“Perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú”. Una frase del profesor Lewis B. Smedes que puede representar este término tan antiguo. El perdón ha sido objeto de debate en muchos campos y, hoy en día, empieza a tener su importancia en el ámbito de las neurociencias y la psicología social. ¿Qué pasa cuando una persona perdona? ¿Es diferente hacerlo sobre un acto del otro si este ha sido intencionado o no? ¿Cuáles son los efectos del perdón en el cerebro? Hallazgos empíricos sugieren que esta acción produce muchos resultados positivos asociados con aspectos físicos y mentales de la salud. Además, está relacionado con atributos de la personalidad, la forma de relacionarnos y la motivación, entre otros. Veamos un poco más sobre ello.
¿Qué es el perdón?
Algunas definiciones
Si bien este término no presenta una definición única y consensuada por los investigadores, hay algunas que presentan cierto acuerdo. Un de ellas es la definición del perdón como un acto a partir del cual disminuyen los sentimientos, pensamientos y comportamientos negativos hacia quien nos ha herido. Un cambio que puede ser de sentimientos negativos a neutrales o de negativos a positivos. La otra, alude al perdón como una acción tras la que aumentan las emociones positivas después de la culpa interpersonal hacia el otro.
¿Perdonar es fácil? A veces para ello se tienen que superar emociones negativas, pensamientos rumiativos y vengativos. De hecho, el perdón se ha relacionado con tres componentes claves: mecanismos de control cognitivo, toma de perspectiva y valoración social.
Por otra parte, no hay que olvidar que el perdón no es lo mismo que el olvido, la tolerancia o excusa sobre un comportamiento hiriente o la reconciliación. Asimismo, puede clasificarse como aquel que se lleva a cabo hacia uno mismo, los demás y las situaciones. Y, además, no existe un único tipo. Indaguemos un poco más.
Tipos de perdón
Hay diferentes tipos de perdón, aquel de tipo decisional y el emocional/motivacional. Así como grados en los que puede medirse según la autenticidad de ello, influyendo entre otros, el estado emocional. Si nos centramos en ambos tipos y los tres componentes antes mencionados, el perdón decisional podría depender en gran parte de procesos de valoración social y el emocional implicaría la interacción de todos los componentes.
Así pues, en resumidas cuentas. El perdón implicaría cambios principalmente en la motivación y la emoción hacia quien nos hirió (control cognitivo), comprensión de las intenciones y emociones (toma de perspectiva) y juicios sobre la idoneidad de este en un contexto específico (valoración social) (Fourie et al., 2020). Veamos algunos tipos y los efectos del perdón.
¿Qué ocurre cuando no perdonamos?
A los demás
Cuando se perdona a los demás parecen existir una serie de procesos. Primero, la persona que nos ha herido ha de ser consciente del comportamiento que nos ha afectado, después tiene que expresar un claro arrepentimiento, mostrar que la infracción no se repetirá y, finalmente, restaurar. Si esto no ocurre puede presentarse una mezcla de emociones (enojo, hostilidad, miedo, ira u odio), cogniciones (búsqueda de venganza o cavilaciones) y comportamientos (resentimiento, evitación o demandas de expiación).
De algún modo u otro, estas posibles respuestas hacia quien nos hirió constituyen factores desadaptativos que pueden afectar a la salud física y mental. Tal amalgama de reacciones, junto sentimientos que nos impiden dejar ir, de forma prolongada acaban conformando un aspecto estresante en la vida de la persona.
A nosotros
El perdón a uno mismo es un predictor importante del bienestar psicológico y una estrategia adaptativa, sirviendo como catalizador para el desarrollo personal. Además, ayuda a elevar los niveles de autoestima y reducir los síntomas de depresión y ansiedad. Hallazgos recientes sugieren que perdonarse a sí mismos es, incluso, más efectivo que a los demás .
No con esto, se ha demostrado que cuando una persona se perdona a sí misma los patrones de autocastigo (como la autocrítica o autolesiones) tienden a reducirse. Siendo más probable que uno asuma la responsabilidad sobre sus acciones. Tal es así, que hay estudios donde se muestra que no perdonarse está asociado, en ocasiones, con síntomas del trastorno de estrés postraumático (TEPT) (Gençoğlu et al., 2018).
Cuando el cerebro perdona
Regiones cerebrales involucradas
Entre algunos de los efectos del perdón en el cerebro podemos encontrar una mayor activación en la corteza prefrontal dorsolateral (implicada en la memoria y atención selectiva, cumpliendo un papel importante en la reevaluación de situaciones), ventrolateral (involucrada en la alteración de asociaciones emocionales, incluyendo el aprendizaje inverso y respuestas de inhibición) y la corteza cingulada anterior dorsal (implicada en la detección de conflictos). Así mismo, existe una correlación positiva entre la disposición a perdonar y el volumen de materia gris en la corteza prefrontal dorsolateral.
Quedemonos con el término de materia gris (sustancia situada en la superficie del cerebro), ahora volvemos con él. Sigamos. Cuando una persona perdona y se pone en el lugar del otro, hablamos de la conocida teoría de la mente (mentalización).
Esta involucra una red neuronal que incluye la corteza prefrontal medial, unión temporoparietal, surco temporal superior posterior y áreas de la corteza parietal, incluyendo el precúneo y la corteza cingulada posterior. Y es que, parece ser que durante el perdón la fuerza de la conexión entre el precúneo y el lóbulo parietal inferior correlaciona significativamente con un mayor alivio subjetivo. Finalmente, cuando valoramos si perdonar o no, se activa la corteza prefrontal ventromedial, corteza orbitofrontal media y la corteza cingulada subgenual (Fourie et al., 2020).
¿Qué pasa cuando la acción del otro fue intencionada o no?
Con respecto a la materia gris, un estudio encontró que su volumen en el surco temporal superior anterior izquierdo (zona implicada en la mentalización) estaba asociado con el grado en que los participantes perdonaban daños accidentales. Esto es, cuanto más materia gris había en esta área, más facilidad de perdonar presentaba la persona (Patil et al., 2017).
¿Qué ocurre cuando sí perdonamos?
Como hemos mencionado, implica la capacidad de la persona para experimentar emociones positivas, empatía y toma de perspectiva. Así mismo, se mejora la autoaceptación y competencia para hacer frente a los desafíos.
Podría decirse que el perdón hacia uno mismo y los demás se relaciona positivamente con la satisfacción con la vida. Tal es así que las personas que perdonan muestran características menos rumiables y narcisistas que aquellas con menos indulgencia (Raj et al., 2016).
Por si no fuera poco, el perdón puede reducir la hiperactividad crónica del sistema nervioso simpático en duración, magnitud y frecuencia, evitando un efecto negativo sobre el sistema cardiovascular al disminuir la presión arterial y variación de la frecuencia cardíaca. Con esto, también mejoraría el sistema inmunológico a nivel celular y neuroendocrino (Lee y Enright, 2019). Asimismo, se relaciona con la mejora y consistencia de las relaciones interpersonales.
Y es que, esta acción es un factor importante en la interacción social, dada la resolución de conflictos y cooperación que conlleva. Esto no es de ahora. La reconciliación tras un conflicto presente en primates muestra que el perdón humano tiene un significado evolutivo orientado a la necesidad para la adaptación mediante la cooperación. ¿El fin? Mantener la estabilidad social. Junto con la autoeficacia conformarían un pack completo para enfrentar las situaciones del día a día con mayor alivio y adaptación (Gangdev, 2009).
Conclusión
Este acto tienen un gran potencial terapéutico. No cabe duda. Sin embargo, queda establecer un mayor consenso entre las teorías y definiciones, pues el término depende en gran medida de las creencias personales y culturales de la persona, entre otros aspectos. También falta un mayor estudio en el entorno clínico con pacientes, incorporándose como terapia de intervención.
A día de hoy, existen modelos claves de programas de intervención del perdón, como aquellos basados en procesos y decisiones. Las limitaciones siguen latentes pero, a pesar de ello, los beneficios de los efectos del perdón en el cerebro parecen ser claros. Este medio que consigue suavizar relaciones y restaurar el bienestar personal es la base de un, todavía, creciente cuerpo de investigación.
Referencias bibliográficas
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- Fourie, M. M., Hortensius, R. y Decety, J. (2020). Parsing the components of forgiveness: Psychological and neural mechanisms. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 112, 437-451. https://doi.org/10.1016/j.neubiorev.2020.02.020
- Gangdev, P. (2009). Forgiveness: A note for psychiatrists. Indian Journal of Psychiatry, 51(2),153-156. https://doi.org/10.4103/0019-5545.49459
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- Lee, Y.-R. y Enright, R. D. (2019). A meta-analysis of the association between forgiveness of others and physical health. Psychology & Health, 34(5), 626-643. https://doi.org/10.1080/08870446.2018.1554185
- Patil, I., Calò, M., Fornasier, F., Young, L. y Silani, G. (2017). Neuroanatomical correlates of forgiving unintentional harms. Scientific Reports, 7(1), 45967. https://doi.org/10.1038/srep45967
- Raj, P., Elizabeth, C. S. y Padmakumari, P. (2016). Mental health through forgiveness: Exploring the roots and benefits. Cogent Psychology, 3(1), 1153817. https://doi.org/10.1080/23311908.2016.1153817