Desde el momento en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declara el estado de pandemia por COVID-19, se establecieron una serie de medidas preventivas a nivel mundial. Una de ellas es el distanciamiento físico, que se caracteriza por mantener una separación de, al menos, un metro y medio entre personas. De igual manera, se recomienda permanecer en el hogar y evitar contacto físico innecesario. En consecuencia, los centros de aglomeración social como bares, restaurantes, teatros y cines, entre otros, deberían mantenerse cerrados. Por lo tanto, los multifactoriales estresores sociales que impactan neuropsicológicamente en la población mundial, subyacen desde el temor, desesperación e incertidumbre ante la crisis social. ¿Cuál es el impacto psicológico en el cerebro del distanciamiento físico? Lo revisamos a continuación.

Distanciamiento físico y bienestar

La pandemia por COVID-19 ha provocado un nuevo proceso de desarrollo evolutivo en el ciclo vital humano.

Este corresponde a una adaptación especial en nuestra forma de interactuar y relacionarnos socialmente.

Lo cierto es que, todo lo que implica la presencia de una enfermedad da paso a una nueva reorganización de nuestra vida cotidiana.

De igual manera, produce efectos significativos en la limitación del contacto físico con el entorno social.

Y, es, precisamente, este acontecimiento el que ha repercutido en una de nuestras habilidades comunicativas más primitivas.

La socialización es restringida a tal modo de inhibir la interacción física como factor de protección para la salud y evitar la propagación del virus.

Sin embargo, esto ha presentado efectos nocivos en el bienestar psicológico, emocional y cerebral, en resumen hay un impacto psicológico del distanciamiento físico.

¿Cuál es impacto psicológico del distanciamiento físico?

El contexto social en el que vivimos, actualmente, produce efectos psicológicos que afectan a nuestro estado anímico-emocional debido al inminente temor de padecer o contraer la enfermedad. En consecuencia, nuestra salud mental está expuesta a un estrés constante y prolongado que deriva en varias consecuencias.

Siguiendo esta línea, el distanciamiento social ha generado cambios en la emotividad, como por ejemplo, temor, angustia, pesimismo, irritación, tristeza, nerviosismo, agobio ante actividades, dificultad en la toma de decisiones y concentración, entre otros.

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Esto, a su vez, ha incrementado cambios conductuales como el excesivo consumo de alcohol, tabaco, medicamentos y psicofármacos. Mostrando, así, el impacto psicológico que tiene el distanciamientos físico (Balluerka et al., 2020).

Ante la presencia del COVID-19 uno de los sentidos más limitado es el tacto, debido a la incapacidad de poder saludar, acariciar, abrazar, etc.

Desde entonces, el distanciamiento físico es predominante, inclusive en los términos de aislamiento y cuarentena.

De modo que sus efectos derivan en la necesidad de poder ver, presencialmente, a un ser querido, para reconfortarse ante la tristeza, dolor, angustia e incertidumbre que ha provocado la pandemia.

Y es que, el tacto afectivo es importante para nuestra comunicación en el momento de generar vínculos y relaciones sociales.

Además, posee la capacidad de transmitir nuestras emociones. Bien sabemos que hay estudios que demuestran, mediante la activación de áreas cerebrales, que lo social y emocional están directamente relacionados (Field, 2010).

Deficiencias en el cerebro por el distanciamiento físico

El déficit de contacto físico-afectivo muestra ciertas afectaciones en el cerebro que impactan en nuestra corteza prefrontal, área principal del procesamiento racional-cognitivo.

Esta zona, junto con la estructura del neocórtex, modulan las funciones ejecutivas en virtud de las percepciones sociales de un evento determinado.

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Bzdock y Dunbar (2020) afirman que el distanciamiento físico ocasiona distorsión en el tamaño de áreas cerebrales implicadas en el cerebro social.

Estas corresponden al sistema límbico, destacando a la amígdala como una de sus estructuras principales, en conjunto con el núcleo accumbens, involucrado en nuestro sistema de recompensas.

Tal efecto nocivo es resultado de determinantes carencias de interacción social, las cuales pueden ser atribuidas a la escasa comunicación con amigos, familiares y seres queridos, produciendo más la soledad en la vida cotidiana.

Y es que, el distanciamiento físico eleva sentimientos de soledad, lo que tiene efectos en la eficiencia del cerebro, como también en los mecanismos neuronales.

Desde la recopilación de información neurocientífica se señala que la conectividad sináptica presenta dificultades en la mielinización neuronal. Como resultado, decae la emisión de sus impulsos eléctricos.

Por otra parte, el distanciamiento físico también genera efectos perjudiciales en el cerebro relacionados con la memoria. Esto puede precipitar la aparición de demencias neurodegenerativas como el alzhéimer (Bzdok y Dunbar, 2020).

¿De qué manera el distanciamiento físico afecta el sistema inmunológico?

La pandemia por COVID-19 también nos ha recordado la importancia de nuestro funcionamiento inmunológico. Esto se debe a la capacidad defensiva que tiene ante agentes invasores, tales como infecciones, bacterias y virus. Y es que, el sistema inmunológico es el principal agente para combatir enfermedades.

Uno de los factores que más afecta el bienestar de nuestras defensas es la soledad proveniente del distanciamiento físico. Y, por medio de investigaciones clínicas, se ha demostrado que existe un deterioro en la respuesta inmunológica ante los elevados niveles de fibrinógeno.

Sustancia que tiene una función importante en la coagulación de la sangre. Especialmente, en la cicatrización y reparación de tejidos, inclusive ante complejidades en los vasos sanguíneos (Bzdok y Dunbar, 2020).

Del mismo modo, la carencia de tacto eleva los niveles de cortisol en nuestro organismo. En presencia de esta hormona del estrés, se ocasiona un déficit en el sistema inmunológico, produciendo una mayor susceptibilidad ante las enfermedades.

Presencia de trastornos mentales: Uno de los impactos psicológicos del distanciamiento físico

Comenzamos destacando el hecho de que el distanciamiento físico ante el COVID-19 ocasiona secuelas importantes en nuestra vida social, psicológica, emocional y neurológica.

Los trastornos mentales corresponden a una perturbación de la salud mental que está presente desde antes y durante la pandemia. Lo cual, afecta a procesos cognitivos, afectivos, comportamentales, físicos y perceptivos.

Los indicios de su sintomatología pueden estar atribuidos a diversas causas. Sin embargo, si esto persiste e interfiere en la vida diaria debe ser evaluado por un especialista, según las condiciones psicológicas o psiquiátricas que se presentan.

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Las dificultades de esta crisis sanitaria ha provocado un aumento en el padecimiento de trastornos mentales.

El predominante temor, incertidumbre y preocupación, junto con los sentimientos de tristeza, desolación y desesperación subyacen la presencia de depresión y ansiedad.

Del mismo modo, determinadas situaciones como el fallecimiento de un ser querido, padecer el virus u otra enfermedad, pérdida del empleo, ausencia contacto físico, entre otros; son algunos de los factores que inciden este pesar (Serafini et al., 2020).

Asimismo, el excesivo desgaste laboral de la población, de forma presencial o teletrabajo, ha provocado la aparición del síndrome de burnout. Esto se ha presentado, particularmente, en el personal sanitario, producto del constante estrés y exigencia que conlleva la protección y cuidado ante el COVID-19.

Cabe destacar que cuadros como la depresión, psicosis, trastorno bipolar, trastorno obsesivo compulsivo, epilepsia, estrés postraumático y esquizofrenia, pueden verse cronificados por el contexto actual.

Recomendaciones para sobrellevar el impacto psicológico del distanciamiento físico

Es sumamente necesario relevar nuestra salud mental y física ante el contexto actual. Por ello, las siguientes recomendaciones ayudan y fortalecen nuestro bienestar individual y social (OMS, 2020):

  • Comunicación con el entorno: Los medios digitales son una fuente sustancial para mantener la interacción social. Por lo tanto, es importante mantener redes de apoyo, ya sea de manera verbal o escrita.
  • Dar espacio al ocio: Realizar actividades recreativas para lograr una mayor satisfacción personal.
  • Planificar una rutina: En la medida de lo posible, conserva una rutina en la que se pueda establecer un horario con las actividades diarias.
  • Fomentar la empatía: Brindar apoyo a quienes lo necesitan puede ser una experiencia gratificante.
  • Realizar actividad física: Genera bienestar físico, psicológico y cerebral, ya que reduce los niveles de cortisol, entre otros beneficios.
  • Incorporar la resiliencia: Esto permite desarrollar nuestra capacidad de enfrentar y superar una adversidad. Potencia y fortalece la creatividad, vínculos sociales y autoestima, entre otros.

Conclusión

Actualmente, vivimos una de las experiencias más impactantes e influyentes a nivel mundial. Esto ha llevado a la necesidad de acatar el distanciamiento físico, al igual que todas las otras medidas sanitarias, con el fin resguardar nuestra salud ante la enfermedad.

El distanciamiento físico es uno de los diversos factores que ha provocado efectos perjudiciales a nivel biopsicosocial durante la pandemia. Mediante estudios neurocientíficos se han desvelado las deficiencias en el estado anímico-emocional, cerebral-neuronal, inmunológico y social.

Sin duda, esta medida nos invita a reflexionar cuán importante es la interacción social, establecer vínculos y relaciones sociales, generar tacto afectivo con nuestros seres queridos y, sobre todo, valorar el bienestar psicológico que esto nos brinda.

Referencias bibliográficas

  • Balluerka, N., Gómez, J., Hidalgo, M., Gorostiaga, A., Espada, J., Padilla, J. y Santed, M. (2020). Las consecuencias psicológicas de la Covid-19 y el confinamiento. Universidad del País Vasco. https://www.cedd.net/es/documentacion/catalogo/Record/551534
  • Bland, A., Roiser, J., Mehta, M., Sahakian, B., Robbins, T. y Elliott, R. (2020). COVID-19 induced social isolation: implications for understanding social cognition in mental health. Psychological Medicine, 1-2. Doi: 10.1017/S0033291720004006
  • Bzdok, D. y Dunbar, R. (2020). The Neurobiology of Social Distance. Trends in Cognitive Sciences, 24(9), 717-729. Doi: 10.1016/j.tics.2020.05.016
  • Field, T. (2010). Touch for socioemotional and physical well-being: A review. Science Direct, 30(4) 367-383. Doi: 10.1016/j.dr.2011.01.001
  • Serafini, G., Parmigiani, B., Amerio, A., Aguglia, A., Sher, L. y Amore, M. (2020). The psychological impact of COVID-19 on the mental health in the genetal population. An International Journal of Medicine, 113(8), 529-535. Doi: 10.1093/qjmed/hcaa201