El trastorno bipolar es una condición psiquiátrica compleja que afecta a millones de personas en todo el mundo y suele conllevar consecuencias significativas en la salud mental, la vida social y el desempeño funcional. En los últimos años, la evidencia científica ha comenzado a converger en un aspecto crucial: el momento en que se inicia el tratamiento podría incidir decisivamente en el curso del trastorno bipolar. Pero, ¿qué tan fundamentado está dicho enfoque? ¿Qué sabemos realmente sobre la eficacia de las intervenciones tempranas? A continuación, analizaremos un metaanálisis reciente que reúne datos clave sobre su efectividad, los abordajes más prometedores y las implicancias clínicas que podrían redefinir los abordajes.
Primero… ¿Qué es el trastorno bipolar?

Consiste en un cuadro mental crónico caracterizado por cambios extremos en el estado de ánimo, la energía y la capacidad de funcionamiento. Tales oscilaciones se manifiestan en episodios de manía, hipomanía y depresión. Por su parte, la manía (o hipomanía, en su forma leve) es distinguida por una euforia intensa, energía desbordante, disminución de la necesidad de sueño, y comportamiento impulsivo. Mientras que la depresión, suele conllevar estados de tristeza profunda, fatiga y pérdida de interés en actividades. Incluso, podría verse acompañada de pensamientos de muerte.
Respecto de su etiología, aún continúa siendo desconocida. Sin embargo, se cree que el origen es una combinación de factores genéticos, neurobiológicos y ambientales.
¿Qué más sabemos hasta el momento?
Diversos estudios coinciden en que se encuentra entre las principales causas de padecimiento a nivel global, en gran parte debido a su inicio precoz, curso crónico y las repercusiones funcionales que genera en múltiples ámbitos de la vida cotidiana. Sin embargo, la investigación también muestra un horizonte esperanzador: la intervención temprana con tratamientos basados en la evidencia podría ejercer un efecto protector, atenuando la progresión del trastorno bipolar y mejorando el pronóstico clínico a largo plazo.
Pero, ¿qué entendemos por intervención temprana? La realidad es que no existe consenso sobre su definición, dificultando así la evaluación de las intervenciones. A pesar de ello, diversos autores proponen que debería enfocarse en intervenir sobre aquellas personas que han sido recientemente diagnosticadas.
Una nueva investigación…

Pese a la dificultad mencionada, en 2023 surge un estudio que tuvo por objetivo sistematizar y revisar los riesgos y beneficios de los tratamientos tempranos del trastorno bipolar. Para ello, fueron seleccionadas 25 investigaciones que evaluaron la efectividad de las intervenciones en cuadros de tipo I o II en etapas tempranas. Cabe mencionar que, en el presente artículo, catalogaron como intervención en etapa temprana aquellas personas que habían vivido su primer episodio maníaco hospitalizado, tenían un historial de hasta tres episodios maníacos, o tenían hasta seis episodios afectivos (incluyendo depresivos, maníacos o hipomaníacos) a lo largo de su vida.
Este análisis estuvo centrado en investigaciones que utilizaron tratamientos farmacológicos, psicológicos, de neuroestimulación o nutracéuticos, comparados entre sí o frente al placebo. Y también diseños con grupo control (aleatorizados o no), que reportaran al menos un resultado clínico (síntomas, recaídas, funcionalidad o tolerancia).
Entonces, ¿qué es lo que funciona?
Primero, el litio se asocia con un menor riesgo de recurrencias y un mejor funcionamiento global en el tratamiento de mantenimiento. En especial cuando es comparado con otros estabilizadores del ánimo como el valproato o la lamotrigina.
Al mismo tiempo, cuando se lo compara con antipsicóticos, el uso de estabilizadores del ánimo en etapas tempranas del trastorno mostró ventajas clínicas significativas. Particularmente, en el caso específico de los adolescentes, la quetiapina demostró mayor rapidez en la reducción de síntomas maníacos durante la fase aguda, aunque con efectos secundarios más notorios como la sedación.

En cuanto a las intervenciones psicoterapéuticas, tanto la terapia cognitivo-conductual (TCC) como el abordaje familiar se vincularon con mejoras sintomáticas y una reducción en la tasa de recaídas. Tales estrategias, además de demostrar eficacia en la estabilización del cuadro clínico, potenciaron la adherencia al tratamiento y la recuperación funcional. De manera consistente, los resultados sugieren que aplicar intervenciones farmacológicas y psicológicas en las primeras fases del trastorno ofrece mayores beneficios clínicos que cuando se introducen en etapas más avanzadas.
Algunas limitaciones…
Ciertamente, necesitamos considerar las limitaciones metodológicas que podrían matizar la interpretación de sus hallazgos. En primer lugar, como hemos mencionado, la definición de etapa temprana del trastorno no es uniforme, lo que genera heterogeneidad en las conclusiones.
Además, gran parte de los estudios tienen un riesgo moderado a alto de sesgo, impactando en la validez de los hallazgos. Y, por último, la mayoría se centraron en la prevención de recurrencias. De este modo, dejaron por fuera otras categorías importantes como la calidad de vida y la funcionalidad.
Recomendaciones clínicas para el tratamiento temprano
Ahora bien, aunque muchas investigaciones analizan las intervenciones preventivas en personas con alto riesgo de desarrollar trastorno bipolar, existe una necesidad clave de estudiar los tratamientos tempranos de dicha condición una vez consolidada. Lo anterior se debe a que la oportunidad de intervenir tempranamente no se cierra necesariamente tras el primer episodio.
Justamente, muchos expertos coinciden en que los tratamientos específicos deben ofrecerse una vez confirmado el diagnóstico. Ya que ese momento representa una oportunidad significativa para modificar el curso de la enfermedad.
Hallazgos cruciales sobre el trastorno bipolar
En resumen, los avances recientes en sobre la efectividad de los tratamientos para este trastorno ofrecen nuevas posibilidades para su intervención. Por el instante, intervenciones con estabilizadores del estado de ánimo, como el litio, y ciertas terapias psicológicas, se perfilan como herramientas clave. Sobre todo para prevenir recurrencias y mejorar el funcionamiento global de los pacientes.
Para concluir, es necesario invertir en intervenciones tempranas, desde un enfoque combinado entre lo farmacológico y lo psicológico para quienes atraviesan un trastorno bipolar. De esa forma, no solo se podría reducir su impacto, sino también mejorar sustancialmente la calidad de vida. Para profundizar sobre los principales modelos de regulación emocional, te invitamos a nuestro curso sobre técnicas de regulación emocional en trastornos del estado de ánimo.
Referencia bibliográfica
- Ratheesh, A., Hett, D., Ramain, J., Wong, E., Berk, L., Conus, P., Fristad, M. A., Goldstein, T., Hillegers, M., Jauhar, S., Kessing, L. V., Miklowitz, D. J., Murray, G., Scott, J., Tohen, M., Yatham, L. N., Young, A. H., Berk, M. y Marwaha, S. (2023). A systematic review of interventions in the early course of bipolar disorder I or II: A report of the International Society for Bipolar Disorders Taskforce on early intervention. International Journal of Bipolar Disorders, 11(1), 1-21. https://doi.org/10.1186/s40345-022-00275-3