Aprendemos todo el tiempo, sea de forma voluntaria o no, nuestro cerebro tiene la capacidad de aprender cosas nuevas todos los días. Complementario a nuestra nota anterior, en esta ocasión, abordaremos la importante relación entre metacognición y educación, y su impacto en nuestro aprendizaje.
Metacognición y educación: ¿Cómo se relaciona con el aprendizaje?
Ruiz (2020) define la metacognición como “el acto de pensar sobre nuestro propio pensamiento“. (p.212). En consecuencia, esta tarea incluye procesos de reflexión y toma de conciencia sobre el aprendizaje y nuestras propias creencias sobre ello (autoeficacia).
Asimismo, existe un eje básico de aprendizaje que se encuentra constituido por tres factores fundamentales para lograr la participación activa de una persona: reflexibilidad, autoconciencia y autocontrol (Osses y Jaramillo, 2008).
Adicionalmente, según Brown (1978), la metacognición tiene tres elementos claros:
- Conocimiento sobre el conocimiento y el saber.
- Conocimiento de los procesos de pensamiento.
- Necesidad de habilidades metacognitivas.
En este escrito, nos centraremos, principalmente, en el último punto.
¿Qué es el aprendizaje autorregulado y cuál es su relación con la metacognición?
Cuando hablamos de aprendizaje autorregulado, hacemos alusión a todas aquellas habilidades de metacognición que permiten que gestionemos nuestro propio aprendizaje. Klimenko y Alvares (2009) indican que este tipo de aprendizaje requiere de ciertas habilidades y particularidades que ayudan en la adquisición de conocimientos.
Metacognición y educación: La gestión del aprendizaje
Al referirnos sobre aprendizaje autorregulado, hablamos de diversos procesos que permiten que regulemos lo que estamos aprendiendo. Es decir, se proponen algunas etapas que se producen en función de los procesos metacognitivos que realiza el estudiante (Ruiz Martín, 2020, p.212):
1. Evaluación de la comprensión de los objetivos del aprendizaje
Este primer paso es fundamental para la resolución de una tarea, por tanto, integrarlo como parte de una rutina de trabajo es altamente recomendable. Así, la instrucción puede iniciar con preguntas que ayuden a los estudiantes a corroborar lo que han entendido. Por ejemplo: ¿Está claro lo que debo hacer? ¿Hay algún detalle que se me escapa?
Por otro lado, en el caso de los docentes, se recomienda ser explícitos con respecto a los objetivos a desarrollar.
Esto lo pueden hacer a través de la elaboración rúbricas por ejemplo, para que el estudiante sepa qué es lo que se espera de su trabajo.
Incluso, se puede optar por mencionar lo que no se está buscando.
Asimismo, los docentes pueden ayudar a los alumnos a verificar la comprensión de las tareas mediante preguntas concretas o buscando que este explique con sus propias palabras lo que tiene que hacer.
2. Estimación de las fortalezas y debilidades del estudiante con respecto al objetivo del aprendizaje
Después de comprender los objetivos de la tarea, es importante que el estudiante haga una valoración sobre sus capacidades frente a la tarea. Dichas capacidades están relacionadas a las creencias del alumno con respecto a su autoeficacia. Consecuentemente, tiene una importante repercusión en sus propias expectativas y su nivel de motivación.
Es entonces, cuando el docente puede guiarle para validar aquellas capacidades sin sobre/sub estimarlas e intentando replicar las situaciones en las que la tarea se va a realizar (técnica de evocación).
De esta manera, tendrá un acercamiento más realista sobre el tipo de tarea que realizará y cómo aplicará sus capacidades para resolverla en la práctica.
3. Planificación de la tarea de aprendizaje
Para instaurar este paso como parte de una rutina de trabajo, es importante que los estudiantes cuenten con ejemplos de cómo hacerlo. Consecuentemente, el profesor puede proponer ejemplos de cómo planificarían resolver la tarea, brindando pautas que pueden resultar de utilidad para los alumnos.
Es decir, se intenta que sea el estudiante quien le encuentre sentido a la planificación de la tarea y, poco a poco, elabore su propia planificación.
4. Selección de estrategias para alcanzar los objetivos planteados
Ciertamente, los estudiantes suelen desarrollar estrategias de aprendizaje que, en ocasiones, pueden ser más o menos eficientes en el momento de aprender.
Adicionalmente, el autor aclara que es importante comprender que, muchas veces, cuando el aprendiz no lograr obtener el éxito esperado en la tarea, puede sentir que “no es capaz de hacerlo” y sentirse desmotivado.
En consecuencia, es fundamental que los docentes proporcionen y recomienden estrategias, como por ejemplo:
- Práctica de evocación y autoexplicación: Recordar lo aprendido y no limitarse a repasar la información. Brindando explicaciones personales sobre lo que se está aprendiendo.
- Práctica espaciada: Trabajar los aprendizajes con tiempo y no dejarlo todo para el último momento.
- Práctica entrelazada: Centrar la atención en un tema específico durante un tiempo determinado y luego compaginarla con el estudio de otros temas o habilidades.
- Estrategias mnemotécnicas: Ayudar a memorizar el contenido mediante la creación de diversas asociaciones conscientes.
5. Ejecución del plan establecido y monitorización del desarrollo y sus resultados
Tras conseguir los pasos anteriores, el estudiante está listo para llevar a la práctica su planificación. Posteriormente, para saber si dicho plan de trabajo es efectivo, es conveniente que monitorice y autoevalúe su trabajo. Con el objetivo de conocer si está alcanzando los objetivos marcados.
6. Reflexión sobre la efectividad del plan y ajustes que se deban realizar
Finalmente, tras haber evaluado el nivel de desempeño, el alumno estará en capacidad de tomar decisiones con respecto a las estrategias utilizadas.
Ahora, es importante recordar que, en ocasiones, las estrategias más eficaces pueden requerir de un mayor nivel de esfuerzo. Por ello, es importante estimular la motivación.
Conclusión
Como hemos visto, la metacognición y educación están fuertemente ligadas si queremos llevar a cabo un proceso de aprendizaje adecuado.
El ser conscientes de cómo aprendemos y tener la capacidad de autorregular nuestro aprendizaje es beneficioso para lograr un mejor rendimiento.
Finalmente, tampoco hay que olvidar que los docentes deben apoyar estos procesos y estimular la motivación en los alumnos, un factor fundamental para llevar a cabo las tareas planteadas.
Referencias bibliográficas
- Allueva, P. (2002). Conceptos básicos sobre metacognición. En. P. Allueva (Ed.) Desarrollo de habilidades cognitivas: programa de intervención (pp. 59-85). Diputación General de Aragón.
- Klimenko, O. y Alvares, J. L. (2009). Aprender cómo aprendo: la enseñanza de estrategias metacognitivas. Educación y Educadores, 12(2), 11-28. https://www.redalyc.org/pdf/834/83412219002.pdf
- Osses, B. S. y Jaramillo, M. S. (2008). Metacognición: un camino para aprender a aprender. Estudios pedagógicos (Valdivia), 34(1), 187-197. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-07052008000100011
- Ruiz Martín, H. (2020). ¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza. Editorial Graó.