A lo largo de la historia, el cine ha fungido como un espejo cultural, reflejando y, en ocasiones, distorsionando la percepción pública de los trastornos mentales. Aunque algunas películas han abordado estos temas con sensibilidad y precisión, muchas otras han perpetuado estereotipos y conceptos erróneos que contribuyen al estigma asociado a las enfermedades mentales. Este análisis se adentra en las discrepancias entre las representaciones cinematográficas, que se pueden ver en el cine, de los trastornos mentales y la salud mental. Así como las definiciones clínicas establecidas, explorando las implicaciones psicológicas y sociales de estas divergencias.
El séptimo arte y la mente
El cine, como forma de arte y medio de comunicación, posee una influencia significativa en la formación de opiniones y creencias sociales sobre salud mental. De forma que las narrativas cinematográficas en las películas tienen el poder de moldear percepciones, ya sea humanizando a individuos con trastornos mentales o, por el contrario, reforzando estigmas perjudiciales. Y es que, la representación de la salud mental en las películas o el cine ha sido objeto de análisis en diversas investigaciones. Señalando que, aunque algunas películas ofrecen retratos precisos y empáticos, muchas otras presentan imágenes distorsionadas que perpetúan estereotipos negativos.
Estereotipos y sensacionalismo
Una tendencia común es la dramatización excesiva de los trastornos mentales, presentándolos como sinónimos de violencia o comportamientos impredecibles.
Si no, veamos este aspecto de la salud mental en películas como Psicosis (Psycho, 1960) y El silencio de los corderos, en España, o El silencio de los inocentes, en Hispanoamérica (The Silence of the Lambs, 1991), que han cimentado la imagen del loco peligroso, asociando la enfermedad mental con la criminalidad y la violencia extrema que comentábamos.
Pero tales representaciones no solo son inexactas desde una perspectiva clínica, sino que también contribuyen a la estigmatización de las personas con trastornos mentales, fomentando el miedo y la desconfianza hacia ellas.
La confusión de diagnósticos en el cine
Es normal encontrarse con que el cine a menudo confunde o amalgama diferentes trastornos mentales, llevando a malentendidos sobre sus características y manifestaciones. De hecho, un error frecuente es la equiparación de la psicopatía con la psicosis, por ejemplo. Aclaramos aquí, brevemente, que mientras que la psicopatía se caracteriza por una falta de empatía y comportamientos antisociales, la psicosis implica una desconexión de la realidad, como alucinaciones o delirios. Y es justo dicha confusión la que perpetúa el mito de que todas las personas con psicosis son violentas, noción que carece de fundamento en la realidad clínica.
Películas con dulcificación de la enfermedad
En el otro extremo del espectro, algunas películas presentan los trastornos mentales como fuentes de genialidad o habilidades extraordinarias. Sin irnos más lejos, la conocida Una mente maravillosa, en España, o Una mente brillante, en Hispanoamérica (A Beautiful Mind, 2001). Una película que retrata la esquizofrenia del matemático John Nash, enfatizando su brillantez intelectual.
Ahora, es cierto que algunas personas con trastornos mentales han realizado contribuciones significativas. Sin embargo, esta representación tiende a trivializar la experiencia diaria de quienes viven con estas condiciones. Lo que crea expectativas poco realistas y minimiza los desafíos que enfrentan.
El DSM-5-TR como estándar para el diagnóstico clínico
Un soporte que podría evitar lo anterior es el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, Quinta Edición, Revisión de Texto (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition, Text Revision, DSM-5-TR, en inglés). Una herramienta esencial en la práctica psiquiátrica, proporcionando criterios diagnósticos claros y basados en evidencia para una amplia gama de trastornos mentales.
Este manual busca estandarizar el diagnóstico, asegurando que los profesionales de la salud mental utilicen un lenguaje común y preciso. Y, si se va a una comparativa, las representaciones cinematográficas se suelen desviar de estas definiciones. Optando por simplificaciones o dramatizaciones que sacrifican la precisión por el impacto narrativo.
Implicaciones psicológicas y sociales de lo inexacto en salud mental en las películas
Hay consecuencias tangibles. Pues este tipo dei información contribuyen al estigma, disuadiendo a las personas de buscar ayuda por temor a ser etiquetadas o discriminadas. Además, perpetúan mitos y malentendidos, dificultando la educación pública sobre la salud mental. Porque sí, las percepciones culturales influyen en la salud mental. Es más, los significados culturales juegan un papel fundamental en la forma en que se entienden y abordan los trastornos mentales.
Hacia una representación más responsable
Por todo lo dicho, es imperativo que los creadores de contenido audiovisual, o de películas, reconozcan su responsabilidad en la representación de los trastornos mentales y la salud mental. Pero… ¿Cómo hacerlo? Algo tan sencillo como consultar a profesionales de la salud mental durante el proceso de producción puede garantizar que las representaciones sean respetuosas. Además, alentar narrativas que humanicen a las personas con trastornos mentales, mostrando sus luchas y triunfos de manera realista (Niemiec, 2020).
Dilemas éticos en la ficción cinematográfica
Hay una encrucijada ética: ¿Cómo equilibrar el atractivo comercial con la responsabilidad de representar con precisión la experiencia humana? El uso de etiquetas diagnósticas en las películas puede ser una herramienta narrativa poderosa, pero también conlleva riesgos inherentes en cuanto a la salud mental.
Una película de ejemplo
En la película El lado bueno de las cosas, en España y Chile, El lado luminoso de la vida, en Argentina y Uruguay, y Los juegos del destino, en otros países hispanoamericanos (Silver Linings Playbook, 2012), el protagonista tiene un diagnóstico de trastorno bipolar que es mostrado en parte como un detonante romántico y cómico.
Aunque la obra destaca algunos aspectos positivos, como la importancia del apoyo social, también trivializa la realidad de este trastorno, al enfocarse en su potencial para generar situaciones humorísticas y dramáticas. De acuerdo con los criterios del DSM-5-TR, los episodios maníacos y depresivos en el trastorno bipolar incluyen una grave alteración del funcionamiento, que suele ser debilitante. Algo que raramente se ve reflejado con profundidad.
¿Qué ocurre con esto? Que la exposición a representaciones erróneas de trastornos mentales puede influir negativamente en las actitudes hacia las personas que viven con dichas condiciones. Incluso en profesionales de la salud mental que no trabajan directamente con trastornos psiquiátricos (Stuart, 2006).
Trastornos de personalidad en el cine
El cine también ha convertido los trastornos de personalidad en estereotipos caricaturescos. Por ejemplo, personajes como el Joker, en la película homónima del 2019, son frecuentemente presentados como ejemplos de psicopatía o trastorno de personalidad antisocial, aunque las características de sus comportamientos no cumplen necesariamente con los criterios diagnósticos establecidos. En cuanto a esto, en lugar de explorar la complejidad inherente a los trastornos de personalidad, el cine a menudo los reduce a una fórmula simple: caos, maldad y un pasado traumático.
El DSM-5-TR enfatiza que los trastornos de personalidad se manifiestan como patrones de pensamiento, sentimiento y comportamiento profundamente enraizados que afectan múltiples áreas del funcionamiento. Esta complejidad rara vez se captura en la pantalla, donde se deja de lado la perspectiva multifacética que estos requieren para su diagnóstico y tratamiento.
Y los mitos…
Eso sí, mientras que algunos trastornos como la esquizofrenia o la psicopatía tienden a ser exagerados en el cine, otros trastornos de salud mental que incluyen ansiedad, o la depresión, a menudo se invisibilizan o son mal representados (Pannu y Goyal, 2024).
Mismamente, en muchas películas, la ansiedad social se describe como simple timidez, y la depresión se muestra como melancolía pasajera, ignorando el impacto debilitante que estas condiciones pueden tener en la vida diaria y la salud mental. Perpetuando en muchas mitos dañinos, como la idea de que el amor o un evento positivo pueden curar ciertas condiciones. Esto no solo es una simplificación peligrosa, sino que también mina los esfuerzos para promover el tratamiento basado en evidencia (Moran et al., 2016).
¿Habrá un cambio hacia la precisión?
Para avanzar hacia representaciones más precisas y responsables de los trastornos mentales, es esencial establecer un puente entre la comunidad de salud mental y la industria del cine. Lo que puede incluir la creación de asociaciones entre cineastas y profesionales de la salud mental. Todo ello con el fin de garantizar que los guiones y las interpretaciones se alineen con los datos clínicos y la experiencia vivida por los pacientes.
Además, las iniciativas de alfabetización en salud mental dirigidas al público pueden desempeñar un papel crucial en la reducción del impacto negativo de las representaciones inexactas. Justamente, las campañas educativas enfocadas en desmontar mitos sobre las enfermedades mentales pueden contrarrestar la influencia del cine en las percepciones públicas (Hajizadeh et al., 2024).
Conclusión
El cine, en su capacidad para narrar historias y moldear percepciones, enfrenta un dilema inherente cuando aborda la salud mental: equilibrar la creatividad artística con la responsabilidad ética. Las imprecisiones en la representación de los trastornos mentales no son meros errores narrativos; son reflejos de una sociedad que aún lucha por comprender y aceptar la complejidad de estas condiciones.
Al perpetuar estereotipos o simplificar realidades clínicas, las películas no solo distorsionan la experiencia humana, sino que también desaprovechan una oportunidad única de generar empatía y promover el entendimiento. Así que, la verdadera transformación no radica en la perfección de las historias, sino en la disposición de la industria para escuchar, aprender y evolucionar hacia representaciones que reflejen la riqueza y la profundidad de la mente humana.
Referencias bibliográficas
- American Psychiatric Association. (2022). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed., text rev.). American Psychiatric Publishing. https://doi.org/10.1176/appi.books.9780890425787
- Hajizadeh, A., Amini, H., Heydari, M. y Rajabi, F. (2024). How to combat stigma surrounding mental health disorders: a scoping review of the experiences of different stakeholders. BMC psychiatry, 24(1), 782. https://doi.org/10.1186/s12888-024-06220-1
- Moran, P., Romaniuk, H., Coffey, C., Chanen, A., Degenhardt, L., Borschmann, R. y Patton, G. C. (2016). The influence of personality disorder on the future mental health and social adjustment of young adults: a population-based, longitudinal cohort study. The lancet. Psychiatry, 3(7), 636-645. https://doi.org/10.1016/S2215-0366(16)30029-3
- Niemiec, R. M. (2020). Character strengths cinematherapy: Using movies to inspire change, meaning, and cinematic elevation. Journal of clinical psychology, 76(8), 1447-1462. https://doi.org/10.1002/jclp.22997
- Pannu, A. y Goyal, R. K. (2024). Cinematherapy for Depression: Exploring the Therapeutic Potential of Films in Mental Health Treatment. The Journal of psychology, 1-29. Advance online publication. https://doi.org/10.1080/00223980.2024.2409227
- Stuart, H. (2006). Media portrayal of mental illness and its treatments: what effect does it have on people with mental illness?. CNS drugs, 20(2), 99-106. https://doi.org/10.2165/00023210-200620020-00002