El trastorno límite de la personalidad (TLP) es una de las condición más complejas, heterogéneas y desafiantes en el campo de la psicología clínica. Sus manifestaciones incluyen una profunda inestabilidad emocional, dificultades interpersonales y, especialmente, experiencias de disociación que alteran tanto la función como la estructura del cerebro. Y es que, en el TLP, hasta el 80 % experimentan síntomas disociativos transitorios. En esta ocasión, se exploran los mecanismos neurales detrás de la disociación en el TLP, sugiriendo que tales alteraciones no solo tienen un impacto en el comportamiento y la cognición, sino que también proporcionan una ventana única para entender la patogénesis del trastorno.
Un enlace inquebrantable en el TLP

La disociación, entendida como una desconexión de los pensamientos, la memoria, la identidad o la conciencia, juega un papel fundamental en el TLP. De hecho, la investigación sugiere que las alteraciones cerebrales asociadas a esta experiencia disociativa son fundamentales para comprender los síntomas de este último, como las fluctuaciones emocionales extremas y las crisis de identidad.
Como dato, dada la estrecha relación entre el trauma infantil y el TLP, durante mucho tiempo se ha argumentado que el TLP puede conceptualizarse mejor como un trastorno traumático. Eso sí, recordemos que muchas personas con TLP, pero no todas, sufren de patología disociativa. Lo que quiere decir que no todos los síntomas de TLP están igualmente relacionados con la disociación.
¿Qué implica la disociación?
Es un fenómeno que puede implicar una activación disfuncional de regiones cerebrales clave como la corteza prefrontal ventromedial y el sistema límbico. Estructuras que tienen que ver con la regulación emocional y el control de impulsos.
Al final, los episodios disociativos en pacientes con TLP están relacionados con una desconexión entre la regulación emocional, la memoria autobiográfica y la capacidad de procesamiento cognitivo. Lo que puede llevar a la disociación como una estrategia defensiva frente a situaciones emocionales intensas (Lei et al., 2019).
Tipos
Aunque hay diversas formas de entender la disociación, suelen distinguirse tres grandes categorías de síntomas: por un lado, el desapego experiencial, que incluye la despersonalización y la desrealización; por otro, la compartimentación, donde las vivencias incompatibles se mantienen aisladas unas de otras; y, finalmente, la absorción disociativa, caracterizada por una inmersión profunda en la experiencia interna que desvincula al individuo del entorno inmediato.

Alteraciones cerebrales en el TLP
A lo largo de los años, estudios de neuroimagen han proporcionado evidencia de que el TLP está asociado con alteraciones en la estructura y el funcionamiento del cerebro. Estas alteraciones incluyen una disminución del volumen en zonas cerebrales como la corteza prefrontal, la corteza cingulada y el hipocampo.
Concretamente, altos niveles de disociación están asociados con menor activación en la amígdala y la corteza prefrontal medial al procesar estímulos emocionales negativos. Apoyando lo que comentábamos antes de que la disociación actúa como una especie de desconexión emocional (Scherpiet et al., 2015).
La corteza prefrontal y el control emocional en el TLP
Una de las regiones más estudiadas del cerebro en relación con el TLP y la disociación es la corteza prefrontal. Esta área es crucial para la toma de decisiones, planificación y control emocional. En aquellos con TLP, la corteza prefrontal puede no estar funcionando adecuadamente. Llevando a una capacidad reducida para moderar las respuestas emocionales ante estímulos estresantes.
En cuanto a lo anterior, un análisis meta-analítico de estudios que utilizaron técnicas de neuroimagen, como la resonancia magnética funcional (functional magnetic resonance imaging, fMRI, en inglés) y la resonancia magnética estructural (structural magnetic resonance imaging, sMRI, en inglés), se propuso identificar patrones consistentes en el cerebro de individuos con TLP. Se reportó que, a pesar de la variabilidad, existen patrones consistentes de alteración en áreas como la corteza prefrontal, la amígdala (Baczkowski et al., 2017) y la corteza cingulada anterior (Liu et al., 2023).
¿Alguna alternativa?
Enfoques terapéuticos que se centran en mejorar la conectividad cerebral y la regulación emocional, como la terapia dialéctico conductual (con el entrenamiento de la atención plena) y la terapia cognitivo conductual, son fundamentales para ayudar a los pacientes a manejar mejor sus emociones y reducir las experiencias disociativas (Dixon-Gordon et al., 2017).

Lo interesante de ambos es que, igual abordan el comportamiento observable de los pacientes, trabajan a un nivel subyacente de la conectividad cerebral. Como hemos expuesto, el TLP está asociado con alteraciones en la conectividad entre áreas del cerebro involucradas en la regulación emocional, la toma de decisiones y el procesamiento de la memoria, lo que crea un círculo vicioso que perpetúa los síntomas disociativos.
¿Qué ocurre?
Al mejorar la regulación emocional y promover una mayor integración de las redes cerebrales, estos enfoques terapéuticos pueden ayudar a restablecer la plasticidad neuronal, algo que, en última instancia, favorece la integración de las experiencias emocionales disociativas en un contexto más funcional. Ahora, también es importante señalar que, más allá de los procesos cerebrales, el contacto humano y las interacciones interpersonales juegan un papel crucial.
Propuestas para la terapia
Dado que la disociación en TLP se asocia con una reducción en la respuesta neuronal frente a estímulos emocionales, esto podría afectar la eficacia de la terapia al bloquear la conexión emocional en situaciones estresantes. De hecho, cabe destacar que la disociación persistente y grave se asocia con un peor resultado del tratamiento en el TLP.
Así, se sugiere que abordar la disociación, en caso de que se dé, es clave para mejorar los tratamientos. Es más, lo suyo sería que en determinados casos se fomentara una perspectiva informada sobre el trauma para facilitar la recuperación cuando se trabaja con usuarios de servicios que sufren de características de TLP.
¿Qué investiga la neurociencia en esto?
Los avances en neurociencia proporcionan una base para que las intervenciones no solo sean psicoterapéuticas, sino que tengan en cuenta la plasticidad cerebral. Este enfoque abre nuevas posibilidades terapéuticas, como el uso de técnicas de estimulación cerebral no invasiva, la estimulación magnética transcraneal (transcranial magnetic stimulation, TMS, en inglés) y el neurofeedback, que pueden complementarse con lo dicho para potenciar los efectos terapéuticos.
La neuroplasticidad como elemento a considerar

La neuroplasticidad es importante en la reconfiguración de las redes neuronales involucradas en los procesos mencionados. Así, tales intervenciones pueden fomentar la creación de nuevas conexiones neuronales que ayuden a restaurar el equilibrio emocional y reducir la disociación.
Además, esta visión abre la puerta a un enfoque más dinámico y multidimensional del tratamiento del TLP, donde la terapia ya no se percibe simplemente como un proceso de modificación conductual, es un proceso integral que involucra la reconfiguración activa del cerebro, facilitando una recuperación más profunda y duradera.
Conclusión
La disociación en el TLP, lejos de ser simplemente un síntoma aislado, refleja una desconexión más profunda entre la conciencia, las emociones y la identidad, una fragmentación interna que no solo se manifiesta a nivel conductual, sino también en las estructuras cerebrales mismas. Esta comprensión pone de relieve la necesidad de enfoques terapéuticos que reconozcan la plasticidad y la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse, incluso ante la persistencia del sufrimiento. Es un recordatorio de que en el TLP hay que permitir que el cerebro, en su vulnerabilidad y capacidad de regenerarse, recupere la capacidad de integrar la experiencia humana en su totalidad.
Referencias bibliográficas
- Baczkowski, B. M., van Zutphen, L., Siep, N., Jacob, G. A., Domes, G., Maier, S., Sprenger, A., Senft, A., Willenborg, B., Tüscher, O., Arntz, A. y van de Ven, V. (2017). Deficient amygdala-prefrontal intrinsic connectivity after effortful emotion regulation in borderline personality disorder. European archives of psychiatry and clinical neuroscience, 267(6), 551-565. https://doi.org/10.1007/s00406-016-0760-z
- Dixon-Gordon, K. L., Turner, B. J., Zachary Rosenthal, M. y Chapman, A. L. (2017). Emotion Regulation in Borderline Personality Disorder: An Experimental Investigation of the Effects of Instructed Acceptance and Suppression. Behavior therapy, 48(6), 750-764. https://doi.org/10.1016/j.beth.2017.03.001
- Lei, X., Zhong, M., Zhang, B., Yang, H., Peng, W., Liu, Q., Zhang, Y., Yao, S., Tan, C. y Yi, J. (2019). Structural and Functional Connectivity of the Anterior Cingulate Cortex in Patients With Borderline Personality Disorder. Frontiers in neuroscience, 13, 971. https://doi.org/10.3389/fnins.2019.00971
- Liu, Y., Li, J., Chen, X. y Zhang, Q. (2023). Parsing variability in borderline personality disorder: A meta-analysis of neuroimaging studies. Neuropsychology Review, 33(2), 183-202. https://doi.org/10.1007/s11065-023-09403-7
- Scherpiet, S., Herwig, U., Opialla, S., Scheerer, H., Habermeyer, V., Jäncke, L. y Brühl, A. B. (2015). Reduced neural differentiation between self-referential cognitive and emotional processes in women with borderline personality disorder. Psychiatry research, 233(3), 314-323. https://doi.org/10.1016/j.pscychresns.2015.05.008
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