El dolor de cabeza es algo común. Todos hemos sufrido alguna vez episodios de este tipo, por lo que sabemos que son molestos y desagradables, como cualquier otro. Tal vez por eso, porque todos tenemos experiencia en este tema, nos cuesta entender por qué sufren tanto las personas que padecen migraña. Y es que, al fin y al cabo… ¡Solo es un dolor de cabeza! Lamentablemente, no podemos resumir la migraña como un simple dolor de cabeza, hablamos de un síndrome neurológico subestimado e infradiagnosticado que, en muchos casos, resulta extremadamente limitante. Y que clama a gritos el reconocimiento y la comprensión por parte de la sociedad y del entorno de las personas que lo sufren. Indaguemos en un enfoque integral en el tratamiento de la migraña. A continuación.
Migraña: Más que un simple dolor de cabeza
Todavía recuerdo mi primera crisis de migraña, la revivo a menudo con angustia. Estábamos pasando un agradable día de campo en familia y el dolor se precipitó de forma espontánea.
En media hora era tan intenso que creí que mi cabeza se estaba rompiendo por dentro (literalmente). El miedo se apoderó de mí y solo podía apretarme intensamente mientras repetía que me estaba muriendo. Que ese dolor no era normal.
Se trata de un desorden neurológico que se manifiesta en un dolor de cabeza intenso, esto lo convierte en un cuadro extremadamente incapacitante.
El dolor de cabeza afecta a la parte frontal de un lado de la cabeza y, en ocasiones, se extiende a toda la zona del cráneo, presentándose en forma de crisis o ataques.
En algunos casos se trata de un dolor pulsátil y, a veces, puede afectar a zonas de la mandíbula y el cuello.
El dolor aparece de forma espontánea y suele durar entre 4 horas y 3 días.
Asimismo, puede presentarse intolerancia a la luz (fotofobia), sonidos (fonofobia) e incluso olores (osmofobia). Comúnmente aparece lagrimeo, náuseas y vómitos.
Diferencia entre migraña con aura y sin aura
La migraña puede ir asociada a un aura. Esta englobaría otros síntomas sensitivos asociados que se presentan con frecuencia previos a la crisis de dolor, como ráfagas de luz, sensación de hormigueo en dedos, cuello, lengua y problemas para articular palabras o de comprensión de las mismas.
Tales síntomas pueden manifestarse de forma episódica (si ocurren menos de 14 días al mes) o crónica (si las crisis se extienden más de 15 días al mes).
Prevalencia de la migraña
Estudios epidemiológicos ya han documentado su alta prevalencia y el enorme impacto socioeconómico que conlleva. Y, según el estudio de la carga mundial de la enfermedad (Global Burden of Disease Survey, 2019, GBD), se trata del séptimo trastorno más prevalente.
La posición prominente de los trastornos de dolor de cabeza en los grupos de edad de 10 a 24 años y 25 a 49 años ha recibido poca atención en los debates sobre políticas de salud mundial. Si bien no hay cura para estos trastornos, hay tratamientos sintomáticos y preventivos eficaces disponibles (Vos et al., 2020).
En España, por ejemplo, son más de cuatro millones las personas que padecen migraña con una prevalencia del 12-13% y, dentro de ella, el 80% son mujeres. Sobre todo, entre el intervalo de edad que va desde los 20 hasta los 40 años (Ruiz, 2010).
El círculo vicioso del sufrimiento
Bien se sabe que no se puede concebir la salud física sin su impacto sobre la salud mental. Por ello, es necesario entender que hay que contemplar al ser humano de manera integral. De modo que, es comprensible que el impacto de las migraña no solo se mida a través de los síntomas físicos que se experimentan, sino que es crucial que también se valoren otros factores que afectan a la calidad de vida y al bienestar psicológico.
Es normal experimentar emociones negativas asociadas a un ataque de migraña, como rabia, impotencia, tristeza o miedo. Pero no se trata de emociones aisladas al contexto de crisis de dolor, pues existe una relación estrecha entre el diagnóstico de migraña y los trastornos emocionales y del estado de ánimo.
La persona que tiene migraña
Es crucial un enfoque integral en el tratamiento de la migraña dado que quien padece migraña se ve sometido a fuentes intensas de ansiedad. Y esto afecta enormemente a aspectos importantes tanto de la enfermedad como del pronóstico y la respuesta al tratamiento (Peres, 2017).
Para que se entienda mejor. Se puede describir la relación como un círculo vicioso donde las crisis de dolor se ven reforzadas por el miedo, la desesperanza o la culpa, y estas a su vez son el caldo de cultivo para disponer al cuerpo en la situación perfecta para una nueva crisis.
Además, es común tener que lidiar con la incomprensión por parte del entorno laboral, social e incluso familiar debido al desconocimiento.
Frases como, “es solo un dolor de cabeza” o “tienes que ser mas fuerte”, entre otras, pueden traducirse para la persona en una intensa culpabilidad por no lograr cumplir las expectativas del entorno.
También, es muy frecuente en dicho contexto, el abandono de hábitos saludables como el ejercicio físico o la alimentación saludable, que han demostrado tener un impacto importante en la disminución de las crisis de migrañas.
De la misma manera, este círculo vicioso también afecta de forma negativa a la adherencia al tratamiento farmacológico, provocando que el paciente no acuda a su médico de cabecera.
La necesidad de romper el círculo
La existencia de una historia clínica completa ayuda a realizar un diagnóstico diferencial. Así como identificar qué fármacos pueden contribuir, en mayor medida, a la mejoría de los síntomas. Con esto, la elección del tratamiento preventivo depende principalmente del perfil de efectos del fármaco y de las morbilidades coexistentes.
Los tratamientos agudos se pueden recetar en un enfoque gradual, comenzando con analgésicos simples. Si no son eficaces, se podría utilizar un enfoque estratificado basado en la gravedad del ataque. Dicho enfoque se asocia con mejores resultados relacionados con la salud y menores costos de atención médica (Gribbin, Dani y Tyagi, 2021).
Paralelamente, en este marco de sufrimiento e incapacidad, un enfoque integral en el tratamiento de la migraña, donde se incluya la psicología puede producir importantes beneficios en la calidad de vida del paciente. Es por esto que, si se padece dicha enfermedad, la psicoterapia puede ayudar desde los siguientes aspectos.
A tener en cuenta en el tratamiento de la migraña
- Psicoeducación en los síntomas de ansiedad y depresión, lo que contribuye a que se entienda qué son y por qué aparecen como consecuencia y, en ocasiones, causa de la migraña.
- La integración de prácticas de relajación, meditación o mindfulness son formas de hacer frente a dicha ansiedad anticipatoria que se presenta ante la incapacidad para predecir cuándo surgirá una nueva crisis. Así mismo, resultan de gran ayuda al gestionar la ansiedad que produce la propia crisis de dolor en la migraña.
- La aceptación de la migraña también es un trabajo arduo pero necesario para aprender a convivir con la migraña. Y, de ese modo, recuperar la funcionalidad en la mayor medida de lo posible. Incluyendo actividades valiosas para uno que dejan de realizarse por encontrarse en tal contexto (Amigo, 2012).
- El autoconocimiento contribuye a la identificación de rasgos, situaciones, pensamientos o factores externos que pueden desencadenar una crisis (por ejemplo, ciertos alimentos, ciclo menstrual, exceso de carga de trabajo, entre otros).
- Adquisición de habilidades de gestión y afrontamiento de problemas que puedan favorecer un clima de calma necesario para romper el círculo vicioso de la migraña.
- Creación y adherencia a nuevos hábitos de vida saludables (alimentación y ejercicio físico), así como la ruptura de hábitos perjudiciales (como el consumo de alcohol, tabaco u otras drogas) que han demostrado influir en el número e intensidad de crisis de migraña.
- “Formación” a familiares, para promover el conocimiento de lo que le ocurre a la persona y de qué manera una ayuda encauzada puede favorecer el bienestar.
Conclusión
A día de hoy, existe un enorme estigma sobre todo lo que no tenga una evidencia física localizada y clara. Es por ello que la migraña se encuadra junto a otras enfermedades con origen psicosomático dentro de un marco poco esclarecido, infradiagnosticado y subestimado.
Y, dicho marco repercute directamente sobre el sufrimiento del paciente que se ve cargado con un lastre casi tan grande como la propia enfermedad, la culpa.
Es evidente que la migraña no ha sido entendida, evaluada y mucho menos tratada adecuadamente de manera multicausal.
Es imprescindible aprovechar un enfoque integral en el tratamiento de la migraña para trabajar todos los frentes que surjan y recurrir a terapias y tratamientos preventivos que contribuyan a mejorar la calidad de vida.
Referencias bibliográficas
- Amigo, I. (2012). Manual de psicología de la salud. Pirámide.
- Gribbin C. L., Dani, K. A. y Tyagi, A. (2021). Chronic Migraine: An Update on Diagnosis and Management. Neurology India, 69(7), 67-75. Doi: 10.4103/0028-3886.315972
- Lipton, R. B., Scher, A. I., Kolodner, K., Liberman, J., Steiner, T. J. y Stewart, W. F. (2002). Migraine in the United States: Epidemiology and patterns of health care use. Neurology, 58(6), 885-894. https://doi.org/10.1212/WNL.58.6.885
- Peres, M. F. P., Mercante, J. P. P., Tobo, P. R., Kamei, H. y Bigal, M. E. (2017). Anxiety and depression symptoms and migraine: A symptom-based approach research. The Journal of Headache and Pain, 18(1), 37. https://doi.org/10.1186/s10194-017-0742-1
- Ruiz, M., León, C., Castillo, J., Martínez, M., Sánchez, S. y Quintela, E. (2010). Distribución por diagnósticos de las cefaleas que acuden a los servicios de urgencias de atención primaria. Semer-Med Fam, 36(1), 10-15. https://www.dolordecabeza.net/wp-content/uploads/2019/01/3302.Libro-Atlas-MigaranŞa.pdf
- Vos, T., Lim, S. y Murray, C. (2020) Global burden of 369 diseases and injuries, 1990-2019: a systematic analysis for the Global Burden of Disease Study 2019. The Lancet, 396, 1135-59. Doi: 10.1016/S0140-6736(20)30925-9