En nuestro nota anterior analizamos cómo la lectura beneficia al desarrollo cognitivo, sumado a todas las ventajas que esto conlleva. ¿Cuál es el mejor aliado? Nuestro cerebro. Precisamente, es en este órgano en el que nos enfocaremos para analizar los procesos necesarios para que podamos leer. Pero, ¿cómo leemos? Revisamos, a continuación, las bases neuropsicológicas de la lectura y cómo el cerebro lee.

¿Cómo leemos?

Como bien hemos mencionado, la lectura no es un proceso espontáneo. Se trata de un aprendizaje formal, muy ligado al proceso de escritura. Y, asimismo, requiere de varias habilidades previas para que pueda cumplirse.

En primera instancia, durante el proceso de alfabetización, el niño debe aprender a asociar las letras (grafemas) con los sonidos (fonemas).

Es decir, aprender a leer requiere que conozcamos las estructuras fonológicas del lenguaje, proceso al que llamamos conciencia fonológica (Carreiras, 2012). Veamos más sobre el cerebro que lee.

Bases neuropsicológicas de la lectura: Del grafema al fonema

¿Cómo leemos? Perspectiva funcional

Analizar esta perspectiva desde una forma funcional implica que los procesos de codificación y decodificación se derivan de procesos neuropsicológicos desarrollados en los primeros años de vida.

Esto es, interpretar la información de un libro implica que nuestro cerebro procese información de forma visual, auditiva, lingüística y motora, entre otras. ¿Cómo leemos? Según citan a Bruce y Green (1985) en Miguel-Pérez (2017), se deben desarrollar estas habilidades: 

girl reading book
  • Movimiento ocular: Este aspecto es relevante debido a que nuestros ojos suelen identificar los patrones de lectura que se presentan. En otras palabras, por medio de saltos sacádicos y seguimiento, somos capaces de leer los renglones de estas líneas, por ejemplo. En un inicio, cuando un niño empieza a leer, se puede permitir que utilice el dedo para guiar hacia dónde debe dirigir su vista. No obstante, conforme aprende, prescindirá de ello y será capaz de centrar la imagen e indicar al cerebro a dónde dirigir su atención.
  • Memoria visual: Gracias a esta habilidad somos capaces de identificar las imágenes y material gráfico disponible.
  • Percepción de espacio: Habilidad elemental en la que percibimos las dimensiones del espacio que nos permiten organizar y acomodar los estímulos visuales.
  • Capacidad de procesamiento de información: Nos facilitan discriminar las formas básicas. Es decir, distinguir aquellas figuras geométricas y habituales, útiles para el aprendizaje prematemático.
  • Desarrollo de visión central y periférica: Sincronizar correctamente nuestra visión central y periférica nos capacita para observar un elemento específico, sin perder el plano general del contexto.
  • Reflejo viso-postural (REVIP): Controlar que nuestra posición, al leer y escribir, tome una distancia apropiada con respecto al texto. Se habla de que si esta posición es ineficaz, bloquea nuestra capacidad de acomodación y produce estrés visual. En otras palabras, ni muy lejos ni muy cerca, una lectura de calidad es distendida.

El cerebro que lee: Perspectiva neuropsicológica

Como mencionan Vargas et al. (2019) cuando aprendemos a leer, las áreas del cerebro que usábamos para procesar otros estímulos se especializan para realizar este proceso.

Esta perspectiva analiza el proceso desde el que recibimos los estímulos visuales a través de nuestra retina y cómo son procesados por nuestro sistema nervioso central (SNC) para que podamos codificarlos y darles un sentido. Veamos cómo el cerebro lee.

Todo lo mencionado implica la integración y convergencia de las habilidades visuales. Así como el procesamiento mental de dicha información para que podamos identificar los grafemas. Con esto, aprendemos a darle una interpretación lingüística y simbólica al lenguaje.

two childrens reading book while sitting on brown sofa

Es entonces, cuando se activan ciertas áreas visuales primarias como, por ejemplo, las áreas visuales primarias y asociativas ubicadas en el lóbulo occipital.

Estas áreas que pueden ser desconocidas, son las que nos ayudan a identificar los grafemas y sus secuencias.

Adicionalmente, participan ciertas áreas específicas del lenguaje que se complementan y coordinan para direccionar la información por la ruta fonológica (Miguel-Pérez, 2017).

Bases neuropsicológicas de la lectura: Áreas cerebrales específicas

La información inicia en las áreas de asociación visual cuya comunicación se produce entre los dos hemisferios. Como se mencionó antes, conecta el área 39 de Brodmann hacia la circunvolución angular.

El cambio de grafemas en fonemas se produce en el área de Wernicke (lóbulo temporal). Siguiendo esta línea, podemos interpretar y asociar el significado de las palabras y, a su vez, desde dicha área la información se enviará al área 22 de Brodmann (corteza de asociación auditiva secundaria).

Esta zona suele estar mayormente desarrollada en el hemisferio izquierdo, cuya dominancia en el lenguaje, normalmente, es mayor. En dicha zona, reconocemos las palabras y procesamos el texto de forma sintáctica (permite ordenar las palabras en el contexto de acuerdo a la lengua) y semántica (les otorga un significado y da paso a la comunicación).

Aquí mencionamos algunas estructuras necesarias para tal proceso:

Bases neuropsicológicas de la Lectura - Estructuras - NeuroClass
  • Áreas occipitales primarias: Intervienen en la memoria icónica. 
  • Cuerpo calloso: Transfiere la información de un hemisferio a otro.
  • Áreas occipito-parietales: Participan en la memoria a corto plazo y nos permiten reconocer los grafemas.
  • Corteza prefrontal lateral posterior y premotora, y área de Broca: Reciben la información y la coordinan con el área motora, cerebelo, corteza sensitiva y ganglios basales, lo que nos permite leer en voz alta.
  • Áreas frontotemporales: Asociada a la memoria a largo plazo y que favorece el reconocimiento semántico de los símbolos.
Cuerpo calloso
Área frontotemporal

 

¿Cómo leemos? El aprendizaje fonético y las bases neuropsicológicas de la lectura

Actualmente, también cobran relevancia los estudios que destacan las habilidades fonéticas como parte del aprendizaje de la lectura.

Esto implica que, para poder leer, debemos de ser capaces de analizar los sonidos que componen las palabras y la suma de todos ellos (principalmente, hemisferio izquierdo).

En otras palabras, representamos los sonidos con símbolos gráficos. Este proceso, conocido como decodificación fonológica, nos permite relacionar fonéticamente las palabras ya conocidas.

Paso que no sería posible sin la participación de la memoria, que almacena, incorpora, da secuencia y forma las palabras.

Lograr este proceso implica que organicemos, auditivamente, dicha información con ritmo, secuencia y temporalidad. Esto es resultado de la incorporación de estructuras corticales (áreas visuales y de lenguaje) junto con el sistema nervioso.

Y es que, cuando leemos, integramos toda esta información y vamos construyendo imágenes mentales del texto. De esta manera, logramos evocar aquellos elementos necesarios para construir conceptos.

Conclusión

¿Cómo leemos? Podemos concluir que, tan pronto como vamos desarrollando los mecanismos de percepción, abrimos espacio para el aprendizaje. La lectura es un proceso que se pone en marcha cuando nos relacionamos con el medio y vamos adquiriendo conocimientos.

El cerebro que lee es un proceso fascinante que requiere del desarrollo de varias habilidades previas que, cuando se organizan adecuadamente, convierten dicho proceso en una experiencia gratificante. Para finalizar, nos quedamos con esta frase de Isabel Allende, escritora chilena:

La lectura es como mirar a través de varias ventanas que se abren a un paisaje infinito. Para mí la vida sin leer sería como estar en prisión, sería como si mi espíritu estuviera en una camisa de fuerza. La vida sería un lugar oscuro y estrecho.

 

Referencias bibliográficas

  • Belluschi-Fumagalli, J. C. (2015). El cerebro Lector: Últimas noticias sobre neurociencias de la lectura, la enseñanza, el aprendizaje y la dislexia. Signo y seña, (27), 267-275. Doi: https://doi.org/10.34096/sys.n27.3196
  • Carreiras, M. (2012). Lectura y Dislexia: un viaje desde Neurociencia hasta la Educación. Participación Educativa – Revista del Consejo Escolar del Estado, 1(1), 19-27.
  • Miguel-Pérez, V. (Ed.). (2017). Funcionalidad visual y Programa de entrenamiento óculo motor para la mejora de la velocidad y comprensión en lectura. Ministerio de Educación Cultura y Deporte, Subdirección General de Documentación y Publicaciones. http://sede.educacion.gob.es/publiventa/inicio.action
  • Vargas K., Jara, M. A., Lozada, M. y Dumes, M. (2019). Influencia de la neurociencia en el aprendizaje de la lectoescritura. Universidad, Ciencia y Tecnología, (2), 33-38. https://uctunexpo.autanabooks.com/index.php/uct/article/view/215