestemos atención a la influencia del apego

Sabemos que la calidad de la relación de apego temprana entre padres e hijos es crucial para el desarrollo emocional y conductual del niño. Según la conocida teoría del apego, el cuidado sensible en los primeros años de vida promueve la seguridad del apego y habilidades socioemocionales saludables.

Por el contrario, el cuidado insensible puede dar lugar a patrones de apego inseguro o desorganizado, afectando el control conductual y emocional del niño. Lo que podría manifestarse como irritabilidad y resistencia hacia figuras de autoridad (Kohlhoff et al., 2020).

Programas de intervención grupal para padres

Los trastornos de ansiedad y depresión en los niños es una condición de comportamiento compleja, influenciada por una variedad de factores de riesgo y niveles de estrés. Al respecto, las intervenciones han evolucionado de terapia individual a programas grupales de capacitación para padres con niños con trastornos de conducta.

Estos programas se centran en mejorar las habilidades parentales, como seguir el ejemplo del niño y establecer límites efectivos. Además, buscan fortalecer la autorregulación parental, aumentando la confianza en la gestión de las responsabilidades parentales diarias.

Así, las intervenciones representan un enfoque integral de abordaje. Reconociendo la importancia del entorno familiar en el desarrollo y tratamiento de los trastornos de conducta infantil (Ljungström et al., 2020).

¿Autoeficacia de los padres?

Niños con trastornos de conducta, padres

Se han identificado asociaciones entre la baja autoeficacia de los padres de niños con trastornos de conducta y los problemas de conducta de estos. Aunque, si bien se reconoce la relación entre ambos factores, todavía existe incertidumbre sobre la dirección de la influencia:

¿La baja autoeficacia de los padres contribuye a los problemas de conducta de los niños, o son los problemas de conducta de los niños los que afectan la autoeficacia de los padres?

Esta ambigüedad en la causalidad subraya la complejidad de los procesos familiares y el impacto bidireccional que pueden tener en el bienestar emocional y conductual de los miembros familiares. Eso sí, y ligándolo un poco con lo que se mencionó al principio, la relación entre la autoeficacia parental y los problemas de conducta en los niños es influenciada por diversos factores contextuales y relacionales (Ljungström et al., 2020).

Entrenamiento para padres: Un programa innovador

Por otra parte, el entrenamiento en gestión parental (Parent Management Training, PMT, en inglés) es la terapia estándar para los trastornos de conducta disruptiva en niños y adolescentes. El programa de Barkley, específicamente diseñado para padres de menores desafiantes, consta de sesiones grupales o individuales. Con un enfoque en estrategias de control efectivas, coherentes y adaptadas, los padres aprenden a manejar mejor las conductas disruptivas de sus hijos. Reduciendo así la intensidad y las repercusiones de los comportamientos no deseados.

Consecuentemente, numerosos estudios respaldan la eficacia del programa, demostrando una disminución en los problemas de conducta después del entrenamiento grupal. Para ello, destacan que un entorno estructurado es fundamental para pequeños con trastornos emocionales o de conducta. Ya que, los entornos caóticos pueden exacerbar los síntomas y promover comorbilidades (Fongaro et al., 2022).

Conclusión

La importancia del papel de los progenitores en el manejo de los trastornos de conducta infantil es innegable. Desde la calidad del apego temprano hasta las estrategias de crianza utilizadas, los padres desempeñan un papel crucial en el desarrollo y gestión de estos desafíos. Por esto, reconocer su influencia y proporcionarles herramientas efectivas de intervención es fundamental para promover el bienestar de los niños y sus familias.

Al abordar las mencionadas cuestiones, podemos fortalecer las relaciones familiares entre los padres de niños con trastornos de conducta y mejorar la salud mental de estos últimos. Por último, si estás interesado en conocer más sobre técnicas de regulación, te recomendamos nuestro curso en regulación emocional y mindfulness en la infancia, donde explorarás estrategias efectivas para promover el bienestar emocional en los más pequeños.

Referencias bibliográficas

  • Burkey, M. D., Adhikari, R. P., Ghimire, L., Kohrt, B. A., Wissow, L. S., Luitel, N. P., Haroz, E. E. y Jordans, M. J. D. (2018). Validation of a cross-cultural instrument for child behavior problems: the Disruptive Behavior International Scale – Nepal version. BMC Psychology, 6(1). https://doi.org/10.1186/s40359-018-0262-z
  • Fongaro, E., Picot, M., Stringaris, A., Belloc, C., Vérissimo, A., Franc, N. y Purper-Ouakil, D. (2022). Parent training for the treatment of irritability in children and adolescents: a multisite randomized controlled, 3-parallel-group, evaluator-blinded, superiority trial. BMC Psychology, 10(1). https://doi.org/10.1186/s40359-022-00984-5
  • Kohlhoff, J., Cibralic, S., Wallace, N. M., Morgan, S., McMahon, C., Hawkins, E., Eapen, V., Briggs, N., Huber, A. y McNeil, C. B. (2020). A randomized controlled trial comparing parent child interaction therapy – toddler, circle of security– parentingTM and waitlist controls in the treatment of disruptive behaviors for children aged 14-24 months: study protocol. BMC Psychology, 8(1). https://doi.org/10.1186/s40359-020-00457-7
  • Ljungström, B., Sarenmalm, E. K. y Axberg, U. (2020). “Since his birth, I’ve always been old” the experience of being parents to children displaying disruptive behavior problems: a qualitative study. BMC Psychology, 8(1). https://doi.org/10.1186/s40359-020-00465-7