Los trastornos del estado de ánimo constituyen un área crucial y compleja dentro de la psicopatología. Estos no solo alteran el bienestar emocional de los individuos, sino que afectan múltiples aspectos de la funcionalidad cotidiana, desde la percepción de uno mismo hasta la capacidad para interactuar con el entorno. El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, Quinta Edición, Revisión de Texto (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition, Text Revision, DSM-5-TR, en inglés) proporciona un marco detallado para entender estos trastornos, destacando tanto sus manifestaciones como sus criterios diagnósticos precisos. Veamos más sobre los trastornos afectivos.
Un inciso
Antes de nada, los trastornos del estado de ánimo, también llamados trastornos afectivos, abarcan una amplia variedad de condiciones que afectan la regulación emocional. Desde estados de ánimo persistentemente bajos hasta fluctuaciones extremas entre la euforia y la desesperación.
Aunque el trastorno depresivo mayor (TDM) y el trastorno bipolar son las formas más comunes y estudiadas (y en las que nos centraremos), hay que reconocer que dichas condiciones forman parte de un espectro más amplio que incluye el trastorno depresivo persistente (distimia), el trastorno disruptivo del estado de ánimo (en niños) y el trastorno disfórico premenstrual, entre otros.
Las raíces neurobiológicas de los trastornos del estado de ánimo
Los trastornos del estado de ánimo, como el TDM y el trastorno bipolar, tienen bases neurobiológicas que van más allá de la alteración emocional observable. Las investigaciones recientes han arrojado luz sobre los cambios en la actividad de neurotransmisores y la conectividad cerebral.
De hecho, ya se ha demostrado una conectividad reducida en las áreas fronto-límbicas de pacientes con TDM, lo que implica una disfunción en la regulación emocional. Hallazgos que han ido reforzando la noción de que la depresión es más que una reacción emocional; es una manifestación de una alteración biológica profunda que afecta la percepción y respuesta emocional (Furman et al., 2011).
Ahora, no olvidemos que la experiencias traumáticas, los patrones de pensamiento negativos y el entorno en el que vive el individuo también juegan un papel crucial en el desarrollo y mantenimiento de estos trastornos. Por ello, un enfoque integrador que combine la neurobiología con intervenciones psicoterapéuticas y una comprensión del contexto social es esencial.
Trastorno depresivo mayor: La persistente sombra de la mente
El TDM se caracteriza por un período prolongado de ánimo deprimido y la pérdida de interés en actividades que antes eran placenteras. Acompañado de síntomas cognitivos y físicos.
El DSM-5-TR especifica que dichos síntomas deben persistir por al menos dos semanas y representar un cambio respecto al funcionamiento habitual del individuo. Aquí, la complejidad del TDM radica en cómo se presenta de manera diferente en cada persona. Influenciada por factores genéticos, ambientales y personales (American Psychiatric Association [APA], 2022).
Impacto de la disregulación neuroquímica
Los estudios sobre neurotransmisores como la serotonina, dopamina y noradrenalina han demostrado su papel en la regulación del estado de ánimo. Con esto, se ha resaltado la importancia de la función de la serotonina en la modulación del estado de ánimo y cómo su disfunción contribuye al desarrollo del TDM (Hasler, 2020).
Perspectivas cognitivas
Ahora, más allá de lo neuroquímico, el TDM también se caracteriza por un patrón de pensamientos automáticos negativos y creencias disfuncionales sobre uno mismo. La teoría de Beck, que se centra en la triada cognitiva de pensamientos negativos sobre uno mismo, el mundo y el futuro, sigue siendo una herramienta esencial para entender cómo la percepción distorsionada alimenta el ciclo depresivo (Beck, 1976).
Trastorno bipolar: La danza entre la euforia y la desesperación
El trastorno bipolar, por su parte, es una condición que se distingue por la alternancia entre episodios maníacos y depresivos, plantea desafíos únicos tanto en el diagnóstico como en el tratamiento. Se divide en trastorno bipolar I, que incluye episodios de manía completos, y trastorno bipolar II, caracterizado por episodios hipomaníacos y episodios depresivos significativos (APA, 2022).
Genética y factores de riesgo
La evidencia científica ha demostrado que el trastorno bipolar tiene un componente hereditario significativo. Por ejemplo, se ha visto que ciertos genes relacionados con la regulación de la dopamina y los ritmos circadianos están asociados con un mayor riesgo de desarrollar trastorno bipolar (Scaini et al., 2022).
Los desafíos de la regulación emocional
La manía y la depresión no son solo extremos opuestos del espectro emocional; reflejan una disfunción en la capacidad del cerebro para regular la emoción y el comportamiento. Así, las alteraciones en la corteza prefrontal dorsolateral y el sistema límbico contribuyen a la incapacidad de filtrar las emociones de manera adaptativa, llevando a una respuesta desproporcionada a estímulos externos e internos.
Similitudes y diferencias de los trastornos
- Similitudes clave:
- Tanto el TDM como el trastorno bipolar comparten episodios depresivos que afectan significativamente la calidad de vida.
- Ambos trastornos están asociados con factores genéticos, neurobiológicos y ambientales.
- Presentan una alta comorbilidad con otros trastornos, como la ansiedad y el abuso de sustancias.
- Diferencias fundamentales:
- El TDM se caracteriza por una disminución constante del estado de ánimo, mientras que el trastorno bipolar alterna entre polos emocionales extremos.
- La manía y la hipomanía son exclusivas del trastorno bipolar, mientras que el TDM no incluye estos episodios.
- El curso del trastorno bipolar es más episódico, mientras que el TDM tiende a ser más persistente y continuo.
Avances en el tratamiento de los trastornos del estado de ánimo
El manejo de los trastornos del estado de ánimo ha pasado de depender exclusivamente de la farmacología a integrar estrategias multidimensionales. Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y los estabilizadores del ánimo como el litio siguen siendo pilares en el tratamiento de la depresión y el trastorno bipolar. Sin embargo, la investigación actual se centra en la mejora de la respuesta al tratamiento y la prevención de recaídas en los trastornos afectivos.
La ketamina y la innovación en la terapia biológica
El uso de la ketamina ha revolucionado el tratamiento de la depresión resistente, proporcionando un alivio rápido y significativo. Pues la ketamina actúa modulando los receptores N-metil-D-aspartato (NMDA) y promoviendo la plasticidad sináptica (Zarate et al., 2006).
Ahora, la seguridad de su aplicación a largo plazo sigue siendo incierta, y aunque los estudios iniciales son prometedores, muchos tienen muestras pequeñas y carecen de seguimientos prolongados, lo que subraya la necesidad de más investigación robusta. Aunque su acción rápida ofrece un alivio sintomático en horas, los efectos suelen ser transitorios, reduciendo su eficacia en el tiempo y requiriendo administraciones repetidas. Por lo que aún se está ante un enfoque cauteloso para considerar la ketamina como una opción terapéutica viable para los trastornos del estado de ánimo (Short et al., 2018).
Psicoterapias basadas en la evidencia
El tratamiento de los trastornos del estado de ánimo combina enfoques farmacológicos y psicoterapéuticos con estrategias emergentes respaldadas por investigaciones recientes. Como decíamos, en la depresión mayor, los ISRS siguen siendo fundamentales, aunque la combinación de farmacoterapia con terapia cognitivo conductual (TCC) ha mostrado mayores beneficios en la reducción de síntomas y la prevención de recaídas. En el trastorno bipolar, el litio continúa siendo la piedra angular para estabilizar el ánimo, complementado con antipsicóticos atípicos como la olanzapina, que en combinación con fluoxetina ha demostrado ser eficaz en episodios depresivos bipolares.
Las intervenciones psicoterapéuticas específicas, como la terapia centrada en la familia y la TCC adaptada, mejoran la adherencia al tratamiento y reducen la recurrencia de episodios. Además, investigaciones emergentes destacan el potencial de la psilocibina para la depresión resistente, abriendo nuevas perspectivas en el manejo de estos trastornos.
Conclusión
Los trastornos del estado de ánimo o trastornos afectivos son el espacio donde la mente y el afecto colisionan, no como dos fuerzas opuestas, sino como elementos inseparables que, al desalinearse, revelan la fragilidad de nuestra percepción y existencia. Estos trastornos nos recuerdan que el equilibrio emocional no es un estado fijo, sino un proceso dinámico que se sostiene en las interacciones complejas entre lo biológico, lo psicológico y lo social.
Abordar un trastorno del estado de ánimo no es simplemente apagar un síntoma; es reconfigurar un sistema que ha perdido su sincronía. Es entender que la mente no opera en un vacío, que nuestras emociones, aunque intensas y a veces incomprensibles, no son enemigas, sino mensajes. Son reflejos de nuestras experiencias, de las historias que cargamos, de las heridas que hemos ignorado.
Referencias bibliográficas
- American Psychiatric Association. (2022). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition, Text Revision (DSM-5-TR). Arlington, VA: American Psychiatric Association.
- Beck, A. T. (1976). Cognitive therapy and the emotional disorders. International Universities Press.
- Furman, D. J., Hamilton, J. P. y Gotlib, I. H. (2011). Frontostriatal functional connectivity in major depressive disorder. Biology of Mood & Anxiety Disorders, 1(1), 11. https://doi.org/10.1186/2045-5380-1-11
- Hasler, G. (2020). Pathophysiology of depression: Do we have any solid evidence of interest to clinicians? World Psychiatry, 19(3), 407-417. https://doi.org/10.1002/wps.20771
- Scaini, G., Valvassori, S. S., Diaz, A. P., Lima, C. N., Benevenuto, D., Fries, G. R. y Quevedo, J. (2020). Neurobiology of bipolar disorders: a review of genetic components, signaling pathways, biochemical changes, and neuroimaging findings. Revista brasileira de psiquiatria (Sao Paulo, Brazil : 1999), 42(5), 536-551. https://doi.org/10.1590/1516-4446-2019-0732
- Short, B., Fong, J., Galvez, V., Shelker, W. y Loo, C. K. (2018). Side-effects associated with ketamine use in depression: a systematic review. The Lancet Psychiatry, 5(1), 65-78. https://doi.org/10.1016/S2215-0366(17)30272-9
- Zarate, C. A., Jr, Singh, J. B., Carlson, P. J., Brutsche, N. E., Ameli, R., Luckenbaugh, D. A., Charney, D. S. y Manji, H. K. (2006). A randomized trial of an N-methyl-D-aspartate antagonist in treatment-resistant major depression. Archives of general psychiatry, 63(8), 856-864. https://doi.org/10.1001/archpsyc.63.8.856